"Comprenderán porque la relación del sujeto con el significante es el punto de referencia que hemos querido poner en el primer plano de una rectificación general de la teoría analítica, pues es tan primero y constituyente en la instauración de la experiencia analítica*, como primero y constituyente en la función radical del Inconsciente.
Sin duda, eso es, en nuestra incidencia didáctica, limitar el Inconsciente a lo que podríamos llamar su plataforma más estrecha. Pero es por relación a este punto de división que podemos no cometer errores por el lado de ninguna sustantificación"[ii].
Es en esta aseveración de Lacan que voy a tomar punto de partida para este trabajo.
Pienso que para que esta propuesta de Lacan sea posible en el momento de la escucha, la clave está, como nos dice Freud, en "no querer fijarse en nada en particular y en prestar a todo cuanto uno escucha la misma "atención libremente flotante"[iii], agregando: "tan pronto como uno tensa su atención hasta cierto nivel, empieza a escoger entre el material ofrecido; uno fija un fragmento con particular relieve, elimina en cambio otro, y en esta selección obedece a sus propias expectativas o inclinaciones. Pero eso, justamente es ilícito; si en la selección uno sigue sus expectativas, corre el riesgo de no hallar nunca más de lo que ya sabe*; y si se entrega a sus inclinaciones, con toda seguridad falseará la percepción posible. No se debe olvidar que las más de las veces uno tiene que escuchar cosas que sólo con posterioridad discernirá"[iv].
Sostengo que algunas indicaciones sobre la utilización de la contratransferencia para la interpretación analítica contradicen estos planteos de Freud y Lacan e inducen a error.
Analizaré, porque pienso que es útil trabajar a la letra cuando se discute en psicoanálisis, fragmentos de un libro que fue y supongo que para muchas corrientes del psicoanálisis "escuela argentina" sigue siendo, el libro de cabecera de los trabajos sobre técnica psicoanalítica, "Estudios sobre técnica psicoanalítica", de Heinrich Racker.
Psicoanalista por el que siento un gran respeto. Lo considero uno de los pilares de dicho psicoanálisis. Ha pensado mucho, pero lógicamente, dentro de la doctrina en que estaba inscripto, lo que produjo sus efectos.
Racker plantea lo siguiente: "Quisiera ahora, como próximo paso, mirar más de cerca la fenomenología de la contratransferencia. Una determinada diferencia observada en las vivencias contratransferenciales sugiere diferenciarla en dos clases. Una de ellas podría ser denominada "ocurrencias contratransferenciales"; la otra, "posiciones contratransferenciales". Como ejemplo de las ocurrencias contratransferenciales tendríamos el siguiente: "Al comienzo de una sesión, un analizado quería pagar sus honorarios. Da al analista un billete de 1.000$, y le dice lo que este debe devolverle. El analista, casualmente, tiene ese día el dinero en otro cuarto y sale para buscarlo, dejando los $1.000, sobre el escritorio. En el lapso entre salir y volver, tiene la fantasía que el analizado retomará el dinero y afirmará que el analista ya lo ha guardado. Cuando vuelve, encuentra los $1.000 en el lugar en que los había dejado. Arregladas las cuentas, el analizado se acuesta y comunica al analista que mientras estaba solo había tenido la fantasía de guardarse el dinero, de darle un beso de despedida al billete y otras más".
Desde luego la fantasía del analista se basó sobre lo que ya sabía del analizado*, quien, en sesiones anteriores, había expresado su intenso rechazo a pagar los honorarios. La concordancia de la fantasía del analista y la primera fantasía del analizado puede considerarse como simbiosis psicológica entre las dos personalidades*. Al deseo del analizado de quitarle el dinero (manifestado ya en las sesiones anteriores), reacciona el analista con la identificación tanto con este deseo como con el objeto hacia el cual está dirigido el deseo, y de ahí su fantasía de ser robado. Para que aquellas identificaciones puedan realizarse, debe existir, evidentemente una virtual identidad, y en general, se puede suponer que todas las posibles constelaciones psicológicas en el analizado existen también en el analista*. Según sea la constelación en el analizado, vibra en el analista la constelación correspondiente, de lo que resulta aquella simbiosis por la cual surgen espontáneamente en el analista las ocurrencias que corresponden a la constelación psicológica del analizado.
