martes, 15 de mayo de 2012

El discurso del científico, del verdadero artista, y del psicoanalista pasando al acto


“¿El arte? ¿el poema?
consiste en crear una ventana,
súbitamente surgirá un paisaje”

Pablo Ananía.  Poesía nº XXXIV;  Pensar sin pensar.


El pasaje al acto del analista para agujerear lo real       

El discurso del analista, pone en acto dos movimientos claves: uno es el semblanteo de causa, es decir, hace apariencia en el lugar de agente -objeto que causa el deseo del sujeto que aparece en el lugar otro. Dos, la interpretación, tanto por hacerse cargo del S2 que apareció de algún modo en boca del analizante y que se presenta en el lugar de la verdad en el discurso del analista, como por hacer producir el S1 sobre la base de una sustracción. Sustracción que resultará en ese significante que va a decir algo en más y extraño al S2. El psicoanálisis no identifica al sujeto al deseo del Otro sino que le facilita, hasta los límites que la estructura R.S.I. lo permite, cierto grado de libertad para que su deseo no sea un clon del deseo del Otro.
En términos sencillos, cuando escuchamos una formación del Inconsciente, -se trata del S2 enunciado de diversas maneras-, vamos  a producir una intervención que agrega un cierto plus. Ese plus, va a producir un reordenamiento de toda la escena, y una reubicación del sujeto. Ese plus podemos ubicarlo en el lugar del S1 que aparece del lado del sujeto, en lo que produce el sujeto en el discurso del analista. Esto puede parecer complicado por el cambio de lugares de las personas, pero se resuelve no entendiendo esquemáticamente a los discursos, sino en su movimiento. En ese sentido, tengo presente el planteo de Lacan -en Los cuatro conceptos-[1] de que por la boca del analista hablan los significantes del discurso del Otro. El oído del analista es lo que le va a dar voz a esos significantes; los significantes ya emergieron de la boca del analizante, pero que si quedan en eso no hablan. Lo que los va a hacer hablar es la intervención del analista posibilitando su inscripción, su escritura.
Como prólogo condicionante de esa posición del analista propongo el matema de lo que llamé Discurso del científico, del artista, del inventor y del analista pasando al acto.                            
En dicho discurso el significante amo no está del lado de la izquierda. Por lo tanto, no lo podemos pensar como un discurso de amo, es de otra posición.
También funciona sosteniendo a la intervención del analista cuando por la boca del analizante no están hablando los significantes del Otro y se producen largas situaciones de impasse, que en determinado momento, exigen la intervención del analista, porque si no pueden ocurrir dos cosas: que se esterilice el análisis en esa impasse, o que se interrumpa. El analista en esas situaciones, hace a veces una especie de pasaje al acto. Esto lo apunto más como hipótesis, como interés por investigar.
En esas situaciones, el analista no debe ser un impávido jugador sólo sujeto al azar. Suele estar inquieto, molesto, porque hay algo que no anda. Está preocupado y hasta atemorizado, otras veces angustiado. Entonces, en el lugar de la verdad está funcionando ese sujeto en su castración, el sujeto del analista. Esto puede ser impugnado con el argumento de que en el análisis hay un sólo sujeto y queda del lado del analizante. Eso es así en el clásico discurso del analista, pero necesariamente, haya sido advertido o no por la conciencia del analista ese discurso habrá sido en lo que desembocó un proceso previo descrito en la cita de Ulloa que les leí en la clase anterior. Para sustentar lo que expongo, les recordaré que Lacan habló del deseo del analista. Si hay deseo del analista, hay momentos en que el analista es sujeto. Es impensable un deseo que no tenga un efecto sujeto. El deseo como sabemos, es causado por un resto, al que Lacan lo llamó objeto a. Resto de la operación entre el significante que representa al sujeto y el que lo significa desde otro lugar, lo que tiene como efecto que el  sujeto que resulta es un puro corte. En esa situación de inquietud el analista dispone de un saber que no es el referencial, no es el de los libros, es el saber hacer. Es ese saber hacer por el cual, a veces, el paciente o colegas en la supervisión le dicen: “usted parece un brujo”. No es ningún brujo, simplemente sucede que han pasado los años; el analista es más viejo y  la experiencia entonces, si la analizó, se ha transformado en un saber hacer que se ha incorporado a su Inconsciente. El saber hacer es inconsciente, no tiene que ver con la conciencia. Desde ese saber hacer opera sobre lo que en el lugar del otro aparece como causa, esta vez para el deseo del analista. Se invierte la situación, el objeto surge en el lugar del otro. Efectivamente está causando la inquietud del analista. Nos estamos refiriendo a ese resto que como objeto que queda por fuera de la significación, eso es lo que está causando la inquietud del analista. La operación que él concibe, si funciona, produce en el otro lado un nuevo significante y se descongela la situación.. Una última acotación. En este discurso es donde los psicoanalistas nos acercaríamos más a ser artistas.

