“¿El arte? ¿el
poema?
consiste en crear
una ventana,
súbitamente
surgirá un paisaje”
Pablo Ananía. Poesía nº XXXIV; Pensar sin pensar.
El pasaje al acto del analista para agujerear lo real
El discurso del
analista, pone en acto dos movimientos claves: uno es el semblanteo de causa, es decir, hace apariencia en el lugar de agente
-objeto que causa el deseo del sujeto que aparece en el lugar otro. Dos, la
interpretación, tanto por hacerse cargo del S2 que apareció de algún modo en
boca del analizante y que se presenta en el lugar de la verdad en el discurso
del analista, como por hacer producir el S1 sobre la base de una sustracción.
Sustracción que resultará en ese significante que va a decir algo en más y
extraño al S2. El psicoanálisis no identifica al sujeto al deseo del Otro sino
que le facilita, hasta los límites que la estructura R.S.I. lo permite, cierto
grado de libertad para que su deseo no sea un clon del deseo del Otro.
En términos
sencillos, cuando escuchamos una formación del Inconsciente, -se trata del S2
enunciado de diversas maneras-, vamos a
producir una intervención que agrega un cierto plus. Ese plus, va a producir un
reordenamiento de toda la escena, y una reubicación del sujeto. Ese plus
podemos ubicarlo en el lugar del S1 que aparece del lado del sujeto, en lo que
produce el sujeto en el discurso del analista. Esto puede parecer complicado
por el cambio de lugares de las personas, pero se resuelve no entendiendo
esquemáticamente a los discursos, sino en su movimiento. En ese sentido, tengo
presente el planteo de Lacan -en Los
cuatro conceptos-[1]
de que por la boca del analista hablan
los significantes del discurso del Otro. El oído del analista es lo que le
va a dar voz a esos significantes; los significantes ya emergieron de la boca
del analizante, pero que si quedan en eso no hablan. Lo que los va a hacer hablar
es la intervención del analista posibilitando su inscripción, su escritura.
Como prólogo
condicionante de esa posición del analista propongo el matema de lo que llamé Discurso
del científico, del artista, del inventor y del analista pasando al acto.
En dicho discurso
el significante amo no está del lado de la izquierda. Por lo tanto, no lo
podemos pensar como un discurso de amo, es de otra posición.
También funciona
sosteniendo a la intervención del analista cuando por la boca del analizante no
están hablando los significantes del Otro y se producen largas situaciones de impasse, que en determinado momento,
exigen la intervención del analista, porque si no pueden ocurrir dos cosas: que
se esterilice el análisis en esa impasse,
o que se interrumpa. El analista en esas situaciones, hace a veces una especie de pasaje al acto. Esto lo
apunto más como hipótesis, como interés por investigar.
En esas
situaciones, el analista no debe ser un impávido jugador sólo sujeto al azar.
Suele estar inquieto, molesto, porque hay algo que no anda. Está preocupado y
hasta atemorizado, otras veces angustiado. Entonces, en el lugar de la verdad
está funcionando ese sujeto en su castración, el sujeto del analista. Esto
puede ser impugnado con el argumento de que en el análisis hay un sólo sujeto y
queda del lado del analizante. Eso es así en el clásico discurso del analista,
pero necesariamente, haya sido advertido o no por la conciencia del analista
ese discurso habrá sido en lo que desembocó un proceso previo descrito en la
cita de Ulloa que les leí en la clase anterior. Para sustentar lo que expongo,
les recordaré que Lacan habló del deseo del analista. Si hay deseo del
analista, hay momentos en que el analista es sujeto. Es impensable un deseo que
no tenga un efecto sujeto. El deseo como sabemos, es causado por un resto, al
que Lacan lo llamó objeto a. Resto de la operación
entre el significante que representa al sujeto y el que lo significa desde otro
lugar, lo que tiene como efecto que el
sujeto que resulta es un puro corte. En esa situación de inquietud el
analista dispone de un saber que no es el referencial, no es el de los libros,
es el saber hacer. Es ese saber hacer por el cual, a veces, el paciente o
colegas en la supervisión le dicen: “usted parece un brujo”. No es ningún
brujo, simplemente sucede que han pasado los años; el analista es más viejo
y la experiencia entonces, si la analizó,
se ha transformado en un saber hacer que se ha incorporado a su Inconsciente.