Aquí el peligro reside, más bien, a que no se preste la suficiente atención a éstas ocurrencias o en que no se haga uso de ellas para la comprensión y eventual interpretación. No siempre las ideas correspondientes del analizado son conscientes en éste y no siempre son comunicadas, como acontece con el ejemplo citado. Pero en las propias ocurrencias y sensaciones contratransferenciales, el analista tiene un instrumento para adivinar* lo reprimido o rechazado, por el analizado. Importa recalcar una vez más el distinto uso del término "contratransferencia", ya que muchos, quizás la mayoría, no se refieren con él a éstas ocurrencias del analista sino solamente a aquella otra clase de reacciones, las "posiciones contratransferenciales". Ya por eso resulta útil diferenciar estas clases.
La diferencia sobresaliente consiste en el diferente grado en que el yo está involucrado en las vivencias. En un caso las reacciones son vividas como ocurrencias, asociaciones libres, o fantasías, sin mayor intensidad emocional y un tanto ajenas al yo. En el otro caso, el yo del analista está envuelto en la experiencia contratransferencial; está es vivida por él con mayor intensidad y como realidad (el analizado es malo para el sentir del analista enojado), y existe el peligro de "hundirse" en esta vivencia*.
En otra parte nos dice que a esto lo llama constransferencia concordante, identificación concordante e insiste en que sirve para comprender* al analizante.
Se habrá advertido que uno de los elementos principales que él da a tener en cuenta es que el yo del analista no se siente comprometido emocionalmente.
Que nos dice Freud en "Psicología de las masas y análisis del yo", justamente en referencia a un tipo de identificación:
"Hay un tercer caso de formación de síntomas, particularmente frecuente e importante, en que la identificación prescinde por completo de la identificación de objeto de la persona copiada*. Por ejemplo, si una muchacha recibió en el pensionado una carta de su amado secreto, la carta despertó su celo y ella reaccionó con un ataque histérico, algunas de sus amigas, que saben del asunto, pescarán este ataque, como suele decirse, por vía de la infección psíquica. El mecanismo es el de la identificación sobre la base de poder o querer ponerse en la misma situación. Las otras querrían también tener una relación secreta y, bajo el influjo de sentimiento de culpa aceptan también el sufrimiento aparejado. Sería erróneo decir que se apropian del síntoma por empatía. Al contrario, la empatía nace sólo de la identificación y la prueba de ello es que tal infección o imitación se establece también en circunstancias en que cabe suponer entre las dos personas una simpatía preexistente todavía menor* que la habitual entre amigas del pensionado. Uno de los "yo" ha percibido en el otro una importante analogía en un punto (en nuestro caso, el mismo apronte afectivo); luego crea una identificación en este punto, e influida por la situación patógena, esta identificación se desplaza al síntoma que en el primer yo ha producido"*.
Considero que nos está describiendo la misma situación, que en referencia a la analítica nos describió Racker. Solo que en el lugar del síntoma, en lo que nos describe Racker, está la ocurrencia contratransferencial del analista, y en el lugar del síntoma en el analizante está su ocurrencia transferencial.
¿Qué nos dice Freud a renglón seguido?
"La identificación por el síntoma pasa a ser así el indicio de un punto de coincidencia entre los dos yo que debe mantenerse reprimido".
Sostengo que esa reacción que se opera en el analizante y en el analista, con la que nos ejemplifica Racker, lo que está manifestando es el efecto de algo que quedó reprimido y que, por lo tanto, si desde esa ocurrencia se interpreta, se hace lo contrario de psicoanalizar.
Creo que es demostrable en el propio ejemplo. ¿Qué nos dice el texto? Nos cuenta todo el asunto de los $1000 que van y vienen. Ya ahí hay un primer elemento a tener en cuenta, dice: "el analista casualmente* tiene ese día el dinero en otro cuarto". Es un acto fallido del analista en relación a ese paciente que estaba por ingresar al consultorio.
