miércoles, 11 de septiembre de 2013

Envejecimientos


Envejecimientos R.S.I. <> Neurobiologías[1]

Viejo cañón oxidado

Un viejo cañón arrastra,
sus últimos años.
Resbala intemperies escarchadas.
Sin marchas que barnicen,
el estallar de sus obuses.

Ya no hay revoluciones,
ni letras
que veneren
macabras veladuras.
La muerte: quedó desnuda

Estrambótica joroba,
ojos desorbitados.
Ridícula gorra con orejeras
y corte inglés.
No se rinde.

Testigo de un tiempo que fue.
Analfabeto del porvenir.
Transcurre,
su transcurrir inapelable.
El tiempo, yéndose, lo condena.

Nieve arracimada,
condenada belleza.
Camina remiendos y zapatones.
Tirita convulsiones, destemplanzas.
Decrepitudes, no degradaciones.

La noche anticipa
en su soledad
estúpida, la orfandad
del neón abandonado.

Final en llamas. Así vivió.

No se revolcará en fangos,
ni en trincheras y orines agusanados.
Ni en floreos de carnavales
y rostros desencajados.

Cenizas…
Nada más que cenizas.
Sergio Rodríguez                                             11 de agosto 2007


Freud y la sobredeterminación. Saliendo al paso de los que creían (algunos aún creen) que existe “causa en última instancia”, sostuvo el entrecruzamiento de razones y causas múltiples,  particulares y singulares de los tiempos que se va atravesando, precipitando, para la subjetivación de cada uno. Ir envejeciendo supone pérdidas corporales y mentales. Musculares, articulares, de sistemas y aparatos, según los particulares cuidados, descuidos y hasta maltratos a que hayan sido sometidos por su portador. Todo lo cual, tendrá una gran relación con la modalidad de estructuración psíquica del mismo. En las neuronales, según uso o retraimientos. También influyen en los envejecimientos las cargas genéticas, que a veces, no dejan llegar a viejos. Por supuesto, nadie es Dorian Grey, ni Batman, ni Superman y por más cuidados que se tenga, se envejece irremisiblemente. Pero hay formas y formas de envejecer.

¿Cómo encara el afectado su progresivo envejecimiento? Nuevamente juega la sobredeterminación. Cima y geografía de residencia habitual. Relatos familiares de envejecimientos en las generaciones previas, trasmitidos en la ontogenia. Luego, cómo opera en sí, el trauma de advertirse envejeciendo. Éste se subjetiva según la estructura del  nudo Borromeo de cada uno, y los lugares que va ocupando cada uno en él. Estos hacen su trabajo hasta el final. Final, de cuya existencia todos saben, a menos que se esté ganado por la renegación de la muerte. Observen en el nudo de la Tercera: Muerte, entre lo imaginario y lo simbólico. Vida, entre lo real y lo simbólico. En el goce del Otro que no debería haber, dibujé una flecha que lo cruza, sin dejar de apuntar al cruce entre R.S.I.


De La Parca, los sobrevivientes seguimos hablando, la simbolizamos. En lo inmediato, trabajando el duelo. Pasado el mismo, cuando recuerdos de quién murió se disparan por alguna circunstancia y nos hacen hablar, soñar, o simplemente recordar. De la vida futura, también se puede hablar y hasta planear. Pero lo que ocurrirá será real, o sea según un saber radicalmente no sabido. No, no sabido, en el sentido del saber Inconsciente. De ese futuro que incluye al presente sólo sabremos y aproximadamente. Pues la memoria deforma y cuando haya pasado a ser pasado ocurrirá que lo retro-signifiquemos desde nuestros deseos y hábitos de goce.
Escenas, causas y razones, de reacciones diversas ante el envejecimiento. Observen en la calle, en vuestras familias y consultorios, en sí mismos, a lo que estén envejeciendo. Las diferencias posturales y gestuales de gente en franjas de edades similares. Son tan significantes, como sus palabras y actos. Y como éstas, sólo si son articuladas a otros significantes, a un contexto significante. Advertirán muchas diferencias. Posturas comunes que aparentemente no trasmiten nada, los de espaldas encorvadas, los que sacan renegatoriamente el pecho, posturas resignadas, serias y serenas, dignas, indignas, posturas “cómo sí” (la foto de Florencia de la V y el novel esposo) 


