10 junio 1991
La palabra discriminación representa una de las tantas paradojas en que se inscriben las vicisitudes tragicómicas del animal parlante, o sea de nosotros los humanos. La discriminación -diferenciación, separación- (Pequeño Larousse ilustrado) del cuerpo de la madre, resulta indispensable para que el pequeño inicie su camino deseante. De lo contrario todo se satisface en él -efectiva o delirantemente (psicosis)- y no hay por que desear. Y si no hay por que desear, no hay por que vivir. Discriminación entonces, es un nombre que toma el acto que funda al deseo. Por eso también es el que rememora la pérdida más dolorosa, más incomprensible, la de las primeras experiencias de goce. Goce de ser gozado (por la madre o sustituyentes) en el que, entonces mas que vivir, se es vivido. A diferencia del deseo, gatillado por la discriminación que da origen a esa pérdida que queda funcionando para siempre como causa del deseo, dando razón -sentido- al vivir: recuperar ese goce perdido, imposible de recuperar jamás. Entonces, gracias a la discriminación el deseo inconscientese torna indestructible, la pérdida de goce una herida incurable, y la vida, irrecusable hasta que la muerte apague al deseo.
Esta estructura es el cristal que compone los anteojos desde los que los bichos parlantes miramos nuestras posibilidades y nuestras dificultades, encontrando la lógica de nuestros actos y acciones.
Desde aquella, las comunidades se reconocen al discriminarse de otras, sufriendo, lo que las diferencia. Al reconocerse entonces, por el sufrimiento ocasionado por lo que sienten como goce perdido, y suponen como goce existente y a veces sustraído por el otro, sustentan la discriminación con agresividad. Por lo tanto el problema no reside en la discriminación. Esta, simplemente es un hecho, por la existencia del lenguaje que significa, discriminando por oposición y diferencia entre las palabras de las lenguas. La mujer no es igual al hombre, el negro al blanco, o el homosexual al heterosexual. El problema reside en la agresividad que desata, por suponérselo al otro poseedor de algún goce ausente, o escaso en uno. A esto se agrega el sentimiento de afirmación de si mismo y de la propia comunidad, que produce rechazar al otro.
Para ejemplificar. El adulto discrimina al adolescente y dice que está en la pavada, por que lo observa poseedor del goce juvenil que a él ya le falta o le es escaso. Esto se acentúa en fuerzas de seguridad, por que su estructura militar les impide, como sujetos que están a ellas, las libertades que caracterizan a los chicos. De ahí que se ensañen con la vestimenta de los mismos, con su pelo, con su concurrencia y despliegue en bailes, recitales y otras actividades en las que se abre paso el despertar sexual de los pibes. Por las mismas razones, en los homosexuales reprimen el acceso al goce por ellos elegido. Ya que, para agentes de dichas Fuerzas, funciona como representación de insoportables y reprimidas fantasías inconscientes a las que encuentran como darle curso en nombre del deber, cuando en sesiones de tortura violan homosexualmente a la víctima.
La discriminación entonces, condición necesaria para el desarrollo del sujeto deseante, se convierte en vehículo de agresividad destinada a la autoafirmación y causada por la suposición de que el otro accede a goces vedados para los discriminadores. Dicha suposición resulta de una pobreza en la red simbólica que los constituye, pobreza que no les permite significar las dificultades en el goce propio de otra manera que atribuyéndoselas al otro y transformando la discriminación en rechazo mas o menos agresivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario