martes, 6 de mayo de 2008

Sin Título

En el seminario se ha hecho hincapié, especialmente en una clase de Miguel, a que el analista no hace apariencia, no hace semblante, sino que ocupa el lugar de la apariencia (lo que nos remite directamente a un lugar en el discurso). Lacan [1] trabaja esta cuestión de un modo bastante alambicado y que yo entiendo de esta manera: “Ocupar el lugar de” la apariencia responde a la posición del analista en tanto es la única que permite evitar que el goce del analista haga de obstáculo a la aprehensión del goce en los dichos del analizante y nos alerta que, así y todo, es necesario preguntarse hasta dónde el goce del analista “puede conducirse sin estragos demasiado notables” (Poné la cita de donde) .

El que “hace apariencia” queda, como el actor en el teatro griego, oculto bajo una máscara. La máscara no es creíble, el gesto del actor queda oculto. Por ello se hace necesario la intervención del coro que va dando las claves de la acción, operando como enlace entre la acción y el espectador, casi asumiendo la voz de una conciencia colectiva de los espectadores. ¿Para qué?, se pregunta Lacan. “Para que el espectador encuentre su plus de gozar comunitario en él”.

Cuando el plus de goce, en tanto versión del objeto a operando como función reguladora de la economía del goce[2], adquiere ese carácter comunitario, delimita un fenómeno de masas[3], al quedar superpuesto Ideal y objeto. En ese caso, la función regulatoria del plus de goce queda coagulada por la acción del Ideal, generando las condiciones para que el goce pueda desbordarse del límite dado por lo simbólico. Dicho en sencillo: ningún sacrificio, ningún esfuerzo, ningún goce es poco, cuando es ofrecido a la causa que se supone ideal.[4] (Pero además se presupone que hay un saber sobre dicha regulación).
La diferencia de posición entonces, entre “hacer de” y “ocupar el lugar de”, si bien puede parecer exquisita, tiene consecuencias determinantes, tanto en el psicoanálisis en intensión,[5] como en extensión.

Y allí voy, a la pregunta que vengo sosteniendo este año[6] con relación al fenómeno Hitler, y que podría formular ahora de esta manera: ¿Cuáles fueron los resortes específicos que hicieron que el nazismo se instalara y sostuviese durante 13 años al interior (Te mete en la topología esférica. ¿Para qué?) de Alemania?
Ian Kershaw, en su ensayo “El mito de Hitler – Imagen y realidad en el Tercer Reich” plantea la estrepitosa diferencia entre la imagen pública de Hitler construida por la propaganda nazi[7] y la realidad de los hechos. Tomando básicamente tres fuentes de información (los Informes de Situación del Partido Nacionalsocialista, los informes del Sopade[8] y los testimonios orales y escritos de ciudadanos alemanes) propone 7 fundamentos del mito de Hitler:
1 – “Hitler era considerado como la personificación de la nación y la unidad de la “comunidad Nacional””[9]

La consigna de campaña para la fusión de los cargos de canciller y presidente del Reich [10]para el plebiscito del 19 de Agosto fue: “Hitler por Alemania – Toda Alemania por Hitler”. Hitler había asumido como canciller el 30 de enero de 1933. En el lapso entre la asunción y esta campaña ya habían acontecido los arrestos masivos a militantes comunistas y otros “enemigos del estado”, así como ataques a la izquierda en Prusia, la disolución de los restantes partidos políticos, la imposición del “Saludo Hitler” y sobre todo la Noche de los cuchillos largos[11]. Para 1939 (en pleno avance expansionista) la consigna se sintetiza a “Alemania es Hitler y Hitler es Alemania”.

2 – “Hitler era el arquitecto y el creador que había alumbrado el milagro económico de Alemania en los años 30”.
El mérito correspondía a Günter Gereke[12], comisario de creación de empleo del Canciller Von Schleicher, quien fue obligado a renunciar por Hitler en marzo del ’33 por negarse a afiliarse al partido nazi.

