jueves, 22 de mayo de 2008

Amoríos de Maestras

Sección: Página Caliente.


Volanta: La comparación entre un caso norteamericano y el que está en curso en Punta Alta, permite diferenciar enamoramiento de perversión y plantear la necesidad de actualizar leyes sobre menores.

Con pocos meses de diferencia, noticias similares conmovieron la primera plana de los diarios. Dos maestras, una norteamericana -Mary Kay Le Tourneau- y otra argentina -Patricia Chavez- fueron acusadas de abusar de alumnos menores de edad. ¿Se trata de lo mismo? ¿Qué nos dicen estos hechos, acerca de algunas cuestiones de la delicada red que se teje en las relaciones entre discípulos y maestros, incluidos los de escuelas primarias? ¿Y qué, sobre la responsabilidad social?
Mary Kay LeTourneau (35) fue condenada a 7 años de prisión y separación de su hija de sólo seis meses, además de la que sufría de sus cuatro hijos del primer matrimonio por reincidir en verse con su gran amor y padre de la bebita, un ex alumno de 14 años tan enamorado como ella. El proceso a Patricia Chavez, se halla en curso.

El Amor Lastima al Capitalismo
¿Es Mary Kay, una pervertidora de adolescentes? Como ya lo planteé en un artículo publicado en Página 12 (19-II-98) creo que no. En las perversiones, el amor no mete la cola. El perverso sólo busca gozar y para ello manipular a voluntad su objeto. Según describen los diarios (8-II-98) “El encantamiento fue mutuo. Cuando el alumno cumplió 13 años (edad iniciática en muchas culturas, por ejemplo aún hoy entre los judíos) los amantes decidieron sellar el ‘amor prohibido’: tendrían un hijo que los uniría para siempre”. En las noticias del 11 del mismo mes, la madre del muchacho afirma que no duda del enamoramiento de la profesora. Que al que ella estrangularía, es a su hijo por haberla traicionado. Lo que facilita entender a Mary cuando a la única que pidió perdón fue a aquella. Madre también, “sabía” quien se iba a sentir la “verdadera perjudicada”, por su historia de amor. Tal es este, que en libertad condicional, arriesgó todo por un nuevo encuentro. Incluso (al tanto de las consecuencias si era sorprendida) violó la palabra que le había dado a la juez cuando le dijo: “Esta historia no se repetirá. Yo se que hice algo que está mal moralmente”. Observemos que no reniega de su amor, sólo acepta la acusación de su conciencia moral. Lo cual es lógico, ya que es: “Profundamente religiosa, no faltaba un solo domingo a misa.” En este contexto toman lugar tres observaciones. 1) Fue obligada a iniciar un tratamiento psiquiátrico por desviación sexual. 1.1) O sea: en el sexo hay que ser derechito (!) y sino, tratado psiquiátricamente. 1.2) ¡Quieren obligarla a curarse... del amor! 2) La juez la retó: “Ha desaprovechado estúpidamente una oportunidad”. 2.1) Estupidez de la juez y de la pasión yanki por no desaprovechar oportunidades, en este caso: ¡de renunciar al amor! 3) La fiscal comentó: “Desafortunadamente, se probó que el Estado tenía razón”. 3.1) El desafortunadamente, indica que el deseo inconsciente de la fiscal iba por el lado de que la razón no la tuviera el estado, sino los enamorados. 3.2) ¿Cuál era la razón del Estado? Saber que los enamorados iban a insistir en verse. Lo que trastoca a la familia tradicional, baluarte de un puritanismo que reduce el imaginario social a que no hay nada más importante que producir (Weber ¡dixit!) y hacer la guerra como Dios manda, sin desviarse en amoríos y sexo (the time is gold). 3.3) Dicha familia tradicional está en extinción. La universalidad en occidente del crecimiento de la tasa de divorcios, segundos y terceros matrimonios, la patentizan en extensión.

