Un latente (de los 8 a los 11 años) tenía por costumbre salir a cazar con su gomera. Si bien no hacía muchas diferencias, tenía una preferencia particular por las palomas. Le resultaba extraño que siempre le pasara lo mismo. Cuando lograba abatirlas, entraba en desesperación, intentaba revivirlas, y fracasado el intento se la llevaba a la madre para que la o las cocinara, según la cantidad que hubiera logrado. Pero, para no comerlas. Se le revolvían las tripas de sólo pensarlo. En cambio, sabía que la hermana las devoraba con deleite, y tal vez también los otros hermanos. Un día fue el colmo. Hay una clase de pajaritos muy chiquitos, sin ninguna belleza, medio tontos, que no saben cantar –apenas les sale una especie de graznido y que encima casi no saben volar, andan a pequeños saltos, particularmente entre las ramas de los ligustros y ligustrinas. Son fácil presa. Un día, ese niño que estaba poseído por un malestar conocido por él, pero más brutal que el habitual, persiguió a una familia de estos pajaritos (eran cinco, número similar a la suya de entonces) y metódicamente, uno por uno, los fue matando sin piedad. Terminada su obra, se sentó a llorar desconsoladamente. Nunca entendió porque lo había hecho, aunque a pesar de sus pocos años, tenía la sensación de que esa nidada de ratuchas, así los llamaban en esos pagos (ratonas, en los del padre) tenía algo que ver con su parentela.
Distinto le pasaba en la pesca. Como es sabido, para atraer a los peces tenía que encarnar lombrices que aquellos iban a tratar de atrapar. Se establecía entonces una movida disputa. De parte del pez, por tratar de llevarse a tarascones la lombriz y devorársela, y del niño por entusiasmarlo y atraerlo, a través de sustraerle el señuelo, para que se enardezca y tire mordidas más abiertas y descuidadas, hasta engancharse en el anzuelo y pasar a ser pescado. Luego de lo cual lo incorporaba a su ristra y se los llevaba a su madre. Que los freía, para que él, junto con el resto de la familia se los comieran gustosa y alegremente.
De grande analizó muchas veces esas escenas de su “neurosis infantil”. Lo que le permitió entender de donde provenían muchas habilidades suyas en quehaceres de diversa índole. Incluso perdió cierta fobia a la sangre que desde muy chico lo dominaba.
Pero ya grande, muy grande, en un alejado pos análisis entendió algo más, gracias al relato de una amiga sobre ella misma. Esta le contó que había visto una gran medusa flotando sobre el mar y que no le había gustado nada. Probablemente lo que ella no sabía, era que si flotaba sobre el mar, era porque ya estaba muerta. Lo que a esa amiga no le había gustado, y es lógico, había sido ver muerta a la medusa.
La belleza de esta se hace presente, cuando está viva en las profundidades de las aguas, que es, por otro lado, cuando resulta verdaderamente peligrosa, porque es cuando lastima. Encontrarse concretado delante de los propios ojos, el deseo de muerte de la medusa, fue más de lo que podía soportar.
Seguramente por eso también, aquel latente le entregaba las palomas a su mamá para que la distribuyera entre los hermanos, mientras a él lo invadía la repugnancia. Su conciencia no advertía, su Inconsciente sí, que palomas es anagrama de: los ma pa (en criollo de los padres). Metafóricamente mataba a sus padres, pero luego no podía comérselos, identificarse con los rasgos de ellos, que lo violentaban. Era como si el asesino del padre de la horda se hubiera retirado del banquete totémico, renunciando a favor de los hermanos por repugnancia a su acto criminal. A partir de entonces le quedó el hábito de batallar por sus hermanos (formación reactiva) excluyéndose de los beneficios. Excepto, claro, cuando el o los contrarios, como los peces, le daban pelea, le luchaban de igual a igual. Ahí se los devoraba sin re- mordimientos. Lo que le contó esa amiga, cree que le va a servir para no apiadarse más de las palomas, que hicieron lo suyo para buscar su gomera y que como es bien sabido, son plaga en nuestra pampa húmeda.
Ese mismo chico tuvo la suerte y la desgracia de que el padre, para sacarlo de debajo de las polleras de la madre, lo mandara muy chico a arreglárselas solo en la calle. Tuvo suerte, le salió bien, y fue aprendiendo de sus heridas. Otros no. Quedaron. Algunos definitivamente. Otros, -mejor hubiera sido así. Lo que no mata, si el peligro fue de que ocurriera, puede hacer más fuerte y más hábil para tratar de no seguir lastimándo- nos. Y para no renunciar a lo obtenido, porque para eso haya que haber tenido que lastimar- se.
Sino, el destino es quedar en el camino, en cualquiera de las formas que esto se presente.
EL ANALISIS DEL ANALISTA
Lo que me llevó: (1) Incapacidad de amar a las mujeres. Sensación de blindaje entre ella y yo, referida en diferentes experiencias. Limitaciones sexuales. Inhibiciones en el estudio. Indecisiones en el terreno vocacional. Fobia a la sangre.
1º Interrumpo por motivos ajenos a la interioridad del análisis, pero como acting out a lo que era clave de mí posicionamiento subjetivo de entonces. No obstante, primer gran cambio que me da acceso a amar a una mujer por descentramiento de mi madre.
