Sergio
Rodríguez 24-III-2008
Ahora quiero poner en juego unas reflexiones que me están aconteciendo,
sobre la base de desplazamiento y condensación en Freud, Metáfora y metonimia en Lacan y disposiciones
representacionales, marcadores somáticos y sus disparos en función de razonar
en Damasio.
La pregunta que me acosa desde que comencé a leer a Kandel gira en función
de discernir cómo se crea, se inventa se produce una nueva conjetura ante
impactos de lo Real.
Lo que pienso hasta ahora transita
por los siguientes andariveles.
1) siguiendo a Lacan, llamo
Real a lo que se nos aparece de vez en cuando como algo radicalmente no sabido
que al incidir sobre cada uno, nos obliga a tramitarlo para dar cuenta de eso y
poder hacer algo. Es radicalmente no sabido, pero no puede no tener alguna
vecindad con algo previamente sabido y que se mantiene inconsciente, consciente
o en distintas formas en ambos territorios.
2) Al hacerlo, dispara una
serie de sentimientos corporales y disposiciones representacionales asociadas
por vecindad en el cerebro. Lo que nos presenta un primer texto metonímico que
intenta dar cuenta del fenómeno con el que hemos entrado en contacto a través
de uno o más de nuestros dispositivos sensoriales. Dicha reacción, produce
algún tipo de relación y efecto con dicho fenómeno. Dicha reacción cabalga en
alguna forma de deseo que busca resolver la relación con el mismo en un sentido
de supervivencia, de placer. Pero no al margen de las claves de goce, de
memorias instaladas por sucesivas sensibilizaciones y habituaciones de
experimentaciones previas con fenómenos similares, equivalentes, parecidos. El,
o los actos originados por dicho trabajo somato cerebral, encuentran exutorio
si el resultado es favorable o sienten el error y la operatoria se reinicia.
3) Entonces, o el éxito de
la operatoria instala una nueva metáfora que pasa a instalarse en vecindad, o
sea deriva a un nuevo campo metonímico. La
metáfora, la invención, es para bien y para mal, lo único que nos diferencia en
cualidad del resto del reino animal, como verdaderamente lo otro. Dicho de otra
manera, es el efecto sujeto, que como sabemos no es el que con más frecuencia
nos ocurre.
4) El yo, red de signos,
de lo que significa algo para alguien,
para cada ser en cuestión, no sale de la repetición, lo que no es despreciable,
pues mientras tanto, sostiene al susodicho. Pero al precio de no crear, no
inventar. Les confieso una experiencia personal que vengo tramitando desde muy
chico. ¿Cómo reconocer un acto artístico? No digo cómo evaluarlo. Era una vieja
discusión entre mis padres y el núcleo de intelectuales con los que solían
reunirse, particularmente cuando yo era muy pequeño –prepolieduramente-. Por ejemplo discusiones sobre el cubismo, el
surrealismo, la pintura no figurativa, la obra con mensaje o sin él. Ustedes saben que a veces se me ocurre
escribir poesía, pequeños relatos. A veces corrijo más, a veces menos. Siento
que está terminado cuando me lo dice una sensación en el cuerpo. Si resulta
mudamente melodiosa a mi oído, si alguna emoción que distingo me embarga, si la
métrica sobre la pantalla satisface mi mirada. Entonces me digo, será mejor o
será peor, pero para mí es arte, hay creación. Entonces me tranquilizo y le doy
fin. Seguramente cuando me vuelva poner en contacto tiempo después, ya no
tendrá el mismo ángel, pero algo conservará. Creo entonces que cuando culminé
dicho acto, hubo sujeto y cierta dilución del yo en lo desconocido. Algo así me
pasa también, cuando encuentro alguna novedad en mis conjeturas como
psicoanalista en acto o en escritura teórica. Creo que en esos puntos, el
sujeto en la verdad, produjo goce creador.
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