La Perversión Lastima al Sujeto
A diferencia de Mary Kay, Patricia Chavez niega haber entrado en amoríos con el chico de 12 años en relación al cual Vicente Correa, su padre, presentó la denuncia. Dice que jamás le dio un beso, ni el día del maestro. Cosa que llama la atención, porque es absolutamente común, casi sin excepciones, que los pibes besen a sus maestros en su día. Y más, por como presenta su relación. Tan preocupada por lo que calificó como abandono del chico por parte de los padres, que lo llamaba desde su teléfono celular a la casa. La narración pierde mucho más verosimilitud, cuando son exhibidas ardientes cartas de amor dirigidas con su firma al púber y que declara haberlas escritos en lugar de una pequeña enamorada del muchachito. La justicia dará su veredicto.
Mientras tanto, llaman la atención importantes diferencias entre Mary Kay y Patricia Chavez. La primera no negó su enamoramiento y afrontó la cárcel por él. Patricia Chavez niega las acusaciones y trata de derivar las evidencias a una compañerita del pibe. A la vez supone saber sobre carencias del chico y se presenta como protagonista de una epopeya salvadora.
Cualquiera de nosotros ha estado enamorado de algún/a maestro/a. Zitarrosa desde su Violín de Becho lo dice metafórica, bellamente. En nuestra cultura occidental, por lo menos desde Diótima y Dafnis, son comunes las mujeres grandes que inician en los secretos del amor a púberes y adolescentes. Ellas son las que saben. Y es común y hasta lógico que los chicos busquen iniciarse con aquellas que saben. Ni que decir que las madres, con sus cuidados corporales y efluvios amorosos, son las grandes iniciadoras de varones y mujercitas, en los secretos de la ternura y de la piel, componentes básicos del amor. Si bien hay evidentes diferencias entre el accionar de una madre y el de la iniciadora en el goce sexual de un púber, no deja de haber vecindad y hasta un elemento en común: prestarse como instrumento, para la erogeinización del chico. En ese sentido se colocan al servicio del pibe. Eso fue evidente en el caso de Mary Kay, no lo es de la misma manera en el de Patricia Chavez.
En esta última, de sus propios dichos (que escribía las cartas para una pretendiente de su alumno) emana una ambigüedad que resulta fuente de confusión para los educandos. Dimite de su posición de maestra para presentarse en la de "compinche". A la vez que se arroga una función de saber lo que le conviene a su alumno, sólo atribuible a una diosa.
Dicho de otra manera. Una cosa es que una maestra se enamore de su alumno, como le ocurrió a Mary Kay, acontecimiento profundamente humano incluso por lo que implica de locura. Freud definía al enamoramiento como una psicosis transitoria. Otra cosa es, si una maestra utiliza a sus alumnos para evacuar gozosamente sus tensiones pulsionales. En ese caso se está ante un accionar también humano pero manipulador, perverso. Lo muestra artísticamente, la reciente película sueca: La Belleza de las Cosas.

Para una Justicia Menos Ciega, una Legislación Más Sabia
Sería interesante que la legislación supiera distinguir entre ambas situaciones y no que se guíe exclusivamente por cuestiones de mayoría o minoría de edad. No es fácil, porque las leyes se establecen para generalizaciones y estoy planteando particularidades. No obstante en un caso como el de la maestra norteamericana, hay condicionantes que las leyes deberían tener presente. Por ejemplo: que tanto la implicada, como el chico testimonian el enamoramiento y la madre del muchacho lo reconoce como genuino. Al fin y al cabo la cuestión de las edades cronológicas, son hábitos culturales. Hasta entrado este siglo estaba bien visto que un hombre mayor se casara con una jovencita de 15 y hasta de menos años, como San Martín con Remedios de Escalada. Si la inversa (una mujer mayor con un jovencito) horroriza, es porque se lo siente muy cercano al verdadero incesto (el goce genital del hijo con la madre). Pero, si bien es un desplazamiento demasiado próximo, no por eso es incesto. Y si se argumentan posibilidades de fracaso con el paso del tiempo y el envejecimiento del mayor, pregunto: ¿hay alguna pareja de la que pueda asegurarse que no va a fracasar? Pero a los que vivieron intensamente un amor -¿quién les quita lo bailado, aunque luego terminen separándose?

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