miércoles, 23 de julio de 2008

Clase Nº1-Parte 1

13-05-2006

Seminario Psicoanálisis Eficaz

La castración en el psicoanálisis. El psicoanálisis incide sobre la miseria neurótica y por añadidura sobra la económica. Por grietas en su práctica surgieron otras prácticas que no las resolvieron

Laura Lueiro: Con respecto a los talleres, recién hoy después de finalizada la inscripción se pueden terminar de organizar los talleres. Hasta ayer lo que teníamos era una distribución muy despareja de inscriptos en cada taller. Yo creo que lo más lógico va a ser redistribuir los talleres en función de la cantidad de gente, con lo cual algunos van a ser suspendidos porque no tiene sentido iniciar talleres con menos de cinco personas. En el transcurso de la semana estaremos enviando la información - tanto a los docentes como a los alumnos - sobre los talleres que van a quedar funcionando para que cada quien vuelva a elegir si de los que quedan, alguno le viene bien. Algunos talleres ya están formados. Además se está dando una modalidad demasiado variada como para poder organizar con agilidad. Hay gente que está cursando los teóricos y los talleres, gente que como viene del interior sólo está participando de los teóricos sin hacer los talleres porque por su zona no hay; hay gente que va a venir a la clase teórica y el taller lo va a hacer virtualmente por internet y hay una cantidad importante de gente que lo va a estar haciendo en forma paralela por internet. O sea que no somos todos los que estamos, hay otros que están esperando esta desgrabación y que lo van a seguir por internet. De paso les aviso que es una posibilidad hacer los talleres en forma virtual aunque puedan presenciar la clase teórica.
La otra pregunta es a que hora vas a hacer el recreo ¿está pautado?

Sergio Rodríguez: Tiempo lógico. De la cara de cansados de ustedes dependerá.

Laura Lueiro: Cuando se escuche un ronquido, parás!. Como pasó esta cuestión de la dificultad de horario y no quisimos retrasar el comienzo de la clase, en el recreo Andrea y yo vamos a cobrar matrículas y demás y los que tengan cuestiones de inscripción las resolveremos en el recreo. A partir de la próxima clase, empezaremos a las 9:30 hs para terminar a las 13:30 hs. Nada más por mi parte.

Sergio Rodríguez: La primera de las clases de hoy según les prometimos a ustedes en el programa, es: la castración en el psicoanálisis. Lo que contaba Laura recién de como está organizado esto me trajo a la memoria algo que me dijo ayer un paciente y que me parece interesante como epígrafe. Es esta cuestión de la aldea global sumergiéndose en la virtualidad. Me comentaba ayer un paciente que anda mucho con las cosas de internet que mucha gente se ha tornado muy audaz sexualmente por internet. Luego cuando llega el encuentro presencial la cuestión se complica tanto como antes de la existencia de internet y de la aldea global. Si me permiten el chiste, lo que a mí se me ocurrió que no se lo dije al paciente porque no era la ocasión fue: el progreso ha aumentado enormemente la tasa de pajeros en el mundo.
Ustedes recuerdan, el primer punto es la castración en el psicoanálisis. El psicoanálisis incide sobre la miseria neurótica y por añadidura sobra la económica. Por grietas en su práctica surgieron otras prácticas que no las resolvieron. Después vamos a la otra que la enunciaremos entonces.

Tengan en claro lo siguiente, por lo menos en ese sentido yo lo tengo claro, deseo que hagamos un seminario muy en relación a la práctica clínica. Una de las alumnas, no la reconozco todavía, me preguntaba por teléfono como iba a ser esto porque ella ya había estudiado Lacan en la facultad y después había intentado una cantidad de seminarios donde le enseñaban Lacan pero después no encontraba como articularlo a la clínica. Yo le decía que justamente a mí me parece que la transmisión es a la inversa: desde la práctica clínica a la conceptualización. Es la única forma para que se generen mejores condiciones para que se encarne lo que se intenta transmitir.

Me pregunto, ¿se puede despegar la teoría de la práctica o debe ser efecto del análisis de la práctica? A mí también me ha tocado mucho ir a seminarios, cursos, por supuesto hace unos cuantos años que renuncié a semejante empresa, donde lo que se hacía era repetir conceptos leídos en Freud o en Lacan. De paso les diré, que no sólo fue una cuestión de los lacanianos. Cuando yo empecé lo hice por el lado de Freud, Melanie Klein y algunos de los que impartían esa enseñanza hacían lo mismo. La enseñanza de la doctrina kleiniana estaba poco ligada o nada ligada a la práctica clínica lo cual va a ser una de las materias a investigar entre nosotros.

Independientemente de qué doctrina se intente transmitir ¿por qué ocurre esa tendencia tan generalizada a lo que Lacan llamaría enseñanza universitaria completamente distinta a la transmisión del psicoanálisis? Por eso empezaré con algunos trazos sobre la historia del psicoanálisis, ya poco más de centenaria. Ustedes dirán ¿qué tiene que ver la historia? Si vamos a estudiar psicoanálisis tomemos al movimiento psicoanalítico como un paciente. Sabemos la importancia que la historia tiene en la constitución subjetiva. También en la constitución de determinadas teorías y determinadas prácticas en cualquier disciplina, mucho más en el psicoanálisis.

Esto me pareció importante si cada uno de nosotros desea, ese es mi deseo y también mi goce, expandir el psicoanálisis a otros campos y no sólo a la clínica habitual.
Tengan en cuenta que el psicoanálisis, hasta no hace muchos años, no se hacía cargo de los psicóticos. Me acuerdo que ése fue el primer sopapo que me dio a mí un psiquiatra - que era un buen psiquiatra y director de la primera clínica en la que trabajé. Él, cargándome, sonriéndome y mirándome sobradoramente me dijo: (me tomaba como psicoanalista pero yo estaba recién empezando en realidad) “Ahora entran a los manicomios porque existen los psicofármacos pero antes ninguno de ustedes entraba. Éramos solamente nosotros los que entrábamos”. Era cierto. El único que había entrado antes a lo que ahora es el Borda - en esa época el Vieytes - había sido Pichón Riviere. Piensen ustedes que Lacan en Saint Ane entra como psiquiatra, no como psicoanalista. Vuelve después como psicoanalista a dar clases pero no a la práctica. Inclusive si ustedes recuerdan el primer trabajo de Lacan sobre las psicosis: De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis (Escritos) él aconsejaba no dejar los bofes en la playa en relación a los psicóticos y en alguna parte, más adelante, en especial en el Seminario 3, él decía: ¿Qué logramos cuando analizamos prepsicóticos? Logramos psicóticos -decía él. Ese trabajo, yo no recuerdo bien pero debe haber sido del 53 o una cosa así, totalmente diferente a lo que después fue El Sinthome (Sem. 23) en 1975. Recuerden ustedes que Freud trabaja sobre el tema de la psicosis analizando un libro escrito por un psicótico y después toma un caso que le relatan en una consulta forense. Un caso de paranoia contrario a la teoría psicoanalítica, en realidad es una consulta por una cuestión forense. Nosotros estamos cien años después, si no somos capaces justamente de aprovechar eso seríamos unos tontos. Es como tratar de seguir viniendo desde Europa a América en carabela, no tiene lógica. Por supuesto puede ser una lógica deportiva o de investigación antropológica pero no para una práctica tan compleja como es la nuestra que trata nada más y nada menos que de curar enfermedades del alma que suelen ser tan complejas.