Ya Lacan en El mito individual del neurótico ubicó al psicoanálisis entre las artes liberales, y en varios seminarios habló de “artesanía” del psicoanalista -por ejemplo, en Le Sinthome.

Hubo una época en la Argentina en que el dominio del psicoanálisis estuvo en manos del kleinismo  Entonces la frase acting out se había transformado en una mala palabra. Si a cualquiera de nosotros algún paciente le hacía un acting out, uno trataba pudorosamente de ocultarlo, que no se enterara la comunidad. Hasta que llegó Lacan y planteó que el acting out hace a la estructura de los análisis y puede ocurrir no sólo por resistencia del analista. El acting out es efecto de algo no interpretado en la transferencia, lo que lleva al paciente a una mostración. Por ejemplo, un acting out, puede ser el atraso de un paciente en el pago. Cosa que es bastante común. Cuando se desdemonizó el acting out, pasó a demonizarse el pasaje al acto. Creo que tampoco es acertado colocarlo del lado del demonio, hay que verlo en la singularidad de cada pasaje al acto.
Para desarrollar lo que planteo traigo un chiste de Lacan: “El suicidio es el único acto que tiene éxito sin fracaso”[2]. Claro, un cambio de posición subjetiva absoluto como el que se produce en el pasaje de no haberse suicidado a haberlo hecho exitosamente, o sea logrando la propia muerte es imposible. Me parece interesante el planteo por que conlleva una equivalencia entre pasaje al acto y acto; dice que el acto más realizado es el suicidio, o sea donde el salto de la escena del mundo -otra definición suya sobre pasaje al acto-  es mayor. En ese sentido la cuestión tiene que ver con el salto, se produce un cambio en la posición subjetiva del que pasa al salto con relación a las circunstancias de esa escena....

