jueves, 31 de julio de 2008

7º Clase

21-05-2002


“Semblanteado por un rumor: ni desmentido ni confirmado, -utilizado.”

Me ocurrió algo que por suerte me sirvió para volver a repensar una formulación de Lacan que por supuesto no se las voy a decir ahora, porque es una formulación que aparecerá casi al final de la clase, pero además, me hizo repensar más allá.

Me hizo repensar qué significación toma para mí este seminario, cosa que la verdad que lo pensé cuando armé el programa, porque en realidad era un seminario que hacía tiempo tenía ganas de armarlo y lo postergaba porque quise darle una lógica a los últimos seminarios que fui dando, eso es lo que me permite también hacer una serie de libros después con esos seminarios que tienen una lógica, uds. ven que en la trastienda salió el volumen 1, está anunciado el 2 y este seminario se va a transformar en el 3, si tenemos suerte.

Pero creo que no fue eso solo, pasó algo más. Laura me recordaba el otro día, que yo de este caso este he hablado no como seminario, sino como conferencias sueltas dos veces antes. En general esas dos veces estaban encaradas alrededor del tema de fin de análisis. Me doy cuenta por lo tanto, que fue un caso que alguna importancia para mí tuvo si me vuelve insistentemente.
No entendía muy bien qué, tenía la idea de que con el material que tenía y el recorrido que tenía a esta altura en mi aprehensión llamémosle así de la conceptualización psicoanalítica, tenía el material necesario para transmitirle a quienes vinieran acá lo mejor posible aquellas cuestiones que tuvieran que ver con la práctica de la dirección de una cura. Hasta ahí estaba, pero ahora esta es la clase 7, de golpe me doy cuenta que venimos hablando del semblant desde la primera y que hoy por otro lado, de otra forma uds. van a ver, pero voy a hablar otra vez del semblant.

Entonces digo, ¿qué me pasa?, primero que no es un tema que se aborde habitualmente, en general se lo aborda como un párrafo que se dice en algún lado y ya está. Yo lo he abordado en otros seminarios dedicándole una clase, a lo sumo dos, más de ahí no he ido nunca y de golpe digo ¿7 clases, qué pasa?. Entonces me doy cuenta cuando voy viendo la clase que me va quedando y uds. lo van a observar ahora cuando la escuchen, que prácticamente el objeto en análisis en esta clase, en buena medida soy yo mismo. Entonces me asusté.

Ustedes saben que entre los psicoanalistas es muy común decir, no, se mandó un acting-out para que lo analicen a él, cuando alguien cuenta algo propio en público. Me pregunté,¿no será un acting-out en el que yo estoy?, ¿no estaré demandando análisis de algunas cuestiones que pudieran estar pendientes de mis transferencias en anteriores análisis?, no sé, eso no lo puedo decir yo, es obvio, pero creo que no. Entonces observé más la clase y me di cuenta que en realidad está causada por algo que en el movimiento psicoanalítico, especialmente en el lacaniano bajo la influencia de Lacan personalmente diría, y porque tiene mucho que ver con la persona de él eso, casi no se ha hecho, y en otros momentos del movimiento psicoanalítico donde se lo ha hecho un poco más, se lo ha hecho muy al estilo del aislamiento obsesivo. Muchos de ustedes están bien formados en Lacan, probablemente recuerdan poco de los mecanismos de defensa, pero Lacan jamás planteó que no existieran los mecanismos de defensa, sino que en todo caso el los articuló a diferentes formas de la retórica, y sí planteó la cuestión de que es erróneo interpretar primero la defensa y después lo resistido, después el deseo y dio razones de por qué. Pero sobre esa base, en el movimiento lacaniano hasta se perdió un poco la memoria de los mecanismos de defensa. Sin embargo, Lacan sostuvo y es una razón clave para que la conceptualización lacaniana no caiga en el psicologismo de suponer que dado tal padre o tal madre sale tal hijo, Lacan ha planteado que justamente de la elección del mecanismo de defensa va a depender en buena medida la estructuración del sujeto. Digamos que ahí en buena medida se fija la responsabilidad del sujeto. Por supuesto que la responsabilidad no es conciente, no es que un bebé o un chico de 2,3,4, o 5 años dice “yo voy a reprimir”, sino que toma un camino determinado, pero toma uno de los tres grandes caminos posibles: represión, renegación, forclusión. A partir del camino que tomó se generaran las condiciones para que ese sujeto sea sujeto de una determinada estructura y no de otra.

Esto en la práctica uds. lo ven, a mí me ha tocado, casualidades de la vida, analizar en momentos diferentes, dos hermanos de un mismo matrimonio, un matrimonio muy complejo, complicado y donde uno salió esquizofrénico y el otro salió un obsesivo, no diría brillante pero sí muy eficaz en lo suyo y con una vida neurótica común como cualquiera de nosotros. Entonces en el movimiento psicoanalítico se explicaron por un lado, qué es lo que va pasando en el analizante, y por otro lado, cosas que pasaban en el analista, esto es así a partir de Freud, el fundador. Freud cuando abre el discurso analítico con “La interpretación de los sueños”, analiza una cantidad de sueños de él, algunos de esos sueños, el prototípico es “La inyección de Irma”, tuvieron que ver con pacientes de él. El lo analiza como el análisis de un sueño y para el trabajo de transmitir lo que es el análisis de un sueño.

Los ingleses, especialmente un sector del psicoanálisis inglés, captó que en los analistas también pasaban cosas cuando estaban analizando y le dieron muchas alas a lo que ellos llamaron contratansferencia. Pero si ustedes leen esos trabajos, por lo menos mi recuerdo, tengan en cuenta que esos trabajos los leí hace muchos años y ahora no me puse a repasarlos, es el análisis de lo que a ellos les pasa, mientras están analizando, y conjeturan a partir de eso qué le pasa al analizante. Lacan va a criticar eso. Cuando él toma todo el tema de que imaginarse comprender no es lo mismo que interpretar, en el Seminario 1 por ej., en cierto modo ya está criticando eso, porque el comprender se lo apoyaba mucho en la empatía, y por lo tanto era una supuesta relación de sentimientos que se producían entre el analista y el analizante. Inclusive luego se armó todo un debate muy fuerte entre el movimiento psicoanalítico inglés que trascendió a la Asociación Psicoanalítica Internacional, realmente interesante, sobre si hay que hacer o no confesiones contratransferenciales. Y era un debate serio porque si se hacen confesiones contratransferenciales se está poniendo en un peligro bastante fuerte la abstinencia del analista.

