viernes, 31 de agosto de 2012

Gozando de picos y cavernas… la angustia acecha…



En tiempos cercanos a la atención del paciente descrito anteriormente, el novel recibió una consulta que despertó su curiosidad. Un hombre joven, entre treinta y cuarenta años, lo requirió porque dos fobias le dificultaban su vida social. Una, no podía ir a reuniones festivas que se hicieran en pisos altos por temor a caer al vacío. Otra, no podía ir en subte, porque entraba en pánico. Hombre de capas medias, medias; no tenía automóvil ni dinero para taxis. Esta fobia, lo limitaba por ese lado. Hasta ahí lo sorprendente, era la portación de fobias tan opuestas. Cuál no sería el asombro del novel, cuando se enteró que la profesión del consultante era Espeleólogo y su deporte preferido, el andinismo. Lamentablemente no hubo tiempo para investigar. Después de la segunda entrevista, no volvió más. ¿Alguna interpretación kleiniana toscamente enunciada? Seguramente. El útero materno y las tetas estaban tan al alcance de  las manos… digo, de las palabras…

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