El saber hacer es inconsciente, no tiene que ver con la conciencia. Desde ese
saber hacer opera sobre lo que en el lugar del otro aparece como causa, esta
vez para el deseo del analista. Se invierte la situación, el objeto surge en el
lugar del otro. Efectivamente está causando la inquietud del analista. Nos
estamos refiriendo a ese resto que como objeto que queda por fuera de la
significación, eso es lo que está causando la inquietud del analista. La
operación que él concibe, si funciona, produce en el otro lado un nuevo
significante y se descongela la situación.. Una última acotación. En este
discurso es donde los psicoanalistas nos acercaríamos más a ser artistas.
Ya Lacan en El mito individual del neurótico ubicó
al psicoanálisis entre las artes liberales, y en varios seminarios habló de
“artesanía” del psicoanalista -por ejemplo, en Le Sinthome.
Hubo una época en
la Argentina en que el dominio del psicoanálisis estuvo en manos del
kleinismo Entonces la frase acting out se había transformado en una
mala palabra. Si a cualquiera de nosotros algún paciente le hacía un acting out, uno
trataba pudorosamente de ocultarlo, que no se enterara la comunidad. Hasta que
llegó Lacan y planteó que el acting out
hace a la estructura de los análisis y puede ocurrir no sólo por resistencia
del analista. El acting out es efecto
de algo no interpretado en la transferencia, lo que lleva al paciente a una
mostración. Por ejemplo, un acting out,
puede ser el atraso de un paciente en el pago. Cosa que es bastante común.
Cuando se desdemonizó el acting out,
pasó a demonizarse el pasaje al acto. Creo que tampoco es acertado colocarlo
del lado del demonio, hay que verlo en la singularidad de cada pasaje al acto.
Para desarrollar
lo que planteo traigo un chiste de Lacan: “El suicidio es el único acto que
tiene éxito sin fracaso”[2].
Claro, un cambio de posición subjetiva absoluto como el que se produce en el
pasaje de no haberse suicidado a haberlo hecho exitosamente, o sea logrando la
propia muerte es imposible. Me parece interesante el planteo por que conlleva
una equivalencia entre pasaje al acto y acto; dice que el acto más realizado es
el suicidio, o sea donde el salto de la escena del mundo -otra definición suya
sobre pasaje al acto- es mayor. En ese
sentido la cuestión tiene que ver con el salto, se produce un cambio en la
posición subjetiva del que pasa al salto con relación a las circunstancias de
esa escena....
El pasaje al acto
tiene una característica: no se sabe cuál va a ser el resultado. Por supuesto
que un tipo que se tira de un 8º piso, sabe
que se va a matar, sin embargo hay unos cuantos que sobrevivieron. Ni en
ese caso se puede predecir. El sujeto se siente impulsado a hacerlo, después
será responsable de su acto y verá qué hace. Con esto digo que no siempre salen
bien.
Sé de casos en que se interrumpieron análisis
porque el analista se empecinó en una interpretación y el paciente terminó
yéndose. Creo que en ese sentido Lacan nos ha ayudado a desprejuiciarnos, a mí
por lo menos. Si me equivoco, me equivoco, y lo comunico, ¿qué problema hay!
Claro que tampoco hay que hacer aparecer una castración muy prematura del lado
del analista.