En fin, lo que les quiero decir es que hubo todo un período del movimiento psicoanalítico donde curiosamente éste en general suponía al inconsciente como una mochila individual, digamos así, y donde entonces el analista analizaba eso que estaba en el paciente, pero al mismo tiempo discutían entre ellos cuestiones donde evidentemente el trabajo con el inconsciente producía efecto en los dos lugares.

Lacan, que va a criticar el término contratransferencia y creo que con razón, en el momento que critica, propone otro término que sería transferencia recíproca que sería un término que nos llevaría un buen tiempo de análisis, porque se dan cuenta que si hablamos de transferencia recíproca, estamos hablando de un fenómeno del orden de lo imaginario, pero luego Lacan va a ir avanzando en su formulación y va a colocar la transferencia también en el orden de los tres registros y eso va a ser muy importante en cuanto a cómo situarse como analista.

Fíjense una cosa muy llamativa de esa época histórica del movimiento psicoanalítico, obviamente llamativa, pero son justamente las que nos interesan a los analistas. Freud planteaba que en la psicosis no había transferencia y que al no haber transferencia no había posibilidad de análisis. En la misma época 1930-1931 Melanie Klein planteaba que en la psicosis había transferencia masiva. Se dan cuenta uds. que son posiciones polarmente opuestas. Yo creo que eso se va a poder aclarar recién con la aparición de Lacan. Desde el punto de vista de la transferencia imaginaria, efectivamente en la psicosis hay transferencia masiva, desde el punto de vista de la transferencia simbólica en el fenómeno psicótico como tal, en la desestructuración o la respuesta delirante a la desestructuración, no vamos a encontrar transferencia simbólica.

Todo este prólogo lo hago porque cuando estaba terminando la clase, digo ¿qué estoy haciendo?. Entonces ahora van a ver cuando la vayamos llevando que me di cuenta qué estaba haciendo y tal vez esto forme parte del eje del seminario en realidad, la verdad es que no es que me lo propuse teóricamente, me empezó a salir, eso me parece que era lo que me causaba tanto a armar este seminario, es tratar de ir mostrando cómo el inconsciente produce entre el analista y el analizante, por supuesto con los significantes reprimidos del inconsciente del analizante pero también en relación a cómo se sitúa ante ellos y qué significantes se ponen en juego desde el analista.

Por supuesto que esta formulación es inquietante, porque digamos sería mucho más cómodo suponer que uno empieza a abrir una caja china, otra caja china, otra caja china hasta que llega a la última, pero las cosas no son así. Entonces me parece que un resultado interesante de este seminario y creo que por eso vengo pivoteando tanto alrededor del tema del semblant y hoy lo voy a tomar por este otro lado, es esta cuestión de si logramos captar de que el análisis es un efecto que se produce entre ambos partenaires en relación a ese tercero que es la producción insconsciente. Fíjense que lo dije a propósito así, no dije producción del inconsciente, -podría haberlo dicho- pero parecería más que me refiero a la del paciente. Pero cuando digo producción inconsciente, me refiero a la del paciente pero también me refiero a la del analista.

Recuerdan uds. el origen de la derivación y la atmósfera en que se produce esa derivación, les ahorro la repetición. Esta cuestión del semblant y la del entramado entre analizante y analista mediados por el significante, la letra, el objeto, es en primer lugar importante porque muchos inicios de análisis abortan por no tener en cuenta esta causa; o sea, por no tener en cuenta, de parte del analista que ese análisis va a empezar o no, según él logre armar el semblant correspondiente para quien viene a demandar ese análisis, o sea, a diferencia de lo que pasa con los médicos, con los médicos también pasa en parte, pero digamos es menor el campo para eso, el que viene a buscar un análisis, o para decirlo más estrictamente como vienen ellos, en realidad a buscar una “terapia”, no pueden establecer ese vínculo con cualquiera, ni de cualquier manera. Será un chiste o será en serio, pero no son épocas para perder pacientes de entrada.

También, (sigo con la cuestión del semblant) y es importante para poner en análisis y aproximar conjeturas sobre una cuestión que a esta altura para mí es producto de la observación, pero en todo caso pregúntense, convérsenlo entre ustedes a ver si esto es así o no, que es observable la tendencia a la predominancia de determinados cuadros como habitantes de los consultorios de nuestros colegas. ¿Qué les quiero decir con esto?: está aquel que tiene su consultorio lleno de histéricas, el otro lleno de obsesivos , el otro lleno de psicóticos, pero que además tienen rasgos, cosas bastante en común y que uno no se imaginaría tal analizante analizándose con tal analista por ejemplo, y esta cuestión me parece importante porque puede ser causa de fracasos y de aciertos, no sólo en los comienzos de un análisis sino también en el desarrollo y la terminación de un análisis. Y ahí sí digamos que –por lo menos yo- fracaso o acierto en análisis no lo mido por la cantidad de tiempo que esté en análisis una persona con un analista, sino por el efecto que en el analizante se produjo al cabo de la experiencia.