¿Qué busco? Algo que vengo buscando con toda la serie, que ayer me he sacado de encima, que se llama En la trastienda de los análisis de la que ayer presentamos el volumen cuatro que la culminó. Me doy cuenta que me ha funcionado casi como un Super Yo psicoanalítico. Ustedes recuerden que el Super Yo en general ha sido tratado como el malo de la película pero Freud advirtió no muy tardíamente, no recuerdo de cuando es ese artículo que se llama El humor, donde él habla de un Super Yo benigno. Habla de dos caras del Super Yo. Creo que a mí, el superyo benigno me ha espoleado siempre en qué hacer con el encuadre psicoanalítico.

Una de las primeras complicaciones que yo me encontré como paciente fue el encuadre de mi segundo tratamiento. Mi primer análisis fue con un colega que estaba bastante más formado en la Psicología del Yo y el Psicodrama pero que era un tipo con mucha libertad propia y muy ágil. La verdad es que, si bien me analizó con un encuadre bastante clásico, sesiones de cincuenta minutos y esas cosas, hizo una cantidad de cosas dentro de mi análisis que se salían del encuadre clásico. Después por cosas de la vida tuve que pasar a otro análisis que fue mucho más dentro del encuadre clásicamente kleiniano, diría. Me acuerdo que lo sufrí a ese encuadre y ahí fue cuando empecé a pensar si era pertinente o no. Por supuesto que me llevó muchos años responderme eso porque ahí, sí, el Super Yo psicoanalítico me hacía suponer que yo estaba frente a una de mis habituales travesuras que era hostigar a los mayores de alguna manera que les hiciera saber de mi existencia. Pero pasado un tiempo creo que me puedo sacar de encima al encuadre clásico. No lo voy a llamar ortodoxo a propósito porque alguien tendría que fundamentarme por qué al encuadre clásico habitualmente se lo llama ortodoxo. Yo podría demostrar fácilmente que no es ortodoxo simplemente con hacerles leer, que lo vamos a hacer en algún momento con este objetivo, el caso Juanito que fue uno de los primeros casos de la historia del psicoanálisis.
Lo que busco es destituir el encuadre reglamentado obsesivamente a la vez que trabajar las condiciones necesarias para que esa destitución no nos lleve a arbitrariedades.

Incluso les digo una especie de diagnóstico que yo tengo sobre el movimiento psicoanalítico en general, después vamos a ir hablando de las excepciones. Lo curioso es que las que dejaron marcas más indelebles en el movimiento psicoanalítico justamente fueron las excepciones. La masa psicoanalítica, en general, se adaptó a esto que yo voy a plantear como diagnóstico, que fue la obsesivización del psicoanálisis. Si ustedes repasan un poco cómo se enseña, cómo se encuadra, qué reglamentos se impusieron, etc. se van a dar cuenta que se armó, en general, en el movimiento institucional (digo en general porque no es sólo en la IPA o en la Internacional Psicoanalítica sino también en las instituciones lacanianas en la mayoría) una gran pirámide obsesiva que en verdad mata al psicoanálisis. La neurosis obsesiva - si triunfa - mata al psicoanálisis, lo destruye.

Lo digo así en general porque no es sólo el encuadre kleiniano, o el de la Psicología de Yo, sino también muchos encuadres del campo lacaniano. Ésta es otra experiencia que hice. Yo también me he analizado con lacanianos, he supervisado con lacanianos y me he encontrado con la sorpresa de que la única modificación que se había producido (creo que ahora los tiempos han cambiado porque yo mi último análisis lo terminé en 1987 y tengo entendido por relatos que en muchos de los consultorios las cosas han cambiado bastante pero muchos se mantienen igual) era el manejo del tiempo, pero el resto de las cuestiones se mantenían iguales. El manejo del tiempo también fue produciendo un viraje desde los inicios, allá por el 74, 75, donde el manejo del tiempo difería del manejo del tiempo que hacían los encuadres clásicos. No se encerraba en los cincuenta minutos, aparecían movimientos y por ahí la sesión duraba treinta minutos o cuarenta y cinco o una hora. Uno lo entendía más o menos por el efecto que le producía a uno en el cuerpo.

Después, en muchos consultorios lacanianos fue virando a lo que llamaron el tiempo breve, las sesiones de diez minutos. Investigado un poco el asunto ¿de qué provenía? De que se habían informado de que, especialmente en los últimos diez años de su vida, Lacan acortaba cada más el tiempo de sus sesiones. Por lo tanto lo que se había producido era un simple y sencillo mecanismo de identificación al maestro. ¿Qué es eso? Eso es como funcionan las organizaciones artificiales de masa. Identifican su Ideal y lo coagulan con el objeto externo, a él se identifican y por eso se sienten todos puestos en la misma camiseta. No se les ocurría pensar por qué Lacan trabajaba así y además pensar si estaba bien o no, que trabajara así. Lacan llegó a tener 500 pacientes por mes en el consultorio. Por más que él haya trabajado diez horas o doce al día piensen la cantidad de tiempo que les podía dedicar. ¿Con esto estoy impugnándolo? No, estoy armando una crítica. Traté de interiorizarme, hablé con colegas que se analizaron con él, colegas franceses. Ya debe hacer siete, ocho años que no voy, casi, a las actividades del movimiento psicoanalítico internacional, por lo tanto no converso con ellos, a veces un poco por mail.

Lo que más me abrió la cabeza fue un reportaje que le hice a un colega francés cuyo nombre no quiero decir porque lamentablemente tuve la mala suerte que era la época que se usaban los grabadores con enchufe e hice todo el reportaje y resultó que el enchufe del consultorio del colega donde habíamos hecho el reportaje no andaba, con lo cual no salió y entonces no tengo pruebas. Es un colega muy serio, muy obse, que se dedicó mucho al tema del tiempo lógico y que había analizado con Lacan durante sus últimos 14 años. Una de las cosas que le pregunté fue si él había notado, si los cambios en conceptualizaciones teóricas que se produjeron en Lacan habían sido previos en la práctica y después depositados en la teoría o a la inversa. La otra pregunta que le hice fue cómo había notado la relación de Lacan con el tiempo de los análisis que conducía. A la primera pregunta no supo que responder pero no lo digo críticamente, es lógico porque si uno está metido en un análisis no está con la cabeza en si eso apareció en un artículo o no o si apareció antes o después. La segunda pregunta ya sí me sorprendió porque él no me respondió estrictamente la pregunta, lo que me dijo es: “Yo lo que notaba era que Lacan estaba cada vez más apurado”.

