martes, 6 de mayo de 2008

Clase N° 9

15-11-2004


Ética y semblante. Fin de análisis: ¿caída de los semblantes?
Miguel Calvano y Sergio Rodriguez.

Antes de empezar la clase voy a pasar algunos avisitos. El lunes que viene a las 20:30 hs. en este mismo lugar voy a presentar el volumen dos de En la trastienda de los análisis. Donde yo voy a hablar 5 o 10’ y después una muy buena actriz, poco conocida, Claudia Stella que se dedica fundamentalmente al género narración, va a relatarles un cuento de Alberto de Moravia, “Hablar para vivir” que la verdad es muy bello. Después unos vinitos, unos canapés y esas cosas.

La otra cosa, hemos convocado tanto a los docentes como a los alumnos que tengan ganas de presentar trabajos para el lunes trece de diciembre que nos reunimos acá a las 20:30 hs. A los que presenten trabajos les pedimos que no sean más de 10’; para que tengan idea 10’ son dos páginas a un espacio o cuatro páginas a doble espacio. Así armamos un intercambio de ideas acerca de los resultados del seminario. Miguel y yo hemos tomado el compromiso de no presentar nada, esta vez son ustedes los que van a hablar.
Esta noche cuando salgamos de acá con algunos dinerillos de lo que ha quedado de lo que ustedes han ido poniendo durante el seminario, invitamos a todos a cenar al club Eros, que está en Uriarte y Honduras.

Marta: ¿A ir o a comer?

Sergio: a comer, a ir a comer. (Risas)
Los talleres los damos por concluidos, a menos que ustedes quieran volver a reunirse. Eso pónganse de acuerdo con los coordinadores de talleres, porque por ahí el 29 los que tengan ganas se reúnen en taller con su gente. Eso cada coordinador lo decide.

Les digo, personalmente estoy contento con el seminario, para que ustedes tengan idea de los treinta inscriptos iniciales quedaron quince al final, o sea más o menos la deserción habitual: un 50%. Pero a mí personalmente me resultó muy útil para lo que yo me proponía que era investigar el tema. En ese sentido, en primer lugar le agradezco a Miguel que obviamente ha colaborado fuertemente como así yo creo que he colaborado con él en esta investigación. Algunos resultados de esto verán en la charla de hoy y yo tengo la idea de que en algún momento esto se transforme en un libro. Por eso también la jornada es interesante, porque algunos de esos trabajos que se presenten en la jornada pueden ir a parar a ese libro. Además creo que nos hemos metido con un tema al cual se lo enuncia mucho pero hemos tratado de producir algunos enunciados. Es un tema importante.

Me invitaron esta semana pasada a hablar en un panel. El simposio de la APA de este año gira alrededor del tema del trauma porque el congreso internacional de IPA va a girar alrededor del trauma. Laura Lueiro estuvo entre el público y podrá decir que le pareció pero a mí realmente me pareció muy interesante lo que está pasando ahí donde hay mucha gente que se está oxigenando y la verdad que hubo una discusión sobre la temática muy interesante que va a seguir la semana que viene. Dentro de esa discusión, el tema del semblante tomaba una importancia fuerte, cosa que también ahí se conversó.
Lo que voy a decir para empezar la conversación entre Miguel y yo empezó hace un ratito acá y en realidad empezó hace como quince años. Miguel y yo éramos docentes en la escuela del Borda, Miguel daba niños, psicoanálisis con niños, y yo daba fundamentos de la práctica.

Miguel: regalaba niños yo. (Risas)