Lo bastante observable es que el que se va a analizar, de maneras muy diferentes, -después podemos verlo-, va a elegir a su analista muy en relación a si observa que en dicho analista hay algo del orden del síntoma parecido al síntoma del que él padece. La ilusión que suele hacerse el que elige, es que el analista tiene bien resuelto su síntoma, lo ha transformado en algo eficaz, exitoso, etc, por eso va, no siempre va porque quiere más de lo mismo, sino porque supone que el otro se las supo arreglar con eso. Eso será un acierto si ese analista del síntoma a través de su análisis pasó a un sinthôme, tomando la formulación lacaniana, en todo caso después si quieren en el momento de los comentarios y preguntas aclaramos más a qué nos referimos, pero uds. notarán ya de entrada que aunque sea en la palabra hacía una diferencia Lacan entre síntoma y sinthôme. Entonces será un acierto si ese analista pasó de su síntoma a un sinthôme que le facilite su función de analista,-no cualquier sinthôme tampoco-, particularmente cuando se topa en el analizante con su ex – síntoma, actual sinthôme. Si les suena un juego de palabras lo que les quiero decir muy sencillamente es lo siguiente: me estoy acordando de un colega por el cual siento un enorme respeto, es un obsesivo que no les puedo contar, con una cierta sociofobia en realidad, no llega a ser una sociofobia recontra instalada, etc. no, pero un hombre de circular poco entre la gente, muy obsesivo él, se ve que ha seguido un muy buen análisis. Si ustedes lo ven en el barniz sigue siendo bastante parecido a como uno se lo puede imaginar antes de ese buen análisis, además es un hombre muy estudioso, muy serio como practicante, etc. En el consultorio es un león, la verdad que trabajando con los pacientes es un león el tipo, o sea ha logrado hacer de su síntoma un sinthôme, un elemento útil para trabajar con aquello que el quiere trabajar, y donde entra muchas veces aquello que fue su síntoma.

Ahora ahí también hay una pregunta interesante a hacerse, muy interesante particularmente para cuando les toque derivar o tomar un paciente. Ella es ¿qué buscan, por qué eligen su analista?, y también ¿para qué lo eligen?, y eso qué consecuencias puede traer. Ustedes saben que hay gente que elige un analista para no analizarse, pero hacer ante si mismo como que sí – dejemos de lado al psicópata que para que la mujer no se separe va al analista a hacer facha – y vayamos al que en serio se la cree. Yo me acuerdo de un caso que me tocó a mí tratar a una de sus ex –mujeres. Llevaba 30 años analizándose, esto lo conté mil veces porque la verdad es que me impresionó mucho cuando lo escuché. Treinta años analizándose con el mismo analista, y el analista hablándome por teléfono a mí para decirme que le dijera a la mujer que tuviera cuidado con él, que era un hombre sensible, que no lo tratara así. Yo pensaba bueno, tenés tranquilo 30 años más con ese analista y después... obviamente ya vas a parar a otro lado.

Lo que les quiero decir, la elección de analista no es ingenua, es ingenua desde el lado de la conciencia por supuesto, pero obviamente acá estamos hablando de otra cosa. Entonces, estuve reflexionando sobre mi caso en relación a este análisis que luego me tocó conducir y su incidencia en mi trabajo como analista con él.

Mi caso fue un caso difícil. No se preocupen no voy a entrar en obscenidades, no voy a contar en escena cosas que tienen que quedar fuera de la escena. Pero realmente era un tipo a determinada altura de mi vida joven, sufriente, angustiado, obse, sacrificado, en fin, un desastre. Entonces bueno, estaba en mi primer matrimonio, se me ocurrió que había que consultar a alguien. Yo en esa época era anti-psicoanalítico, entonces consulto a uno de los psiquiatras mejor considerados dentro del ambiente no psicoanalítico, pero muy querido por los psicoanalistas, de paso digamos, porque realmente era muy buen psiquiatra. Levantaba una bandera del mismo color ideológico que yo. Me doy cuenta ahora pasado el tiempo de que en realidad lo consulté a él por una identificación ideológica, bien del orden imaginario en ese sentido, porque ojo, ni siquiera les estoy diciendo ideales, estoy diciendo ideológico, hay un todo que se arma ahí, tiene mucho más que ver con la identificación imaginaria, y que nos dominaba a ambos en todos los planos. Como era lógico, fracasamos, sin embargo, -esta es otra cuestión a pensar- que es la utilidad del fracaso, porque uno siempre piensa al fracaso como lo malo, pero ese primer fracaso a mi me permitió captar que el mismo se había producido porque ese psiquiatra me daba toda la razón a mi. Encima nos llevó a una terapia de pareja un tiempo, y yo era el bueno de la película y mi mujer era la mala de la película, y si bien soy tonto, no tanto. Yo me daba cuenta que en algunas cosas ella tenía razón, no era tan sencilla la cuestión. Pero eso fue interesante, porque entonces me produjo una fractura en ese imaginario donde en el mismo colorido ideológico estaría lo mejor para todo.

Me acuerdo un amigo que tenía yo que era dentista que era del mismo color ideológico también, por supuesto era el dentista al que también yo iba. Un día me dice: Sergio ¿te diste cuenta que nosotros siempre pensamos que el mejor pediatra es fulano, que el mejor dermatólogo es sutano, que el mejor dentista es perengano, son todos del partido? Le digo: y sí, eso muestra la fuerza de la idea, vienen los más inteligentes, y el otro me dice, ¡no boludo, del narcisismo!. Yo no creía en el psicoanálisis, él me decía eso, tenía razón.

Pero ese primer fracaso me quiebra esa cuestión, entonces voy a una segunda analista a la cual yo conocía ya hacía unos años, la conocía bastante, la admiraba mucho, porque era una mujer muy peleadora en el sentido de defender sus ideas, en las cosas en las que ella creía, también ya las creencias eran no tan iguales. Teníamos sí, un tronco común pero no nos movíamos de la misma manera. Y además yo iba desde una identificación en crisis. Esa era la otra cuestión interesante. Entonces, esta analista me deriva a otro analista para que me analice, que era curiosamente un hombre que estaba en el mismo boliche político que yo, pero en crisis con ese boliche político y en crisis todo él. Cosa que yo me enteraba porque el no se preocupaba para nada de ocultármelo. Venía de la psicología del yo, era un tipo muy honrado, ético, muy derecho en cuanto a su práctica y además era un tipo inteligente, -acá también podemos empezar a hacer una diferencia entre lo que recibimos en la universidad y lo que nos produce el análisis-, aunque el me prestara libros de Brenner para empezar a introducirme en el psicoanálisis, luego cuando el interpretaba en algunos momentos para nada era un Brenner o un Kernberg, sino que era de latigazo rápido y apuntaba bien.