Por mi edad me ha tocado, me toca inclusive en relación a mí mismo, observar la relación de varios colegas incluida la de Lacan, con el momento cuando se empieza a hacer presente la idea de que uno se puede morir en un tiempo x pero no muy lejano. Si ustedes leen los seminarios van a ver que la primera enunciación, lo digo así porque tuvo el valor de enunciación ahí, que tuvo Lacan en relación a eso fue en 1964 en Los cuatro conceptos (Sem. 11) cuando se había muerto el fenomenólogo Merleau Ponty que era muy amigo de él. Lacan dice más o menos, no es literal la cita, estoy hablando acá un día después de la muerte de Meleau Ponty, algo que en cualquier momento me podría ocurrir a mí también inclusive hablando acá. Él tenía 64 años en ese momento. Uno observa diferentes reacciones de los colegas frente a ese acercamiento con la muerte que es un problema típicamente temporal, los tiempos se van acabando.
Yo creo que lo que me quiso decir el colega con que lo notaba cada vez más apurado, en el sentido de que me parece que Lacan estaba cada vez más apurado por tratar de dejar terminado lo que él quería dejar terminado antes de morirse.

Ese fue un elemento, el otro elemento que es muy interesante tener en cuenta es que él en Encore (Sem. 20) llega a la conclusión de que el significante puede tomar la función de resistencia. No sé si recuerdan que plantea al goce del significante como una resistencia. Él era un gran experimentador en su práctica. Creo que eso lo llevó inclusive a lo que me pareció una locura que fueron las sesiones cero. Tal vez con alguna sesión particular con algún paciente pueda tener algún valor el uso de una sesión cero. ¿Ustedes saben lo que eran las sesiones cero? El paciente entraba, Lacan le daba la mano, le cobraba y le decía que se fuera. No lo dejaba ni saludar. Evidentemente lo que quería evitar ahí era la emisión significante, por eso les digo que creo que estaba muy ligado a ese descubrimiento que además no es un descubrimiento de él solo. Los kleinianos lo habían trabajado mucho por el lado de lo que ellos llamaban racionalizaciones. Los kleinianos ante eso lo que hacían era interpretar la racionalización.

Después vamos a tomar el tema de interpretar las defensas, yo creo que tenía razón Lacan en ese sentido y que en general no sirve demasiado interpretarlas. Lacan, como creía mucho más en el acto analítico que en interpretar las defensas, llegó a ese extremo de la sesión cero pasando por otras variantes de sesiones de tres minutos o cinco minutos. Lo que no cuentan pero sí lo cuenta el que escribió Lacan, Un héroe intelectual que fue un paciente de Lacan, lingüista, norteamericano, después se volvió a vivir a Estados Unidos...

Laura Lueiro: Schneider.

Alejandro Del Carril: Schneiderman.

Sergio Rodríguez: ¡Schneiderman!, entre los tres podemos hacer una neurona!. Schneiderman cuenta que todas las primeras entrevistas duraron dos horas y media, le convidaba dátiles, le hacía críticas a Estados Unidos y por ahí le decía: pero ustedes tienen el Jack Daniels, es lo mejor que tienen ustedes. Es un Whisky.

Si ustedes len a Betty Milan, se van a dar cuenta que él empezó a trabajar con Betty Milan mucho antes de que ella le pidiera entrevistas y que le cobrara, por lo tanto. O sea, tenía una gran libertad en cuanto a cómo se iba moviendo.
Entonces creo que esa variable del goce del significante como resistencia a él lo volvió loco en los últimos tiempos. No digo psicótico sino loco, en el sentido de que uno se pone loco con algo y piensa cómo hace para resolverlo.

La otra cuestión que no tienen en cuenta esos colegas es que Lacan tenía una velocidad de percepción de la cual estamos alejados la mayoría de los mortales. En el libro Quartier Lacan, Michèle Montrelay hace una hipótesis que a mí me impactó cuando la leí porque me parece que tiene razón. Michèle, que viene de la lingüística y después se transformó en psicoanalista, una mujer muy aguda, muy inteligente, dice: creo que lo que le pasaba a Lacan era que tenía un imaginario muy débil, muy frágil, por eso tenía que estar simbolizando todo el tiempo. Ella no lo dice pero lo da a entender, que, de no haber sido así, se hubiera vuelta loco.

No sé si ustedes saben que Lacan era como Neustard, dormía cuatro horas diarias lo cual pagaban más de uno de sus discípulos o maestros. Por ahí a las dos de la mañana llamaba a algún matemático para preguntar sobre una figura topológica. Lo cual daba indicio de que era medio loquito porque no es hora para andar llamando a la gente. Pero era un entusiasta, un apasionado. Tenía esa capacidad de percepción que no cualquiera tiene y también una capacidad de intervención vía las interpretaciones y vías los actos que aceleraban también mucho, yo creo, la velocidad de asociación de sus analizantes.

Dicho todo esto, no obstante, yo que he conocido a muchos de sus ex analizantes a través del movimiento lacaniano, lo que observé y creo que Lacan también, es que una gran cantidad de ellos quedaron absolutamente identificados al maestro, inclusive hasta en los gestos. Algunos que viajan con frecuencia acá a la Argentina todavía tienen esos gestos ampulosos, soberbios, originales, típicos de un parisino en la punta de la ola. Ellos no están en la punta de ola, Lacan sí lo estaba pero ellos quedaron identificados a eso.

Justamente una cosa que Lacan plateó con mucha fuerza ya desde el seminario I, La tópica del imaginario si no recuerdo mal, cuando él discute con Balint sobre el fin del análisis como identificación al analista y por vía de la elación, o sea la hipomanía, Lacan critica fuertemente eso. Sin embargo ven que ese rasgo que yo les estoy contando de ex analizantes de él, identificación e hipomanía son los que estaban presentes. O sea, que en la práctica de Lacan hubo muchas cosas buenas, otras que tuvieron que ver con los topes de la subjetividad del propio Lacan y por supuesto con los topes de la subjetividad de sus analizantes.
Ya estamos entrando en nuestra materia. Creo que esa repetición de las sesiones cortas me parece una barbaridad. Insisto, no es que yo no haya hecho sesiones de tres minutos con algún paciente dentro de algún análisis sino esa cuestión de instalarlo obsesivamente también como un encuadre reglamentado aunque no figure en reglamentos escritos.