Sergio: entonces para una de las clases, me acuerdo que me metí muy a fondo con “La subversión del sujeto” y me encontré con la sorpresa de que en un pie de página Lacan decía que el concepto de objeto a de él estaba muy inspirado en el de objeto transicional de Winnicott. Lo cual para mí en ese momento fue una sorpresa, dije ¿qué me querrá decir este tipo con estas cosas? No llegué en ese momento a ninguna idea pero me quedó picando. Esa es una cuestión, la otra cuestión es que yo vengo notando hace unos cuatro o cinco años que mi modalidad de trabajo en el consultorio se ha ido transformando. Cada vez que yo notaba algún movimiento que me resultaba extraño de mi parte trataba de darme razones para ver si seguía con eso o no. Por ejemplo les confieso que actualmente un 40 % de mis pacientes no deben estar haciendo diván. De ese 40 % hay algunos psicóticos por supuesto aunque también hay una prepsicótica que hace diván. Me doy cuenta que estoy más conversador con la gente, observo en que estoy más conversador, lo que me doy cuenta es que no entro en conversaciones en general a demanda del paciente o a veces el núcleo de pacientes. Yo trabajo con pacientes individuales pero también trabajo con parejas, familias. Me di cuenta cuando me empezó a pasar eso que había bastante influencia de una modalidad de trabajo que tiene Ulloa donde también él muchas veces hace esas cosas. Empecé a preguntarme que me pasaba. Me empecé a encontrar por ahí prestándole libros a pacientes o por ahí hasta regalándole la copia de un disco a alguno. Cosas que me llamaban la atención, no entraban dentro de lo clásico. Progresivamente se me fue metiendo la idea de que mi consultorio se estaba transformando en algo parecido a lo que Winnicott define como espacio transicional. A partir de ahí ya tuve como un piolincito a partir del cual empezar a tratar de pensar la cuestión. Se me viene el recuerdo de ese pie de página de Lacan en “La subversión del sujeto”, espacio transcional, objeto transcional, semblant del objeto causa del deseo, semblant de objeto a, ya había piolines que empezaban a tratar de ligarse entre ellos. A partir de eso es que yo les quiero plantear lo que voy a tratar de expresar lo más brevemente posible. Sería lo siguiente: primero, hubo una discusión en el psicoanálisis en los comienzos que lamentablemente yo creo que abortó por cuestiones que tienen más que ver con la política del movimiento psicoanalítico que con las elaboraciones conceptuales. Me estoy refiriendo particularmente al debate que terminó enfrentándolos a Freud y a Hume pero que en realidad estaba fogoneado desde varios otros lugares. Tanto del lado de Hume con respecto a los suizos como por el lado de Freud con respecto a los marxistas dentro del psicoanálisis. El debate era sobre si inconsciente individual o inconsciente colectivo, mejor dicho termina así confrontándose el debate. Lamentablemente digo yo porque si uno va siguiendo a Freud en “La interpretación de los sueños”, “El chiste”, “Psicopatología de la vida cotidiana”, uno puede olfatear de que Freud no creía que el inconsciente era algo que se portaba y se decía sino que en todo caso con los insumos que cada uno portaba es en la relación al otro que se producía la enunciación de inconsciente. O sea que lo inconsciente, por lo menos era producido por la relación. Hume de algún modo pescó eso también pero lo pescó en relación no sólo al acto analítico sino a la relación del inconsciente con la cultura, cosa que también en Freud va a tomar su lugar. Piensen en “El malestar en la cultura”, “Tótem y tabú”. Hume era hijo de un pastor protestante y una familia protestante y genera la idea de inconsciente colectivo y la idea de los arquetipos inconscientes. Ahí ya Freud se pone nervioso porque ya es otra historia. Ahí es plantear la idea de que hay como una colección de enunciados que se transmiten genéticamente. Por otro lado sin embargo, si ustedes piensan en la conferencia de introducción al psicoanálisis, si no recuerdo mal en la del síntoma, Freud plantea las series complementarias, plantea lo filogenético, antogenético y el trauma, también está ligando la producción y construcción del inconsciente a la historia de la cultura. De otro modo, no a través de arquetipos y enunciados. A mí me parece que puede dar mucho para estudiar nosotros, por ejemplo lo que trasmite la etimología de las palabras, no digo que lo haya planteado Freud, esto tiene que ver con cosas de Lacan, con cosas que pensé yo. Pero hay una transmisión, eso es evidente. Entonces es una pena que se haya producido esa ruptura entre Hume y Freud tal vez si ellos hubieran podido intercambiar más por camaradería y menos tironeados por necesidades políticas del momento y del moviendo hubiera dado otros resultados. Lacan toma la posta de esa discusión, creo que Lacan no lo recupera en ese punto a Hume porque Lacan no le perdonaba la agachada ante el nazismo. Yo la otra vez le decía a Laura medio en broma y medio en serio que tal vez fue un desplazamiento de Lacan porque no nos olvidemos que Freud también tuvo su agachada ante el nazismo, nada más que terminaron de maneras diferente y además uno era judío y el otro no, cosa que tiene su importancia para esa historia. Pero Lacan cuando plantea la cuestión de los discursos y la cuestión de los matemas retoma evidentemente esta cuestión de la producción del inconsciente como una producción entre. Tal es así que inclusive históricamente para él, primero empieza con la intersubjetividad, después se aviva y dice: no la inetrsubjetividad lo decía para que me entendieran pero en realidad el significante está en el medio. En realidad es el significante mediando entre los sujetos. Digo esto para que nos vayamos ubicando en el sentido de que es una historia la construcción de la práctica psicoanalítica y que todavía hay mucho por ampliar y mucho para profundizar y para transformarla en más eficaz. Ya en la cuestión de los matemas de los discursos Lacan va al matema del analista y plantea la cuestión del analista haciendo semblante de objeto causa de deseo y profundiza más y termina llegando a la idea de que en realidad todo agente es de apariencia, todo agente de discurso es de apariencia. Este punto es muy importante porque eso lo lleva en La tercera de roma a decir: el ser está en eso se goza o gozase, es el punto de goce el resto es apariencia. Para llegar a eso él ha tenido ya no sólo que hablar como hasta Ancor o algún seminario anterior de los tres registros sino que ha tenido que lograr encontrarles una topología que es la del nudo Borromeo. El nudo le permite articular a los tres registros, provocar una profunda interdependencia entre ellos, no se olviden que si se corta un nudo caen los tres, al mismo tiempo que una equivalencia entre los tres registros simbólico, imaginario y real. Sin embargo, sin dejar nunca de lado que la primacía es del significante porque en realidad los tres registros nacen de la acción del significante. Cuando él arma eso, arma otra cosa muy interesante que es esta cuestión de que en el nudo el sujeto no aparece, lo que aparece es el objeto y en todo caso lo que él llega a decir en La tercera también, es que el sujeto está pensado entre los tres registros. Voy por ahí porque van a ver como eso nos lleva a lo único nuevo que yo hoy quería plantear que es esta cuestión de Winnicott. Si ustedes lo leen a Winnicott, yo no soy un gran lector de él pero una lectura más o menos detenida de los principales trabajos suyos tengo, impresiona principalmente por la clínica de él, eso es lo que a todo psicoanalista que lo lea le va a producir. Después tiene un problema que es que como él se proponía escribir en un, en términos de él, espacio intermedio, espacio transicional que sirviera tanto para la divulgación como para la profundización, escribía en un lenguaje que al que no está atento lo puede inducir a leerlo como si leyera un artículo de psicología en Para ti. Esto le ocurre a buena parte de los winnicottianos, cuando creen que la mamá tiene que ser buena para que el chico salga bueno y no pueden producir una lectura más o menos fina donde por lo menos se podrían preguntar porque él no dice madre buena sino dice madre suficientemente buena. Al meter el suficientemente obviamente está hablando de que el tema no está puramente en la bondad. Él escribe así y por un lado tiene su clínica que impresiona tanto por la agudeza como por esa cosa tan extraña. Él no vacila en llamarle análisis a una familia que veía dos veces por año porque vivía en determinado lugar de Inglaterra e iban debes en cuando a verlo. Él los daba como casos clínicos y no se hacía el más mínimo problema. Por otro lado, una conceptualización que él la produce como conceptualización dirigida a apuntar a dos cuestiones: una sería la crianza de los niños, para decirlo de alguna manera y otra sería la creatividad de los adultos, la capacidad de invención y fíjense que aparece el término crear en ambas cuestiones. Yo les iba a leer pero para no aburrirlos, en todo caso si quieren leer es el artículo principal de él que está en Realidad y juego, sobre los objetos y fenómenos transicionales. Lo que Winnicott va a plantear ahí es que a él le llama la atención como el psicoanálisis siempre se preguntó sobre los objetos internos y sobre los objetos externos pero no se preguntó sobre ese espacio de ilusión. Espacio de ilusión, dice, que el analista no tiene que resolver porque es un espacio de ilusión que funciona paradojalmente. Pensando sobre eso me di cuenta que en realidad tiene mucho en común Lacan con él en eso, en relación a dos planteos básicos de Lacan, uno es: la verdad tiene estructura de ficción y otro: la realidad es la articulación entre imaginario y simbólico. Sobre eso hemos estado trabajando este año tratando de articularlo con su relación con lo real. La verdad tiene estructura de ficción, la verdad sólo se puede decir a medias, no se puede decir más que medias verdades, en fin todo ese tipo de planteos de Lacan tienen mucho que ver con esto de que todo espacio es transicional si ustedes lo piensan. Uno podría tal vez excluir cuando alguna ciencia trabaja muy rigurosamente determinadas cuestiones y les digo más o menos porque muchos productos de esa rigurosidad científica han caído como paradigmas en la década del noventa o sea que había mucho de ilusión del científico también en lo que había producido. Por ejemplo esta reunión que hay entre nosotros, acá también se establece un espacio transicional entre todos, no sólo entre ustedes y nosotros sino entre nosotros dos, entre todos nosotros, donde cada uno va a pescar una parte de la verdad según desde el lugar del que está escuchando y hay otra parte que de algún modo la va a llenar con sus ilusiones. En ese espacio se van a producir fenómenos, por ejemplo hoy se va a producir un intercambio de ideas entre nosotros pero también pueden aparecer objetos. Él da ejemplos y él mismo se molesta de dar ejemplos, dice algo así como que lo le molesta de dar ejemplos es que después los ejemplos se va transformar en una clasificación y que no es eso lo que él busca pero tiene que dar ejemplos, entonces da el ejemplo del osito de peluche, de la tira cómica de Peanuts, de los cuentos de Winnie the Pooh, da ese tipo de ejemplos que no tienen importancia realmente. Sí tiene importancia lo que él dice: el tema del objeto no es el objeto sino es el uso del objeto. Entonces a él le llama la atención ahí que son objetos amados y odiados, objetos usados y destruidos, son objetos reales. Es literal de él eso. Fíjense como aparece lo real pero no a través de la ilusión de que se puede llegar a lo real sino a través del uso que al objeto se le da y cuando aparece el uso que al objeto se le da aparece el odio y aparece el amor.
Otra vez no aparece por nada que sea verificable como esto es lo que es. Cuando yo fui tratando de articular todos esos piolines sueltos de golpe me di cuenta de que lo que yo estaba haciendo en mi consultorio era un espacio transicional adonde además yo estaba dejando traer a mis pacientes sus objetos virtuales y presenciales. Por ejemplo en más de una oportunidad ha ocurrido que en medio de un tratamiento yo me daba cuenta que determinado análisis de la crisis del paciente en su pareja se encontraba con un tope, que yo no estaba seguro si era el tope de la pareja o un tope que no podía definir. Por ahí aparecía la proposición del paciente de si no podía traer a la pareja y yo le decía que sí. Efectivamente el trabajo con ellos dos durante un tiempito por ahí permitió salir de ese tope y después seguir con él nuevamente otra vez. Había algo del uso del objeto, llamémosle así, por parte de mi paciente y del uso del objeto de la pareja de mi paciente respecto de mi paciente que no era transmisible solamente por la vía de la palabra. De estos ejemplos podría darles muchos otros, de muchos he hablado acá. He hablado de los tratamientos indirectos de hijos a través de los padres o cosas de ese estilo. Del mismo modo me he preguntado sobre esta cuestión mía de porque he prestado un libro, que por ahí preste un disco o regalé un disco, como ahora son fáciles de copiar y baratos no hay demasiado problema. Les cuento uno de hace poco, una paciente que yo analizo que es hija de una judía muy judía que es hija a la vez de padres judíos muy judíos pero que se casó con goy