Yo me pregunté después: ¿qué hizo que aquella analista me hubiera derivado a éste analista? Ella me conocía bastante, conocía todos los dimes y diretes por los que andaba y había andado. Además yo en realidad me había querido analizar con ella, le había pedido análisis a ella. Y bueno eran esas época de la IPA donde la APA en la Argentina, donde un didacta no tenía turno hasta 4 años y medio después, y obviamente yo caminaba por las paredes, no podía esperar 4 años y medio, entonces por eso ella me deriva. ¿Qué la puede haber movido a hacer dicha derivación, no?. Por supuesto a mí me va a quedar simplemente como interrogante, no puedo contestarlo, puede haber tenido algo que ver lo de los colores, pero también puede haber tenido algo que ver lo de la crisis, puede haber tenido mucho que ver un olfato de ella en cuanto a mí y en cuanto al otro, yo tengo la sospecha además de que ella analizaba al otro, en fin... vaya a saber.

Lo que les puedo decir es que una interpretación de ese analista conmovió todo el edificio que tenía construído y en funcionamiento para mí relación con las mujeres, muy basado en lo que era la relación con mi madre. Yo me acuerdo que salí desartilculado de esa sesión. No me puedo acordar de la interpretación, no me puedo acordar el tema sobre qué versó, lo único que me puedo acordar es la cara anonadada mía, que yo no la podía ver porque obviamente no tenía espejo, pero me la imaginaba, la sensación corporal de sacudimiento, de mareo y que le dije: “me pateaste el tablero” y que me fui de la sesión casi atontado les diría y que a partir de ahí cambió mi relación con las mujeres, a partir de ahí empecé mi pareja con quien fue luego mi 2do. matrimonio que duró 27 años, y de un matrimonio para mí bastante bueno durante muchísimos de esos años y que después cuando empezó a declinar terminamos separándonos.

Ese primer análisis termina por cuestiones políticas y termina mal desde mi lado, porque a mi me echan de ese boliche político en el que estaba y la tradición era que nadie podía hablarle a los que echaban. Entonces le dije al que era mi analista que iba a interrumpir el análisis, que no lo iba a meter a él en compromisos, y él me dijo que yo procedía honradamente, y nada de lo que se decía de mí era cierto y que entonces él me iba a seguir analizando. Le dije que no, que para mi era más fuerte la idea, que la cuestión personal de mi análisis y que me retiraba. Así terminó ese análisis.

Después de eso ya sí , en todo ese período me había picado el bichito del análisis y me metí a estudiar psicoanálisis, y a practicarlo y le pedí derivación a mi primer supervisora estable, fuerte, por quien yo sentí y siento un cariño muy grande. Hemos quedado en lugares totalmente distintos. Ella luego, más adelante, fue una de las introductoras de las flores de Bach en la Argentina, pero en esa época era una psicoanalista formación APA, clásica, inteligente dentro de lo que se puede ser inteligente dentro de esa formación, y muy buena persona, realmente una persona macanuda. Entonces cuando le pedí que me derive, me derivó a una analista, que cuando yo estaba preparando la clase se me produjo un embrollo que dije: “lo voy a llevar a la clase”, inclusive no lo tengo desembrollado, no es para que ustedes me lo interpreten, si quieren me lo interpretan, no tengo ningún problema, no es esa la historia, sino porque me parecía que mostrarles el embrollo también forma parte de esto que estoy tratando de transmitirles.

Cuando trato de recordar el nombre de esta segunda analista, porque yo no les estoy diciendo los nombres, pero sí me los anoté acá como para ir recordando la situación, - fue un análisis en el que llegué hasta el alta-. Creo que tanto ella como yo a esta altura si nos encontráramos diríamos sí, nos equivocamos con aquel alta, pero llegué hasta el alta. Y ahora, preparando la clase, me olvidé el nombre, no me podía acordar el nombre, encima el nombre que me venía a la cabeza, -esto va a introducir un cierto clima de siniestro en la cuestión-, pero bueno, era el de otra analista que estando en análisis conmigo se había suicidado, que entre paréntesis fue el único suicidio efectivizado que se cuenta en mi foja de servicio, me sorprendió que el nombre que me viniera fuera ese. Ese nombre por otra parte tiene el apellido de un analista que es bastante conocido por sus actuaciones perversas dentro del consultorio, lo cual me complicaba más la cabeza todavía. Fíjense uds. que ahí hay un olvido y un equívoco. El equívoco viene en sustitución del olvido. Pero ese fracaso, en realidad para la persona que se suicidó, porque por una serie de razones, tengo muy claro de que hice todo lo posible para llevar ese análisis a buen término, inclusive que me vi venir el suicido y traté de pararlo, pero cuando una persona a veces está decidida en serio, y más si la familia tampoco tiene demasiadas ganas de que se quede en este mundo, es muy difícil pararlo. Ese hecho me entró a poner en cuestión el tema de la nosología psicoanalítica. A esa altura sí, ya no sólo tenía una formación freudiana fuerte, kleiniana pasable, no sólo con algún conocimiento de Winnicott, sino con una fuerte formación lacaniana, quiero decir, ya no era un nene de pecho en ese momento. Por otro lado era un caso que justamente por la características que tenía no lo trabajaba yo sólo, había otro colega que lo trabajaba desde otro lado, y un colega que merece absolutamente mi confianza y la de la mayoría del movimiento psicoanalítico en gral. o sea que yo estaba tranquilo en ese sentido, no había un peso de ¡uhh qué pata habré metido! no era por ese lado. Lo que me puso en cuestión sí fue a la nosología psicoanalítica, y me empujó a empezar a investigar y a trabajarla. Tal es así que presenté un trabajo en un Lacanoamaricano no mucho tiempo después, donde jugando al lacanés lo llamé “Noselogía” en vez de nosología.

Me impresionó mucho además ese caso porque era una colega que había sido muy fuerte ella como analista. Inclusive algunos casos que ella había conducido habían llegado hasta tener resonancia pública porque verdaderamente había hecho cosas muy fuertes. Una mujer grande, ya entrada en la vejez, que había estado muy grave cuando era joven, tan grave que había estado internada, tratada con electroshock, con toda la batería de ese orden, y después se había estabilizado y había llevado esa vida. Que había sido un vida tumultuosa, pero quien de nosotros no tiene una vida tumultuosa, y en esos finales hubo algo en la estructura de ella que hizo que al tener que enfrentarse con un problema regular de la vida como es el del envejecimiento, se le apareció demasiado real para su estructuración imaginaria y la disposición simbólica que tenía para operar sobre ella. Pero además, dada la particularidad que era muy amiga de esta colega que me había derivado a mi primer analista y también muy conocida de la colega que me derivó después a Lucía.