El pasaje al acto tiene una característica: no se sabe cuál va a ser el resultado. Por supuesto que un tipo que se tira de un 8º piso, sabe que se va a matar, sin embargo hay unos cuantos que sobrevivieron. Ni en ese caso se puede predecir. El sujeto se siente impulsado a hacerlo, después será responsable de su acto y verá qué hace. Con esto digo que no siempre salen bien.
 Sé de casos en que se interrumpieron análisis porque el analista se empecinó en una interpretación y el paciente terminó yéndose. Creo que en ese sentido Lacan nos ha ayudado a desprejuiciarnos, a mí por lo menos. Si me equivoco, me equivoco, y lo comunico, ¿qué problema hay! Claro que tampoco hay que hacer aparecer una castración muy prematura del lado del analista.
Con Lucía Luciano la intervención que abrió el curso del análisis y aseguró la instalación de la transferencia, fue la que ante la angustia de ella por sentirse atraída por un hombre contrario a sus ideales políticos le disparó como pregunta: ¿por qué no?. No alcanzó a ser una interpretación, excepto en la dimensión de facilitarle advertir un falla en la lógica en que se sostenía su angustia, la de hacer pasar por el tamiz de los ideales lo que se evidenciaba en el territorio de los sentimientos. Era una típica angustia ante la crítica del Superyo. Ahora, de mi parte hubo un pasaje al acto, en tanto decidí hacerme responsable de una pregunta que ese ser parlante no estaba pudiendo formularse y cuyo resultado nos colocó a ambos en otra posición subjetiva en función de ese análisis.
Les relato otra intervención para complicar bien todo y no quedarnos en el terreno de lo habitual. Un colega que luego se analizó conmigo, lo había intentado antes durante muchos años con otro que se decía analista. Éste le apoyaba desde su propio yo las formaciones reactivas del colega, aunque no sólo, particularmente en el terreno de las relaciones con las mujeres. Lo que lo mantenía atado a la típica disociación de la vida erótica. Obviamente dicha psicoterapia no producía otro resultado que el de reforzar los síntomas del paciente, nunca mejor utilizada esta nominación. Hasta que un día cierto acting in de dicho psicoterapeuta le hizo demasiado patente la imposibilidad de analizarse con él al que luego pasaría a analizarse conmigo. El desenvolvimiento de la cura lo llevó al tiempo a separarse y a conformar una pareja con la que desapareció la disociación de la vida erótica antes mencionada. Fueron sucediéndose también otra serie de cambios. Comenzó a entrar en crisis su identificación al falo como traccionante del reconocimiento y hasta del enamoramiento de los demás. Dicha crisis se manifestaba particularmente por crisis agresivas cuando las “obligaciones” de paciencia y de servir al otro lo abrumaban. Durante ese período me había traído a supervisar en un par de oportunidades el caso de un obsesivo que funcionaba como la quintaesencia  del sacrificio, la formación reactiva y la sumisión, particularmente a la esposa, con tal de mantener su identificación al falo. Luego durante un par de años no me habló más de ese paciente.
Un día vino conmovido a contarme que ese paciente que hacía tiempo había interrumpido el tratamiento había vuelto diciéndole que volvía porque el psicoanálisis era muy eficaz. Que finalmente se había separado de la esposa y que en función de eso quería continuar su análisis. Mi analizante me contó que no sabía por qué, pero que esa situación lo había angustiado mucho y lo había impulsado a cortar o ponerle límites a una serie de relaciones en las que se sentía usado, inclusive con su actual pareja. Me cuenta entonces dos sueños y una serie de fantasías. Todo llevaba a cortar las relaciones que lo impulsaban a ser “bueno” o a poner límites a aquellas que desconocían por completo sus deseos. Y más aún, lo llevó a captar que en aquellas relaciones en las que se sentía devorado, además del goce de los otros lo que había estado presente era su propio goce de darse a ser devorado.
En este caso, el pasaje al acto del paciente intervino sobre el analista que quedó momentáneamente en posición de analizante conmovido en su procrastinación e impulsando a pasar a una serie de actos que lo sacaban de su posición conciliadora de hasta entonces. 
Yo como analista estaba ocupado hacía tiempo buscando como intervenir para salir del impasse que se me hacía evidente en cuanto a la procrastinación de este colega en lo que hacía a terminar su movimiento de desidentificación del falo para poder llevar a cabo más decididamente posiciones de goce sexual y sublimatorio que eran obturadas por esta servidumbre a su imagen de –fi. Fue un producto de él mismo como analista, el que volvió a conmoverle profundamente esa posición llevándolo a dar nuevos pasos en el camino de abandonarla.                   
No logré encontrar el S2 necesario en circunstancias difíciles por la modalidad con que tenía que ser conducido el análisis. Pero el analizante del colega a través del saber y el acto conque se presentó para el reinicio de su análisis mostró la vestidura necesaria al a, para que el análisis de su analista se reinicie.





[1]  Lacan, Jacques.  Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.  Buenos Aires, Paidós, 1986.
[2] Radiofonía y Televisión (parte V)

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