Ethel: uy, uy, uy!

Sergio: donde siempre hubo una guerra encubierta pero furibunda entre los padres de esta muchacha donde por supuesto ambos padres eran progres, laicos, agnósticos pero el judía de mierda estaba a mano siempre y el shuarse también estaba a mano siempre. Yo me di cuenta que esta muchacha había quedado en medio de esa cuestión en buena medida. Es una muchacha que se desarrolla en el medio artístico y que algunas de sus inhibiciones en su desarrollo en el terreno artístico tenían mucho que ver con no poder reivindicar determinadas tradiciones porque era traicionar a un padre o al otro. Con las interpretaciones no alcanzaba entonces un día le regalé unos discos de música kretschmer, acá algunos me entienden.

Miguel: no entiendo nada, ¿de qué hablas? Soy de otro barrio yo.

Sergio: La música kretschmer es la música judía que se desarrolló en Centroeuropa y Estados Unidos en la década del treinta, que se cantaba en irish y que tenía inclusive bastante influencia del jazz muchas veces. Por ejemplo ... gran cantante de jazz eso sí todos ustedes lo sabrán, era cantante de sinagoga. Es todo un hecho cultural la música kretschmer. Además estaba muy vinculada a lo que eran los cabarets berlineses del año treinta. Toda esa cosa conflictiva, contradictoria y complicada de la cultura puede muchas veces estar alojada en una música como en este caso. La verdad que el efecto que le produjo a la muchacha encontrarse con la música kretschmer que nunca la había escuchado fue muy impactante. No había interpretaciones ahí que hubieran podido producir ese efecto. Con lo cual además todo esto va exigiendo un arte de parte de uno, una artesanía, una de las cuestiones que dice Winnicott ya en referencia a la cuestión del objeto transicional, dice “la madre coloca el pecho en el lugar en que el bebe está pronto para crear y en el momento oportuno (...) eso le permite al bebe creer que creó el pecho”. Esto que a ustedes les puede parecer una locura desemboca en una frase muy parecida a como le contesta Lacan a Dolto en Los cuatro conceptos. Dice: “en la forma corriente, le ofrece su pecho y su ansia potencial de alimentarlo. Cuando su adaptación a las necesidades del bebé es lo bastante buena, produce en éste la ilusión de que existe una realidad exterior que corresponde a su propia capacidad de crear.” Esto Lacan lo va a decir en Los cuatro conceptos cuando habla de la oralidad y dice que en la oralidad el pecho chupa a la madre. Fíjense que son frases que se están refiriendo a ese mismo fenómeno, a esa misma dificultad de poder explicar donde está ese espacio transicional donde ocurren esos fenómenos.

