jueves, 31 de julio de 2008

6º Clase

14 de mayo de 2002



"Tras un amor extranjero un deseo indestructible"

La clase de hoy se llama "Tras un amor extranjero un deseo indestructible". Primero les cuento la metodología de como voy a dar la clase y en general el seminario. Ustedes se imaginarán que el caso lo conozco, trabajé durante más o menos 12 años con esta persona. Se los voy a ir relatando tal como se fue desarrollando.Aunque obviamente como la verdad tiene estructura de ficción, irá tomando esa apariencia. Se los voy a ir relatando siguiendo más o menos la cronología de cómo las cosas fueron apareciendo, voy a jugar un poco con el suspenso. No es sólo, aunque sí también, para hacer más atractivo el seminario, las clases, etc., pero además para que ustedes puedan ir haciendo el ejercicio de ir conjeturando sobre lo que van escuchando como me tocó hacerlo a mí en su momento. Si les hablara desde las retrosignificaciones que se fueron produciendo durante el paso del tiempo, cerraría mucho las posibilidades de conjetura de ustedes.

Esta señora se presentó cuando me pidió las entrevistas iniciales. Era de alrededor de cuarenta años. A pesar de la edad había tenido pocas experiencias con hombres, una de ellas prolongada, había sido un matrimonio, del que habían nacido chicos. Había tenido un par de noviecitos en la adolescencia. Y luego, el deslumbramiento por aquel con quien fue hasta el altar. Lo del altar fue en serio.

Venía de una casa muy pobre. La madre había sido mucama toda su vida. El padre murió cuando ella tenía cuatro años, y ella no tenía en claro de qué había trabajado el padre.
De ese padre conservaba dos recuerdos: en uno, ella balanceándose en una hamaca de plaza, comiendo unos caramelos que ese padre le había regalado. Mientras, él está en una asiento de plaza, mirándola y cuidándola. En relación a su primera infancia, es el único recuerdo de juego con alguno de sus padres que trajo durante todo el análisis. En el otro, recuerda el día de la muerte de él. Se recordaba, sentada en el umbral de una casa de una vecina, desde el que veía mucha gente aglomerada, entrando y saliendo de la casa de ella. No la llevaron al velorio, no vio el cadáver. Lo que le contaba la madre después, pasado el tiempo, es que habían hecho eso para protegerla, para que no se impresionara, era una chiquita de cuatro años.

Claramente era una hija de la vejez, tenía un hermano y una hermana mucho mayores que ella. Digo, no recuerdo exactamente, pero supónganse que la que la seguía que era la hermana tenía doce años más que ella, y el hermano como quince o dieciséis años más que ella.
En los recuerdos se diferenciaban aquellos provenientes de cuando vivían en un inquilinato, en vida del padre, con los de que cuando vivieron en una villa, luego que él murió. El hermano hacía changas. La hermana hasta que se casó trabajó de mucama, cama afuera. Para ella la madre se había esforzado en construirle un destino distinto, quería que fuera profesional. Quería y se lo decía, que ella fuera su seguro para cuando fuera vieja y no pudiera trabajar más. Esto que tal vez a alguno de los que están acá los horrorice, sin embargo era el sentido común hasta el año 46 más o menos, cuando se aprobó el régimen jubilatorio, en decadencia actualmente. Digo, porque empiezo a escuchar en el consultorio otra vez esto de los hijos como seguro de la vejez. Ella cumplió con su esfuerzo y el de su familia y se recibió de abogada. Mientras era estudiante, conoció a otro estudiante que la deslumbró. "Hablaba tan bien sabía tanto de marxismo". Esa doctrina que iba a liberar a los que sufrían como sufría su familia. "Era tan lindo con sus cabellos largos y grandes bigotes sesentistas". Fue un noviazgo largo. Era un hombre de postergar, también postergaba recibirse, en realidad nunca se recibió. Pero finalmente se casaron, y a pesar de que él tenía algunas dificultades sexuales: eyaculación precoz, escasas veces ganas de coger, adicción a la masturbación, no solo la intelectual, pudieron tener dos hermosos hijos. Vivían de lo que ella fue aportando con sus sucesivos trabajos, parte de lo cual iba para su madre, y de lo que él aportaba con el suyo. Más avanzado el análisis ella contaría que él se dedicaba a defraudaciones menores en las que a veces lo había ayudado en cuestiones técnicas. "claro, que en este país, usted sabe, eso es de lo más común".

