En tiempos cercanos a la atención del paciente
descrito anteriormente, el novel recibió una consulta que despertó su
curiosidad. Un hombre joven, entre treinta y cuarenta años, lo requirió porque
dos fobias le dificultaban su vida social. Una, no podía ir a reuniones
festivas que se hicieran en pisos altos por temor a caer al vacío. Otra, no
podía ir en subte, porque entraba en pánico. Hombre de capas medias, medias; no
tenía automóvil ni dinero para taxis. Esta fobia, lo limitaba por ese lado.
Hasta ahí lo sorprendente, era la portación de fobias tan opuestas. Cuál no
sería el asombro del novel, cuando se enteró que la profesión del consultante
era Espeleólogo
y su deporte preferido, el andinismo.
Lamentablemente no hubo tiempo para investigar. Después de la segunda
entrevista, no volvió más. ¿Alguna interpretación kleiniana toscamente
enunciada? Seguramente. El útero materno y las tetas estaban tan al alcance
de las manos… digo, de las palabras…
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