El psicoanalista tiene que tener ese arte de esa madre suficientemente buena, no es en cualquier momento que uno puede regalar un disco ni porque sí, o que puede recibir una obra de arte. Yo les contaba a ustedes, si no recuerdo mal, el impacto que a mí me produjo mi segunda analista. Ahí tienen el ejemplo de alguien que no era ni Winnicottiana ni lacaniana, venía del klenismo y sin embargo utilizó conmigo evidentemente el consultorio como un espacio transicional. El objeto que yo le llevé lo tomó como un objeto transicional y en relación al uso que intenté darle ella le dio su propio uso con lo cual me reposicionó completamente sobre que había pasado ahí. Hubo palabras, porque ella me dijo: yo no me voy a quedar con al melancolía de su padre. Pero me devolvió el objeto.

Esto quería transmitirles porque me parece que es interesante en el sentido de que entonces nos permite romper con razones el concepto clásico de encuadre, lo digo apropósito así para no decir ortodoxo porque no es cierto, Freud no tenía el encuadre que después se transformó en el encuadre clásico. El encuadre clásico es un producto más o menos después del congreso del 10 o del 25 cuando se establece justamente la ... y esas cosas. Antes ese encuadre no existía por eso algunos le llaman encuadre ortodoxo y yo prefiero llamarle clásico. Lo clásico es lo que procede por imitación a un maestro que se supone que fue lo sumo. Romper ese encuadre clásico para lo cual Bleger hizo un trabajo muy profundo desde el punto de vista de él que fue darle razones neopositivistas al encuadre psicoanalítico clásico. Creo que nosotros podemos romperlo pero no arbitrariamente para entrar en la chantada de hacer cualquier cosa sino en el sentido este de tratar de artesanalmente utilizar estos conceptos que tienen que ver con discurso, con nudo Borromeo, con espacio transicional, fenómenos transicionales, objetos transicionales.
Yo por ahora nada más.

Miguel: haber si yo entendí de lo que hablaste más allá de lo evidente. Uno podría pensar que hablaste de como se construye el semblante del analista, como se arma eso, una primera respuesta que se me ocurría y que de alguna manera era una de las cuestiones que yo había pensado que podía decir hoy es que el semblante se construye hablando, en principio. En la medida que el paciente habla va construyendo sus semblantes y va construyendo el semblante de analista que le es necesario a su análisis. El analista se hace con eso ofrecido por el paciente, etc. ese es otro modo de decir exactamente lo mismo. Tomo esta cuestión de la relación del semblante y el habla un poco continuando la línea argumental que yo tuve la última charla aquí que es tomar los fundamentos del semblante a partir de las operaciones de atribución y existencia y cómo la operación de existencia básicamente comienza a dar cuenta de la existencia del semblante.

Hoy más bien quería mencionar las cosas que como bien dijo Sergio al principio, esta investigación sobre el semblante a mí me dejó y que me queda para seguir pensando. Una es esa la relación entre el semblante y el habla, lo cual efectivamente lleva seriamente a pensar que sucede cuando no se habla en el análisis. Especialmente pensando en esos niñitos que no hablan. La otra cuestión que me parece muy importante es la relación entre semblante y la interpretación. Si ubicamos por ejemplo como lo había ubicado Sergio en su primera charla a la transferencia como el sujeto supuesto de saber, uno podría decir que hay ya de entrada para la escalación del análisis un semblante de saber, un semblante de sujeto y un semblante a posteriori de objeto y entonces ¿qué relación tiene ese sujeto supuesto al saber con la interpretación? Si la interpretación afianza, consolida al sujeto supuesto al saber o si la interpretación desgasta al sujeto supuesto al saber. Me parece que es una cuestión bastante importante a pensar. Me parece que hay que pensar que la interpretación va en dirección al desgaste de esa relación en el sentido de que la interpretación va en la dirección de agujerear los semblantes, destituirlos. Si no fuera así el análisis me parece que se transforma en interminable. Otra cuestión que a mí me quedaba dando vueltas era la relación entre semblante, el fantasma y la fantasía. Muchas veces me da la impresión que hablamos de semblante para no hablar de fantasía, como si fueran la misma cosa. En la fantasía podríamos hablar de la cosa en cambio en el semblante me parece que no, que la condición del semblante es que la cosa este perdida. No es lo mismo.
La cuestión que finalmente se me imponía ubicar era la relación entre el semblante y el goce en el sentido de una frase que Lacan dice en Ancor y es que el único modo de tramitar con el goce es a partir del semblante, no hay otro modo. Si uno ubica todas esas cosas en el dibujito del nudo Borromeo, en la graficación, tenemos varios temas acá además de los que ya hemos mencionado. Uno es que el semblante no es real, se dirige a lo real, más bien viene de lo simbólico. La otra cuestión es que, nosotros no lo habíamos tomado la vez que lo presentamos, lo que este triangulo encierra es el goce justamente. Por otra parte, y esto tiene que ver con lo que mencionaba Sergio, el semblante si bien tiene una relación a la verdad no tiene nada que ver con lo verdadero, en el sentido que no hay que confundir la verdad con lo verdadero. En ese sentido el psicoanálisis excluye a lo verdadero. Más bien tenemos alguna relación con la verdad no con lo verdadero.