De paso les cuento que el encuadre reglamentado, reglamentado por la IPA o por los hábitos como los que les hablaba recién, no es el que observaron gente que verdaderamente dejó marca en el psicoanálisis. No me refiero a Melanie Klein que dejó marca en el psicoanálisis, ella sí trabajaba con el encuadre clásico pero les nombro además de Lacan por lo menos a tres: Freud, produjo rupturas de encuadres en cantidades. Algunas están escritas y cuántas habrá habido que no quedaron escritas!; Ferenczi, que llegó incluso a probar la cuestión de ponerse él en análisis con los pacientes que terminaban el análisis con él, lo cual me parece que era un error pero interesante en cuanto a la audacia para investigar el tema; el tercero Winnicott, de lo de él voy a hablar más adelante pero les digo aunque sea una sola cosa: pasa desapercibido porque si bien se puede escuchar a un winicotiano recordar tal análisis de Winnicott donde veía al pacientito una vez por mes porque los padres vivían muy lejos y por ahí estaba dos horas con el pacientito, no suelen trabajarse otros casos de Winnicott de una única sesión que sin embargo producía efectos y luego sacaba una experiencia. Hay una serie de analistas que tomaron el encuadre de otra manera.

Una pregunta que me hago y les hago es, si para hacer este trabajo que me propongo y les propongo que es destituir el encuadre clásico y manejarse de otra manera, que vamos a ir viendo, nos alcanza con el deseo y si pueden servirnos de brújula los ideales.
Así apareció en el congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional de 1918. Eso se nota sobre todo en el trabajo de Freud Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica que se los recomiendo, es muy interesante. Respondía particularmente a la inmensidad de la presión de Ferenczi. Ferenczi estaba apasionado porque el psicoanálisis fuera efectivo y porque se extendiera a las grandes masas de la población.

Ubiquémonos en esa época que no es la actual. Ferenczi en Hungría participó de una revolución comunista que tomó el poder por tres meses, después los cocinaron a todos. El jefe de esa revolución era un tal Béla Khun y a él lo nombraron rector de la universidad. Quiero decir, era un tipo que realmente quería un progreso para el mundo - que después el mundo nos haya demostrado a él y a todos los que estuvimos en eso que fue una equivocación, es un tema aparte -. Les traigo ésto como dato, en el sentido de la presión que él ejercía sobre Freud. Tengan en cuenta que, para Freud en ese momento, Ferenczi era su discípulo más querido y probablemente, después de Abraham, el más admirado por él. Tengan en cuenta otra cosa, estamos hablando de una época muy particular. El psicoanálisis en esa época no funcionaba como funciona ahora en la Argentina, no funciona así en todos los países del mundo ni siquiera en muchos países donde hay un movimiento psicoanalítico fuerte. Acá, ustedes van a un hospital cualquiera y encuentran una mucama que se está analizando. Con los límites que pone la atención hospitalaria o los prepagos, pero se está analizando. En esa época el psicoanálisis era algo que llegaba a las altas capas de la burguesía vienesa, berlinesa, suiza y hasta podríamos especificar más y decir, hasta las altas capas en general de la burguesía judía de cada uno de esos países. Por supuesto no con todos es así, ustedes saben que el hombre de los lobos era un noble ruso, por lo tanto de judío no tenía nada, pero en cambio sí, los padres de Juanito, Dora, el hombre de las ratas. Entonces la respuesta de Freud a esa presión de Ferenczi, ustedes la pueden encontrar especialmente en Análisis terminable e interminable pero también está en Nuevos caminos, fue ¿cómo hacer? Freud no tiene en ese momento los elementos teóricos formales que permitan dar otro tipo de respuesta, entonces da aquella famosa que aún hoy se sigue repitiendo: aliar el oro puro del psicoanálisis con el cobre de las psicoterapias.

Acá, en la Argentina actualmente, en el 2006, todavía ese es el norte de tipos muy inteligentes como Héctor Fiorini. No supongan ustedes que todo el trabajo de Héctor alrededor de las psicoterapias breves, de objetivos limitados, con puntos de focalización, es un trabajo tonto. No vayan a creer ustedes que Fiorini es un tipo que no conoce a los grandes autores del psicoanálisis. Lo conozco a él y en él tuvo mucho peso Winnicott. Después, Héctor desarrolló su propia concepción, la cual no comparto en general. Pero quiero decir es gente que ha tratado de pensar sobre esta cuestión de practicar, de investigar y de lograr algo. Esa fue una respuesta que Freud dio como pudo.

A esta altura del viaje, algunos psicoanalistas asustados por la restricción del campo de pacientes, no tanto en la Argentina donde que yo sepa ese fenómeno por lo menos hasta ahora no ocurre tanto pero sí por ejemplo en París ni que decir en Estados Unidos ni que decir en Italia, empiezan a fundamentar pasarse a las psicoterapias empobreciendo el valor del psicoanálisis. Los asusta el predominio de la sociedad de mercado.

De paso digamos que también empieza a entrar en su decadencia porque lo que está pasando en el cono sur de América y lo que está pasando en el centro de Europa, indica que la sociedad de mercado ya no tiene el peso que tenía en la década del noventa. Yo creo que en vez de asustarse o en lugar de salir del paso con alguna consigna del tipo aliar el cobre de las psicoterapias breves con el oro puro del psicoanálisis me parece que lo que tenemos que hacer es como hubiera dicho Wilfred Bion, tal vez, volver a pensar.

En este sentido les recomiendo, es la primera vez que en un seminario recomiendo mis libros pero la verdad que quedé contento, ahora que terminé la serie se las recomiendo. Para este seminario particularmente les puede servir el cuatro.
Yo me llevé la siguiente sorpresa: cuando me senté con Laura a fines del año pasado a pensar el seminario, delineé los puntos y dije: Que bien, al fin tengo una idea más o menos clara de para dónde voy, qué quiero hacer! Armamos el programa y empezó a circular. Mientras tanto como el tomo cuatro se tenía que publicar ahora me pasé marzo y abril corrigiendo el libro y por lo tanto releyéndolo y el fin de semana volviendo a corregir la mitad de las galeras del libro, la otra mitad las corrigió Laura. Me encontré con la sorpresa que muchas de las cosas que yo creía que iba a decir por primera vez en este seminario, en realidad ya las había dicho en relación al caso clínico que yo trabajo en ese tomo IV. Lo cual me alegró porque quiere decir que no les estoy hablando desde, llamémosle, una reflexión pura sino también desde cómo me fue atravesando la experiencia de mi trabajo como analista.