Por otro lado a mí me la había derivado a esta persona un analista por quien siento mucho respeto y que se había encontrado con el duro problema de que esta mujer sin estar analizándose con él había tenido algunas conversaciones sueltas en algunos momentos, en las que le mostró que había entrado en una transferencia erótica de esas inmanejables. Entonces él hábilmente dijo, no, mejor la derivo, que la atienda este otro, y él pasó a intervenir de otro modo en el tratamiento.

Evidentemente me la derivó porque confiaba en mi pericia y además no se desentendió del caso, sino que buscó una forma de intervenir que le permitiera sortear la transferencia erótica y a la vez colaborar al llevarlo a un buen desenlace lo que lamentablemente no logramos. Ella tenía el nombre además de un ícono artístico revolucionario y feminista de aquellas épocas. Fíjense uds. que yo todo esto se los cuento, van a ver como va a ir llevando a algunas otras cosas, porque a la que fue verdaderamente mi 2da. analista y que es la olvidada y sustituida por el equívoco, yo la había elegido por confianza en esa primer supervisora de la que les hablaba, que para mí era de fuera del corral ya a esa altura, que me despertaba mucho afecto en relación a cómo se las había arreglado con ciertas dificultades de su vida, aunque en otras inclusive con respecto a la supervisión yo tenía diferencias, ya habíamos interrumpido la supervisión, justamente por esas diferencias.

En esas dificultades de la vida que ella había tenido había un punto en común entre ella y yo, que consistía en una cierta invalidez física, en ella de una manera, en mí de otra. Ella a la vez me deriva a alguien con quien le parecía que yo podía andar bien para lo cual tuvo en cuenta según me lo dijo explícitamente, cierto parentesco político. Efectivamente eso jugaba algún papel ya que la ubiqué dentro de mi propia novela familiar, -de paso es un ej. interesante de cómo aparecen las novelas familiares- porque sino uno las busca al estilo de cómo están descriptas por Freud en su famoso artículo, y pueden aparecer de otra manera. En mí apareció como que yo estaba seguro, pero seguro, porque era una mujer que había salido de la Facultad de Medicina, más o menos me llevaba unos 5 años dentro de la carrera, había estado un año, dos en la Facultad de Medicina mientras yo estaba en 1°, 2°, y habíamos estado efectivamente en el mismo boliche en esa época. Pero ustedes saben lo que son las generaciones a esa altura de una facultad, era muy distante para mí. Yo tenía en la cabeza de que ella había estado en un campo de concentración en Polonia bajo la dominación nazi, vaya a saber de donde lo saqué, no sé. Mi recuerdo diría es que alguien me lo había dicho, yo creo que nada, que fue un invento que me hice. Entonces para mí ella era toda una heroína. En cambio mi padre había sido un tipo que durante un período largo de su vida había dimitido de sus ideas políticas, cosa que yo, de adolescente y joven no se lo perdonaba. Fíjense que en cierto modo, en mi novela familiar aparece la princesa azul que seguramente sería mi verdadera madre-padre en lugar de ese padre dimitido.

El análisis de esta mujer duró unos 6 años, fueron épocas difíciles para mí, porque fueron las épocas donde sí ya fui renunciando progresivamente a todas mis viejas ideas, me di cuenta que estaban equivocadas en cuestiones nodulares, lo que me produjo un vacío muy grande, que no lograba sustituirlo por otras ideas, porque para mí el psicoanálisis en esa época todavía era principalmente una práctica médica. Toda esa situación era realmente difícil, y ella la fue piloteando bien, no recuerdo grandes cosas, excepto una, pero no pequeña, que es que en determinado momento –esa sí si las voy a contar porque es sencilla de contar-, produjo una interpretación que puso en cuestión mi identificación al falo, al darme a observar cómo esa identificación encubría lo más profundo de mi castración.

Esta mujer era de formación kleiniana, en el tiempo en que me analizaba estaba estudiando fuertemente a Lacan, era evidente por los libros que tenía y lo trabajados que estaban arriba del escritorio, y además por algunas cosas que ella iba diciendo. Jamás me hizo una interpretación en jerga, siempre eran sencillas. Un día le contaba entusiasmadísimo maravillas, vieron cuando los neuróticos estamos muy pagados de nosotros mismos, de que yo cuando tenía 9 años y mi madre y mi padre se iban a trabajar y yo me quedaba a cuidar a los chicos, o sea a mis hermanos, y entonces les cocinaba y les daba de comer, y lavaba los platos y ella me dijo: “-¿Y a usted, quién lo cuidaba?. Me acuerdo que fue un pelotazo equivalente, pero ya en otro terreno al de aquel primer analista. Bueno, creo que en los finales del análisis ella se equivocó gruesamente y me interesa contarles la equivocación por lo que sirve para nuestra práctica. A mi me había dado por hacer cerámica. Entonces rato libre que tenía, rato que yo dedicaba a hacer cerámica. Entonces me estaba haciendo un tablero de ajedrez grande, enorme con figuras. De un lado estaban los rojos, (Risas),y del otro lado los negros. Obviamente el rey de los rojos era Fidel Castro y el rey de los negros el tío Sam. Y yo hablaba y hablaba de todo eso y ella no me decía nada. A veces me decía que yo eludía mi trabajo en las sesiones hablando de esas cuestiones. Cualquiera de nosotros creo que ahora se hubiera metido a ver qué estaba pasando con eso. Las letras de ese análisis estaban en ese tablero de ajedrez.

