jueves, 24 de abril de 2008

Clase Nº 1

Tratamiento de inicios difíciles... Prevención de interrupciones tempranas

Empezamos tarde porque hubo un malentendido con la gente de Gandhi. Nosotros reservamos los martes impares de cada mes: 1º, 3º y 5º. El encargado anotó en la agenda “martes impares” y como hoy es martes 4 lo computó como par; por eso estaba ocupada la sala. El próximo martes también empezaremos tarde, luego se normalizará.

Les aviso un par de cuestiones organizativas. Uno: esta noche algunos colegas van a organizar los grupos. Entre mañana y pasado, los van a llamar por teléfono a todos ustedes, indicándoles en que grupo van a estar, la dirección en la que va a funcionar y quién o quienes los van a coordinar. Como hubo muchos colegas que nos dijeron que les gustaría hacer un grupo paralelo de introducción a algunos conceptos claves de Lacan, importantes para poder ir entendiendo las clases, decidimos armar uno. No va a funcionar los martes por razones obvias. Los que quieran a anotarse en ese grupo, háblenlo luego con Laura Lueiro, Lidia Araneo u Oscar Lamorgia, así se hace la lista.

Iba a presentarles uno por uno a los colegas que van a coordinar los talleres, pero, dado que es tarde, lo dejaremos para otro momento.
La metodología de funcionamiento de este año ha provocado sorpresa en algunos. Al seminario lo hemos organizado en dos módulos. Uno, que empieza hoy y va hasta junio, otro, que va de agosto a fin de año. La idea es trabajar en el primer módulo el perfil de estos pacientes difíciles a los que (les) cuesta instalar (se) en los análisis. En el segundo módulo trabajaremos sobre la posición del analista con relación a estos pacientes. Ambos módulos pueden ser cursados independientemente o articulados. Puede haber gente que curse el primero y el segundo no, gente que curse el segundo solo y gente que curse los dos. Por supuesto, la gente que curse el primero y quiera cursar el segundo va a tener prioridad en la inscripción, en la distribución de los talleres, sobre los que se inscribieron en la segunda mitad del año. Esta vez dispusimos los talleres como obligatorios. Hubo mucha gente que nos dijo que no podía cursar los talleres. Les dijimos que entonces, tampoco el resto del seminario. El motivo es que queremos trabajar lo menos posible desde el discurso universitario. No es que no vamos a trabajar desde el discurso universitario. La clase de hoy va a tener esos rasgos. Pero queremos tratar de que haya algunas instancias que permitan un trabajo más analítico sobre los temas. Esas instancias nos parecen claves. Muchos colegas el año pasado nos plantearon que no querían participar en los talleres porque ellos tenían mucha experiencia y que no valía la pena. Me parece que eso es entender universitariamente al psicoanálisis, es suponer que el psicoanálisis depende del saber previo que se tiene. Lacan se burlaba de los que decían que tenían mucha experiencia. Él decía que de la experiencia no se aprende. Tenía razón. Sino fíjense lo que pasa en la vida de pareja, en la vida matrimonial. De la experiencia no se aprende; en todo caso, se aprehende del análisis de la experiencia. Pero, además, en los que plantean esa cuestión estaría la idea de que el psicoanálisis tendría que ver con un saber previo. No captan que en realidad el trabajo del psicoanálisis se produce siempre entre. La chispa se produce en interlocución, en vínculo social. Recuerden que hay todo un periodo en el que Lacan se burla del concepto de “libertad”. Dice que la libertad es un delirio de los políticos. Más adelante recorta más la cuestión y dice que la única libertad posible para el sujeto es cuando aparece una debilidad en la pareja significante que viene del Otro. Entonces se da la paradoja el sujeto queda obligado a tomar posición, queda obligado a ser libre y situarse frente a la debilidad. Es una paradoja: queda obligado a la libertad. Los talleres tienen esa función. En ellos, ustedes presentarán casos, los coordinadores presentarán casos, se intercambiarán ideas, habrá diferencias. Es en ese juego donde surgirá la chispa creativa. El otro es un aprendizaje libresco, que en un sentido sirve, porque da un marco desde el que partir. Pero, en otro sentido, es la represión misma, por lo que queda ahí establecido. Por eso ustedes pueden ver que hay analistas que tienen bibliotecas enteras en sus cabezas, pero que son malos analistas. Y hay otros analistas que no tienen tanta lectura y son muy buenos analistas. Por supuesto que esto no quiere decir que mientras menos se lea, mejor analista se es. En todo caso, la función del analista no depende de la cantidad de bibliotecas ingeridas, sino que depende mucho más de cómo se articula ese sujeto a la relación de discurso. El taller exige a los docentes ejercer la maestría porque tienen que responder a la sorpresa de la pregunta o de la puntualización que viene del otro. En las clases teóricas el docente queda en analizante. Esto lo planteaba Lacan con respecto a sí mismo. En los talleres vuelve esa función de analizante a los discípulos, pero con la particularidad de que por el dispositivo las funciones de agente y receptor pueden circular. Por lo tanto, la trama que ahí se va armando es muy distinta a la recepción pasiva que se arma en una clase teórica, por más que intervengan o hagan preguntas. Otra variante de este año es que muchos teóricos no van a ser dados por mí. Van a ser dados por otros colegas. Son todos colegas en los que tengo una gran confianza. Son colegas que hace muchos años que vienen trabajando conmigo de diferentes maneras, en diferentes lugares. Un refrán criollo dice: “en la cancha se ven los pingos”. Son colegas a los que he visto en las arenas de la clínica, de la práctica; por eso me interesan. Van a encontrar muchas diferencias entre ellos, en varios sentidos. Algunos van más desde el saber referencial a la clínica, otros van más de la clínica al saber referencial. Son diferentes modos de moverse. Van a encontrar diferentes matices en relación a como se entiende lo que dice Freud, lo que dice Lacan, lo que dice Winnicott. Ni bien terminamos el seminario del año pasado nos seguimos reuniendo todos los martes y en cada martes uno de nosotros presentaba la clase que se iba a dar acá. No era para acordar, sino para mover la cuestión, para intercambiar ideas entre nosotros; que lo que el colega planteara nos sirviera para modificar o repensar. Después cada uno va a dar la clase como le parece. Pero son todas clases que han pasado por una interlocución primera entre nosotros. Los colegas van a dar los teóricos y yo voy a estar sentado acá acompañando; en el momento de los comentarios, de las preguntas, voy a intervenir. Tampoco es un movimiento brusco donde me abro y pasa alguien al frente y que se arregle. Vamos a trabajar en común. Otra novedad es que hemos incorporado co-coordinadores en los grupos. Son colegas más jóvenes que se vienen formando con nosotros, hace menos tiempo, y que se han destacado en sus respectivos lugares por el tipo de intervenciones que han tenido, por las aportaciones teóricas y clínicas que han hecho. Van a trabajar co-coordinando bajo la dirección del coordinador “más viejo”. Todo esto forma parte de una estrategia de formación. Me parece que si un psicoanalista quiere transmitir y formar debe hacerlo en acto. Mi interés es que todos estos colegas vayan transitando esos escalones en su formación. Lo mismo está abierto para todos ustedes hacia el futuro, en el caso de que sigamos juntos. Lo interesante es poder ir armando un agrupamiento de colegas apasionados por la clínica, apasionados por la práctica, y que vayan trabajando en interlocución para que de ahí surja la chispa creativa y generadora dl psicoanálisis y que, repito, no tiene que ver con la repetición ecolálica de lo que está escrito en los libros. Sabemos que el saber importante en psicoanálisis no es el saber sabido, ese es el que reprime, sino el saber por venir, el reprimido o aquel que nos exige, nos intima lo real. Aquí todos nos formamos. Incluido yo. Lo he dicho en muchos seminarios y no es demagogia. Enseño para aprender, aprendo cuando enseño.