Cuando estábamos preparando con los colegas que van a ser coordinadores de talleres este seminario, fuimos conversando lo que sería la espina dorsal del seminario. Ustedes se van a encontrar con la sorpresa de que en esta primera clase van a escuchar hablar a algunos de ellos a través de mi voz. Por ejemplo cuando estábamos en una de esas reuniones Alejandro del Carril, que es uno de los colegas que va a coordinar talleres, refiriéndose a esta cuestión de lo que está ocurriendo con la ofensiva del cognitivismo en Francia y cómo estaba respondiendo el psicoanálisis francés a eso, planteó: Ahí hay otra estrategia que es la de Miller y Laurent. Ellos advierten que, evidentemente, en la cultura del campo psi, sobre todo en los países centrales, viene ganando terreno fuertemente el cognitivismo. Ellos están planteando concientemente una estrategia de lucha contra el cognitivismo. Ahora que leo esto me acuerdo que ayer entré a El Sigma y ellos están haciendo una encuesta sobre como afrontar las críticas al psicoanálisis y ellos plantean tres respuestas posibles: 1) Sacar declaraciones en contra de esta ofensiva contra el psicoanálisis. 2) Ir criticando puntualmente en relación a determinadas cuestiones que van apareciendo. 3) No tomar en cuenta la ofensiva contra el psicoanálisis. Por curiosidad entré a los resultados de la encuesta. Cerca de un 40 % había votado por la opción de ir criticando puntualmente que es la que a mí me parece más inteligente. La de confrontar, que es lo que plateaba Alejandro de Miller y Laurent, tenía un treinta y algo por ciento. Y había un 29 0 30 % que decía que había que ignorarla. Me llamó la atención porque es una división por tercios en la masa psicoanalítica sobre qué hacer con eso, lo cual implica que hay un cierto desconcierto.
Sigo con lo de Del Carril: Me parece que en algún punto terminan identificados y entonces salen a proponer. Salen a hacer marketing para tratar de ganar el mercado y ahí se complica la cuestión. Igual me parece que tienen todas las de perder en ese terreno porque no es el terreno psicoanalítico y en ese terreno son mucho más eficaces los cognitivos.

Lo que nos trae este planteo de Alejandro, forma parte de lo que iba a plantear hoy desde otro lado y que es el tema del semblante, la máscara.
Escuchen estas clases como si estuvieran en un taller, escuchen clínicamente. Analizar a alguien, que empiece un análisis, lograr que se desarrolle un análisis, depende justamente de cómo sepamos ir captando lo que está pasando y no poniéndonos un disfraz de “El Psicoanalista”.

Escuchaba a un paciente girando obsesivamente en torno a suponerse algún ser, entonces lo llevé a la cuestión de si ser, o estar y ahí se le abrió todo un campo diferente que le facilitó salir de la rumiación, que en definitiva giraba sobre si ser el falo imaginario o nada. En cambio si uno lo lleva al estar, lo lleva justamente a los puntos alrededor de los cuales su vida se está desarrollando. En esto, Fernando Ulloa me abrió mucho la cabeza cierta vez que me dijo: “no se es psicoanalista, a veces, se está en psicoanalista”. Esta cuestión es de radical importancia porque por lo tanto lo que se "es" va a estar definido por lo que se hizo y no por lo que se proclamó que se es. Sino volvemos a creer otra vez en la Conciencia, el Yo, etc., etc. que es una de las cosas que los pacientes le enseñaron al psicoanálisis.

En esa misma reunión de docentes preparatoria, Roberto Vechiarelli planteó: A mí me dio mucho fastidio, que en el lugar donde trabajaba, hasta el año 92 había un sistema de atención psicoterapéutica que tenía un montón de modalidades, individual, grupal, familiar y que daba planes de seis meses hasta de un año, renovables. Desde que cambió el sistema y pasó a ser de cápita, (saben la diferencia, de capita es que el prepago paga globalmente x cantidad de dinero) se paga por población, todo se convirtió en terapias de grupos, porque agrupan todos con un solo terapeuta y a las prepagas les sale más barato. Yo sé también por colegas que se analizan conmigo de prepagas que eran de las mejores dentro de lo que son las prepagas acá en la Argentina y que por ejemplo en una época daban hasta doscientas sesiones de psicoterapia pago por la prepaga y que ahora las han reducido a doce pero son doce para toda la vida del socio. Esas doce pueden llegar a ser renovables hasta veinticuatro. Además lo que los socios de ese prepago no saben es que hacen reuniones mensuales tipo Mc. Donald donde ponen un cuadro y ponen el ranking de los mejores.

Participante: El terapeuta del mes.

Sergio Rodríguez: Sí, no ponen el terapeuta del mes. Ponen un ranking pero no es tonto porque el ranking también es a los que más les van a derivar.

Participante: Los que dan el alta más rápido.

Sergio Rodríguez: Exactamente, en el ranking van más arriba los que dan altas más rápidas. O sea que si los mandan afuera en seis sesiones, mejor todavía. Eso los socios del prepago no lo saben. De paso les diré que esto había empezado ya hace muchos años en Nueva York con el sistémico del que por supuesto me olvidé el apellido, no sé si son las neuronas o cuando voy a mandar en cana a alguien me olvido del apellido del que voy mandar en cana, el tipo estableció dentro de su corriente, los sistémicos tienen muchas corrientes igual que cualquier otra práctica, que a las 12 sesiones el paciente estaba curado. A las doce sesiones lo rajan y si el paciente quiere volver no lo toman. Diferentes disfraces de la relación costo beneficio en el trabajo nuestro.

Vechiarelli: Eso existe, pero también me parece que es importante el lugar que uno ocupa en el momento de la entrevista, porque en ese sistema de terapias prolongadas muchas veces tampoco había análisis. Eso también es una gran verdad. Un equívoco fácil de escucharles a los colegas que hacen psicoterapia de grupos por ejemplo es que no dicen psicoterapia de grupos, dicen psicoterapia de grupo. Es maravilloso porque eso en porteño ustedes saben que quiere decir. Si le preguntan ellos les van a dar un montón de razones convencidos de las psicoterapias de grupo. Ojo, yo practico psicoterapia de familia, de pareja, varios de los que estamos acá hemos trabajado con grupos grandes en épocas de crisis en la Argentina en el San Martín y en otra época en El Planetario. Lo distintivo era que la gente se agrupaba en función de una crisis aguda que los estaba convocando o que se agrupan porque forman parte de un grupo que coexiste cotidianamente y en el cual surge una crisis. Es distinto que agrupar a la gente simplemente porque sale más barato agruparlos y entonces se trabaja con eso como se puede.

Me acuerdo, ya que estoy hablando de los comienzos, que cuando yo comencé había como dos grandes corrientes: estaban los bionianos por un lado, o sea gente más influenciada por Melanie Klein y los americanos. Los americanos, que tontos no son, se habían planteado cómo hacer porque los bionianos habían planteado que siempre había que hacer interpretaciones al grupo. Los americanos habían observado que, sin embargo, se presentaban una serie de situaciones particulares dentro del grupo que no eran interpretables mediante interpretaciones al grupo. Ellos planteaban como técnica una combinación entre interpretaciones grupales e interpretaciones radiales. En cambio los bionianos, que insistían en las interpretaciones grupales, finalmente terminaban reducidos básicamente a interpretar dos tipos de ansiedad, las ansiedades paranoicas y las ansiedades depresivas, y algunas funciones clásicas que efectivamente se producen en los grupos como por ejemplo el chivo emisario. Obviamente ese tipo de trabajo no lleva mucho más allá que trabajar un poquito el imaginario que no es atravesarlo sino trabajarlo un poco.