Otro elemento que llama la atención es que el analizante "le dice al analista cuanto debe devolverle". Insiste en el texto del paciente y en la comunicación del analista el significante guardar. Por otro lado según nos dice el propio Racker en su ocurrencia incidió que en sesiones anteriores el paciente había expresado "su intenso rechazo a pagar sus honorarios", que sin embargo en dicha sesión quería pagar. Todo nos indicaría pues, que tal como citábamos antes, de Freud, "la identificación por el síntoma pasa a ser así el indicio de un punto de coincidencia entre los dos yo, que debe manterse reprimido'. O sea que también algún deseo inconsciente del analista obstaculizaba. Obstáculo reforzado por ideas como la de que "en general se puede suponer que todas las posibles constelaciones psicológicas en el analizado existen también en el analista..." con la que devuelve al psicoanálisis a creer en enigmáticas sustantificaciones psicológicas constitutivas del sujeto. Hace así a un lado, toda la experiencia freudiana de La interpretación de los sueños, Psicopatología de la vida cotidiana, El chiste, Metapsicología, los historiales, "Más allá del principio del placer", "El fetichismo", etc., que lo muestran como efecto de la articulación entre las vorstellungs raepresentanz; significantes, en la formalización lacaniana. Y aún abre fisuras para que se cuelen nuevamente teorizaciones sobre la personalidad total, o sobre la autonomía del yo, que reniegan de la concepción freudiana de la escisión del sujeto. El resultado es la resistencia del analista a la escucha de las cadenas significantes constitutivas del sujeto en su exclusiva singularidad escindida. Es así que en el momento en que Racker hace referencia sin citarlo al apartado de Freud que referí en los comienzos del trabajo, lo mal interpreta, y olvida las partes que se contraponen explícitamente a lo que él plantea, por ejemplo, que "si en la selección, uno sigue sus expectativas, corre el riesgo de no hallar nunca más de lo que ya sabe*".
Racker nos decía en lo antes citado, "desde luego la fantasía del analista se basó sobre lo que ya sabía* del analizado...". Es evidente que acá Racker no se refiere al "saber que no se sabe", al saber del Inconsciente, aludida en lo de "enlace de Inconsciente a Inconsciente" sino a la identificación entre los yo, la cual tiene consecuencias represivas como traté de mostrar anteriormente apoyándome en Freud.
Racker nos dice explícitamente que en la utilización de la ocurrencia, para interpretar, trabaja contrariamente a la opinión de Freud, con lo que ya sabía. El proceder así, reconoce un prejuicio teórico: "...suponer que todas las posibles constelaciones psicológicas* en el analizado, existen también en el analista". Pero además, es una expectativa, que se sostiene en un deseo de quién conduce el análisis.
La situación en la transferencia parece comenzar a desenvolverse en sesiones anteriores, con "un intenso rechazo a pagar los honorarios". Sin embargo, en esa sesión, a su comienzo "el analizado quería* pagar sus honorarios". ¿De dónde viene la ocurrencia, entonces? Podemos pensar que esa sesión, en relación a lo que ya sabía el analista, se produce su acto fallido que dispara ocurrencias en el analizante y en el analista. El analista "casualmente, tenía el dinero en otro cuarto", en el lapso de ir a buscarlo, se producen aquellas. Podríamos aún, continuar interrogándonos. ¿Por qué el paciente no trajo el dinero justo? ¿Porque le dijo lo que tenía que devolverle? ¿Ponía a prueba al analista en relación al dinero o desconfiaba de él? Para responder a estas preguntas, vuelvo al texto. En él Racker nos dice que "la fantasía se basó sobre lo que ya sabía..." y creo que aquí es lícito y no viola su espíritu agregarle un, pero también, "la concordancia* con la fantasía del analizado puede explicarse como proveniente del enlace de los inconscientes". "Al deseo del analizado de quitarle el dinero (manifestado ya en las sesiones anteriores), reacciona el analista con la identificación tanto con este deseo como con el objeto hacia el cual está dirigido el deseo y de ahí su fantasía de ser robado".
Leído a la letra, el analista se identifica con el deseo de quitarle el dinero y con el objeto al que va dirigido el deseo. En la confesión del analizante, ¿el analista recibe su propio mensaje en forma invertida?
Hay dos posibilidades. O el analizante habría demandado manifiestamente su rechazo a pagar los honorarios, de ahí lo que "ya sabía el analista" y estamos en el dominio del yo y el otro, i(a') y i(a) o se del desconocimiento. O al reconocimiento de ese deseo se había procedido por interpretación. Posiblemente hayan confluido de alguna manera ambas probabilidades.
La primera nos envía al registro imaginario y la hemos reflexionado antes. La segunda, nos ubicaría en la cuestión del "enlace de los dos inconscientes".
"Que el inconsciente del sujeto sea el discurso del Otro, es lo que aparece más claramente aún que en cualquier otra parte en los estudios de Freud consagró a lo que el llama la telepatía, en cuanto se manifiesta en el contexto de la experiencia analítica. Coincidencia de las expresiones del sujeto con hechos de los que no puede estar informado, pero que se mueven siempre en los nexos de otra experiencia donde el psicoanalista es interlocutor; coincidencia igualmente en el caso más frecuente constituída por una convergencia puramente verbal*, incluso homonímica, o que, si incluye un acto se trata de un acting out de un paciente del analista o de un hijo en análisis del analizado.