Otra cuestión. Las jornadas este año las vamos a hacer en octubre, para no hacerlas en el cansancio de diciembre, que suele ser agotador.
Dichas estas informaciones, voy a la apertura del seminario.

Estoy haciendo circular entre ustedes un bulón. ¿Por qué? Voy a proponer que a este seminario lo llamemos “El del tornillo perdido”. Lo voy a basar en esta anécdota de mi práctica que ya he relatado en otros seminarios. Si la repito es porque me marcó. Fue el punto culminante que junto con otras cosas, me impulsó a pensar cada vez más en este tipo de problemas que encaramos este año. Son los inicios difíciles, los casos difíciles, los que los americanos llaman borderline. Por ejemplo, el psiquiatra que atiende a las chicas que mataron al padre, dice que la mayor es una borderline. Es un borde cortante, eso es seguro. Algunos colegas lacanianos hablan de “patologías de borde”. Nosotros seguramente los vamos a llamar de otra manera.

La historia del bulón. Me quedó el recuerdo de un error mío. Me consultó una médica que era producto de una rígida moral y de altos ideales. Como bien sabemos, ni una ni otros preservan demasiado de la traición de la carne. Esta señora tenía un matrimonio sumamente aburrido. Un día aparece un caballero, un doctor de lo más atractivo. Cortejo va, cortejo viene. Cuando se quiere acordar, está en un hotel alojamiento con el señor. Eso le produce un cimbronazo brutal que la lleva a mi consultorio. Estaba absolutamente convencida de que era psicótica y me exigía que la medicara. Estaba presa de un nivel de ansiedad muy fuerte. Aparecían algunas ideas deliroides, pero no extrañas a cualquier histeria. Me presionaba para que dictaminara que estaba psicótica y que le diera anti-psicóticos. Me obstiné en analizar, analizar y analizar. Un día vino a mi consultorio y me dijo: “Como usted no me cree, yo le voy a dejar el tornillo que perdí y no vuelvo más por acá”. Fue una clara demostración de que no estaba psicótica, pero también de que yo me había empacado como un burro. ¿Qué me costaba darle algunos sedantes, algún placebo durante algún tiempo? No porque tuviera importancia para la cura de esa mujer, sino porque era evidente que ante semejante grado de angustia, ante semejante impacto de lo real por el hecho sexual acaecido, el cual no podía dejar de acaecer, pero que, acaecido, exigía restaurar un cierto orden imaginario que le facilitara entrar en análisis. Imagínense ustedes que para una médica es un buen motivo para explicar ese pasaje al acto, suponerse psicótica. Ya decía Freud que cuando hay mucha angustia no se puede analizar. En esas circunstancias, uno puede pensar ciertas maniobras que rehagan un cierto contexto imaginario que facilite el inicio de la tarea. Cuando predomina lo real, hay que buscar cómo modular la angustia. Para eso, a veces resulta útil restituir ciertos parámetros imaginarios, para que lo simbólico encuentre condiciones apropiadas para poder operar. Me estoy refiriendo a un primer movimiento en la tarea de la cura. En el ejemplo hubo un impacto de lo real en la situación de partida. Conmigo no se instauró la cura de esta señora. Por suerte, después me enteré que sí se instaló en un análisis con otro colega.