2º Alta del analista. Elaboración del duelo acompañando la agonía y muerte de mi padre. Un síntoma en transferencia: Cuando salí de la sesión en la que se acordó el alta (*1) me sentí impulsado de comprar el libro de Anzieur: "El Autoanálisis de Freud" que luego nunca saqué de su envoltura de celofán.
Una desgraciada interpretación de resistencia de transferencia, obturó el análisis de mí relación con los principales Ideales, que por supuesto como corresponde eran efectos de la identificación con los ideales de mí padre; Ideales con los que él mantuvo una relación conflictiva toda su vida y con los que yo atravesaba una relación igual en esos momentos.
No obstante la agonía prolongada y luego la muerte de mí padre tiñeron de tal intensidad todo, que parte por la interpretación aquella y en consecuencia el no trabajo de simbolización en torno de ese real, mi trastorno con los ideales se hicieron inaudibles. Un punto sí: ¿Y a Ud. quién lo cuidaba?
En el último año pasión por modelar, 3º) *(1) Ajedrez ligado a los ideales quedó inacabado. *(2) El mito de mi madre en un plato que le obsequié. *(3) En los finales una Cabeza de Discépolo, ídolo de mí padre y mío como la letra "Cambalache". Expresa un aspecto del conflicto con los I y un tipo de salida, o para ser más exactos, el desprecio por todos.
Hablé todo el tiempo de ese objeto que estaba preparando como regalo de fin de análisis a la analista.
No recuerdo interpretaciones. Obsesionado hipomaníacamente trabajé hasta darle la última pátina. A verlo me horroricé, era la cara de mí padre en el cajón.
Rechazó mi regalo: Diciéndome que "-Ella no se iba a quedar con la melancolía de mí padre". No entendí, Me la llevé, rodó por la casa hasta que I y objeto se separaron accidentalmente.
Mientras, me topaba y sufría con la cripticidad del discurso de Lacan, identificado al cual un supervisor en posición universitaria me hacía sentir un resto. Mientras, la dictadura militar mataba y yo no actuaba políticamente por el peligro, pero además por que en los países con los que me habían identificado mis ideales se expandían los signos innegables del fracaso del experimento, por lo menos en su dimensión fundante. En ese contexto por ordenanza municipal, tuve que hacerme cargo de presenciar la exhumación de los restos de mí padre, y ordenar su cremación. Me deprimí.
Tercer análisis y cambio de supervisor.
Tenía buena escucha. Acompaña la vuelta de la crisis en los ideales, analizando sin piedad la diferencia entre aquellos y mi padre. Entre agalma y objeto.
Claro que en la transferencia lo que se disimulaba era que estábamos en el mismo barco. Hasta que en una de las tormentas, los senderos se bifurcaron. Más aún, fue la única vez que se salió de su lugar, lo que tal vez fue mejor, pues me obligó a reponerlo en el mismo. Yo también iba tomando otro con relación a los I y en relación con la cobardía, ante el surgimiento de la pelea con los hermanos. Ahí lo real de la persona del analista en la transferencia. ¿Qué de esa vacilación en él, fue efecto de su subjetividad, que de lo que mi discurso le engendrara cómo transferencia? No sé ni lo podré saber nunca.
No dudé en dar mí paso e iniciar el cruce del desierto.
Comenzó ese fin de análisis en discrepancia con él. Duda tiempo. Pongo fecha. Empiezo a pensar regalo. Libro en relación con mis ideales atravesados por el reconocimiento de su núcleo religioso. Ocurrencia ¿Qué sé yo si le interesa? Desinvestidura de él como objeto. Reafirmo mí decisión.
Unos meses después capto que se desinvistió la pregunta por que deseaba mí padre.
Expansión de mí capacidad productiva en diferentes terrenos en los que produzco ligado a mis propias preguntas.
Levantamiento de Semana Santa: Me deprimo y advierto que no es por lo que vivo como traición sino por haberme sentido engañado otra vez.
Analizo el tango Cambalache. Escribo, si en el horno (el infierno), nos vamos a encontrar todos iguales, no cabe duda de que, "nadie en el texto, está en lugar del Dios injusto. Eso justifica y sobradamente el colapso del sujeto."
En la misma escritura me doy cuenta poco después y subsano. Antes dije: "Eso justifica y sobradamente el colapso del sujeto", ahora me corrijo, pues caigo en cuenta que esa frase me identifica a la posición discepoliana (restos de mí propia melancolía. Me corrijo y digo: "el colapso de ese sujeto". Sujeto producido por exceso de creencia en Dios y la Razón, y porque al ser horadados ambos por lo real de un cambalache que los terrícolas tratan de arreglar como pueden, ordenados por la única razón eficaz, la del deseo, y por la muerte como límite real al goce, sienten que caen las "verdades naturales, denunciadas ya en los siglos XVIII y XIX, pero sin poder ser sustituidas con éxito por las promesas racionalistas de aquellas centurias".
La melancolía de mí padre que con el regalo, me devolvió mi segundo analista, en esta última vuelta a podido ser más acabada.
Para fin de año nº de Psyche, al siglo XXI Cambalache y después;
Sostengo mí pasión Separado de la creencia
por el arreglo en un padre, o cualquier
Idel------(a) otra forma de Dios.
Cambalache, Ideal ahora del yo pero sin perder la calidad. Significante sin quedar reducido de ser un agujero que causa mí deseo.
Deseo del analista funcionó y generó las condiciones para ampliar sin deslizamiento en mí.
FIN
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