En la siguiente fotografía, observen la hipomanía del anciano al hacerse fotografiar con la bella muchacha desnuda y tomada del hombro. Miren en la mirada y la sonrisa de ella, el gesto de hacerle un favor al viejo. Si una de las pérdidas importantes de los envejecimientos se muestra a través de la imagen, una foto de ese estilo, está destinada a renegarla inconscientemente y  disimularla ante los demás. Dicho de otra manera: es un intento de restituir el narcisismo lastimado por el envejecimiento, colocándose en ese tipo de circunstancias. En las que se muestra algo –en este caso la muchacha- que funcione como falo imaginario -ᵠ.  Observemos el contraste entre el cabello de la muchacha y los pocos pelos revueltos por el viento, de la calva absolutamente canosa del viejo. También el efecto ante la mirada, de la depilación del vello pubiano y corporal de ella, que busca mostrarse casi adolescente cubriendo sus pechos con su abundante y bella cabellera, frente a las piernas varicosas y sin pelos de él. Su risa expresa paradojal e inconscientemente,  ironía sobre sí mismo.  



El Viagra, que en algunos funciona durante un tiempo y en otros no, juega químicamente a través del sostenimiento de la erección peniana, la misma función -ᵠ, que la muchacha de la fotografía.
 Podríamos seguir con la lista. Si el afectado se psicoanaliza, cada cara trasmite sobre sus sentimientos, y es interpretable en el contexto y momento transferencial oportuno.
Observen cuál es su la “lalengua”[2] y pregunten calmamente, pero sin inhibiciones, lo que no les entiendan. Es importante para deducir, pero también lo es, para favorecerles renovarla. Sino, son extranjeros hasta entre sus familiares más cercanos. Particularmente nietos, que para ellos son, la segunda generación posterior y son los “dueños” de la informática y los controles remotos. Lo mismo ocurre con las noticias, y los cambios. La globalización, no sólo ha tornado ambiguas y “como sí” las culturas, sino que las modifican a velocidades virtuales y no humanas.
Ambivalencias ante el paso del tiempo. Reacciones entre los más jóvenes. Entre la impaciencia, el enternecimiento, el odio, la idealización, y la envidia. Los nietos que enternecen, los que enojan. Los que convocan a trasmitir saberes. En esa mezcla, hay un fenómeno nuevo, el del saber invertido. El viejo, “cada vez sabe menos”, lo que lo hace sentirse resto. Tal vez de ahí la insistencia, sobre que el pasado fue mejor.
Ambivalencias y diferencias, hacia y entre los otros. Esposos, hijos, nueras, yernos, nietos, amistades. Al contexto familiar lo afecta, encontrar que el que envejece, ya no es el que era. Las reacciones, suelen ser muy diferentes y tienen su origen en una articulación entre: envejecido (emisor) <>[3] los receptores. O sea, entre cómo va viviendo su envejecimiento el afectado, y cómo lo soportan, los receptores de dicho proceso. El receptor lo vive según su propia estructuración borromeica y las incidencias que sobre ella van teniendo las reacciones de los otros cercanos. También, según los momentos vitales particulares que esté atravesando cada uno. Un envejeciente con sus olvidos, sus distracciones, sus pérdidas de fuerza puede despertar impaciencias, enojos, enternecimientos, deseos de sacárselo de encima, de protegerlo. El envejeciente es un real. Para el que no hay saberes previos debido al carácter singular de cada proceso y al contexto diverso con que se irá transitando cada envejecimiento en particular, hasta su  punto final, la muerte. 