Caso de resonancia[v] en las redes comunicantes del discurso, del que un estudio exhaustivo esclarecería los análogos que presenta la vida"[vi].
Si el Inconsciente del sujeto es el discurso del Otro, las ocurrencias (transferenciales y contratransferenciales) las podemos atribuir a la "resonancia en las redes comunicantes del discurso". En tanto sea el que hace sujeto al analizante en análisis, habrá habido interpretación, discurso del analista:
a $
S1 S2
De no ser así, en este caso, habrá sido efecto del discurso universitario, en el que el agente sostenido en el significante que ya sabía sobre el otro lo mantiene objeto y produciendo su división:
S2 a
S1 $
Pienso que como está presentado el ejemplo por Racker es difícil saldar esta disyuntiva, aunque me inclino por el efecto universitario[vii].En todo caso traté de hacerlo en relación a su planteo central de la concordancia entre los yo. Pero, del planteo de Racker, rescato la sugerencia sobre la importancia de, en la posición de escucha no confundir la abstinencia con rechazar el registro de las propias ocurrencias. Ellas son indicios, que articulados con la escucha de la relación del sujeto con el significante, contribuirán a que la interpretación surja desde el lugar del Otro[viii]. Nada esotérico hay en esto. Nada para "adivinar". Solo dejarse llevar por la relación entre significantes, entre las que el deseo del sujeto en análisis, circula.
La contratransferencia[ix] es un hecho en la rutina de todo analista. Si se hace presente, sobre todo en los sentimientos, debe hacernos pensar que estamos en el terreno de las relaciones especulares marcadas por la reciprocidad de los mismos y por lo tanto de la resistencia. Mucho de eso nos ha enseñado Racker en un registro teórico totalmente distinto al lacaniano con la descripción de lo que caracterizó como "posiciones contratransferenciales" y en las que advertía la resistencia del analista. Pero las ocurrencias del analista, efecto del discurrir del analizante, y de los deseos y prejuicios del analista, no deben interferir la escucha. Ese discurrir, al estilo del resto diurno, ofrece significantes que se prestan de semblante a los deseos inconscientes del analista, y sentidos que se ofrecen de sostén a pre-juicios del analista. Las ocurrencias son los efectos.
El analista, sujeto desde esa red de nudos, hablará en sus interpretaciones, desde el lugar del Otro, los significantes que pueblan ese lugar, en tanto y en cuanto, valga la redundancia se haya dejado caer, en esa red. En la sesión, un solo sujeto será hablado. El analista como objeto "a", no significa solamente que se ofrece como causa del deseo, sino que cuando está en analista, no que es, está porque ha logrado identificarse al objeto "a", con lo que ello conlleva de deshecho, de caída del ser, en cierto sentido, de pasividad. La interpretación así, no será pensada por la conciencia sino que será producto del trabajo del Inconsciente. De ahí la sorpresa para ambos partenaires. La sorpresa viene del Otro.
Creo que otro ejemplo interesante, de cómo ideas, prejuicios y deseos del analista pueden obstaculizar la escucha, lo hallamos en el propio Freud, en el caso Dora, sobre el que sabemos, él mismo nos alertó: "A medida que me voy alejando en el tiempo de la terminación de este análisis, tanto más probable me parece que mi error técnico consistiera en la siguiente omisión. No atiné a colegir en el momento oportuno, y comunicárselo a la enferma, que la moción de amor homosexual (ginecófila), hacia la señora K era la más fuerte de las corrientes inconscientes de su vida anímica"[x].