Si tomamos el fragmento que yo había trabajado hace ya dos reuniones, ella no era él habría que pensar que esa frase que enuncia la analizante hace caer un semblante. Un semblante que estaba construido y que ubicaba a esta mujer respecto de su hermano y que habría que pensar que ella era él, que ese es el semblante que cae que ella era él. Ella era él también lo podemos tomar como efecto de un fantasma que sostuvo la existencia de esta mujer y que ella no era él era justamente uno de los modos del atravesamiento del fantasma. Ella era él hay que pensarlo me parece no como si ellos, ella y el hermano, fueran un espejo sino que el hermano le era necesario a esta mujer para acceder a la pareja parental. Dicho de otro modo, le era necesario para acceder a alguna forma de goce y de deseo. Si ella era él gozaba como él, deseaba como él, en fin. Se había armado como un fantasma histérico. Ella no era él hace caer ese lugar y los semblantes que de él se derivan y que sostenían una existencia. Semblantes ligados al hermano, al padre, a la madre y a las extensiones de estos semblantes que eran básicamente el lugar de la mujer, el lugar del hombre, el lugar de la madre. Esta mujer había tenido muchas dificultades con su maternidad y el lugar del padre se le armaba de una manera tal donde a su marido ella le exigía que se comportara como su padre se había comportado con ella. Todos esos semblantes son los que caen a partir del ella no era él. En ese sentido uno podría comenzar a pensar que la neurosis, la psicosis, la perversión, las estructuras clínicas son modos de construcción de los semblantes que constituyen a alguien y que el análisis lo va a hacer caer o debe hacer caer a esos semblantes. Es más, el pedido de análisis, el llamado a un analista, me parece que hay que pensarlo también como el momento en que alguno de los semblantes que constituyen a alguien comienza a trastabillar. Hay una operación de caída de esos lugares que sostienen la existencia de alguien. En ese sentido justamente la frase ella no era él, es la frase que da cuenta de un semblante que cae; cae el semblante que sostuvo que ella era él. Lo cual me parece que, con esto concluyo, la clínica psicoanalítica es una clínica de los semblantes. Un modo de entender qué es la clínica psicoanalítica es una clínica donde operamos a partir de los semblantes. Operamos a partir de semblantes que caen. La palabra caen es una palabra que hay que tomar en todo su peso. Nosotros habíamos tomado al sujeto como efecto de la caída en relación a la pareja de los padres. La caída como la piensa Lacan es la operación que da cuenta de la emergencia del objeto, esto de lo que hablaba Sergio. En esa hiancia que se produce entre un semblante y la caída del semblante, ahí en esa hiancia algo del orden del objeto va a emerger o debiera emerger.
Me detengo acá, abrimos el espacio para charlar, comentar, discutir no cero.

Norma: Al principio habías dicho que hubo algunos cambios en la forma de analizar, esta cuestión de ser más conversador, de regalar los discos, los libros ¿A qué atribuís ese cambio?

Sergio: lo atribuyo por un lado a mis propios análisis, les di ese ejemplo de cuando mi segunda analista al final del análisis me devuelve el regalo, el efecto que eso me produjo. Por supuesto que yo en ese momento no elaboré todo un razonamiento sobre que significaba eso, me llevó un montón de años llegar a una idea. Pero el efecto me lo produjo, recuerdo que en aquel momento me dejó conmocionado pero creo que me dejó conmocionado a muy largo plazo y eso me ha seguido trabajado años. Por otro lado la experiencia pero la experiencia no como experiencia en sí sino como experiencia analizada, en el sentido tanto de cosas en las que me fue bien como analista y fracasos como analista que me obligaron a pensar sobre que había pasado en cada una de esas cuestiones. Por otro lado el estudio, pero también medio imperceptiblemente te diría porque lo escuchaba recién a Miguel y por ejemplo yo me acordaba que nosotros, no tanto la generación de Miguel que es más joven que yo, es un chico sino de los más viejos, para nosotros el encuadre era religioso. No nos preguntábamos ¿por qué? Leíamos “El hombre de las ratas” y no se nos ocurría preguntarnos porque le había convidado arenque Freud al hombre de las ratas y qué efecto había producido eso o por qué Freud había atendido a Juanito trabajando con el padre de Juanito y con una sola entrevista con Juanito. ¿Qué tenía que ver eso con los encuadres clásicos? Nada. Pero evidentemente eso me ha ido trabajando a mí. Después me encontré con el estudio de Lacan, primero lo estudiaba como un psicoanalista clásico más, nada más que me daba cuenta que había producido efectos muy importantes en el psicoanálisis. Después cuando empecé a leer los casos de Lacan, o sea cuando los pacientes de Lacan empezaron a escribir sobre sus análisis, no los rumores, cuando uno lee a los pacientes lo que a ellos les quedó de sus análisis o cuando yo me enteraba de que Lacan estaba analizando a alguien y al mismo tiempo lo estaba supervisando. Todas esas cosas me fueron armando ensaladas en la cabeza que de hecho más de una vez estuve a punto de renunciar a considerarme lacaniano porque me parecía que se apartaba totalmente de la ortodoxia hasta que después de las vueltas y reflexiones sobre estas cuestiones decía no. Yo analizaba muchos analistas y no los supervisaba porque era pecado mortal y cuando me empecé a dar cuenta de que me hablaban de cualquier cosa menos de su trabajo como analistas dije: ¿cómo? están economizando toda una parte de sus vidas entonces empecé a entender porque Lacan analizaba y supervisaba al mismo tiempo sin hacerse demasiado problema. Después las lecturas, mejor dicho, la segunda vuelta a las lecturas. Cuando ese pie de página de hace quince años me sacude porque plantea la relación entre el objeto a de Lacan y el objeto transicional de Winnicott y después cuando lo voy leyendo a Winnicott me sorprendió como le sorprendió a Miguel y a muchos de nosotros su clínica, empecé a tener que darme explicaciones y después la práctica. Hay un analizante que viene trabajando conmigo debe hacer unos veinte años, básicamente una melancolía. En determinado momento cuando el análisis iba bien e iba desembocando a que saliera de eso decide volverse a su pueblo a más de mil kilómetros de acá, con la idea de construirse una casa porque eso era lo que le iba a resolver la vida. En realidad lo que ella quería era construir un hogar pero no había interpretación que le entrara y se fue. Después empezó a venir a verme y a querer seguir conmigo el análisis una vez cada muerte de un obispo. Yo discutí con ella que no, que se analizara en su población, donde ella vivía. Entonces ella como buena melancólica lo tomaba como que yo la expulsaba, como que yo la abandonaba y entonces yo tenía que seguir trabajando con ella en idas y vueltas y así. Esa muchacha me hizo pensar mucho. Me pasó a la inversa con otra muchacha donde al año logré que se volviera a su población. En sí la vida, la vida del analista mientras uno no se aferre a creer que hay verdades absolutas, establecidas, de una vez para siempre, al contrario sino que uno esté todo el tiempo tratando de ver que está pasando con eso que uno está haciendo. No sé si te contesté.