3 – “Era considerado como un representante de la “justicia popular” como la voz de los “saludables sentimientos del pueblo”, el defensor de la moral pública, la encarnación de una contundente y, en caso necesario, despiadada, acción contra los “enemigos del pueblo” con el fin de robustecer ‘la ley y el orden’.”
La aniquilación de la "Conjura Röhm, sentó las bases de la arbitraria pero eficaz contraposición (articulación) entre la persona de Hitler y el partido nazi. Mientras los dirigentes del partido desplegaban una fiesta menemista (Menem no mandó a ejecutar matanzas) y ejecutaban las órdenes impartidas en secreto por el propio Hitler, la población sostenía la ilusión de que todo eso se hacía a espaldas del Führer que, de saberlo, tomaría las medidas del caso. La impopularidad de los "pequeños hitleres" sostuvo la popularidad del "gran" Hitler. Aún y a pesar de que en la reunión del partido en Nüremberg de 1935, Hitler dijera en su discurso: "Debo contradecir aquí el estereotipo tantas veces escuchado, en especial entre la burguesía: "Sí, el führer ¡pero el partido ya es otra cuestión!. A eso respondo de este modo: "No, señores, el führer es el partido y el partido es el führer" (nuevamente conjuga ideal y objeto). Pero ni la población en general ni los miembros del partido se dieron por enterados.

4 - “Persona sincera y moderada”.
Si se siguen atentamente las negociaciones que lo llevaron a la ascensión al poder se desprende claramente que su aparente sinceridad sólo consistía en sostener ante el interlocutor de turno lo que aquél quisiera escuchar. O bien, tomar una posición extrema y absolutamente implacable (lo que hacía pensar al otro que estaba cantando envido con 33 de mano). En cuanto a su moderación baste considerar que cuando los "Informes de Situación" empezaron a ser negativos hacia 1940, prohibió que se redactaran, inculpando de traidores a quienes así lo hiciesen.

5 – “En los asuntos exteriores, se lo consideraba un partidario y un fanático defensor de los justos derechos de Alemania, un restaurador de la fuerza de la nación, un genial estadista, alguien que no era un racial belicista imperialista que trataba de desatar una “guerra aniquiladora”.”
En los primeros tiempos del régimen, los éxitos de Hitler reivindicaban (contra) la humillación del Pacto de Versalles[13], pero para cuando avanzó con la invasión a Checoslovaquia y Polonia en el ´39 y la ocupación de Dinamarca, Noruega, Bélgica y Holanda en el ´40, la realidad se imponía. Sin embargo, se seguía sosteniendo que el führer sólo buscaba recuperar territorio alemán sin derramamiento de sangre. Su defensa de la paz se había repetido por años en cada uno de sus discursos. Pero la mayoría quería creer, que no se estaba entrando en una nueva guerra. La invasión a Rusia en Octubre del ´41 fue defendida por Hitler en el discurso en el Palacio de los Deportes en Berlín, como una "guerra preventiva"[14].

6 – “Durante la primera mitad de la guerra, Hitler parecía ser el incomparable líder militar que, no obstante, siendo un antiguo soldado del frente, conocía y comprendía a los soldados.”
Su participación en la Gran guerra había sido bastante lamentable y el destino de la guerra (sobre todo la invasión a Rusia en la que no sólo no calculó el invierno, sino que ni siquiera calculó la ropa de abrigo necesaria) dan por tierra con su renombre de estratega.

