jueves, 5 de junio de 2008

A pesar de todo, la vida puede embellecerse

Sección: Página Caliente

A partir de una opinión de Diego Lerer en Clarín, de que La vida es bella “es un filme profundamente inmoral”, se desató una polémica que abarca varias cuestiones.
Me interesa[i] tomar una, que considero crucial. El Registro Imaginario, necesario para mantener la ilusión de entenderse con el otro y no desorganizarse mentalmente, ordena a través de imágenes y sentidos absolutos. Si hay servidumbre completa al mismo, se va a las ideas totalitarias, fundamentalistas. Que anidan no sólo en concepciones de secta como las que se enquistan en cualquier religión. También pueden hacerlo en organizaciones políticas, como ocurrió con el comunismo y el fascismo. En la actualidad las encontramos en el aún hegemónico neoliberalismo económico y en las corporaciones capitalistas que lo usan.
Cualquier humano sabe que la vida es sufrida, para algunos más, para otros menos. Lo que depende de circunstancias con las que se tiene que enfrentar cada sujeto. Pero para nadie resulta fácil. Como señaló Lacan, todos quedamos en las costas del goce[ii]. De eso habló Freud en su obra, particularmente en El malestar en la cultura.
Entre otras cosas, la dificultad surge de que el principal instrumento que tiene el ser humano para facilitársela, el Registro Simbólico (gracias al cual, a diferencia del resto del reino animal, el hombre crea) es insuficiente, en clave psicoanalítica -está castrado. Pero no sólo porque no puede saberlo todo, prever todo, sino también porque sus operaciones, en el mismo punto en que resuelven problemas reales, pueden generarlos. Lo que sólo es advertible a posteriori. Esto ocurre por la estructura del lenguaje, y no hay progreso que lo pueda solucionar. Esta carencia estructural de lo simbólico, debe hacernos cautos, austeros en las ideas y en lo que nos proponemos.
Por el contrario, los fundamentotalitarismos se obstinan en no renunciar a la soberbia de creer que todo se puede. Esa idea animó a los cultos animistas, aflojó un poco con los dioses reales del politeísmo griego y resurgió con toda fuerza con los monoteísmos. Cuando los desarrollos de lo simbólico (encarnado en ciencia y tecnología) fueron haciendo la vida en la tierra cada vez más difícil de soportar y las diferencias sociales más evidentes, aparecieron los evangelios revolucionarios que prometían el paraíso en la tierra. Lo que llevaba a la idea de que cualquier sacrificio valía la pena, ya que después todo cambiaría. Tomadas por esa idea, enormes masas humanas se inmolaron, por el color que fuera, en la pira de las revoluciones. Entre nosotros fueron sacrificados más de 15.000 jóvenes por el mesianismo totalitario de los que asaltaron la república el 24 de marzo de 1976 como respuesta total, a la insurgencia de las organizaciones revolucionarias armadas de entonces.
A esta altura el lector se puede estar preguntando: ¿y la película de Benigni?
Me pareció necesario dar este rodeo para entrar en el valor que ella tiene, pues para no chocar dos veces con la misma piedra, es imprescindible no echar en saco roto lo que la vida nos enseñó[iii]. Uno de los artículos que más decididamente ataca a la película, escrito por un psicoanalista[iv], la acusa de banalización el horror, privatización individual de la culpa social, individualismo que ignora cualquier manifestación de solidaridad, de doble discurso que le da valor positivo a la mentira, de vale todo, para finalizar diciendo que: “Esta película es sólo eso: parodia simulacro, copia ‘light’ y romántica de una crueldad original o es también reiteración de un espanto en clave de joda que, al minimizarlo, sólo augura que ese espanto vuelva a reiterarse”
Según nos relata en un artículo contiguo Norma Morandini, no es lo que vio en ella Jack Fuchs, sobreviviente de Auschwitz. A él le gustó la película. Además dijo: “En verdad morí en Auschwitz en 1944” Ya que aún habla, ¿miente Fuchs? Por supuesto que no. Como cualquier humano en sus cabales, metaforiza. Como lo hace Benigni a través de su personaje obsesionado por atenuarle el dolor a su hijo, a través de las metáforas y el juego. Mientras dicho padre genera ese espacio potencial[v] que le facilite al niño transcurrir lo más indemne posible el horror, Benigni no priva al espectador reconocerlo, en las filas hacia las duchas de la muerte, en el mural en brumas de cadáveres emaciados apilados, en los trabajos forzados, en la devastación final en el campo abandonado, en el asesinato del padre, etc.
Freud y Lacan nos trasmitieron que lo que caracteriza a la posición del psicoanalista cuando analiza, consiste en dejar de lado los supuestos previos y someterse a leer lo que se enuncia en el mensaje en cuestión. Esta posición vale no sólo tras el diván, sino también en el análisis de cualquier manifestación social. Es evidente por lo que dice Volnovich, que ha leído prolijamente a Baudrillard, pero no parece haber utilizado la misma minuciosidad para mirar La vida es bella, sólo la catalogó según el catálogo del autor francés.
¿Por qué le doy tanta importancia a este debate?[vi] Porque las posiciones extremas contra la película, vehiculizan fundamentalismos que coartan los pocos respiros que los humanos nos podemos dar en vida: el humor, el juego, la fantasía, la ilusión del amor, el goce erótico. De esto nos habla Ana María del Cueto, también psicoanalista, en el artículo publicado en el mismo diario el 4 de marzo. Y lo hace, recordando relatos de sobrevivientes de los campos nazis y su propia experiencia en los años de plomo de nuestro país.
Pensar que esos respiros anulan la responsabilidad social de los sujetos, es perder de vista que el inconsciente no funciona según el principio de contradicción. Esa idea, a horcajadas de la “pureza”, lleva a maniqueísmos que conducen al sacrificio, la amargura, la melancolización permanente. En cambio, sostener la paradoja de lo bello en el seno del horror, facilita inhibir la violencia, no por vía de la formación reactiva que sólo la posterga sobrecargándola, sino de la sublimación y la creatividad que transfieren las energías subjetivas (libido) a la elaboración de los dilemas que la vida presenta. Transferencias que en referencia a lo peor del poder, pueden resultar favorables a la vez que todo lo contrario. Señores y reyes siempre tuvieron bufones. Menem cuenta públicamente chistes sobre él mismo. Embolsan el trabajo del chiste para su propia ganancia, una de las cuales es distender la agresividad de sus oponentes. Pero ocurre otra cosa, cuando comienzan a circular masivamente chistes anónimos sobre los gobernantes. Son la señal de que la gente empieza a perderles el respeto.
Lacan planteó que la función del psicoanalista es despertar al sujeto a lo real dentro de una lógica temporal. No puede estar despierto permanentemente, eso apresuraría su muerte. Los espectáculos, también los de humor, suelen ser una buena ayuda para embellecer la vida, sin por eso olvidar sus horrores. Full Monthy (Todo o nada) la película inglesa sobre desocupados, fue otra buena muestra de esta función del espectáculo.
[i] Tomé este tema también en el número 10 de Psyche navegante actualmente en el cyber espacio www.psyche-navegante.com
[ii] Radiofonía y Televisión
[iii] Como nos lo recordó Envar El Kadre a su vuelta del exilio
[iv] Juan Carlos Volnovich, Clarín 28-II-1999
[v] Me refiero al concepto de Winnicott
[vi] Además de este artículo y del mencionado supra, hemos publicado el de la colega residente en Italia Isabel Capelli y va también en este número el de Sonia Scalise.

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