Importancia del tema. Cuando vimos que teníamos una inscripción menor que otros años en el seminario, nos preguntamos qué estará sucediendo. La publicidad más o menos fue amplia, no fue por falta de información. Una colega que está por acá, que es una de las co-coordinadoras, me dijo: “mirando el programa, me di cuenta que la palabra `neurosis´ no está nombrada; quizás, eso tenga algo que ver”. Con lo cual me trajo un recuerdo. En la vieja Psyche, no de esta época, sino del 87-90, sacábamos números temáticos. Era un clásico que cuando sacábamos un número sobre psicosis las ventas bajaban a un tercio. O sea, a la masa de colegas parece producirles rechazo ese tipo de casos que no son el caso clásico, “fácilmente” atendible con el encuadre clásico. Sin embargo, tengo la hipótesis de que aquel tipo de casos constituyen la mayoría de la población. Es decir, que sobre este punto se nos impone un interés científico y, si ustedes quieren, también un interés fenicio. Sabemos que el trabajo anda flojo. Me parece que es interesante abordar cómo hacer para hacer entrar en tratamiento, y en análisis si es posible, a toda esa población que sino queda rechazada del consultorio del analista cuando es recibida y tratada con el encuadre clásico. Un señor de barba, un poco giboso, que da la mano, hace “ejem, ejem” cuando entra la persona, señala el diván y se queda callado esperando que aquella hable. Eso, con la gente que ya pasó por la universidad, estudió psicoanálisis y que es neurótica “blanda”, puede andar, va a andar. Pero con la gran mayoría de la población, que va al consultorio como esta señora que les contaba antes, atenazada por la angustia, ese tratamiento no sirve.

1) Primero vamos a hablar de los neuróticos bien constituidos, para poder discriminar a qué nos referimos cuando hablamos de los otros. Los neuróticos bien constituidos se distinguen por interrogarse qué de ellos incide con aquellos impasses con los que se van encontrando en la vida. Sus quejas alcanzan la dignidad de síntomas. Consideran que alguna responsabilidad les cabe en sus desdichas. No las atribuyen a mera maldad de los otros, del azar o del destino. Tampoco las transforman en una tranquilizante confesión de pecados, encubridora de las faltas, en el sentido de carencias, de posicionamientos y actos en las difíciles relaciones entre el sujeto y el (O)otro. Eso los hace disponerse rápidamente a estar atentos a las fallas en el saber que viene del Otro, el Inconsciente. Lo que les facilita entrar, más o menos rápidamente, en transferencia con los equívocos de letras, con el desconcierto de los olvidos, de los actos fallidos, con el mensaje oculto de los sueños, y en consecuencia, con el análisis y el analista. O sea, poseen las condiciones necesarias para que se estructure la transferencia en los tres registros en función al sujeto supuesto saber.