Muchas veces en una entrevista, en ese poco espacio que se puede tener, se logra que algo pase, que algo caiga, se decante y por lo menos quede abierta la posibilidad. En la confrontación con el poder, ya el poder limita a tal cosa y yo creo que uno puede trabajar de alguna manera a pesar del poder, pudiendo hacer semblante, pudiendo ocupar un lugar, para que se produzca un clivaje ahí. Ahora, lo que no se dan cuenta - por ejemplo, esa campaña que organizó Miller en Francia y que se extendió a algunos lugares- es que, en la confrontación con el poder, quedan en dependencia del poder. Por una razón muy sencilla, si uno confronta con alguien, uno es esclavo de ese alguien. Obviamente eso no tiene nada que ver con el psicoanálisis. En política puede tener que ver porque lo que se hace es disputarle a ese alguien quién se queda con ese poder pero en psicoanálisis no hay ningún poder con el cual quedarse. Con el poder se tiene que quedar el deseo del analizante en definitiva. Por lo tanto eso no lleva a nada.

En los hospitales cae un montón de gente que viene una vez, dos veces y deja de venir y si uno está pensando que el psicoanálisis es el tratamiento de cinco años, entonces todo lo que pasó en esas entrevistas habría que pensarlo como que ahí no pasó nada y hay veces que sí pasó. Freud en su momento habló de las curas de transferencias, planteó que eran curas transitorias y tiene razón. Muchas de esas curas de hospitales a veces son curas de transferencia y al poco tiempo vuelven, pero no todas. Yo personalmente he tenido experiencias.

Recuerdo en este momento, la esposa de un mucamo de esa clínica donde yo trabajaba que hizo una psicosis puerperal. El muchacho vino desesperado un día a hablar conmigo para contarme lo que le estaba pasando a la esposa. Lo que le estaba pasando era que no se animaba a agarrar a su criatura y ya llevaba como diez o quince días de nacido. De la criatura se estaban ocupando entre la madre de la señora y la suegra, pero estaban todos entrando en desesperación. Esta pobre mujer estaba con lo que hoy dirían un ataque de pánico. Le dije que la traiga. Tuve una entrevista con ella de dos horas y media, una cosa así. Ella lloraba, estaba realmente muy desesperada y me iba contando todo lo que le pasaba. Estaba muy desesperada porque se sentía responsable de la situación, no es que alegremente no agarraba el bebé y se lo encajaba a la suegra o a la madre sino que estaba verdaderamente desesperada. Yo le escuchaba. En esa época era kleiniano, creo que en esa circunstancia me vino bien. En determinado momento va armando todo un relato - ahora que lo pienso fui una mezcla de kleino-lacaniano en ese momento - lo que insistía en ese relato era que ella tenía miedo de tomarlo en brazos y que al pasar por el balcón se le cayera o que al pasar por la ventana se le cayera y se le matara la criatura. Después que lo repitió varias veces, animalmente le dije: Claro, usted lo que tiene miedo es a su deseo de matar a la criatura. Se desarmó como un flan, lloró un buen rato y después me dijo: No me había dado cuenta. Ahí terminamos la sesión. Después me seguí enterando del caso porque el muchacho seguía viniendo a trabajar a la fábrica, para mí era una fábrica porque en realidad yo hacía guardia ahí y había 102 pacientes internados, no les quiero contar lo que eran las noches. Después empezó a funcionar como una madre común, neurótica, con sus cosas, que el bebé lloraba o que le daba alegrías. ¿Fue una cura de transferencia? Obviamente hubo una transferencia imaginaria fuerte instalada de entrada que era una transferencia lateral al enamoramiento que ella tenía del marido y al enamoramiento que el marido tenía de mí. Esa fue la condición de posibilidad pero lo que produjo el efecto ¿fue esa transferencia imaginaria? No, porque sino no hubiera pasado todo ese tiempo llorando. Lo que produjo el efecto fue la brutal interpretación. Además, por suerte se la dije, me salió del alma, por ahí si la hubiera pensado no me hubiera animado a decírsela y si no me hubiera animado a decírsela probablemente se hubiera mantenido en esa situación bastante tiempo esta señora y hubiera estado viniendo al consultorio pero mientras la situación se hubiera mantenido. Esta señora no vino más a mi consultorio. A este muchacho lo vi tres o cuatro años más y después no lo vi más. No sé si esta mujer se habrá analizado alguna vez, con posterioridad al episodio que les estoy relatando. Esa entrevista tuvo efecto analítico y fue la interpretación ahí la que tuvo efecto analítico. Fue un riesgo que se corrió. En algún momento vamos a hablar del pasaje al acto del analista, fue un pasaje al acto del analista. Yo estos ejemplos se los traigo en el sentido de que no hay que contraponer psicoterapia breve a psicoanálisis, no tiene lógica.

Creo que el error de Héctor Fiorini es armar una contraposición.
Tuve la oportunidad el año pasado de seguir un caso donde yo trabajaba con el padre de un muchacho. Había entrevistado al muchacho, gente del interior, me daba cuenta que necesitaba un trabajo muy regular y muy seguido porque estaba en una situación delicada. Le insistí en que consiguiera a alguien en el pueblo y consiguió una psicóloga que empezó a trabajar con él y él se empezó a serenar. Nos conectamos entre la psicóloga y yo e íbamos conversando. La psicóloga me contó que ella se había formado con Héctor y que estaba siguiendo las estrategias aprendidas ahí. Inicialmente ella logró una serie de efectos interesantes pero en la medida que empezó a focalizar y que empezó a tratar de inducir en el muchacho determinadas conductas, en esa misma medida se empezó a instalar una fuerte resistencia en el muchacho que finalmente terminó interrumpiendo el tratamiento. Después de eso siguió otro curso.

Se los cuento en el sentido de que tengamos confianza de que a lo que nos dirigimos nosotros siempre es al inconsciente. A lo que nos dirigimos siempre nosotros es al deseo inconsciente, es al goce del inconsciente y apuntamos ahí porque es lo único que verdaderamente puede producir efectos, más o menos sostenidos pero puede producir efectos. En ese sentido no tiene ninguna ventaja sobre nosotros las llamadas psicoterapias breves. Se los puedo asegurar.
También he hecho la experiencia de pacientes míos, especialmente mujeres que me dicen: Doctor, con usted ya llevo mucho tiempo. Se vuelan a terapias con flores de Bach por ejemplo, otros a transaccionales, otros a gestalt y uno o dos años después vuelven al consultorio. Con lo real no se juega, esta es la cuestión. La verdad que animarnos con lo real en el terreno de lo que son las psicoterapias, sólo nos animamos los psicoanalistas.

Con esa interpretación brutal a esa señora en realidad me metí en lo más real que en ella estaba ocurriendo. No es ni siquiera que lo tenía reprimido, no era algo reprimido, yo se lo interpreté como algo reprimido al decirle usted desea que... pero en realidad era algo absolutamente real. Yo le puse las palabras y eso fue lo que la sacó a ella de esa situación.
No se asusten, no se pongan a competir, no entren a confrontar con solicitadas, sí a criticar cuando aparecen determinadas posiciones que van en contra del psicoanálisis. Por ejemplo, tengo acá algunas pavadas que dijo Silvia Bleichmar en Clarín podría leerles algunas cosas, hacer algunas críticas. Cuando hace falta uno lo hace pero no es lo fundamental, lo fundamental es un buen trabajo nuestro en el consultorio. Sea en un hospital, en una prepaga, en el consultorio privado, donde sea. Eso es lo que va estableciendo el rumor. En definitiva los psicoanalistas trabajamos gracias al rumor.