Una vez recibida, su trabajo rápidamente comenzó a ser más remunerable y él a trabajar menos. Le llevaban mucho tiempo las discusiones de política en el bar Coto, en el que se reunían estudiantes de filosofía e intelectuales a tratar, desde sus sillas y esas mesas, de arreglar el mundo. Muchos de ellos murieron, mejor dicho fueron muertos tratando de arreglarlo, él no. Nunca fue más allá de la mesa del bar. Las discusiones entre ellos por las diferencias de aporte de trabajo y por la falta de goce erótico fueron subiendo de tono.

Cada vez lo pescaba en mayor cantidad de mentiras, ninguna en relación a infidelidades. Él nunca había tenido relaciones extramatrimoniales ni ella tampoco. Todas las mentiras de él tenían como función encubrir lo que no hacía. En todo ese período ustedes recuerdan, ella estaba en un análisis previo al que después cursó conmigo. Ella finalmente se hartó y a pesar de los ruegos de él que seguía jurándole amor eterno, lo echó de la casa. Ya muy avanzado el análisis conmigo él le seguía jurando amor eterno y esperándola.
Ella comenzó una nueva vida. En verdad lo único nuevo era que se había sacado de encima el lastre que ese hombre le había significado. Ahora se hacía cargo de los hijos a solas sin ningún tipo de veladuras, especialmente en lo económico. Él, de vez en cuando, los sacaba a pasear.

Mientras, el país ardía. Ella, que no era mujer de perder el tiempo en los cafés, había tomado partido por los insurgentes y como abogada batallaba arduamente y exponiendo su propia vida, por liberar a todos los que pudiera y por defender los derechos laborales de los trabajadores. Estamos hablando del período 1969 - 73. Llegó 1973, su voto a Cámpora y luego del triunfo ir en manifestación a liberar a los presos políticos encerrados en Devoto y en Caseros. Luego el voto a Perón e Isabel, las ilusiones de romper un cerco que Perón mismo había construido, las ilusiones de parte de los que serían tildados de imberbes un 1° de mayo en la Plaza por dicho líder. Las Tres A desplegaron su accionar. Fue entonces cuando su ex analista se tuvo que ir. Vino el Rodrigazo, la caída de las ilusiones, la vuelta a la lucha por liberar a los nuevos detenidos políticos. Finalmente la noche del 76. Se acabó la posibilidad de ejercer ninguna defensa jurídica. Es más, muchos de sus viejos colegas y compañeros iban desapareciendo forzadamente. Ustedes recordarán que la Asociación de Abogados laboralistas, tuvo cerca de cien desaparecidos. Le llegó el momento de retirarse a cuarteles de invierno, seguir trabajando en el cuidado de sus hijos chicos y para desarrollar su bufete de abogada.

Es en esa clima, en ese contexto y en esa historia, que un vecino del edificio comenzó a tirarle ondas. No era algo a lo que estuviera desacostumbrada. Mujer de cara medianamente linda, siempre sonriente y con un buen cuerpo y fuertemente constituido y mantenido, se sabía poseedora de una figura que atraía las miradas y los deseos de los hombres. Después de la separación había tenido alguna aventura transitoria pero ningún hombre le había resultado lo suficientemente atractivo como para ir más allá. Pero éste la inquietaba. Había algo en él... Físicamente era completamente diferente al anterior. El anterior era blanco, rubio, de ojos azules y modales muy cuidados. Este en cambio era morocho, grandote, tosco y con un hablar, no grosero pero tampoco intelectual. Era más parecido a la gente de su infancia y adolescencia. Muy distinto de los universitarios que la habían deslumbrado en su juventud y primer adultez. Además, era muy atrevido, no se andaba con vueltas a la hora de abordar. Al que había sido su marido prácticamente tuvo que abordarlo ella, pues él se iba en vueltas y postergaciones. Este en cambio no le había dado respiro ni tiempo a pensar. Cuando quiso acordar estaba en la cama con él. Pero una cosa era una aventura transitoria y otra formalizar. Rudoni, vamos a llamarlo así, presionaba. Quería que se fueran a vivir juntos con vistas a un futuro matrimonio. Eso ya fue demasiado, habló a su amiga (la ex analista) y corrió presurosa a consultarme. El hombre no le disgustaba, todo lo contrario. La excitaba de un modo que nunca había sentido. La posición económica en que estaba no era de persona rica, pero sí sólida y con un nivel de entrada similar o un poco mayor que el de ella. Juraba y re juraba estar separado y gestionando un divorcio muy difícil porque no era de común acuerdo y además porque la familia de la ex lo amenazaba con modalidades mafiosas. Pero él le aseguraba que estaba decidido y que llevaría a cabo ese divorcio fuera como fuera. Todo daba, pero la angustia la invadía. No podía ser que se enamorara de alguien que era tan extraño a sus ideas. Se trataba de un dirigente de los ubicables en la centro derecha del movimiento en el que ella militaba en su extrema izquierda.