2) Pero también hay una gran mayoría de seres parlantes, que resultan contenidos en organizaciones artificiales de masas, y por sus relaciones con la pantalla del televisor y otras variables: prácticas laborales, artes, deportes, etc. A veces, todo eso fracasa o, peor aún, actúa inversamente a lo habitual, o sea iatrogénicamente. Se producen entonces fenómenos como los que hemos leído en estos últimos días del asesinato/suicidio colectivo de la secta ugandesa, o más cerca, el parricidio de Juan Carlos Vázquez. Creo que puede resultarles interesante que les destaque algunos datos que da la prensa sobre el mismo. Se encuentran declaraciones contradictorias de los vecinos. Algunos dicen, también un primo de las chicas, que eran gente muy buena y muy normal. Uno de esos vecinos, le llevaba al asesinado su hija para cuando se encontraba en problemas con la misma. O sea que para este vecino Juan Carlos Vázquez podía asumir funciones correctores con la juventud. La madre, obesa y diabética, había trabajado duramente hasta el fin de sus días de mucama hasta llegar a generarse las condiciones necesarias para abrir un kiosco de suburbio (en Lomas del Mirador). Parece haber sido quien manejó la casa. Manifestaba una preferencia muy especial por la menor que es la que los indicios insinúan como la parricida. Mantenía con ella lo que nuestros colegas norteamericanos calificarían como una RIA, relación íntima y apegada. Por el contrario, con la mayor entraba permanentemente en disputas y la acusaba de hacerle daño con su conducta. Ambas fueron buenas alumnas en la secundaria, la mayor hizo el CBC y luego desistió de continuar sus estudios universitarios. La menor en cambio era una buena alumna en Ciencias Económicas en donde llevaba aprobadas 8 materias. Ninguna de las dos tuvo novio. El padre, arreglaba televisores, tenía fama de bueno y tranquilo. Cuando eran chicas les preparaba la leche a las amiguitas de las hijas cuando iban a jugar. Todo indicaría cierto cruzamiento de roles en lo que hace a las funciones paterna y materna. O sea, pareciera que se hacía más cargo de las funciones paternas la madre y viceversa. Cruzamiento que se trasladó a la menor (aparentemente la parricida). Dice Flora Galatti (otra vecina): “la muerte de Aurora (la madre) hizo que las chicas se pegaran al padre. Él no compraba una silla sin consultarle a Silvina. Ella era cariñosa, lo abrazaba y lo besaba todo el tiempo”. La muerte de la madre parece haber precipitado efectos muy decisivos en la espiritualidad de esa familia. Ella advirtió que algo de eso podía ocurrir. En una de sus frecuentes internaciones le dijo a un vecino: “-Don Juan, yo sé que no vuelvo más, pero no se lo diga a Silvina”. Silvina, la menor, es la que fue encontrada acuchillando al padre mientras gritaba: “Esto no es real. Mamita, mamita, ahora papá va a volver bueno” En las alucinaciones o el delirio, si leen el mensaje, está diciendo que el padre antes era malo. Otros vecinos, en cambio, detectaron indicios que les resultaron intranquilizadores. Claro, que por retrosignificación. Se avivaron después del desastre. Que la mayor, se hizo cargo del kiosco, que lo dejó caer porque prefería irse con muchachos a andar en moto, también que después de sus concurrencias al boliche Cemento, ejercía la prostitución. Margarita Fernández cuenta que Gabriela “la metió en la droga a mi hija porque andaba con drogadictas. No era mala, pero andaba descarriada”. Silvina solía atacarla físicamente a la mayor, mientras la acusaba de que por su culpa había muerto la madre. Aparece en el discurso de los vecinos, que esta familia era muy retraída, que no recibían visitas. No se encontraron documentos, ni fotos familiares anteriores a 1997, año de la muerte de la madre, como si se hubiera procedido a un re-nacimiento de la familia a partir de esa fecha. No voy a analizar con los elementos de que dispongo el movimiento psicopatológico que llevó a la folie a trois y al asesinato. Sólo quiero hacerles notar esa apariencia normal que para muchos tenía esa familia y que para los que no la tenía, sólo toma el carácter grave, después de los hechos. Pero también les he ido señalando algunos elementos que al oído de un psicoanalista experto no hubieran pasado desapercibidos, hubieran convocado al alerta rojo.

Lo otro que les quiero señalar para des-sustancializar a la psicosis, es que se encadenaron varias reacciones psicóticas a posteriori. Por ejemplo, el primo dice que las chicas eran muy buenas y muy normales y que por lo tanto, seguramente, estaban poseídas por Satán cuando hicieron lo que hicieron. Otro ejemplo: un primer policía dice que, estando en el hospital con la menor esposada, esta lo tocó y fue despedido lejos, otro dijo que cuando entraban al hospital le cayó de arriba un fluido verde. Como en Hombre mirando al sudeste. Otro: un cura que tiene autorización para exorcizar (lamentablemente me olvidé el diario con las declaraciones, pero fue el más delirante de todos).

¿Por qué les traigo la noticia? Porque hasta el asesinato, esa familia parece como los Locos Adams “una familia muy normal”. No hay que pensar que siempre son casos tan graves los que se esconden en esas situaciones de aparente normalidad. Si ustedes se ponen a pensar en sus alrededores familiares y amistosos, se van a dar cuenta de que estadísticamente la mayoría no son neurosis sencillas “villa Freud”. Nos ocuparemos de aquel tipo de casos. Son estadios, que pueden establecer transferencia con extroversión de la libido, o sea de la realidad sexual del inconsciente, para sostenerse en las relaciones con los objetos, pero funcionando casi exclusivamente en el registro imaginario. Hubo un debate interesante entre Freud y M. Klein sobre la transferencia en la psicosis. Mientras Freud sostuvo hasta el final que no había transferencia en la psicosis, Melanie Klein de entrada y también hasta el final, sostuvo que la transferencia en las psicosis era masiva. Cualquiera que haya trabajado con psicóticos puede recordar experiencias que lo empujaría para una posición o para la otra. Ese psicótico que entra en mutismo y autismo, por más de que uno intente hacer algo y charle y le dé medicamentos. Ese no hace transferencia, como sostenía Freud. Pero también está ese otro que en medio de la sesión se nos tira al cogote y nos quiere besar o apuñalar, o cualquiera de esas historias, donde es obvio que se produce una transferencia de un orden particular. Creo que la distinción de los tres registros que propone Lacan, permite resolver este debate. A lo que M. Klein llamaba “transferencia masiva”, nosotros podríamos llamarlo “transferencia puramente imaginaria”. Entonces, podremos decir que no es que no haya transferencia en la psicosis y en las psicosis no desencadenadas, sino que es una transferencia donde no hay casi funcionamiento simbólico, no hay transferencia a la letra, al significante. Se está permanentemente frente a un sujeto que está en transferencia al signo: a lo que le significa algo.

Les cuento algo que me pasó con relación a este seminario. Las dificultades empiezan hace una semana, cuando vienen los muchachos que trabajan conmigo a arreglar las cuestiones de audio, de pizarrón y todo eso, para no tener sorpresas en el día de hoy. Les dicen: “ah, no, el seminario de ustedes puede funcionar sólo hasta el mes de junio”. Me llamaron por teléfono para avisarme. Surgió un problema acá en la Gandhi por el cual ellos alquilaron todo el lugar, con la confitería incluida, a un grupo de directores de cine para no sé qué historia, y anularon todas las otras actividades que ya estaban contratados. No se preocupen porque ya hemos encontrado otro lugar: seguiremos a partir de junio en la librería Hernández. Pero nos pusimos un poco nerviosos, como se podrán imaginar. La cosa queda ahí, ya estaba todo preparado para hoy. Anoche hicimos una última reunión a ver cómo estaba todo. Esta mañana empiezo con algunas dificultades de la vida real –llamémoslas así-. Luego, mientras me preparo para venir acá, me llaman los muchachos que habían ya venido y me dicen: “mirá, acá dicen que ustedes no pueden dar clase porque hay un grupo de teatro”. Hablo con el encargado. Él me dice que habíamos arreglado los martes impares. Le digo: “lo que arreglé es que venía 1º, 3º, 5º martes de cada mes, efectivamente son impares”. “Ah –dice-, yo anoté en la agenda impares y como hoy es 4, no es impar, se lo di a otra gente”. Finalmente lo arreglamos. Después de eso, me baño, me cambio, me pongo la camisa, me la abrocho y salta un botón. Pienso: “bueno, es un botón de una camisa, no hay problema”. A todo esto me vengo para acá a arreglar el lío que se había armado. Me subo al taxi con mi piloto, mi saco; me abrocho el saco, paf! salta el botón del saco. Llegó acá y aparece otra complicación. ¿Por qué les cuento todo esto? Por suerte, compruebo cada vez, que ante las circunstancias con que me he tenido que enfrentar en la vida, no he resultado un psicótico no desencadenado. Si lo hubiera sido, y por alguna circunstancia me hubiera estado patinando el Nombre- del- Padre, probablemente hubiera tomado alguno de esos contratiempos, como signos de una fuerza superior que se opone a que dé el seminario. Una fuerza superior que se podría encarnar en alguien o en un grupo. Por ejemplo, en Elvio, el dueño de Gandhi, nos conocemos hace mucho; entonces podría haber pensado que cambio de posición con respecto a mí y que me quiere echar. Cualquier huevada. ¿Se entiende lo que quiero transmitirles?. El neurótico se transfiere a la letra y al significante. Aparecen las dificultades, toma en cuenta al azar, toma en cuenta que el señor anotó rápidamente “impar” y eso lo llevó al error. Se pone nervioso, ve como lo arregla, no lo arregla, putea, etc. En cambio, el que no dispone de la transferencia rápida a la letra y al significante, enseguida comprende, transforma eso en signo y fácilmente se le empieza a tejer un delirio como respuesta a las dificultades que se le aparecieron en lo real. Aparecen como excepción en psicosis, esquizofrenias y melancolías, otros estadios en los que la transferencia es negativismo puro con aparente introversión de la libido. Por ejemplo, el típico intento de suicidio del esquizofrénico simple o la catatonía. Lo que estoy planteándoles, es que hay una mayoría de pacientes potenciales que consultan o pueden ser empujados a consultar, sin estar en posesión de las condiciones necesarias para analizarse. Vienen porque los mandaron y pasan a situarse de un modo absolutamente pasivo. Esperan que el analista les pregunte, como si asistieran a una revisión médica. O sea, se mueven desde el imaginario habitual al que están transferidos. Hay otros que concurren por propia iniciativa pero con igual expectativa. Invadidos por la ansiedad, se presentan taquilálicos, logorreicos, con una gran dificultad para escuchar lo que se les dice. Otros vienen a consultar sobre un problema de otro que les atañe. Otros vienen a quejarse de alguien con quien conviven y en consecuencia importante para ellos. Otros vienen a buscar ratificación de parte del analista sobre su comportamiento. Las variantes son múltiples. En ese sentido, no tiene lógica hablar de todas, nombro algunas al pasar.