Cuando el padre le pidió a Freud que tratara a Dora le encargó: "Procure Ud. ahora ponerla en buen camino". Pienso que, al no haber interpretado Freud esa demanda del padre de Dora, actuó satisfacerla, asegurando el fracaso del tratamiento. Es así que nos dice: "Pocas semanas después del primer sueño sobrevino el segundo, con cuya solución terminó el análisis". Leído a la letra nos dice que la solución del segundo sueño terminó el análisis. En el pie de la página 14 (Cap. III) nos dice, ligándolo a lo que interpreta como fantasías de defloración que: "estos pensamientos sexuales proporcionan un fondo inconsciente para los deseos alimentados quizás solo secretamente, concernientes al festejante que espera en Alemania". En el final del epílogo agrega: "La muchacha se ha casado, y por cierto con aquel joven a quién, si todos los indicios no me engañan, aludían todas las ocurrencias que tuvo al comienzo del análisis del segundo sueño". Ahí, va un pie de página luego retirado[xi]: "Esta idea era equivocada como pude averiguar más adelante"; y termina el escrito diciendo: "Si el primer sueño dibujaba el apartamiento del hombre amado y el refugio en el padre, vale decir la huída de la vida hacia la enfermedad, este segundo sueño anunciaba que se desasiría del padre y se recuperaría para la vida". Felix Deutsch nos informaría 52 años después que ninguno de estos "buenos" deseos de Freud se cumplieron[xii].
Se me ocurrió que algo más de luz puede arrojar el análisis, hasta donde el texto lo permite, de un material propio respecto a Dora presentado por Freud en "Psicopatología de la vida cotidiana" y al que caracteriza como de "nombre de pila arbitrariamente escogido". Nos dice en él: "Mientras preparo para su publicación el historial clínico de una de mis pacientes me pongo a considerar el nombre de pila que debo darle al trabajo. Aparentemente tengo un amplio margen de elección; es cierto que algunos nombres quedan excluidos de antemano: en primer lugar el nombre auténtico; luego, los de integrantes de mi propia familia, pues ello me resultaría chocante, y acaso otros nombres* femeninos de sonido particularmente parecido; pero, por lo demás no tendría porque desconcertarme en la elección del nombre. Uno esperaría y de hecho yo lo espero, contar con un cúmulo de nombres femeninos. En lugar de ello afloró uno solo, y ninguno más: el nombre 'Dora'.
Me pregunto por su determinismo. Y bien, ¿quién más se llama Dora? Quisiera rechazar, por increíble, la primera ocurrencia; ella reza que así se llama la niñera de mi hermana. Pero poseo tanta disciplina o tanta práctica para el análisis que retengo la ocurrencia y sigo devanando ese hilo. Enseguida se me ocurre un pequeño episodio de la tarde anterior, que proporciona el determinismo buscado. Sobre la mesa de comedor de mi hermana vi una carta con el sobre escrito: "Para la señorita Rosa "W". Asombrado preguntó quien se llama así, y me entero que la supuesta Dora en verdad se llama Rosa y debió resignar su nombre al emplearse en la casa porque también mi hermana puede considerarse aludida por la interpelación de 'Rosa'. Dije conmiserativamente: 'Pobre gente, ni siquiera su nombre puede conservar'*. Según ahora me acuerdo, callé entonces por un momento y me puse a pensar en toda clase de cosas serias que se me perdían en lo oscuro, pero que ahora podría hacer conscientes con facilidad. Y cuando al día siguiente buscaba un nombre para una persona que no podía conservar el suyo* no se me ocurrió otro el de Dora. La exclusividad de este nombre descansa aquí en un sólido enlace de contenido, pues en la historia de mi paciente un influjo decisivo -también para el derrotero de la cura- provino de la persona de servicio en casa ajena, una gobernanta*.
Este pequeño episodio tuvo años después una continuación* inesperada. Cierta vez que exponía en unas conferencias el historial clínico de la muchacha llamada 'Dora', publicado hacía ya mucho tiempo, se me ocurrió que una de las dos mujeres que estaban en el auditorio llevaba ese mismo nombre 'Dora'*, que yo había pronunciado con tanto frecuencia y en los más diversos enlaces; me dirigí entonces a la joven colega, a quien además conocía personalmente, presentándole la disculpa de que en realidad no había pensado en que ella también se llamaba* así ; y le ofrecí sustituir en las conferencias ese nombre* por otro. Se me planteó entonces la tarea de elegir a toda prisa otro, y a raíz de ello reflexioné en que una cosa no debía hacer, y era caer en el nombre de pila de la otra oyente, pues así daría pésimo ejemplo a mi colega, ya instruida en psicoanálisis. Por eso me puse muy contento cuando en sustitución de Dora se me ocurrió el nombre* de Erna, del cual me valí en la conferencia. Terminada esta, me pregunté de donde provendría el nombre* "Erna" y no pude menos que reir cuando advertí que la temida posibilidad se había abierto paso* al menos en parte, en la elección del nombre* sustitutivo. La otra dama llevaba el apellido Lucerna del cual Erna es un fragmento".