A mí me ha pasado ya de atender dos generaciones por ejemplo, que se haya analizado un padre o una madre y después algún hijo. Ahí tienen la transmisión más directa. Me estoy acordando ahora, al ver alguna persona que está acá, que también he atendido a una esposa y después a un esposo. Son derivaciones de ese orden. Después vamos a tomar el tema de la derivación porque es muy importante justamente en este tema de cómo vamos construyendo el semblante. Lo que me doy cuenta es que me estoy alargando mucho, vamos a ir cortando. Es una lástima porque tenía algunas citas más de lo que había dicho Laura Lueiro, Roberto Vechiarelli, Enriqueta Chiari en esa reunión pero como se dice en televisión, el tiempo es tirano.
Voy a empezar a entrar en la parte más teórica de esta clase que es: los comienzos. Me parece que ahí más que determinar los reglamentos de los comienzos el tema es cómo comenzamos. En ese sentido para no caer en la arbitrariedad, planteo que tenemos que observar los análisis desde las condiciones con que se nos van planteando.

Ustedes recuerdan el planteo de las formulaciones lógicas en cuanto a las condiciones: Hay condiciones necesarias, condiciones suficientes y condiciones de posibilidad. Es lo que nosotros vamos a tener que explorar desde el primer llamado telefónico o aviso de derivación.
Por ejemplo es muy importante cuando un colega nos dice que nos va a derivar un paciente. Ahí hay que levantar las orejas como hacen las liebres en el campo cuando sienten el más mínimo ruido y uno está analizando el texto de lo que el colega está produciendo para avisarnos que nos va a derivar un paciente. Uno ahí ya empieza a entrar en relación con ese otro texto que va a ser el del paciente. Obviamente lo que el colega nos va a dar es un testimonio.

La exploración entonces resulta ordenada no desde protocolos previos. En la época que yo entré al psicoanálisis allá por el año 70 había un debate dentro de APA sobre si anamnesis pautadas o no pautadas, el debate está en las revistas de aquella época. A la vez eran resabios de la masa de la medicina y no de los artistas de la medicina. Era típico, se veía a los clínicos menos expertos, más duritos, más congelados, que utilizaban una anamnesis pautada; en cambio se veía a grandes clínicos como Luis Munist, que era un gran semiólogo, jamás pautaba nada. En la medicina, a diferencia de nuestra profesión, se nos hacía aprender sobre la base de ver trabajar a los grandes maestros. Realmente era apasionante, uno lo veía a Munist que empezaba la consulta diciendo: ¿Qué le está pasando amigo? Así empezaba la entrevista con sus pacientes. El paciente le contaba. –A ver, acuéstese en la camilla. Era impresionante como el cuadro se iba construyendo. Él nos decía: Lo que pasa es que es una vieja discusión entre la clínica médica francesa (que era a la que él subscribía) y la clínica médica anglosajona. Para la clínica médica francesa no hay enfermedades, hay enfermos. Para la anglosajona, hay enfermedades. Fíjense como eso se traslada hasta al propio psicoanálisis.

Nosotros tenemos que ordenar la entrevista desde la presentación y el relato de los que intervienen, que no siempre es el afectado en persona. Partamos de eso que es otra cuestión importante. A mí me ha tocado ya dos o tres veces llevar adelante el trabajo con los padres, en un caso con la madre, del joven que estaba afectado. Llevé el trabajo así porque, de entrada, cuando los escuché hablar en un caso a los padres, a la señora, a un padre, me daba cuenta que los que estaban angustiados eran ellos por lo que le pasaba al hijo y que el hijo no sólo no estaba angustiado sino que, sus pasajes al acto de diversa índole (en un caso era participar en delitos menores, en otro caso era consumir drogas, en otro caso era indecisiones en relación a la vocación y pocos abordajes de mujeres) formaban parte de su estar en el mundo. Entonces después de la primera entrevista me decían -¿Para cuando le da la primera cita? -Ninguna cita, vamos a charlar primero nosotros. ¿El hijo de ustedes les pidió venir? - No, no nos pidió venir. -¿ustedes piensan que si ustedes le dicen va a querer venir? Algunos me decían directamente que no. ¿Entonces, para qué le vamos a dar una cita? Otros me decían si yo lo obligo, sí. Yo le decía: sí, va a traer la cara y él se va a ir ¿para qué vamos a hacerlo venir? Curiosamente trabajar con los padres o la madre o el padre iba produciendo efectos en los muchachos.

El que para mí resultó más espectacular que era el que andaba en delitos menores, que además era lo que tenía que hacer porque el papá era abogado, trabajamos dos años. En la apariencia, en el semblante eran entrevistas de orientación para padres diría, Eva Giberti. Por supuesto que yo daba consejos y por ahí metía una interpretación a la pareja o a uno de los de la pareja. Esa es la otra cuestión, ayer hablaban del silencio. El silencio no consiste en estar callado con la boca cerrada como me contó una paciente que estoy atendiendo hará un año, que en Barcelona una vez estuvo yendo seis meses a una psicoanalista y la psicoanalista no le dijo una sola palabra y la paciente estaba grave. No sé cómo aguantó. Además estaba grave por una psicosomática pero la psicosomática ya no le servía y estaba muy cargada de angustia. Hubo un momento donde interrumpió y no volvió más. Eso no es el silencio. El silencio es el silencio en cuanto a no decir lo inconveniente, a no decir lo que no corresponde decir. Muchas veces hay que sostener una situación durante años a través de conversaciones. La verdad que eso yo lo aprendí mucho de Ulloa, es un maestro en eso. Habla hasta por los codos, quien haya ido a sus conferencias se habrá dado cuenta, en el consultorio es más o menos así. Él empieza a contar anécdotas de Don Carlos, si no recuerdo mal, que era un peón de la chacra del padre de él. Uno entra en la anécdota y se va como hipnotizando en la anécdota de Ulloa que pareciera que no tiene nada que ver con lo que uno llevó en ese momento. Otras veces es de alguna paciente o algún paciente y en algún momento dice algo que desentona en la anécdota. Uno a veces se da cuenta en ese mismo momento y queda tocado pero a mí me ha pasado de estar cruzando Libertador - que vieron que es difícil de cruzar porque hay poco tiempo - y a mitad de Libertador la anécdota me pegó en la cabeza y me quedé desconcertado y veía que se me venía el tráfico y tenía que salir corriendo para poder llegar al otro lado. Esas son cuestiones de estilo, cada uno tiene su estilo pero lo que quiero decir es que hacer esos silencios duros, congelados no es un estilo, es una inhibición, vamos a llamarlo por su nombre. Ustedes saben que la inhibición es justamente uno de los rasgos de carácter de las neurosis obsesivas de carácter más severas.