Dejo aparte a los perversos. No me refiero con este término a la elección (hétero u homo) de identidad sexual, sino a los que se distinguen por su voluntad y habilidad para apoderarse del deseo del otro y usufructuarlo absolutamente para su propio goce. Inanalizables, concurren como una más de sus estrategias para instrumentar los fines antedichos con algún partenaire que les pide por favor que vayan al analista.

Hasta aquí fui más bien descriptivo; ahora voy a abordar problemas más formales. Lo importante es detectar en la fenoménica que se nos presenta, cuales son los principales elementos formales que nos indican que no vienen en posición de analizarse. Una de las variantes es la presentación de una demanda sin fisuras, o sea sin lugar para el resto al que se prende el deseo. Prototípico en los severamente psicosomáticos. Presentan, por ejemplo, un relato minucioso de la afección y sus diferentes manifestaciones y un silencio total sobre los hechos de su vida relacional. Otros vienen con relatos coherentes sin las interferencias de las formaciones del Inconsciente (típicos en las neurosis de carácter). Una variante de estos reside en quienes descalifican sus formaciones del Inconsciente rebajándolas a la categoría de meros errores. Otros adoptan posicionamientos paranoides por los que no pueden perder de vista la mirada del otro. Les resulta dificultoso aceptar el valor de sus formaciones del Inconsciente, reaccionan descalificándolas y hasta enojándose con el entrevistador, si este insiste en darles lugar. Parecido ocurre con los posicionamientos melancólicos, que suelen utilizar sus equívocos para reafirmar sus autocríticas tomándolos como muestras de sus incapacidades. No resulta en estos fuera de lo común la aparición de ácidas y agresivas heterocríticas. En ambos predominan fuertes identificaciones al superyo que sobre exigen al yo, tornándole insorportables las intromisiones del Inconsciente. Otros se sostienen en enunciados fuertemente metonímicos (con poca presencia de metáforas) y amplia tendencia a la arborización, a no encontrar el ordenamiento al que precipita el intento de cernir el objeto. Dentro de estas formaciones, están también los muy concretos, que no jerarquizan la información, que sostienen un puro relato sin novelización. Suelen producir como síntoma en el analista aburrimiento, sueño, modorra. Hay también presentaciones discursivas fuertemente ambiguas, elusivas, fútiles. Otras veces por la inversa, absolutamente polarizadas y muy impregnadas de certeza. Otro tipo de pacientes viene con demandas simbióticas, hasta sincréticas: ciertas parejas, madres con hijo/a. A veces, presentan demandas de orientación, aunque no siempre es así. Tuve una experiencia inversa muy interesante. Venían por un problema con un hijo adolescente al que habían pescado robando pasacassettes. Tuve una entrevista con los padres y me di cuenta de que lo peor que podía hacer con ese chico era tratar de lograr que venga por imposición de los padres. También me di cuenta de que eran pasajes al acto que tenían que ver con tensiones y desautorizaciones muy fuertes en la pareja, con un mito del padre sobre lo que había sido su adolescencia y, además, con la profesión del padre. El robo de pasacassettes era un llamado al padre a través de su profesión. Les propuse que vinieran ellos. El hombre era muy reacio al análisis. La mujer había querido que se analice muchas veces; él nunca quiso. Pero sí se entusiasmó con recibir orientación para la relación con su hijo. Fui jugando esa posición de orientación, al mismo tiempo que iba dejando caer alguna interpretación sobre alguno de los dos o con relación al modo de articulación de la pareja respecto del muchacho. Esto fue produciendo un efecto a través de los meses. El pibe dejó de robar pasacassettes, se ordenó en los estudios, se ordenó en las cuestiones del amor, empezó a salir con chicas. Cuando la cosa se tranquilizó, el padre me pidió análisis. Entonces empezó a análisis, aunque no en transferencia a la letra y el significante. Digo esto porque hay que evitar los esquemas; a veces, la orientación para padres es un semblant que se puede tomar.

Es importante tener en cuenta que estas problemáticas con las que nos encontramos más habitualmente en los inicios de partida pueden presentarse también en el transcurso de los análisis, incluso sorpresivamente en algunos finales. Un análisis que ha transcurrido clásicamente, de golpe, en los finales puede transformarse en un paciente de tratamiento difícil.

El gran problema que estas cuestiones le plantean al analista es el del semblant. Nasio, que era amigo mío, me decía en una conversación: “la mejor traducción de semblant es horrible, pero es la más representativa: simulante”. Para encarar estos tratamientos, no alcanza con ofertarse como una pura pantalla de proyección. Toma toda su dimensión el arte del analista, ejercido en función del deseo del analista. Les recuerdo un planteo de Lacan en La Tercera de Roma (no es literal la cita): “cuando ustedes reciban un paciente, no se pongan duritos, no hagan como sus colegas de la IPA, mírenme a mí en mi Televisión, soy un payaso, aprendan de mí, pero no me imiten”. Si ustedes leen los libros de los ex pacientes de Lacan, donde hablan de sus experiencias de análisis, van a ver que era un tipo muy maleable y muy diferente según el paciente que le tocaba. Realmente su trabajo de analista era toda una puesta en escena.

