lunes, 6 de octubre de 2008

El deseo del analista y el malestar en la cultura

Lunes de Psicoanálisis en la Biblioteca Nacional.
Compiladora: Mercedes Moresco
Prólogo: Pacho O´Donnell
1996


El deseo del analista y el malestar en la cultura
Intervenciones de:
Dr. Roberto Levy
Dr. Sergio Rodriguez
Dr. Jean Szpirko
Lic. Mercedes Moresco

Dr. Sergio Rodriguez

Bueno, en primer lugar quiero agradecerle a la Secretaría de Cultura de la Nación, a la Biblioteca Nacional, a la Lic. Mercedes Moresco, al Dr. O´Donnell y al Sr. Yanover por esta invitación, que además me produce el gusto de hablar con dos estimados colegas como son Roberto Levy y Jean Szpirko.

Lo que voy a tratar de recortar es en relación a cómo estaba convocada la mesa, es decir: “El deseo del analista y el malestar en la cultura”. Para eso quiero partir de un azar; abro el diario, voy a leer el conflicto de Bosnia a ver por donde anda. Clarín de hoy, y me encuentro que el Presidente de la República Eslovena de Bosnia, o sea uno de los miembros de la contienda, es un psicoanalista, por lo menos así lo informa el diario. Esto de por si ya aclara de entrada, que cuando se habla del deseo del psicoanalista, no se habla de las pasiones de los psicoanalistas, que hechos de la misma carne que el resto de los seres humanos, podemos hacer bellezas, desgracias, y desconcertantes historias como cualquier otro.

La otra cosa que quiero decir, porque estuve observando al público, es que observo una cantidad de colegas que conozco, otros que no conozco, pero que de algún modo los tengo vistos y muchas personas del público que me doy cuenta que no pertenecen a nuestra profesión, a nuestra disciplina. Voy a hacer por lo tanto un esfuerzo de hablar de una manera que pueda trasmitir lo que quiero decir, -algo a lo que se refería Roberto antes-. Por lo tanto los colegas no me escucharán hablar, o me escucharán hablar lo menos posible en la jerga habitual entre nosotros psicoanalistas, y más todavía, en la jerga “lacaniana”.

Cuando se habla del deseo del analista, se habla de un discernimiento que produjo Lacan particularmente, en relación a la pregunta: ¿Por qué el analista logra efectos en la cura de los sujetos? ¿Es por lo que él sabe de los libros? Bueno, por supuesto tiene su peso, pero no es lo fundamental. Lo que es una posición muy particular de ese señor que está sentado ahí detrás del diván, por lo cual logra que en el desarrollo de la cura, se separe aquello que trata al sujeto al buscar la cura, de la confianza que el sujeto deposita en quien va a conducir la cura.

Ustedes dirán ¿pero para qué?, más si están acostumbrados a ir al médico. Para el médico la confianza del paciente es una cuestión fundamental. Para el analista, digámoslo, en los primeros tiempos de la conducción de una cura también es fundamental, hace falta que se crea en lo que se está trabajando ahí.

Justamente la cura va a ser tal si la persona que trascurre por ella, se hace cargo de aquellas cosas que a ella la trajeron a demandar esa cura, independientemente de la figura, de la confianza, en el analista. A eso, entonces si ya en nuestra jerga, le llamamos separar la demanda de la transferencia, y rearticular la demanda a la pulsión del sujeto. Entonces, la pregunta es: ¿Cómo ocurre eso? El psicoanalista aprende a eso, aprende sin hache intermedia. No es fundamental. Lo fundamental es que el psicoanalista en su propio análisis se le produce como efecto que de ese análisis quede en una situación donde se arman las condiciones necesaria para que él pueda proceder de la manera que decía yo anteriormente. Para eso logra separar, digamos, lo que la persona que viene a la cura se le aparece como ideales, como significantes que han marcado su vida desde muy pequeño, de lo que es él como objeto, y de lo que son sus objetos.