Marta: sí, sí. Porque me preguntaba justamente por esto que vos habías dicho de que nosotros teníamos el concepto clásico y pensaba un poco en esto que decía Miguel de operar con la caída de los semblantes y el lugar de las interpretación y que no se transforme en análisis interminable.

Sergio: ya que lo dijiste así, me diste una idea que estoy seguro que Miguel va a estar de acuerdo, en realidad con el paso del tiempo a nosotros se nos fue cayendo el semblante del análisis clásico. Eso es lo que se nos fue cayendo. Ahora, yo insisto en lo de Bleger porque es realmente un colega que respeto mucho, es un tipo realmente muy riguroso en los suyo y se ve que él también se encontró con esa dificultad en determinado momento del encuadre al cual él estaba atado y lo que le ocurría en la práctica como analista y entonces trató de dar razones de ese encuadre. Si ustedes lo leen con atención, Psicoanálisis del encuadre se llama, él da toda una argumentación neopositivista donde el analista queda como observador no participante de un experimento que está en transcurso. Como argumentación lógica, es absolutamente lógica ahora como relación con la práctica no tiene nada que ver. Tal es así que en el segundo capitulo a él le aparece una experiencia donde el azar le fracturó el encuadre y él dice: y el análisis anduvo mejor. Ustedes conocen la anécdota supongo, de que tenía en análisis a un paciente con todo el encuadre clásico entonces Bleger decide vender su departamento al mismo tiempo que su paciente decide comprar un departamento y llega un momento donde se encuentra con que el paciente había comprado el departamento de él. O sea que se encuentran en la inmobiliaria, lo cual para ellos era una cosa terrible. Eso lo he publicado en el viejo Psyche, Alberto Han se analizó con Melser en la época dura, época bien ortodoxa de Melser. Me contaba Han que va él el domingo al almacén de la esquina, estamos hablando hace cuarenta años, y cuando entra al almacén Melser que era un tipo que usaba siempre el mismo traje y la misma camisa porque se había comprado varias para que fuese todo idéntico, que no variase -la idea no era tonta, tengan en cuenta que lo que ellos habían perdido era el dominio del significante, el dominio de la letra entonces ellos tenían que mantener determinadas imágenes fijas para que la ruptura de esas imágenes les permitiera a ellos interpretar sino no tenían que interpretar- sale Melser con una bolsa de la que colgaba un salamín y asomaba un pan. Lo saluda y Melser lo saluda tímido y al lunes siguiente le pidió perdón por el encuentro y le dijo que le aseguraba que eso no iba a ocurrir nunca más. Lo divertido era que Han que iba a analizarse a las siete de la mañana a lo de Melser más de una vez iba en el auto y lo veía a Melser haciendo lo mismo pero Melser no lo veía.

Miguel: me estaba acordando mientras hablabas de un caso que es propio de este barrio. Creo que está en Quartier Lacan. Es un discípulo de Lacan que va supervisar con Lacan a un señor que no es un señor porque resultó ser un travesti. La dificultad que tenía esa persona era que él decía que él no podía ser ni hombre ni mujer, que era travesti porque no podía ser ni hombre ni mujer, ninguno de los dos lugares. Es por eso que va a consultar, por la dificultad que tenía en sostener esos lugares y por lo tanto por cierta autorización para ejercer su travestismo. Ese es un ejemplo. Cuando me acordaba de éste me acordaba de otro. Una paciente mía, un día llega a sesión y se queda un largo rato sin hablar y en un momento me dice: me indispuse, cuando me indispongo últimamente quedo sin ganas de nada, ni siquiera tengo ganas de hablar. Es una mujer que quiere quedar embarazada y no puede. Le digo algo, le pregunto si la menstruación se llevó sus palabras. Ella asocia. Quiero decir, efectivamente el silencio de esa mujer en ese rato inicial de la sesión da cuenta de la caída de un semblante. Que la menstruación lo que produjo es la caída de un semblante y es lo que ella tarda en poder sobre ponerse a eso lo que permite que vuelva a retomar el diálogo. En ese sentido decía yo que el semblante se construye hablando.
Me acordé de eso, cada uno sigue en la suya. (Risas)

Alejandro: cuando hablabas de los espacios transicionales en Winnicott me hacía acordar a todo el trabajo que hace Lacan con la topología para tratar de romper con la idea del adentro y el afuera y después cuando contás esos episodios donde haces cosas no previstas, lo del libro y demás, donde no sabés bien que es lo que estás haciendo me parece que ahí se pone en juego algo de esto que decía Lacan de que en análisis no hay dos sujetos, se pierden ciertos límites. Como si eso fuera un requisito para que se armara un semblante, y poder llegar después a una interpretación. No se sabe bien quien es quien.

Miguel: efectivamente la posición que más conviene o que inicialmente conviene al analista es el silencio porque esa posición lo que permite es que el otro en la medida que va hablando le atribuya semblantes al analista. Cuando Sergio dice yo no sé lo que estaba haciendo cuando hacía eso que hacía, uno puede decir que efectivamente él estaba interviniendo desde un semblante. Es desde un semblante supuesto, esto es lo importante, no desde una decisión de él. Si fuera desde una decisión de él, a este paciente le voy a regalar el disco ahí estamos como fuera del análisis, sería un gesto de cortesía. Pero cuando uno hace cosas que no sabe porque las hace, efectivamente las está haciendo desde un semblante. En ese sentido la posición que más se presta a eso es la del silencio porque entonces el otro empieza a suponernos cosas y desde esas suposiciones intervenimos a veces para confirmarlas a veces para agujerear esas suposiciones, se verá en cada caso. Pero el no sabía lo que estaba haciendo da cuenta de eso que decíamos la primera vez de que el semblante es hecho a hacer. En ese sentido, es hecho a hacer por la demanda del otro y nosotros nos prestamos a eso. Después veremos lo que hacemos con eso, pero en principio es hecho a hacer desde ahí por eso uno no sabe lo que hace.