7 – “Se veía a Hitler como un baluarte frente a aquellos que la nación percibía que eran sus poderosos enemigos ideológicos: el marxismo-bolchevismo y sobre todo, los judíos”.
El antisemitismo había sido el centro de la ideología nazi durante los años veinte, pero una vez que tiene el poder, Hitler deja el tema en un segundo plano. De hecho no lo menciona en ninguno de los discursos de 1933 y 1934. En Septiembre de 1935, ante la Asamblea del Reichstag, Hitler recomendaba que se acataran las leyes de Nüremberg contra los judíos [15] (que aparentemente eran bastante populares ¿las leyes o los judíos?) y prohibía cualquier acción individual sobre ellos. El silencio de Hitler luego de la noche de los cristales rotos (9 al 10 de Noviembre de 1938), confirma su empeño en separar su imagen de la de los dirigentes del partido. Sin embargo, en el discurso del 30 de enero de 1939, Hitler profetizaba que una nueva guerra provocaría "la destrucción de la raza judía en Europa". Pero nadie consideró este párrafo.
La esquizia entre el culto a la persona del Führer en la que convergían los ideales populares y el partido nazi a quien se le atribuían todos los males, contribuyó al desarrollo de la tragedia. Hitler desplegaba su discurso pacifista y moralizador tal cual la máscara del teatro griego. Sus gestos quedaban velados al gran público. El Partido funciona como el coro, sosteniendo la figura de Hitler a través de la propaganda y haciendo el trabajo sucio.
¿Y los espectadores? ¿Qué pasó con gran parte del pueblo alemán que apoyó francamente al régimen?

La derrota en la Primera Guerra, la caída del imperio alemán con la rendición de Guillermo II y el consiguiente Tratado de Versalles, humillaba a la nación alemana. Si a eso se le suman fronteras inciertas y móviles, más la feroz crisis económica de post-guerra, nos encontramos con una masa al borde de la desintegración. Ya no los unía ni el emperador, ni la nación alemana, ni un proyecto económico, ni siquiera un territorio común. La República de Weimar había fracasado en su intento de afianzar la nación. Podemos suponer cuál pudo haber sido la vivencia subjetiva de esta situación. Los humanos necesitamos de un cierto grado de articulación entre los simbólico y lo imaginario que nos permita arreglárnosla con lo real. No habiendo ningún S1 operando socialmente y estando devaluado el imaginario común (¿no te convendría más decir –social previo- que común?), la vivencia de gran parte de la población debe haber sido de incertidumbre, angustia y desamparo En ese contexto, la certeza de Hitler sobre el destino glorioso de Alemania consumado en la imagen del III Reich y la convicción de la superioridad de la raza aria[16] en la lucha por el “espacio vital”, consolidaron un rasgo de identificación común para gran parte del pueblo alemán. Y Adolfo Hitler, el fürher – el líder -, constituía la encarnación viva de los ideales que los unía.

Pero, nuevamente ¿cómo sostuvieron la contradicción?.
Para tomar un ejemplo sumamente llamativo, nótese que Hitler que obligaba a la población a acreditar legalmente su origen ario, nunca pudo aportar él mismo esos papeles. Pero más llamativo aún es que el ideal racial que él mismo pregonaba sostenía que los arios eran rubios, de ojos azules, altos y de cráneo alargado. Hitler no contaba con ninguno de esos rasgos. Su imagen no se parecía en nada a la de un ario!.
Sin embargo, no sólo se lo consideraba ario sino que participaba de cualidades divinas. Es necesario entonces que para poder sostener esta posición se haya producido una renegación, en tanto negación de la realidad de una percepción negativa. O sea, una doble negación que podría enunciarse así: “No es que – Hitler no es ario”. En este caso puntual, por tratarse de la imagen, el mecanismo es bastante claro. Pero, también los dichos y hechos forman parte de la percepción en tanto visto y oído. Tal vez, muchas de las conductas públicas de Hitler hayan quedado exculpadas por el mismo mecanismo. Sabemos que las consecuencias de esta defensa es la escisión del yo, el sostenimiento de dos posiciones antagónicas con respecto al mismo objeto. Esta vez, el semblante de Hitler sólo pudo sostenerse (Te propongo, como fetiche) porque – fenómeno de masa mediante – todos los rasgos repulsivos del propio Hitler y de su ideología, fueron desplazados a los dirigentes del partido nazi, por un lado y a las supuestas razas inferiores y opositores, por el otro.
Es sobre los efectos de la escisión del yo que Freud cita la frase: “Sólo la muerte es gratis”. Las consecuencias sobre el pueblo alemán fue el ser él mismo una de las víctimas del nazismo.