Si no me equivoco, podríamos interpretar que lo reprimido era el deseo de poner el nombre de la otra... Dora... Rosa, ¿Rosa, la hermana de Freud? Y qué relación tiene esto con la relfexión que lo llevó "a pensar en toda clase de cosas serias que se perdían en un oscuro?"
Dejemos esto aquí momentáneamente y volvamos al historial de Dora para repasar algunos de sus elementos.
Algo que insiste en el mismo, es, como declara en lo citado anteriormente Freud, la cuestión de la gobernanta. Dora tuvo bastante que ver con un par de ellas; la seducida y traicionada por K y la enamorada del padre. Por otro lado Freud sospecha que la enamorada del padre le dio toda la información sexual, además de la Sra. de K. Y la otra, la seducida y traicionada por K le dio nada más y nada menos, que el dato en que se sostuvo el cachetazo del lago.
En el texto insiste llave, alertándonos de que convoca a un sentido. Haciendo un rastreo, nos encontramos que: en las asociaciones con el primer sueño, aparece que la madre cierra la pieza del hermano, por lo cual el padre protesta. Y protesta en relación a que la cierra de tal manera que si pasa algo durante la noche el chico no va a poder salir, o sea que podemos suponer que la cierra con llave.
Freud le dice: "Vale decir, tal como su papá estaba en el sueño frente a la cama de Ud.?.- K había estado parado al lado de la cama de ella a la hora de la siesta."-
-"Sí, lo increpé preguntándole qué buscaba".
Retengamos eso de "qué buscaba"; creo que va a tener una importancia en el historial.
"Me respondió que no dejaría de entrar en su dormitorio cuando quisiese; por otra parte, tenía que recoger algo. Alertada por ese episodio, pregunté a la Sra. K, si no existía una llave para el dormitorio*, y a la mañana siguiente (del segundo día) me encerré para hacerme la toillete. Cuando a la siesta quise encerrarme de nuevo para recostarme en el sofá, faltaba la llave*. Estoy convencida de que el Sr. K. La había quitado"*.
¿Qué nos dice aquí? Que ella le pidió la llave a la Sra. K., que la Sra. K. Le dio la llave y que el Sr. K. Se la quitó. Creo que tiene interés si lo conectamos con el episodio del lago. La Sra. K. Le da la llave y el Sr. K. Le quita la llave; eso es lo que nos dice hasta ahora en este sueño. ¿Podemos entenderlo como alusión a identificación y caída de identificación?
En la página 77 donde trabajó el primer sueño, Freud dice: "El trabajo del sueño comienza después de la siesta del segundo día tras la escena del bosque, después que notó que no podía cerrar más con llave su habitación*. Entonces se dijo: "Aquí corro cierto peligro", y se formó el designio de no permanecer sola en la casa, de partir con su papá. Este designio devino susceptible de formar un sueño porque pudo continuarse en el Inconsciente. Ahí tuvo su correspondiente: convocó al amor infantil por el padre como protección contra la tentación actual. La vuelta que así se consuma en ella se fija, y la lleva a su postura subrogada por su hilación hipervalente de pensamiento (celos de la Sra. K. A causa del padre, como si estuviera enamorada de él). Luchan en ella la tentación a ceder al hombre que la corteja y la renuencia compuesta a hacerlo".
En el sueño ese, Freud nos dice que hay una parte que él dejó sin pedir asociaciones y sin interpretar por inadvertencia. Eso nos habla de que algo en Freud impidió escuchar.
En la página 83 trabaja el segundo sueño, en el texto manifiesto, al final, dice: "La muchacha de servicio me abre", le abre la puerta; aparece otra vez una muchacha en relación con lo de abrir puertas. Y después en relación a las asociaciones aparece que Dora en la discusión con la madre le dice: "te he preguntado ya cien veces dónde está la llave"*.
Planteo lo siguiente: hay un significante que insiste; según nos enseña el propio Freud, si hay un significante que insiste es porque no ha sido interpretado. La llave aparece durante todo el texto, hasta el final.
La idea que postulo es la siguiente: Dora aparece siempre requiriéndole las llaves a alguna mujer que podría ubicarse, utilizando la terminología freudiana, como subrogado materno. O sea, en la línea de los representantes de la madre. Creo que no fuerzo el texto, porque si uds. recuerdan, lo más fuerte que dice Freud sobre la madre de Dora es que tenía psicosis de limpieza, psicosis de ama de casa y que se pasaba el tiempo en actividades domésticas. O sea que el significante en relación a ama de llaves, a niñera, a personal doméstico, etc., hace sentido en relación a eso.