Sergio: esto que planteaba al final Miguel plantea otra cosa muy interesante que es que el klenismo hizo de la asimetría del análisis otro ideal. Tal es así que por ejemplo, jamás un psicoanalista kleniano iba a admitir un error. Me acuerdo con mi segunda analista justamente una vez me mandó una interpretación que no tenía nada que ver. Yo había llegado a mi horario a la casa de ella y había tocado el timbre varias veces, no me abrían y me fui. A la sesión siguiente me pregunta porque no había ido, entonces yo le digo que fui, que toqué el timbre. Me dice: bueno, pero el timbre no andaba. Usted podría haber entrado por la puerta de servicio. Entonces le digo: yo no sabía que el edificio tenía puerta de servicio. No, me dice, lo que pasa es que usted no se animaba a entrar por atrás. (Risas) No podían admitir el error porque admitir el error era que se fracturara la asimetría, que el analista estuviera por encima y el analizante por debajo. Me acuerdo que una vez en una reunión de un círculo freudiano yo plantié que cuando yo me equivocaba lo reconocía. Acá hay gente que se analiza conmigo, si me equivoco me dicen te equivocaste por esto o aquello yo le digo: tenés razón, disculpá retiro lo dicho y seguimos. Me acuerdo que un muy buen analista de APA, lamentablemente está muerto ahora, yo realmente le tenía y le tengo mucho respeto era un muy buen clínico, se enojó y se puso como loco porque me dijo que yo hacía demagogia con los pacientes. Yo le decía: no, no es demagogia sino es tratar de darle al paciente la idea de que del lado del analista no hay castración. Esto tiene mucho que ver con la caída del semblante del sujeto supuesto al saber. Justamente por eso Lacan le llama supuesto porque en realidad nosotros no sabemos nada, el saber va a provenir del saber textual que diga el analizante.

Fernando: La verdad que a esta altura, última reunión algunas clases no vine y las leí, más que nada tengo un lío muy interesante en mente sobre de qué se trata esto del semblante.

Miguel: no sos el único. (Risas)

Fernando: Efectivamente me doy cuenta de eso, lo cual me gratifica bastante, me alienta a seguir.

Miguel: persistir en el error, la confusión.

Fernando: porque en parte cuando se está hablando de semblante se está hablando obviamente de transferencia, se está hablando de identificación, se está hablando de fantasma y se está hablando de distintos tipos de clínicas, una más histérica otra un poco más obsesiva por ejemplo. (Risas) Lo digo en el sentido de que cualquiera puede transitar por esos carriles. Me encuentro con que a mí, en mi experiencia me han pasado todas estas cosas, un poquito porque no tengo la trayectoria de ustedes, un poquitos pero lo suficiente para poder pensar. Incluso me ha pasado lo del libro. Lo cuento porque es interesante. Una paciente que no atiendo ya pero que fueron dos años y pico. Era una paciente que le faltaban palabras, en algún momento había que ponerle palabras, darle palabras como para poder ayudarle a armarse y desde ahí trabajar. Después de dos años en unas vacaciones me pide un libro con lo cual yo me sentí un poco conmovido porque era esta cuestión del encuadre metafísico prácticamente que viene de la historia porque yo soy de una generación posterior en la formación en donde es posmoderna. Yo no tengo ningún encuadre, lo tengo que inventar todo el tiempo porque de hecho no existe una formulación autoritaria ni siquiera una propuesta suficientemente aceptable. Le dije: bueno, toma. ¿Qué es eso? ¿Está dentro de la estrategia? ¿Es una táctica? Yo no lo pude pensar, ¿Cuánto tiene uno, un segundo y medio para decidir razonablemente al final de una sesión, casi al final de un tratamiento? Después lo pude leer, lo pude meter yo en la teoría, en mí teoría sobre ese análisis. Yo le estaba dando un libro con muchas palabras. Pude elegir el libro, era de una escritora chilena, le daba cosas, pero uno en ese momento no lo puede saber. ¿Está bien? ¿Está mal? Por meses me cuestioné ese acto que después me lo terminé aprobando, absolviéndome a mí mismo diciendo fue bueno hacer eso, fue un buen cierre, yo la autoricé a poder incorporar, engrosar su discurso y su lugar en su propio discurso.

No sé si de todo esto va a salir una pregunta. El semblante ¿Cómo lo podemos pensar? ¿Es el instrumento de transferencia, un instrumento inasible? No es sujeto ¿o sí? No es objeto ¿O algo hay? Pero no está transicional. Hay algo de saber, eso está clarísimo, pero es un saber supuesto entonces esta cosa medio indeterminable, medio que no se puede saber después. ¿El semblante que conocemos no es el semblante que ya no es? ¿O es el que se mostró como caído? ¿O es el semblante que no se puede agarrar? Hay un trabajo sinuoso ahí que uno lo va tratando de articular pero que casi siempre es inarticulable. Es una de las cosas que por momentos produce angustia del trabajo de analista, es que uno advierte que hay este juego del semblante pero no va cabalgando en este semblante a conciencia se va a ir acomodando posteriormente. Hay una apuesta. En otros casos no fue con libros, fue con palabras. Yo mismo me he preguntado ¿pero qué le estoy diciendo a este tipo? Y después me di cuenta que eso produjo un cambio cualitativo total. ¿Por qué se lo dije? No sé, es una dinámica en la cual yo estaba, atención flotante le podemos llamar, una posición en la cual el deseo del analista estaba activo. Es un lío me parece en el cual vale la pena meterse y seguir trabajando. Muchas gracias.