Con Lucía Luciano
la intervención que abrió el curso del análisis y aseguró la instalación de la
transferencia, fue la que ante la angustia de ella por sentirse atraída por un
hombre contrario a sus ideales políticos le disparó como pregunta: ¿por qué
no?. No alcanzó a ser una interpretación, excepto en la dimensión de
facilitarle advertir un falla en la lógica en que se sostenía su angustia, la
de hacer pasar por el tamiz de los ideales lo que se evidenciaba en el
territorio de los sentimientos. Era una típica angustia ante la crítica del
Superyo. Ahora, de mi parte hubo un pasaje al acto, en tanto decidí hacerme
responsable de una pregunta que ese ser parlante no estaba pudiendo formularse
y cuyo resultado nos colocó a ambos en otra posición subjetiva en función de
ese análisis.
Les relato otra
intervención para complicar bien todo y no quedarnos en el terreno de lo
habitual. Un colega que luego se analizó conmigo, lo había intentado antes
durante muchos años con otro que se decía analista. Éste le apoyaba desde su
propio yo las formaciones reactivas del colega, aunque no sólo, particularmente
en el terreno de las relaciones con las mujeres. Lo que lo mantenía atado a la
típica disociación de la vida erótica. Obviamente dicha psicoterapia no
producía otro resultado que el de reforzar los síntomas del paciente, nunca
mejor utilizada esta nominación. Hasta que un día cierto acting in de
dicho psicoterapeuta le hizo demasiado patente la imposibilidad de analizarse
con él al que luego pasaría a analizarse conmigo. El desenvolvimiento de la
cura lo llevó al tiempo a separarse y a conformar una pareja con la que
desapareció la disociación de la vida erótica antes mencionada. Fueron
sucediéndose también otra serie de cambios. Comenzó a entrar en crisis su
identificación al falo como traccionante del reconocimiento y hasta del
enamoramiento de los demás. Dicha crisis se manifestaba particularmente por
crisis agresivas cuando las “obligaciones” de paciencia y de servir al otro lo
abrumaban. Durante ese período me había traído a supervisar en un par de
oportunidades el caso de un obsesivo que funcionaba como la quintaesencia del sacrificio, la formación reactiva y la
sumisión, particularmente a la esposa, con tal de mantener su identificación al
falo. Luego durante un par de años no me habló más de ese paciente.
Un día vino conmovido a
contarme que ese paciente que hacía tiempo había interrumpido el tratamiento
había vuelto diciéndole que volvía porque el psicoanálisis era muy eficaz. Que
finalmente se había separado de la esposa y que en función de eso quería continuar
su análisis. Mi analizante me contó que no sabía por qué, pero que esa
situación lo había angustiado mucho y lo había impulsado a cortar o ponerle
límites a una serie de relaciones en las que se sentía usado, inclusive con su
actual pareja. Me cuenta entonces dos sueños y una serie de fantasías. Todo
llevaba a cortar las relaciones que lo impulsaban a ser “bueno” o a poner
límites a aquellas que desconocían por completo sus deseos. Y más aún, lo llevó
a captar que en aquellas relaciones en las que se sentía devorado, además del
goce de los otros lo que había estado presente era su propio goce de darse a
ser devorado.
En este caso, el
pasaje al acto del paciente intervino sobre el analista que quedó
momentáneamente en posición de analizante conmovido en su procrastinación e
impulsando a pasar a una serie de actos que lo sacaban de su posición
conciliadora de hasta entonces.
Yo como analista
estaba ocupado hacía tiempo buscando como intervenir para salir del impasse que
se me hacía evidente en cuanto a la procrastinación de este colega en lo que
hacía a terminar su movimiento de desidentificación del falo para poder llevar
a cabo más decididamente posiciones de goce sexual y sublimatorio que eran
obturadas por esta servidumbre a su imagen de –fi. Fue un producto de él mismo
como analista, el que volvió a conmoverle profundamente esa posición llevándolo
a dar nuevos pasos en el camino de abandonarla.
No logré encontrar el S2
necesario en circunstancias difíciles por la modalidad con que tenía que ser
conducido el análisis. Pero el analizante del colega a través del saber y el
acto conque se presentó para el reinicio de su análisis mostró la vestidura
necesaria al a, para que el análisis de su analista se reinicie.
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