[1] “He aquí por qué, a propósito de mi “sujeto-supuesto-saber”, ocurre que lo emiten, más aún, que imprimen negro sobre blanco – lo que es más fuerte -, justamente al apercibirse despegados de donde yo los conducía, de la línea en que yo los mantenía, que ellos no sabían más nada. A partir de lo cual, lo repito, llegaron a decir que suponerlo, ese saber, a la posición del analista, es muy malo porque quiere decir que el analista hace apariencia. No hay en esto más que una pequeña paja que yo ya he puntualizado recién, y es que el analista no hace apariencia: ocupa - ¿ocupa con qué? Es lo que dejo a retomar – ocupa la posición del aparente (semblant. Lo ocupa legítimamente porque, en relación al goce, al goce tal como ellos deben aprehenderlo en los dichos de aquel que a título de analizante ellos resguardan en su enunciación de sujeto, no hay otra posición sostenible, que no hay sino aquí que se apercibe hasta dónde el goce, el goce de esta enunciación autorizada, puede conducirse sin estragos demasiados notables. Pero el que hace apariencia (semblat) no se nutre del goce del cual se mofaría según el decir de aquellos que vuelven al discurso del carril. Este que hace apariencia (semblant) da a otra cosa que el mismo su portavoz, y justamente al mostrarse con máscara que (yo digo) abiertamente llevada, como en la escena griega: el goce apariencia no tiene efecto sino por ser manifiesto. Cuando el actor lleva su máscara, su cara no gesticula, no es realista, el phatos está reservado al coro que se da a él –es el caso decirlo – lo pasa en grande, y, ¿por qué?. Para que el espectador, digo aquel de la escena antigua, encuentre su plus de gozar comunitario en él.” Jaques Lacan – Sem 19: Ou Pire – Clase 15
[2] Jacques Lacan – Seminario 18: De un discurso que no sería de apariencia – Clase del 20 de Enero de 1977.
[3] “Una masa primaria es una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo”. Sigmund Freud – Psicología de las masas y análisis del yo.
[4] Estamos en las antípodas de la función primordial del analista de establecer la máxima diferencia entre Ideal y objeto.
[5] No olvidemos que bien puede sostenerse una masa entre dos.
[6] Me refiero a la serie “Adolf Hitler y la paranoia” publicados en los números 60, 61, 62 y 63 de Psyche Navegante (www.psyche-navegante.com)
[7] Fundamentalmente por Goebbels.
[8] Partido Socialdemócrata
[9] Lo escrito en itálica es copia literal del libro de Kershaw mencionado en el escrito.
[10] Luego de la muerte de Hindenburg el 2 de Agosto
[11] El 30 de Junio de 1934 (Día de San Adolfo - ¿casualidad?) los máximos dirigentes de las SA son asesinados por militantes Nazi para disolver la supuesta “Conjura Röhm”. De paso, fueron muertos numerosos oponentes políticos entre ellos el excanciller Kurt von Schleicher que le había facilitado el ascenso al poder.
[12] Henry Ashby Turner - A treinta días del poder - Ed. Edhasa
[13] El abandono de la Liga de las Naciones (1933), la integración del Saar (1935), la reintroducción del servicio militar universal (1935), el tratado naval con Gran Bretania (1935) la ocupación militar de Renania (1936), la disolución del Reichstag (1936), la anexión de Austria (1938).
[14] Actual eje de la política de Bush
[15] Se trataba básicamente de dos leyes: La Ley de Ciudadanía del Reich, por la que sólo las personas de raza aria eran consideradas ciudadanos y la Ley de la protección de la sangre y el Honor alemán que prohibió los casamientos y las relaciones sexuales entre judíos y gente de sangre alemana. La misma ley prohibió a los judíos izar la bandera del Reich alemán.
[16] Rosenberg fue el máximo impulsor de esta teoría que tuvo bastante eco en Europa en el siglo XIX

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