Dora le pide la llave a mujeres, principalmente a mujeres en esa línea, al ama de llaves, a la madre directamente, y en otro momento a la Sra. K. Que aparece también como subrogado materno.
Y lo otro que aparece es que cada vez que busca la llave en relación a una mujer, aparece un hombre. Más precisa y claramente, en relación a la escena del lago, la intromisión de K. que le roba la llave. Pero también donde el padre está discutiendo sobre la llave con la madre y en el segundo sueño, donde Freud hace un prolijo trabajo de interpretación, muy interesado a seguir en relación al genital femenino.
En él, en remitencia a la estación, donde sigue un deslizamiento de homofonías, de símil cadencias, y de sinonimias; el bosque, las Tipas, etc., pero donde de golpe produce una abrupta fractura. Si eso era el genital femenino, la llave es el genital masculino dice la interpretación icónica. Eso no produce nada, Dora no lo toma, ni ahí ni en el resto del historial. Planteo que lo único que estaba pidiendo Dora era la llave, y que si lo articulamos con el contexto señalado, estaba pidiendo la llave del ser mujer. Pero si se las pedía a las mujeres quedaba encerrada. Si los hombres la tomaban, quedaba "indefensa".
Lo que les pide a las mujeres es la llave, la llave de la femineidad. El episodio de la madona, era el inicio.
Otra cosa interesante es que, a renglón seguido de la cuestión de la llave, en el segundo sueño, la asociación que aparece es la del padre muerto. Freud lo interpreta como una fantasía retaliativa: por lo que el padre no le dio (el falo- podemos agregar nosotros), quería que el padre muera. Pero en todo caso lo que el padre no le dio, Dora ha reclamado primero a la madre, después al padre y finalmente ha deseado la muerte del padre. Dora está soñando el recorrido que Freud va a hacer a través de los años y que va a culminar allá por el 27, 30, 31 con "Sobre la sexualidad femenina" y "La femineidad". Además, puntualizo, que en este análisis el deseo de la muerte del padre aparece de un modo muy particular. Finalmente viene lo de: "pobre, ni siquiera pueden conservar su nombre".
Sintetizando, pienso que en el episodio de "nombre de pila arbitrariamente escogido", se manifestaron pensamientos reprimidos en Freud, que aludían a deseos que hicieron obstáculo a su escucha, durante el desarrollo del tratamiento de Dora. Particularmente a lo que en ella se relacionaba con su difícil recorrido a la femineidad.
Pero si hay deseos, que sujetando a los analistas, le dificultan la escucha, el analista se constituye, como sujeto de deseo. Ahí la función del deseo del analista, productor de la máxima diferencia entre el objeto "a" y el Ideal del yo, según despejó Lacan ya en "Los cuatro conceptos..."[xiii]
Por efecto de ese deseo, en el discurso del analista, en el lugar del agente queda el objeto "a". Lo primero a despejar, se me ocurre, es que cuando hablamos del discurso del analista, hablamos de la interpretación analítica. No toda intervención del analista, es discurso del analista[xiv].
Por lo tanto toda intepretación lo será, si coloca al objeto "a" en el lugar del agente.
¿Cómo interpreto esto? El objeto "a", es el que se recorta con la aparición desde el Otro, de los primeros significantes en los que va a vehiculizar su demanda. O sea cuando ante la tensión de necesidad del "infans", el Otro le significa el deseo desde su propia demanda, articulada según el deseo al que está sujeto. Por lo tanto, algo quedará sin simbolizar y se perderá en lo real, el "a", que como perdido, no cesará de no inscribirse y de convocar a máscaras que encierren la abertura, pero que por el mismo efecto de insignificable del "a", no dejará de volver a abrirse, instaurándose la causa indestructible del deseo.
Pero "a", en el lugar del agente, ¿de qué?, del discurso del analista. O sea que este discurso coloca como su agente al objeto, pero perdido, por lo tanto solo puede nombrar el deseo que lo persigue, logrando en consecuencia la caída de las sucesivas máscaras que indican y ocultan al objeto perdido.
Esto exige al analista escuchar desde una posición de ignorancia, que sostiene el deseo de saber. ¿No es ese deseo el que sustentó la actitud de Freud cuando la histérica le demandó que calle, que la deje seguir hablando, y él asintió? Y no sólo eso, sino que la transformó después en su propia demanda a quienes fueran a analizarse. Sólo quién desea saber, no se supone el saber. Pero ese deseo no basta, porque no nos libraría de la escucha del signo, lo que dejaría atrapado al analista en las redes del argumento y nada peor puede ocurrirle, ya que lo que tiene que escuchar es la relación del sujeto al significante, y lo que escapa a la significación.