Por otro lado mi padre fue desarrollando una enfermedad crónica muy grave, muy horrible, e iba camino a la muerte. Hubo un momento donde yo entré que era una maravilla, Superman a mi lado un pavo. Ella me parece que se confundió con eso y yo también. Entonces un día le dije, mire la verdad es que ando muy bien, me parece que este análisis ya está. Ella me dice, bueno, fijemos una fecha, en esa época en el reglamento IPA se fijaba una fecha para 6 meses después. Bueno, fueron 6 meses analizándome en estado de elación. Se imaginan para lo que me sirvió. Llegó el momento del final y yo había entrado en otra con la cerámica, que era hacer una cara de Discépolo, quien era el ídolo de mi padre, y en buena medida sigue siendo el mío. Cuando terminé de hacerla y le hice la pátina, todo eso era para regalárselo a ella como regalo de fin de análisis y atrás le había puesto “siglo XX cambalache”, una maravilla. Cuando lo miro para llevárselo, era la cara de mi padre en el cajón, era realmente impresionante, cosa que le conté a ella, se lo llevé un par de meses antes de terminar el análisis. Entonces ella dejó el paquete sobre el escritorio y no lo abrió nunca. El último día cuando nos separamos me dijo: -bueno, pero esto lléveselo usted porque yo no me voy a quedar con la melancolía de su padre. Años después cuando pensé mucho en ese análisis me di cuenta de que ella ahí ya se había avivado de que no estaba terminado y que hizo un movimiento, que tuvo bastante que ver con que vuelva al tercer diván después. Es más, un año después, le pido una entrevista, conversamos, le cuento extensamente que estoy por empezar a supervisar con un colega lacaniano, le doy el nombre, ella me escucha atentamente, me hace algún comentario, cuando terminamos le digo, bueno ¿cuánto le debo?. Me contestó: -no esta fue una conversación, esto no fue una sesión, no está en análisis no me debe nada. Y me agrega: y lo felicito porque piensa analizarse con un lacaniano. Me dio la mano y no nos vimos más. Les cuento estas cosas porque lo que procuro es desacartonar el análisis, o sea, en ese sentido he tenido buenos maestros, les agradezco a ellos que hayan sido así, porque esta mujer obviamente me da el alta, lleva todo hasta el alta, se le escapa un rinoceronte, pero en el final se da cuenta y no tiene inconveniente en jugarse y ponerlo sobre la mesa.

Esta mujer es de la que yo me olvidaba el nombre y me aparecían todas las otras asociaciones que les contaba. Finalmente empecé a supervisar con ese lacaniano en vez de analizarme. Ya a esa altura estaba muy convencido de las cosas de Lacan, o sea Lacan había pasado a formar parte de mis ideales, por eso fui a supervisar con el lacaniano. Me preguntó ¿por qué querés supervisar conmigo?. Le dije mirá, -la verdad hace muchos años que vengo leyendo mucho de Lacan, que vengo tratando de hacer una práctica lacaniana, pero nunca supervisé con un lacaniano, quiero hacerlo porque me doy cuenta que sino, no puedo seguir leyendo, ya se me torna demasiado oscuro. Y entonces empecé a supervisar con él. Ahí capté que tenía muy buena oreja este colega, pero dejé de supervisar con él porque me deprimía más de lo que estaba en tanto el se ubicaba como agente en un discurso universitario. Más que supervisar, se pasaba dándome lecciones de psicoanálisis, con lo cual me deprimía cada vez más. Pero a la vez capté que tenía muy buena oreja porque las lecciones el las daba también a partir de lo que escuchaba de lo que yo le llevaba. Con lo cual yo estaba metido en un lío, que lo resolví de la siguiente manera: ponerme en análisis con él, ahí no me iba a poder dar lecciones, ahí iba a tener que analizarme y me fui a supervisar con un no lacaniano que en realidad resultó mucho más lacaniano que el lacaniano. Alguien que sin saber Lacan, les puedo asegurar que definitiva, con una modalidad muy particular porque es un hombre que trabaja muy por la vía del relato, no sólo de escuchar el relato del paciente, sino de armar él un relato luego, que ojo no es lo mismo que dar indicaciones, a uno le parece que está hablando de bueyes perdidos, por ahí cita al Martín Fierro, trae no se que historia rara de por allá y pac! Metió el pelotazo.

Fíjense que aquí tuve un lapsus cuando estaba escribiendo, porque puse: “decidí analizarme con el y supervisar con un lacaniano, recién después me di cuenta, pero en realidad el lapsus estaba diciendo la verdad en cierto sentido”. Mi tercer analista cometió un error en los inicios, que si no lo hubiera cometido, probablemente hubiera llevado mucho menos tiempo terminar el análisis mal terminado por aquella 2ª analista. Esta es otra idea que tienen que hacerse. Porque es muy común escuchar que alguien va a su 2do, 3ero o 4to. análisis y que lo empiezan a analizar como si recién empezara y eso puede ser o puede no ser así. Recuerdo un hombre que vino a analizarse conmigo, tenía 60 años, se había analizado 6 años con un colega de APA que era esquizofrénico, -esto no es rumor- todo el mundo lo sabía. Yo estaba muy asustado cuando vino este hombre. A las pocas entrevistas me di cuenta que era un hombre que había analizado mucho de su vida y tenía muchas cosas resueltas de su vida, excepto un problema: el padre. Pero la verdad a eso se metió de cabeza, asociando libremente, no porque se hubiera propuesto –“voy a resolver el problema de mi papá”-, sino que se metió de cabeza ahí y a los dos años terminó el análisis. O sea que yo en realidad no es que lo analicé, sino que terminé un análisis que había logrado conducir bastante bien el colega aludido anteriormente.

Distinto del caso que estamos trabajando este año acá, donde ustedes ven que se analizó exitosamente 10 años antes y después estuvo 12 años más conmigo. También se podría decir que terminó un análisis, pero obviamente hay una diferencia. Con esto de paso les quiero decir que no se hagan esquemas de qué pasa con la gente cuando viene y adonde va.