Tenemos que considerar cómo viene la derivación y luego el afectado nos dicta cómo disponernos nosotros desde nuestro aspecto, ropa, gestos, usos de gestos de cortesía, posiciones corporales, luces del consultorio, actitud frente a los objetos del consultorio, etc. A ustedes les parecerá muy obsesivo de mi parte que yo les diga estas cuestiones sin embargo los invito a leer a José Bleger en Simbiosis y ambigüedad. Bleger es un psicoanalista por el cual yo siento un gran respeto porque tenía una veracidad clínica notable. Él cuenta ahí cómo la insistencia de él con un supervisante de APA para que no se dejara tratar de vos por un paciente, empujó a este muchacho - que era un psicoanalista que estaba en formación -, a prohibirle al paciente que lo trate de vos y obligarlo que a que lo trate de usted y el paciente hizo un brote esquizofrénico. No estoy contando ningún rumor, esto lo dijo Bleger.

Lo que ahora ya es común que es: Qué tal? Cómo te va? O sea, el tutearse, el besito, la mano, etc. en aquella época era un sacrilegio. Ya era un indicio para el analista de que ese tipo estaba medio loco. Ahora pasa a la inversa también. Cuántas veces viene un señor que, justamente por la neurosis obsesiva de carácter por la que está tomado anda siempre con cuello, corbata, trata de usted, si uno lo empieza a tutear, a carajear, a darle besito cuando se va, el tipo no dura ni un día.
El tema es cómo nos situamos frente a lo que se nos va acercando. Nosotros nos tenemos que amoldar a quien se nos acerca y no pretender que quien se nos va acercando se amolde a nosotros. No pretenderlo nunca. Justamente cuando Lacan se opone al fin de análisis como la identificación al analista es oponerse a que el fin de análisis sea amoldarse al analista. Mucho menos de entrada porque de entrada es echar al paciente del análisis. Esto es muy importante por la diversidad de consultas y consultantes con que nos podemos encontrar. Desde autismos originalmente patológicos hasta regresiones a posiciones autistas, negativismos, catatonismos, oposiciones de diversa índole que responden no sólo al conflicto actual sino a con qué insumos previos el paciente está pudiendo responder. Acá estoy utilizando algo que voy a utilizarlo en algunas clases del seminario. Ideas de Margaret Mahler, una psicoanalista de mitad del siglo XX inscripta en la escuela de la Psicología del Yo pero que era una clínica excepcional.

A esta altura yo veo más o menos la facha de ustedes por lo tanto puedo hacer cierto cálculo de edades. Está bien que insistan y lean a fondo a Lacan pero empiecen a leer a otros también. Empiecen a leerlos porque ya tienen el filtro para poder leerlos desde la conceptualización de Lacan. Se van a encontrar con relatos clínicos que por ahí no los van a encontrar en muchos autores lacanianos. Margaret Mahler es una de ellas.

Entre otras cosas, plantea la idea que durante el desarrollo de toda persona hay un autismo normal - así le llama al período anterior de que los bebés comiencen a responder a la sonrisa de la madre - y luego una simbiosis normal que sería entre que empiezan a responder a la sonrisa de la madre y hasta pasado o en las terminaciones del estadio del espejo. Inclusive, de una forma interesante ella también habla del espejo. Cosa que también hace Winnicott, el que luego formaliza el estadio del espejo, luego y antes porque fue en el 39, fue Lacan pero en las otras corrientes del psicoanálisis hubo también gente que captó esa cuestión.
Esta cuestión de las regresiones a un autismo o a una simbiosis me permitió repensar una cantidad de casos que si uno los piensa sólo desde o psicosis o prepsicosis o neurosis o X o Z o L se queda limitado. Limitado en cuanto a toda otra cuestión que exige un trabajo muy particular. Por ahora lo dejo así enunciado de forma muy general.

Desde estos planteos es que después vamos a ir al punto 8 del programa que ya, por supuesto, está planteando una orientación: ¿Encuadre o encuadres de los tratamientos a medida de lo que la afección demanda? Para mí ese será el punto clave del seminario.
Me acuerdo que una vez atendí un esquizofrénico grave, muy grave, en esa época yo supervisaba con Ulloa y le decía: A él no lo estoy analizando, es un esquizofrénico. -¡Ah! ¿No? y ¿qué estas haciendo? - Lo acompaño, hago esto, aquello. -¿Por qué? -Porque pasa tal cosa, tal otra. – Y eso ¿desde donde lo pensás? -Desde el psicoanálisis –Entonces ¿qué estás haciendo? me dijo. Ese es otro encuadramiento reglamentado, creer que lo único que es análisis es el trabajo con la asociación libre, con la atención libremente flotante y con la interpretación. A esta altura, ciento y pico de años después, ya nos podemos dar cuenta de que hay un sedimento que puede hacernos trabajar de otra manera pero a sabiendas de lo que estamos haciendo.

Todo lo que les dije parte de un axioma fundamental: La práctica psicoanalítica no escapa, sino que trabaja con ella, de lo único paradójicamente universal: la castración del lenguaje. Ésta, hace que nuestra propia práctica debe llevarse a cabo de un modo que no intente vía reglamentos o lo que sea, renegar de esa única verdad universal. O sea nuestra propia práctica también está castrada y con eso es con lo que nosotros tenemos que trabajar. Desde ahí trabajamos con la miseria neurótica. Lacan a la miseria neurótica le dio otro nombre -que es equivalente - que es necedad, en otros lugares dijo boludez, tontería, dependía de lo culto que anduviera ese día. Es interesante porque uno puede decirlo al estilo más sencillo de Lacan: la miseria neurótica es lo que, a la miseria económica mayor o menor que podamos padecer, le agrega tonterías que la hacen todavía mucho más sufrible. Nosotros tratamos de colaborar con nuestros pacientes para que queden en mejores condiciones para resolver eso.
Nosotros ¿buscamos darle un sentido a la vida de nuestros pacientes, buscamos que nuestros pacientes encuentren el sentido de su vida? Me parece que es una ilusión tonta. Estoy dando un seminario en Rosario y entonces me habían puesto como uno de los puntos del seminario el sentido de la vida, yo agarré y les hice el siguiente esquema:

Nacimiento Muerte

Con lo cual jugué con la plurisemia de la palabra “sentido”. el sentido de la vida es una flecha que va desde el nacimiento a la muerte, no hay ningún otro sentido. No es lo mismo que significado de la vida. El significado de la vida no existe, este significado y ahí la vamos a citar a Enriqueta Chiari, sólo se logra por retrosignificación. O sea que después nos enteramos del significado de lo que hicimos, nunca antes. Por supuesto que siempre creemos saberlo de antes porque tenemos alguna hipótesis para lanzarnos a determinado acto, pero producido el acto, se nos vuelve encima de determinada manera donde terminamos anoticiándonos de lo que es acto produjo. Y ese es el significado de ese acto, tampoco de la vida.

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