Sergio: mientras se prepara otro, quiero hacer notar algo y ahí les planteó lo que para mí fue y sigue siendo un enigma como lo plantea Lacan y como yo resuelvo ese enigma. Lacan dice si no recuerdo mal en La proposición del 9 de octubre: el analista no sabe lo que dice pero debe saber lo que hace. Yo me pregunté muchas veces sobre eso porque es más fácil pensar que uno sabe lo que dice en tanto dice una interpretación que uno sabe lo que hace. La interpretación no sabe lo que dice, en eso la experiencia la pueden hacer muy regularmente porque uno lo que hace es captar una letra, producir una articulación, eso produce un nuevo significante y uno se lleva la sorpresa de que ese significante iba para un lugar y no. En la resignificación que hace el analizante que es el que importa, va para otro lado que no tiene nada que ver. O sea que tiene razón Lacan, el analista no sabe lo que dice. Pero debe saber lo que hace ¿y eso? Por otras cosas planteadas por él en otro momento yo creo que ahí se refiere al saber hacer inconsciente y que ahí está la clave del saber hacer del analista. Por eso la cuestión de analizarse a fondo es muy importante. Porque eso que vos decís hice tal cosa es porque te sale de ahí. Se produjo lo que Freud ya llamó comunicación de inconsciente a inconsciente que algunos lacanianos suponen que Lacan la negó, para nada. Lacan en el seminario de la transferencia, ustedes lo pueden encontrar, lo plantea y dice justamente por eso es muy importante que los analistas se analicen por la comunicación de inconsciente a inconsciente. Quería plantear esto porque sabemos lo que hacemos pero sin saberlo, es ese saber que no se sabe que es el saber del inconsciente.

Laura: quería comentar algunas cosas en función de lo que dijo el colega. Cuando los pacientes nos convocan a algo y uno en un segundo y medio tiene que decidir, la pregunta por ahí sea ¿Por qué no prestarle el libro? Si uno se lo presta en todo caso se verá si lo lee o no, si lo comenta, qué pasó con el libro, por qué quiere llevarse algo nuestro cuando se van de vacaciones que es más o menos lo que hacen los chicos cuando no se quieren ir de un lugar que se quieren llevar algo para que haga de compañía y demás. Por ahí a mí me ayuda eso el ¿Por qué no? El ¿por qué sí? A lo mejor me cuesta en la situación. Por ahí no sirvió de nada y pasó sin pena ni olvido. Cuando se identifica porque no rápidamente, ahí no tengo ninguna vacilación.
Por ejemplo hace poco tiempo, un paciente psciótico que había interrumpido el tratamiento me llama para salir un viernes. No tuve ninguna duda. (Risas)
Miguel: sí, sino no vuelve a casa. Cuando vuelve está la cerradura cambiada.

Sergio: Psicótico pero no boludo.

Laura: me planteó si podía venir a verme el viernes. Sí como no, buscamos un horario. Me dice ¿pero no puede ser afuera del consultorio? No. Uno puede ir a ver un paciente a la casa, a la plaza. En este caso no. Le iba a poner una carga erótica a algo que después no iba a poder volver atrás.
En relación al silencio escuchaba que en término formal el silencio es el que mejor predispone para que el paciente suponga pero a mí me parece que el paciente siempre supone. Se hable o no se hable. El silencio implica una suposición y las palabras también. Ahí está la cuestión de la transferencia en juego de cómo generar ese espacio del que hablaba Sergio para que alguien pueda hablar.
Hay un paciente que me ve alta. (Risas) Convengamos, ¿cómo puede ver alto a alguien de un metro y medio? Como así también hay pacientes que no se han podido analizar conmigo porque no me da el piné. Me pasó por ejemplo con algunos hombres grandes donde ir a hablar con una mujer más joven no daba. Yo puedo hacer una serie de juegos en relación al semblante pero no puedo ni ser hombre ni ser mayor de lo que soy y eso también se pone en juego. Además está el estilo de cada quien.

Sergio: una anécdota chiquita que tiene que ver con esto de Laura. Efectivamente yo creo que el caso por caso es la clave en todo lo que sea psicoanálisis. Después que Pchon Rieviere había muerto, a mí me tocó analizar a un paciente que se había analizado con él. En las entrevistas iniciales me cuenta que todo el análisis de había transcurrido en esa confitería alemana que había en Arenales y Coronel Díaz o Berutti y Coronel Díaz, ahora hay una farmacia como corresponde. Se encontraban a almorzar Pichon y este hombre. Me acuerdo que yo estaba en plena euforia lacaniana y decía pero este Pichon, después de analizarlo me di cuenta que en realidad había sido la forma de Pichon de hacerlo entrar en análisis a este hombre. En vez de citarlo en el consultorio formalmente, juntarse a almorzar, se ve que él comería ahí esos días y no le vendría mal. La cuestión con la madre en ese hombre era de tal orden que el recuerdo infantil que él tenía más lejano era a los dos años y pico en la cuna. La madre entraba a la pieza, él le estiraba los bracitos y la madre miraba por arriba de él, no lo miraba y se iba. Pichon empieza el análisis con este hombre almorzando con él, creo que algo tuvo que ver.

Alicia: me acordé de una paciente que me relata lo siguiente, lo que voy a contar es lo que le pasó con el analista anterior. Nunca lo había pensado del lado del semblante. Se analiza diez años con un analista varón que supuestamente ella lo llamaba pongámosle Juan, todo este tiempo se refiere a él de esta manera. Este analista se muda de consultorio. Ella llega a la nueva dirección y se encuentra con una chapa que dice Gabriel y el mismo apellido de Juan. El analista le abre la puerta y ella le dice: ¿Acá atiende su hermano, su padre? El analista le dice: no, yo me llamo Gabriel. Ella le dice con mucho desconcierto y mucha bronca: ¿cómo fue que me dejó llamarlo Juan? Él le dice: pero si usted ya lo sabía. Ahí ella interrumpe el análisis. Pensándolo rápidamente del lado del semblante parecería que todo esto reforzó más que nada esta cuestión de que para ella siempre hay otra verdad detrás que le es negada. Como que en todo lo que ella padece, una paciente con una posición melancólica muy fuerte, siempre hay una verdad a la que nunca va a acceder. Parece que algo de eso hubiera reforzado, más que nada la cuestión del engaño. Ella lo que siente, es que todos estos años fue engañada.

Sergio: sí, ahí la pregunta es porque el analista no le interpretó el primer equívoco.

Alejandro: la engañó

Sergio: en vez de trabajar sobre el equívoco, lo que hizo es mantenerlo. Eso es lo contrario del semblante justamente.
No habiendo más pedidos nos vamos todos a Eros a cenar, están todos invitados. Gracias por todo, la verdad que ha sido un placer.
No se olviden el lunes que viene, no me dejen sólo no los voy a defraudar.

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