Era un buen analista freudiano el colega lacaniano con el que me analicé por tercera vez. Otra cosa interesante, yo creo que ese análisis empezó a terminar porque duró como un año más el análisis, y a mi modo de ver terminó, después de ahí no me analicé nunca más, hice alguna vez una experiencia de unas horas con Rodrigué, por como me sentía y además porque me interesaba hacer la experiencia con Rodrigué, pero quiero decir un análisis en todas las de la ley no, empezó a terminar ese análisis no por una interpretación acertada de él o cosas de ese estilo, sino al revés, porque el cometió un error garrafal en el seno del análisis. Yo creo que estaba muy inducido por algunos intereses en los que el estaba muy enganchado, y que lo hicieron operar de una manera determinada en relación a lo que yo iba diciendo, no lo que yo iba diciendo sino lo que yo había hecho en el exterior del análisis. Lo he comentado con algunos colegas, inclusive del propio lugar donde él es uno de los jefes, y coincidíamos, pero lo curioso es que en ese error garrafal él repitió un determinado tipo de error de mi padre y que era justamente el punto donde yo menos había sabido como arreglármelas con mi viejo y se abrió otro mundo para mí, algo así como -ah!, ¿también se puede hacer así?. Pero fíjense que interesante, porque algo que este colega produce y que se me aparece como muy real a mi y a él –a ambos- abre el comienzo de ese final.

Lo que les quiero decir es que la gente pregunta cuando anda buscando con quien analizarse y en la pregunta pre-selecciona, la más común es no, yo con un hombre no, yo con una mujer no, pero no solo eso, che, y de donde lo conocés, como y esto o aquello, y eso suele no llegar a veces en las primeras entrevistas. Mejor sí uno lo puede observar. Es muy importante observarlo. Pues comienza a ponerse en juego ahí la transferencia. Ustedes. recuerdan lo de Freud. Empieza con lo de la transferencia de carga, después va a la transferencia de imagos, después repetición en relación a las imagos. Lacan va a diferenciar transferencia de repetición y va a diferenciar repetición de re-edición. ¿Qué hace la diferencia?. ¿Por qué lo que repetimos no es absolutamente por identificación?. Y es justamente eso que los seres parlantes no procedemos meramente por identificación como hasta cierto punto tomaba como centro la escuela kleiniana inclusive la Psicología del yo, sino por un entrecruzamiento entre el deseo inconsciente y las repeticiones de goce, que son efecto, ellas sí, de diversas modalidades de identificaciones. Tengan en cuenta ustedes que las identificaciones son algo así como una mochila de significantes que llevamos puesta y que nos indican donde, cómo, de qué manera, hasta donde, hasta que límite gozar. En ese entrecruzamiento aparecen las diferencias y dichas diferencias convocan a la pregunta por el saber. Esa pregunta lleva a demandar terapia. Lo digo a propósito así, la gente viene a buscar curarse, después si las cosas andan bien entran en el deseo de analizarse, y el deseo de analizarse no es como algunos colegas suponen, el deseo de saber más sobre uno, sino es el deseo de encontrarse y hacer algo con su inconsciente, que es distinto. Dependerá del arte, incluída la técnica del analista, -porque todo arte exige una técnica depurada como cosa previa, o al mismo tiempo- y de los límites de la estructura del demandante, que dicha demanda termine siendo transformada en demanda de análisis. Yo les iba a explicar hoy el grafo de la transferencia pero se los dejo para no alargar, porque ya alargué demasiado y vuelvo a Lucía.

Ella venía porque le suponía saber hacer a su ex analista y a esa altura su amiga. En ese sentido hay que diferenciar entre el saber imaginario y presupuesto y el saber hacer, retrosignificado como resultado del acto y por lo tanto el saber hacer en lo fundamental es inconsciente. Esto se los iba a explicar más alrededor del grafo pero dicho en términos sencillos, si ustedes se remiten al comienzo de la clase, donde yo estoy en esa bruma y digo ¿qué estoy haciendo?, ¿qué es lo que está pasando acá?, yo recién capto que es lo que está pasando cuando termino de armar la clase.
Lacan tenía un aforismo que lo comienza a plantear en “La proposición del 9 de octubre”, donde dice: “Un analista no sabe lo que dice, pero debe saber lo que hace”, es un poco oscuro ese aforismo si ustedes lo piensan así nomás. Pero efectivamente, un analista no sabe lo que dice, primero porque muchas veces lo que dice le sale al modo del equívoco, del acto fallido, del olvido, pero otras veces no, inclusive puede ser una interpretación elaborada, pero se encuentra con la sorpresa de que el analizante a partir de esa interpretación agarró para un lado que él ni había pensado, entonces no sabía lo que decía aunque creyera que sabía lo que decía porque mandaba un enunciado pensado. Pero debe saber lo que hace, fíjense que interesante la ambigüedad de la formulación, porque debe saber lo que hace uno puede interpretarlo como: vos tenés que saber que si juntás cal con arena y con cemento vas a armar una mezcla adecuada para pegar ladrillos, ¿no?, pero también es interpretable en el sentido de que recién cuando armaste la pared vas a tener la seguridad de si esa mezcla era la adecuada o no, recién ahí vas a saber lo que hiciste. Con lo cual creo que lo que nos advierte Lacan es que tenemos que estar permanentemente atentos al efecto de lo que hacemos en el consultorio, porque eso es lo que nos va a devolver el saber sobre lo que hicimos. Antes, no sabemos.

Típicos saberes hacer son los del artista y del artesano, distinto totalmente del industrial. El industrial sí sabe lo que va a salir de su proceso de producción a grandes rasgos, digamos. El artista, el artesano se entera después, y es en realidad su producto el que lo va a fundar a él como artista o artesano.

Además y muy probablemente la amiga le había hablado de mi inteligencia, mis glorias pasadas, etc. Por lo tanto venía al nuevo analista empujada por su deseo e inhibida por sus ideales. Sin embargo toda la apariencia era de que venía empujada por sus ideales. Mi maniobra de semblant fue ni aclarar ni desmentir la cuestión en relación a los ideales pero sí utilizarla. Hubo en ella algo similar a lo que hizo conmigo mi segunda analista. Desde ese mal entendido, intervine con la pregunta que ayudaría a instalar la transferencia más en el sentido de su deseo, a la vez que colocando entre signos de interrogación la consistencia de sus/mis ideales.