Finalmente, les quiero decir que será un seminario dictado con mayor o menor fortuna, pero desde una posición básica que voy a resumir. Porque la palabra es lo que distingue a los seres humanos del resto de las especies animales, es que no podemos perder de vista su función en las diversas formas que vehiculiza: signo, significante, letra, significado, sentido, efecto de sentido. Hay Inconsciente, porque hay este rasgo distintivo de la especie humana. Este rasgo distintivo es el que lleva al Inconsciente a estar estructurado como un lenguaje. Este rasgo distintivo es el que hace que incluso lo que queda excluido del significante –lo real- se nos aparezca en una estructura de lenguaje.

En razón de estas nociones básicas que aparecen desleídas en el enredo que se les arma a algunos expositores con una visión particular de lo lacaniano, erróneo a mi modo de entender, cuando le dan primacía al nudo borromeo sobre el significante, es que trabajamos los desafíos que la práctica nos plantea –como el tratamiento de los inicios difíciles para prevenir las deserciones tempranas- desde conceptos nodales de Lacan como el de la letra como litoral entre lo real y lo simbólico, el de significante como lo que representa a un sujeto para otro significante, o el de signo como lo que significa algo para alguien.

El nudo borromeo no es nada más que la mostración de los efectos que produce la articulación entre los diferentes efectos del significante y, en consecuencia, el nudo borromeo queda subordinado a dichos efectos y, por lo tanto, a la primacía del significante. Por supuesto, les estoy dando nada más que un título; esto lo iremos desplegando a lo largo del seminario. Se darán cuenta de que no es un seminario inocente, es un seminario en el cual pensamos polemizar con una posición que, a esta altura, es muy fuerte en el movimiento lacaniano porteño. A nuestro modo de ver, esta posición está llevando a esos sectores a un psicoanálisis humanista, a un psicoanálisis que vuelve a creer en el amor como cemento en las instituciones y a un psicoanálisis que empieza a tener algunas expectativas sobre las funciones del yo. Por lo tanto, éste es un psicoanálisis que se domestica, se adocena nuevamente y pierde su capacidad subversiva. No en el sentido de “tirabombas”, sino en el de la subversión del sujeto, que Lacan nos enseñó a través de su riqueza de conceptos. Es lo que trataremos de ir abordando en la práctica de este año. Paro acá, y escucho comentarios y preguntas.

Pregunta Roberto Vechiarelli: Yo pensaba en relación a lo que planteabas de la posición de la transferencia al signo y de los pacientes que nos ven como médicos. Cuando vienen pacientes imbuidos de misticismo, por grupos como Trasmutar en relación a la alquimia, que piensan que en la naturaleza, las plantas, las hierbas, algo puesto por alguien para nosotros (se interrumpe la grabación) la cuestión sería seguirlos un poco, hacerles el semblant, para ir a la búsqueda del significante.

SR: Tal vez, no me referí a lo de Trasmutar, porque Silvina en sus alucinaciones se refería a “Sergio”, que era el maestro místico de ella. (risas) (corte) Creo que siempre fue así, lo que pasa es que hubo un periodo de ilusión entre nosotros los intelectuales en relación a la dimensión que iba adquiriendo el hecho científico. No me refiero tanto a nuestra generación y mucho menos a las generaciones jóvenes, sino a la de José Ingenieros por ejemplo. Se suponía que finalmente se estaba introduciendo la verdad entre los seres humanos. Creo que el propio Freud en El porvenir de una ilusión, toma una posición bastante liberal en relación a la religión, planteando que si se vence a la religión ya está, se introduce la verdad. Lo que vos referís responde a fenómenos de distinta índole, pero que son parientes entre sí: la magia, el animismo y las religiones. Son fenómenos de distinto orden, no lo vamos a analizar ahora, pero hay una cierta relación entre ellos que se centra en la cuestión de cómo responder imaginariamente a lo real. Lo que a mí me parece interesante de todo esto es la paradoja que introducen estos fenómenos, porque al mismo tiempo que son contenedores en el sentido de evitar el derrumbe psicótico en masas importantes, hay determinados momentos en los que se convierten en su contrario y son los impulsores del derrumbe psicótico de masas importantes. Por ejemplo en sucesos como los suicidios masivos en sectas como la de Uganda, la de los suizos, Guyana, o en micro experiencias como la de estas chicas parricidas. Me parece interesante que los psicoanalistas nos podamos situar con relación a la paradoja de las religiones y de los cultos animistas, para ir situándonos en relación con la singularidad de estos pacientes. Me acuerdo que atendí a un chico esquizofrénico que en un momento entró en la secta del Gurú Maharashi, y durante bastante tiempo se estabilizó en la secta con la cuestión de la transmisión de la luz, de la verdad, etc. Se estabilizó y un día me dijo: “mire, yo no voy a venir más, porque estoy bien....(corte)”. Le dije: “Me parece bien; eso sí, si alguna vez me necesitás sabés mi número, llamáme”. Lamentablemente, después por una confusión lo mató el ejército. Pero durante un buen tiempo se había estabilizado. Creo que no tenemos ni que anatematizar ni ser conciliadores con estas cuestiones. Tenemos que analizar las diferencias y ver cómo se desarrollan. Respecto de lo que decís de los pacientes transferidos al signo, claro que no hay que meterse con la creencia. Porque la creencia es donde se han cobijado ante el mal mayor, eso seguro. No hay que insistirles con la cuestión de la letra o el significante cuando eso los coloca en amenaza de deserción. Entonces, ¿qué hacemos? Primero, tenemos que ser serenos. La serenidad tiene que estar de nuestra parte en la espera. En el caso de la médica que les relataba no supe esperar, evidentemente. La espera tiene que estar de nuestro lado. En la medida en que va siendo posible, y haciendo trabajar la lógica que se les arma en su articulación a lo real a través de la creencia. Ahí sí hay momentos en los que su propia lógica entra en crisis y eso los coloca en una posición diferente con relación al Inconsciente, siempre y cuando no estemos hablando de psicosis no desencadenadas.