Creo en ese sentido que en los momentos muy puntuales en que logramos funcionar como analistas, somos sujetos de por lo menos un deseo muy particular, a la vez que absolutamente universal, el deseo de saber de la falta sosteniendo el "a" como perdido; lo cual implica en un mismo movimiento retroactivo, habernos encontrado frente a la carencia y no retroceder ante cierta angustia. Con ello podría tener que ver la apariencia fóbica con que se suele describirnos.
De ahí lo imposible de la posición del analista, que exige de algún modo identificarse con el objeto "a", dejarse caer en lo real, aunque sólo sea en el momento de la interpretación en que en su discurso hablarán los significantes del Otro.
Con esto digo que, en la contratransferencia, o sea en la transferencia del analista, hay la transferencia de por lo menos un deseo que sustenta la posición ignorante y aguza la escucha analítica, la del deseo de saber sobre el objeto, pero en tanto perdido, deseo imposible y en consecuencia: indestructible.
Con esto quiero decir, que si somos sujetos de ese deseo, la estructura de la situación analítica en los análisis de adultos neuróticos, sustentada en la regla fundamental, alimenta nuestra escucha, pues el inconsciente habla. Habla, pues su pulsación no cesa sostenida por la hiancia abierta por el objeto perdido resistente a la significación. Sólo es necesario que el analista no obstaculice, desde sus propios deseos y prejuicios. Así, algo de la verdad será dicho.
Sergio Rodríguez.
*El subrayado es mío.
[i] Reelaboración de un trabajo presentado en la EFBA y en cuya discusión Javier Aramburu se colocó en "abogado del diablo", endiabladamente, con lo que casi manda al diablo el trabajo, incitándome a reelaborar su planteo principal. Desde ya: - reconocido a su abogar.
[ii] Los cuatro conceptos... (cap. XI). Análisis y verdad o el cierre del Inconsciente
[iii] "Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico".
[iv] "Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico".
[v] Desde una teorización radicalmente diferente, Racker se acerca sin embargo a esta interpretación de Lacan, cuando utiliza el significante vibra, en relación a constelación; Lacan nos habla de resonancia en relación a redes.
[vi] Lacan, J. Función y campo de la palabra, pág. 85.
[vii] Una pista la da el "casualmente", que como decía antes denuncia un acto fallido en el que se sostiene un deseo y nos orientaría a suponer como más probable la segunda posibilidad.
[viii] Sobre la fenomenología de este proceso tiene una interesante sistematización con la noción de "Estructura de demora", Fernando Ulloa. Por ejemplo, en la "Revista de Estudios Psicoanalíticos", Año II, Nro. 2, Oct. 1983.
[ix] Utilizo este término como una letra que circula en los escritos de diversas vertientes del campo psicoanalítico. Qué me significa, solo se puede desprender de lo que sobre él digo.
[x] Pág. 104. Edición traducida por José L. Etcheverry.
[xi] Pág. 107. Edición traducida por J.L. Etcheverry
[xii] Felix Deutsch: "Una nota al pie de página" al trabajo de Freud "Análisis fragmentario de una histeria". The psychoanalitic quaterly, 1957, XXV (reproducido en Revista de Psicoanálisis de la APA).
[xiii] Sin embargo, a veces ocurre azarosamente, que alguna interpretación, que retroactivamente podemos calificar de tal, fue efecto o tuvo revelación, con algún deseo del analista lo que obviamente, no es lo mismo que decir, con el deseo del analista. Creo haberme encontrado alguna vez con esta experiencia en mí y en otros colegas. Pienso que es un tema interesante para reflexionar, no lo hago en este artículo. Pienso que Lacan en "Las cuatro variantes de la cura tipo" (páginas 120,121, 122) y en "Escritos"(tomo II) rodea la cuestión cuando analiza la interpretación de Freud al "hombre de las ratas" sobre el matrimonio por conveniencia. Observar esto, no invalida (todo lo contrario, solo señala la excepción que confirma la regla) la estructura que plantea Lacan como necesaria para que se produzca la interpretación.
[xiv] Una reflexión aparte merecería la articulación de la intervención en acto con el discurso del analista.
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