Preguntas y comentarios:

Alicia Smolovich: No, que escuchando todo, un poco me vuelve esto que vos planteaste en relación al analizante, a la persona que viene a demandar, en relación a encontrar un analista que tenga que ver o que resuene en su síntoma, pero que el lugar del analista, lo esperable es encontrar este lugar del sinthôme. Digo esto porque cuando vos contaste toda esta cuestión del recorrido de tus análisis, y donde al comienzo aparece toda la cuestión ideológica, la transferencia imaginaria muy fuerte, como vos lo contaste por lo menos jalonando, todo el tiempo que vos lo relatabas tenía muy presente a Lucía, que en realidad este es el punto de su análisis, que vos una y otra vez trajiste.

Sergio: Yo creo que ella tuvo la suerte de que creo que logré resolver bastante bien mi sinthôme en ese terreno y entonces desde ahí, como decir, es como si uno al mismo tiempo que es del mismo gallinero pudiera mirar desde otro.

Alicia: Esta cuestión del sinthôme me parece muy importante en relación a esta idea de que muchas veces sigue circulando en relación a que se supone que un analista parece que tuviera que tener su inconsciente como totalmente liquidado y me parece que en ese sentido la cuestión del sinthôme es como un elemento fundamental para poder pensar la posición del analista.

Sergio: Si, justamente todo el final del seminario la idea mía es dedicarlo a la cuestión del fin de análisis, porque creo que en ese sentido hemos leído parcialmente lo de Lacan, y que eso no nos sirve. Hace poco un colega, Enrique Lofreda, escribió en Imago Agenda un artículo muy apasionado defendiendo la necesidad de que los analistas se re-analicen cada x tiempo, según planteaba Freud, Winnicott. Es un colega que tiene mucha lectura lacaniana. Yo entiendo el apasionamiento de él justamente en el sentido de que hay muchos colegas que es como si hubieran cumplido un rito, terminaron su supuesto análisis, se terminó supuestamente el análisis. Yo les digo la verdad, por lo menos lo que pasó conmigo, es que terminado mi 3er análisis continué mi analisis en serio o sea en serie. Lo que cae, si ustedes lo leen con atención en la propuesta, es el analista como resto, no el análisis, y esto es muy importante porque ahora está más light como todo en el mundo la polémica, pero en la época que se discutió mucho en Buenos Aires alrededor de esto, la discusión era sobre si análisis finito o infinito, donde entonces había un poco la suposición de que Lacan le discutía a Freud y decía que el análisis era finito y que en cambio Freud decía que era infinito. Yo creo que no había ninguna discusión entre ellos dos en ese sentido, el análisis es infinito, el inconsciente nos acompaña hasta la exhalación del último suspiro. Me vino a la memoria ahora algo que recordaba con mis hijos hace poco, de haber presenciado los por casualidad 15 minutos previos al fallecimiento de un viejo anarquista (no hay caso, me persigue la idea) y el viejo anarquista había estado 15 días internado en ese hospital y ya eran sus días finales y los curas se le iban encima todo el tiempo, las monjas y el viejo los sacaba carpiendo y 15 minutos antes pasa una monja y le dice: monjita, monjita...cuélgueme un escapulario. Y otra que me contó el viejo Munist, ahora ya muerto, fue decano de la facultad de medicina y que era muy amigo de Palacios. Él contaba que cuando Palacios ya estaba en su lecho de muerte en determinado momento llama a sus amigos –para las amigas chilenas que hay acá, Palacios fue un dirigente socialista argentino muy hispánico y muy particular- y entonces llama a sus viejos amigos, 6 o 7 alrededor de la cama y les dice: “Miren, yo se que me estoy muriendo, en cualquier momento entro en coma, si me escuchan pedir un cura, no me den pelota, estoy delirando”. Pero lo cuento en el sentido de cómo el inconsciente funciona hasta el final.

Gabriela Gil: Te quería preguntar si cuando te referías a esta analista que te dice “yo no me quiero quedar con la melancolía de su padre”, esto tiene que ver con un fin de análisis en relación a la caída del objeto que queda del lado del analista, ¿no?, no el objeto de cerámica...

Sergio: Me parece que en ese caso no, en primer lugar voy a tratar de responderlo estructuralmente, justamente porque ella dice: “no me quiero quedar con la melancolía de su padre”, o sea que ella no se hace cargo de eso. Creo que tenía razón en el sentido de que no había ocurrido algo ahí por lo cual yo dejara la melancolía de mi padre ahí, yo dejaba una vestidura de la melancolía de mi padre que era Discépolo. Creo que en ese sentido ella como maniobra, como intervención hizo algo de lo que los kleinianos hablaban y siempre advertían de hacerlo con cuidado –que salió bien probaría que no soy psicótico- que era reintroyectar el objeto. Dicen que con los psicóticos no hay que hacer eso porque se les puede desencadenar la psicosis. Ella me reintroyecta digamos, en cierto modo me dice: “te la llevás puesta, no la dejás acá”. En ese sentido yo creo que ella se había dado cuenta a esa altura de que no era un análisis terminado y que tuvo, la verdad lo digo con cariño y admiración por ella, no la vi nunca más en mi vida, no se si está viva a esta altura, tuvo los cojones suficientes para no importarle con qué idea me podía ir yo de ahí con respecto a ella. A ella le importó que hacer con su analizante y punto. Después para ella supongo que habrá sido una alegría que yo haya vuelto un tiempo después a contarle que me iba con otro, pero supongo que ella debe haber percibido algo así como bueno, por suerte salió bien.

Alejandro del Carril: Hablaste mucho de la muerte y de los ídolos y la clase gira en torno al semblant. Lo que me parecía era si para poder sostener un semblant lo que había que poder era matar el ídolo narcisista que uno siempre lleva adentro. Matarlo una y otra vez, incluso el del fin de análisis.

Sergio: Es interesante porque lo decís de un modo paradojal, te das cuenta vos, ¿no?, porque decís matar el ídolo que uno siempre lleva adentro, y creo que es acertada tu fórmula, me hizo acordar esa de Winnicott que el adolescente tiene que matar al padre y el padre no se tiene que dejar matar. Creo que nunca terminamos de matar alguna forma de ídolo, lo interesante es si el análisis nos deja en posición de estar matándolo todo el tiempo, y no quedar atrapados ya sea en la genuflexión ante el ídolo o en el goce narcisístico que produce sentirse ídolo.

Sergio:Bueno, nos vemos el martes.

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