Laura Lueiro: (corte) Quería puntualizar algo de lo que planteaste porque me parece que puede dar lugar a una confusión respecto de la transferencia al signo y al significante. En el ejemplo particular que vos das, un neurótico podría haber hecho una interpretación y no por eso está transferido al signo. (Corte)

SR: Está bien lo que planteás. Yo me refería a que cuando se trata de una neurosis más o menos común, el analizante entra en discurso, escucha las argumentaciones que se le dan en contra, para pelearlas o contradecirlas, pero entra en discurso. En cambio, el que se refugia en eso, y detrás de eso no tiene otra cosa, no puede entrar en discurso. Lo único que puede hacer es defender eso que tiene, y entonces no puede haber sucedido otra cosa que lo que a él se le ocurrió.

Patricia Romero Day: Yo pensaba en esos pacientes que vienen de alguna de las terapias del yo con todo muy armadito. Uno reacciona de forma parecida a si te vienen con el Gurú Matarashi. Hay una curiosidad propia (corte) así se puede abrir el discurso creando condiciones en las que se puede abrir el discurso para poder trabajar.

SR: Con curiosidad te referís a la del analizante.

PRD: No, a la del analista. Yo tuve una paciente que estaba con otro Gurú, al que no voy a nombrar para no quemarlo. La paciente me dice: “yo le digo al fulano, manejáme el auto”. Le dije: “se lo dijiste, pero no soltaste el volante ¿no?”. Uno tiene la duda de hasta que punto están metaforizando algo.

SR: Me hiciste acordar a algo que dijo Lacan, y que Rodrigué lo plantea en el reportaje que le hice: hay que partir de creer en el paciente, creer en lo que nos dice. Me acuerdo cuando me acerqué a ese concepto de Lacan, que me costó bastante asimilarlo. Venía de una supervisión con una discípula de Garma que decía que los psicoanalistas teníamos que ser paranoicos, que teníamos que tener presente permanentemente que el paciente quiere engañarnos. Cuando leí eso de Lacan, no entendía nada. ¿Cómo le voy a creer, si me viene delirando, sus historietas sobre el marido? El planteo de Lacan, y el de Emilio también en un punto, es que hay que creer en lo que el Inconsciente dice en el discurso. Efectivamente, la curiosidad del analista es muy importante, porque es la que lo sostiene. Por ejemplo, alguien que viene con un delirio paranoico; uno está pudiendo entender lo que en ese delirio se transmite de las dificultades de ese sujeto en sus relaciones con lo real, y como en ese sentido está diciendo la verdad. Esto sirve mucho para pensar de qué modo posicionarse, de qué modo operar para que la relación de ese sujeto con su delirio tome tal forma que no se le transforme en un obstáculo absoluto para entrar en discurso, para entrar en lazo social.

Intervención: Con respecto a esta cuestión de la curiosidad yo me preguntaba qué relación hay con la curiosidad inocente infantil que Freud ........inaudible............

SR: Lo decís en el sentido de la diferencia entre una curiosidad obscena y una analítica.

Intervención: Claro. Cuando el niño ve a la nena........inaudible...........

SR: Básicamente parte de una posición.......corte...... en el sentido de creer en lo que el analizante dice. Freud plantea que la posición del analista es una posición de curiosidad. Cuando él se pregunta sobre los orígenes pulsionales de los analistas, una de las pulsiones es la epistemofílica. Y en ese sentido, la curiosidad sexual infantil.

Int: Ese artículo plantea a la curiosidad sexual infantil ....inaudible.....

SR: Para todos, el punto de partida es la curiosidad, incluido para nosotros los psicoanalistas. Bueno, veo que se empiezan a parar, mejor nos paramos todos juntos. Hasta la próxima.

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