Mi primer intervención, que yo recuerde y que ya les conté en alguna otra de las clases, ayudó a estabilizar la transferencia e iniciar un nuevo análisis que entre dimes y diretes duraría unos doce años. Ella consistió en una pregunta: "¿Y eso qué tiene que ver?" La pregunta la descolocó. Me miró atónita, no supo muy bien que responderme y tartamudeante empezó a buscar argumentos. Lamentablemente en esa época yo trabajaba aun con los 50' de rigor, de rigor tradicionales se entiende. Tal vez esa situación me hizo empezar a pensar en cambiar de técnica y me llevó a leer un reportaje a Maud y Octave Manoni que habían sacado en el número cuatro de los Cuadernos de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, cuando aun la dirigía Oscar Masotta. Como el mismo no me satisfizo ampliamente, fui a leer en los Escritos de Lacan, se los recomiendo a los que no lo han leído, Un nuevo sofisma... el título es más largo, ahora no me acuerdo. Me llevaría algunos años y pasar por la experiencia de un control y un análisis lacaniano, entender la lógica del tiempo de las sesiones y poder utilizarla con más o menos eficacia.

Pero volvamos a Lucía. En dicho tartamudeo y desconcierto es donde hubiera debido producir la interrupción de la sesión. Los que vinieron luego, en la sesión me refiero, fueron desesperados razonamientos para tratar de demostrarme y demostrarse que ¡no podía nunca establecer una pareja con alguien tan diferente! Siguió el dilema alguna sesiones más. Yo insistía con una pregunta muy simple: "¿Si eran tan diferentes por qué se sentía tan atraída?" Dicha pregunta era el muro en el que morían las palabras, o en realidad empezaban a relanzarse. En esos intentos de demostración iban asomándose vía equívocos, giros utilizados o descubrimientos perceptivos que no había sólo diferencias ideológicas, que también había importantes puntos de contacto. Ambos eran de acción, venían de abajo y tenían historias no tan santas como ella se imaginaba a la propia. Lalengua en una sola palabra o si ustedes quieren la jerga que hablaban, retirado el barniz profesional tenía tantos significantes comunes como las ciudades de donde provenían y tanta vecindad como los barrios que los habían acunado. Detrás del amor que parecía extranjero se desprendía un deseo que en el fantasma que lo sostenía reconocía muchos elementos inconscientemente identificables con escenas perdidas y con otras no llegadas a realizar. De todo eso empezábamos a enterarnos. Recién asomaba la puntita de las cartas que decidirían el buen destino de ese análisis.

Pero resultaron suficientes para que se instalara aquello que Lacan describió y designó como el Sujeto supuesto al Saber y que pasaba a encarnarse transitoriamente en mí, sirviendo de sostén a un amor sublimado de transferencia, que facilitó durante esos doce años el despliegue de un análisis que no fue fácil para su sujeto y en muchos trechos fue muy difícil para mí como sujeto, sujeto que hube de dejar en stand by, para poder sostenerme como analista y no defraudar el análisis a mi encomendado.
Bueno, como ven hoy, es cortito. Vamos a conversar.

(Se corta la grabación)

Lamentablemente por un defecto de grabación quedó marginado lo que probablemente fue más rico de la clase: el debate. Lo lamento y pido disculpas, aunque no fue por responsabilidad propia.

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