El trabajo y la jubilación. Hay muchas conquistas sociales y políticas que son producto de cálculos hechos desde puntos de vista monoculares. En ellos se enancan el sentido común de la masa y de los políticos, sin tomar el recaudo de consultar con especialidades científicas relacionadas al cambio que se impulsa. Por supuesto, si advertimos los cambios físicos antes enumerados, es positivo atenuar la relación con el trabajo en función del pasaje de los años. Pero no, suprimirlo, por lo menos hasta que el cuerpo y la mente, ya “no den más”. Ahí, 4°nudo<>biología se articulan. Prácticas físicas y mentales de trabajar en lo que gusta así como prácticas de gimnasio adecuadas a la edad, o tango, danzas, ayudan. La importancia del 4° Nudo reside en que no es lo mismo llegar a la vejez, siendo un “don nadie”, o sea habiendo quedado a la sombra del padre o de otro antepasado, qué siendo el abuelo Fulano o el científico Zutano, o Manolo el diarero del barrio. El 4° Nudo, es un efecto de haberse ganado respeto de alguna manera; personal, laboral, etc. Es haberse forjado un nombre a partir del padre, pero habiendo ido a otra posición que la de él. Posición mejor para subjetivarse, no para comparar, sino porque va más en el sentido de deseos y modalidades de goce propios. Vitaliza, claro que en losange, con el vigor corporal. Nombre Propio<>Neurobiología.
La pérdida de los Cercanos. Una de las cosas más difíciles del envejecimiento, son las pérdidas de seres queridos. Familiares, amigos, maestros, compañeros y ex compañeros. Que se producen no sólo por muerte. Los hijos, porque se van del hogar paternal para formar nuevas familias o para seguir otros destinos geográficos, o de otra índole. Los de la misma generación, se van muriendo. No se trata sólo de la desaparición física. Lógicamente, los nietos, absorben a los hijos. Las esposas o esposos hacen de la vieja o el viejo, suegra o suegro. Los suegros reciben muchas veces, el desplazamiento de enojos en las parejas jóvenes. Además se ofertan inconscientemente como blanco fácil, cuando de un modo u otro “se ponen pesados”. En el ponerse pesados incide otra vez el losange. Repiten por olvido de lo inmediato o por distracción (neuronal). O por nostalgia (psíquico) En otras ocasiones a la inversa pero por razones similares, se producen melancolizaciones y se tornan demasiado ausentes. En fin, como la mayoría de los lugares en la vida, el del que va envejeciendo, no es fácil. Fuera de la pubertad y adolescencia, tal vez es uno de los momentos más difíciles de subjetivar. También cambian las hormonas y/o sus proporciones. El deseo sexual cuándo no hay una reacción de elación, se atenúa, pues la biología no acompaña. La sublimación, si siempre puede ser un destino de la pulsión, en los viejos es capital en los varios sentidos de la palabra. Para muchos, la relación con los nietos, puede ser una fuente importante de sublimación. Pero no sólo, también es capital, no dejar de hacer lo que les produce un goce productivo. Por ejemplo, ser suplentes de los hijos y ocuparse de los nietos, cuando ellos salen. Por eso es importante analizarlos, favoreciendo el sentido de que no renuncien a ser amos de sí mismos.

Seguir produciendo desde el saber de su Otro, un plus que los haga sentirse realizando deseos propios. En fin, es súper importante que se mantengan en red y en la medida de sus posibilidades, en las actividades que les fueron habituales y gustosas y que a otro ritmo, puedan continuar.
Introversión<>segregación. El envejecimiento y el extrañamiento consiguiente, lindante con la despersonalización, empuja a la introversión de la libido. Las “manías” del viejo, costumbres fuera de época, van promoviendo auto y hétero segregación. La sinergia entre ambos fenómenos, es perjudicial para el devenir del envejeciente, si queda sujetado a ellos. Distinto es, si ambas fuerzas participantes, el sujeto $ y el Otro están atentas y buscan formas, para por lo menos atenuarlo. Ergo, proceder, para que el que envejece vaya tomando en cuenta y reaccionando ante lo que le pasa. Ayudándolo a advertir que el paso del tiempo cambia hábitos, y en la cultura actual, aceleradamente. No hay porque plegarse acríticamente, pero tampoco pasar a ser un “bicho raro”. De cómo el entorno de familiares, amigos y compañeros, vayan reaccionando ante el tránsito del que envejece, se facilitará o dificultará la mayor o menor felicidad de cómo ocurra. En consecuencia, el psicoanalista tiene que estar atento al discurso que se teja en el análisis y en ciertas circunstancias deberá intervenir también, sobre el contexto, según los tiempos y formas más convenientes. En ese sentido sabrá escuchar las demandas, tanto del analizante envejeciendo, como del contexto afectado por el fenómeno.

“Si arrastré por este mundo/la vergüenza de haber sido
y el dolor de ya no ser
…”[4] Las formas mejores o peores de envejecer, están muy relacionadas con las contabilidades subjetivas sobre la vida transcurrida. Obviamente las peores, dependen mucho de balances negativos. ¿A qué llamo tales? A los de aquellos que van envejeciendo, con fuertes sentimientos de grandes irrealizaciones de deseos. Les resultan positivos, a aquellos a los que el haber les dice que es superior al debe. Por supuesto no me refiero al balance dinerario solamente, aunque a algunos, sólo o principalmente se les imaginariza en ese terreno. No es lo mismo, llegar al final con la sensación de haber logrado mucho de lo buscado, que con la sensación de haber fracasado en esos terrenos. 