No le logra separar, -acá esta uno de los límites del análisis- de aquellos discursos en los que su vida se ha producido, aquellas palabras.
Cuando converso con mis alumnos digo, hay un andarivel dentro del cual el psicoanalista logra que la persona trabaje. Pero de ese andarivel no lo puede sacar, porque ese andarivel es muy firme, es en lo que se ha formado desde muy pequeño. El deseo del analista, no es, yo quiero obtener un titulo para trabajar de analista, como ocurre con el médico; sino un efecto de su psicoanálisis, como yo decía antes, por lo que su curiosidad se orienta hacia el saber que no se sabe, hacia el inconsciente y a lo real. Aquello que interesa a la persona, que lo conmueve, pero frente a lo cual la persona no sabe que hace con eso, no sabe de qué se trata -para decirlo de alguna manera-. Eso hace que el psicoanalista, cuando está tomando por este deseo, pierde interés del analista, sino que lo que le interesa es seguir averiguando, seguir colaborando con el analizante en que averigüe sobre esa relación que el analizante tiene, entre las palabras que lo formaron, el cuerpo que palpita en él, y a la relación de los otros entre esas palabras y ese cuerpo. Esto sin que el psicoanalista, por ejemplo, lo aburra, el sentido de lo que el paciente dice, en cambio lo estimula muchísimo el enigma de las anunciaciones de lo que el paciente dice. Este es un punto.

El otro punto. Esto no es milagroso, porque el sujeto tiene sus límites, y el psicoanálisis va a trabajar y lograr lo que pueda lograr, dentro de estos límites que tenga el sujeto. Estos límites por un lado, es lo que nosotros llamamos lo imaginario, el sentido, en el sentido de eso que uno cree ya saber, y a lo que uno esta soldado, y sin embargo se le torna una traba, justamente para saber otras cosas que le permiten resolver mejor las cuestiones.

Del otro lado, lo real, o sea aquello imposible de saber, y que sin embargo conmueve, perturba, interviene permanentemente en la vida del sujeto. La potencialidad en la que se va a apoyar el analista, en lo que nosotros llamamos lo simbólico, o sea esa capacidad de la palabra de volver a combinarse una y otra vez con muchas palabras y producir entonces efectos de sentido muy distintos, es justamente lo contrario del sentido, lo que permite ir abriendo, llamémosle así, el abanico de posibilidades del sujeto. Los límites del psicoanálisis por lo tanto, por lo que he ido diciendo, ustedes se darán cuenta son los mismos que los del sujeto y de lo simbólico, lo imaginario y lo real. Sobre esta base lo que descubre Freud y después profundiza Lacan en un segundo tiempo del movimiento psicoanalitico, es un artificio para incidir, para cortar en esa relación que el sujeto tiene con ese mundo en el que se estructuró. Esto tiene que ver con que el psicoanálisis lo que descubre es que hay algo que mueve al sujeto permanentemente, que es la relación que se establece entre lo que el sujeto vive como pérdida de su goce. Es decir, volvamos al título de la convocatoria como malestar y la significación que el sujeto naturalmente le da, de que eso tiene que ver con una falta de saber, que si él supiera más, él podría resolver lo que le acontece. Eso es lo que lleva al sujeto a consultar al psicoanalista, la bruja, el quiromántico, etc.

A partir de esto es que entonces el dispositivo que se arma para analizar la famosa asociación libre, atención libremente flotante del analista, etc., lo que hace es tomar al estilo del judoka, esto que trae el que se presenta como paciente, que es el deseo de saber por qué él esta enfermo, para tratar de curarse digamos así, y utilizarlo para volverlo sobre él mismo para que sea el que se las vea, y que averigüe, y el que encuentre y el que resuelva las razones de su malestar.
Para eso, entonces, asociación libre, privacidad, ética del analista, deseo del analista, atención libremente flotante son claves. Para convivir, no se puede actuar la pulsión directamente, nos mataríamos todos. ¿Verdad? Ya bastante cuesta que no nos matemos todos.

Empecé hablando de una de las guerras más tremendas de esta época, por lo tanto se la reprime la pulsión, a partir de ahí se la desplaza, se la transforma, y eso engendra malestar. Facilita la convivencia pero también engendra malestar. En el mejor de los casos se la sublima, se la transforma en algo creador.
Si bien no es fácil analizar al sujeto y conducir el movimiento hasta lo planteado inicialmente, ustedes saben que los análisis duran mucho tiempo, que más de una vez fracasa alguien en un análisis y tiene que pasarse a otro, en fin, todo ese tipo de cosas que sabemos. El artificio de la asociación libre, la atención libremente flotante, la abstinencia del analista, que se sostiene en el deseo del analista, ese deseo que permite establecer diferencia entre el ideal y el objeto, y que permite rearticular al sujeto a su propia pulsión, lo facilita. No ocurre lo mismo con la posibilidad de incidencia del trabajo analítico sobre la cultura y la sociedad, por una razón muy sencilla, porque el artificio no se puede instalar.

Yo, lo que sé si sé, es que estoy diciendo algo que puede analizar en razón del instrumental psicoanalitico que posee y que eso, a algunos le producirá algún efecto, a otro ninguno, otros se burlaran; es totalmente distinto a lo que pasa en el consultorio. Ese es un vale tanto como para el sujeto, es la falta o el exceso de goce y sus consecuencias. La creencia de que eso ocurre, por falta de saber, y la búsqueda en consecuencia de un lugar donde lo halla.

Hay, como analizaba bien Roberto antes, donde aparecen las organizaciones políticas, ofertan montones de saberes, desde la derecha, la izquierda, el centro o donde sea, y así nos va. El psicoanalista, desde su deseo, me refiero al deseo del analista, no me estoy refiriendo a las pasiones, no me estoy refiriendo al colega que preside a la República Serbia de Bosnia, desde su deseo puede y debe intervenir, analizando en el discurso que se presenta, que presenta la cultura, la sociedad permanentemente; después voy a dar ejemplos. Los deseos de los amos, los deseos de los trabajadores, sus posicionamientos de goce, sus inhibiciones y sus relaciones al acto.

Los efectos son más difíciles y más escasos aunque en el psicoanálisis del sujeto, parece que fuera pesimista, no soy pesimista. Lo voy a decir a través de una anécdota maravillosa de Mimi Langer, una querida psicoanalista vienesa-argentina, que fue como ella me lo dijo alguna vez -la abuela de todos nosotros, los psicoanalistas argentinos-. Ella le decía a Horacio Etchegoyen, el actual presidente de la Asociación Psicoanalitica Internacional, ¡hay Horacio, -le decía hablando en su cocoliche vienes-, esto del psicoanálisis que poco que hace por la gente; ahora, ese poco que hace, cuanto que es, eh!

Me parece excelente cómo ella planteaba la cuestión, entonces mi escepticismo es ese en todo caso. No creo en los cuentos de hadas, pero tampoco creo que no podamos hacer nada. Fíjense ustedes que una operación que empezó alguien que en ese momento estaba intentando trabajar como psicoanalista y tenia una cierta formación psicoanalítica -después creo que siguió otro camino-, ahora hace tiempo que no lo veo, que es Miguel Rodríguez Arias, con sus videos, recogiendo equívocos, lapsus, furcios de los políticos, armó un clima en Buenos Aires y en la Argentina, por el cual no es fuera de lo común que un periodista haga notar un equívoco de algún político, y que haya ya un par de programas de TV. Por supuesto que eso no es analizar, pero tiene un mérito, tiene el mismo mérito que el humor, que el chiste, y por lo tanto también la misma debilidad que el humor y que el chiste, que es que ponen en evidencia, advierten sobre algo. Eso, al mismo tiempo que descomprime, ahí hay una debilidad. Sin embargo, también genera la idea de que entonces no hay un discurso rocoso, absoluto, homogéneo, impenetrable, etc., como quieren generar los políticos. Sino que en realidad, la realidad discursiva de la cultura y la sociedad es mucho más compleja.

Algo es algo, no es mucho, pero algo es algo. Por supuesto que la cultura lo imaginariza y lo banaliza rápidamente, pero bueno, ese es el destino del psicoanálisis, en su poder y en su debilidad. Cuando alguien ve, -la otra vez lo conversábamos con un colega- a alguien que terminó un análisis, que llevó todo el análisis hasta su final, y lo ve muchos años después, uno tiene la siguiente extraña sensación: es muy parecido a cuando yo lo conocía, hace veinte años, pero al mismo tiempo es absolutamente distinto.
Es así que, con el deseo del analista a través de sus intervenciones logró algo de eso, en el seno de la sociedad y la cultura, yo me doy por bien servido, nada más.

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