El deseo de muerte en el envejecimiento. Me corro y le cedo la palabra al Maestro: ... Tal vez morimos [5]porque deseamos morir. Así como el amor o el odio por una persona viven en nuestro pecho al mismo tiempo, así también toda la vida conjuga el deseo de la propia destrucción. Del mismo modo como un pequeño elástico tiende a asumir la forma original, así también toda materia viva, consciente o inconscientemente, busca readquirir la completa, la absoluta inercia de la existencia inorgánica. El impulso de vida o el impulso de muerte habitan lado a lado dentro de nosotros. La muerte es la compañera del Amor. Ellos juntos rigen el mundo. …En el comienzo del psicoanálisis se suponía que el Amor tenía toda la importancia. Ahora sabemos que la Muerte es igualmente importante. Biológicamente, todo ser vivo, no importa cuán intensamente la vida arda dentro de él, ansía el Nirvana, la cesación de la "fiebre llamada vivir". El deseo puede ser encubierto por digresiones, no obstante, el objetivo último de la vida es la propia extinción.  

George Sylvester Viereck: Esto es la filosofía de la autodestrucción. Ella justifica el auto-exterminio. Llevaría lógicamente al suicidio universal imaginado por Eduard Von Hartmann. 
S. Freud: La humanidad no escoge el suicidio porque la ley de su ser desaprueba la vía directa para su fin. La vida tiene que completar su ciclo de existencia. En todo ser normal, la pulsión de vida es fuerte, lo bastante para contrabalancear la pulsión de muerte, pero en el final, ésta resulta más fuerte. Podemos entretenernos con la fantasía de que la muerte nos llega por nuestra propia voluntad. Sería más posible que no pudiéramos vencer a la muerte porque en realidad ella es un aliado dentro de nosotros. En este sentido (añadió Freud con una sonrisa) puede ser justificado decir que toda muerte es un suicidio disfrazado.
Todo esto, que es válido para los humanos[6] en general, también lo es para los psicoanalistas en particular. Las diferencias, van a plantearse, caso por caso, en cómo cada uno va encarando las dificultades que la vida le presenta durante el envejecimiento. En los analistas esto depende mucho de la suerte que hayan tenido sus análisis y como esa suerte les haya influido para instalarse en el a posteriori de sus vidas. Tal vez llame la atención que diga suerte. Creo que el azar interviene muchísimo en todo fenómeno humano, desde la genética, filogenia,  la ontogenia y de diferentes y traumas reacciones ante ellos. Depende por ejemplo, de cómo se hayan cruzado los vectores edípicos que estructuraron al futuro analista,  con los de su o sus analistas en particular. Como se crucen, los imposibles de cada uno -aquellos inanalizables que no cesan de no escribirse. Dependerá de lo que haya reelaborado el supuesto analista en su/s análisis, de cómo y hasta donde se haya instalado en él, el deseo del analista. A lo que habrá que agregarle, estudios, investigaciones, repasos críticos y conjeturales sobre su práctica y la de otros, a solas y en intercambio con otros oficiantes. La vejez de cada analista se parece y difiere de cada uno de los demás seres hablantes y de sus colegas, también en cómo opere en su  oficio, en cómo funcione como psicoanalista con quienes lo consultan. Consultantes que en la vejez, tienden a ser mayoritariamente viejos, porque así les parece mejor a los derivadores y porque es el semblante por el que se suponen mejor entendidos los consultantes.


Cosa rara la vida


Cosa rara la vida.
Ajena.
Pegajosa, propia.

Se va tenue, rápida.
Sutil.
Sin tiempos para más.

Desde abajo... eterna.
Después, cerca.
Luego, lejanamente heroica.

Trabajosamente
trabajosa.
Lenta, cimbreante.

Acelera,
cuando el abismo
está cerca

Cosa rara la vida.
Cada vez
más muerta.

Estando viva.
Va muriendo.

Cuando se sabe
más cómo vivirla.
Se está yendo…

Cosa rara la vida.
Tan...
vitalmente muerta.

Sergio Rodríguez



[1] Conferencia dada en Lazos, institución psicoanalítica de La Plata Por Sergio Rodríguez      7 de agosto del 2012

[2] Neologismo inventado por Lacan, para referirse a los modos particulares de usar el habla cada sujeto
[3] Losange = más – menos, disyunción – conjunción.
[4] Cuesta Abajo: tango de Carlos Gardel y Alfredo Lepera
[5] Entrevista al Dr. Sigmund Freud. "El valor de la vida" 1926 Sigmund Freud.

Traducida por Beatriz Castillo y reproducida por la revista: Conjetural
[6] No tengo prejuicios en usar la palabra humanos. La ironía de Lacan sobre la proveniencia  etimológica de humus, pareciera haberle prohibido a algunos colegas usarla. Sin embargo, considero que la ironía subraya el valor de esta palabra, al recordarnos uno de sus orígenes en la palabra latina hûmus. A menos que se tenga una megalomanía fálica que haga suponer a quienes hacen tabú de dicha palabra, que somos otra cosa que objetos a, desechos y como tales no sólo desechables, sino también abonos para las generaciones subsiguientes.

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