viernes, 15 de junio de 2012

Notas sobre Zygmunt Bauman y la Época


Clarín, el miércoles 21 de marzo, publicó un reportaje a éste vivido y experimentado filósofo. Se crió y desarrolló en el país, probablemente, más católico militante del mundo. Vivió el desmembramiento de su terruño, Polonia, a manos de las tropas nazis y las estalinistas. Luego, se asentó en las democracias capitalistas. Utiliza, para caracterizar antropológica y metafóricamente esta época, el significante sociedad líquida. Por respeto a esa trayectoria, es un analista social al que vale la pena analizar en sus conceptos.
Dice de él Ima Sanchís periodista del diario español La Vanguardia. “Tirando del hilo de su concepto de modernidad líquida, que define los rasgos característicos de nuestra época, ha escrito sobre la vida líquida, el amor líquido, los miedos líquidos.” Bauman, usa todos esos términos. Una primera pregunta que surge es, si es una buena metáfora. También, si una sola metáfora puede representar totalmente a una época de la Cultura. Creo que el reportaje en su diversidad, nos muestra desde su comienzo, que no.
Transcribo: “¿Cuál es su descubrimiento más reciente?
Con un pie en la tumba intento hacer balance, y mi constatación es que acabaré donde empecé.
 ¿Buscando una sociedad perfecta?
Sí, hospitalaria para los seres humanos.
¿Qué nos dice el DRAE del significante hospitalario/a: “(De hospital).
1. adj. Que socorre y alberga a los extranjeros y necesitados.
2. adj. Que acoge con agrado o agasaja a quienes recibe en su casa.
3. adj. Se dice de la casa misma.
4. adj. Perteneciente o relativo al hospital para enfermos.
5. adj. Se dice de las órdenes religiosas que tienen por norma el hospedaje.
Podemos advertir que a pesar de todas las experiencias atravesadas, religiosas, marxistas, yugo nazi y estalinista, el ideal de Bauman será hasta su tumba, el de una humanidad bondadosa. Enternece, pero evidencia una dificultad muy grande para analizar al objeto humano en sus imposibilidades y contingencias. Sólo haciéndolo, se puede aportar alguna pobre luz sobre el presente para tratar de hacer posible un futuro un poco mejor, que la miserabilidad que no cesa de acuciarnos como género humano[1].
Ante otras preguntas continúa: “Cuanta más libertad tengamos menos seguridad, y cuanta más seguridad menos libertad. En la sociedad, la conquista de libertades nos lleva a una gran cantidad de riesgos e incertidumbres, y a desear la seguridad. /…/  Sí, conseguimos que no nos atraquen por la calle, que si caemos enfermos nos atiendan, pero nos volvemos dependientes, subordinados, y eso nos hace sufrir. Así que volvemos a evolucionar a una mayor libertad.” Observemos la sabiduría proveniente del análisis de su experiencia en las historias que le tocó vivir, que expone con simpleza envidiable. Siendo filósofo y no psicoanalista, capta lo que muchos idealistas utópicos no advierten. Que mientras más servida encontremos la mesa y la seguridad, menos independencia e iniciativa tendremos. Fue uno de los hábitos más estupidizantes, que implantó el socialismo real y de otras maneras, la social democracia en sus diferentes versiones. ¿Esto quiere decir qué hay que dejar todo cómo está? No. Pero hay que ir elaborando en la marcha de los acontecimientos sociales, cómo se promueve mejorar las condiciones de vida de cada uno de nosotros y de nosotros cómo masa, no sólo económica, social y psicopedagógicamente. Hay que ir probando e inventando, para tratar de atenuar el efecto que produce sobre los sujetos, su no cesar de funcionar como parte subordinada o jefaturial en los fenómenos y organizaciones de masa. Tal vez sorprenda, que incluya a los efectos que se producen sobre los jefes. Sin embargo es notorio, que los precios los pagan no sólo los esclavos, sino también los amos. Por supuesto, precios que no se miden en dinero. Así cómo los integrantes de la masa se tornan dependientes de sus jefes, estos, pasan a depender de su masa. Si a los primeros los empuja a la esclavitud, el goce de “qué decidan otros”. A los jefes los empuja la necesidad que no cesa de escribírseles -es su síntoma gozoso- de que sus masas no dejen de seguirlos. En consecuencia para mejorar estos rasgos, se trata no sólo de cooperativizar, sino de estar atento a que en esas formas de lazo social no se pierda también, el imprescindible giro de discursos que devendrá en pasaje de cada persona por diferentes lugares[2]. Lo que dependerá también de las cualidades que vaya demostrando. Como dice el refrán criollo, “en la cancha se ven los pingos”. Para eso es imprescindible dejar de lado todo asistencialismo, con la excepción de situaciones extremas, y promover el trabajo deseante de cada quién. En los fines del siglo XIX comienzos del XX hasta promediarlo, era lo que hacían los sindicatos, sociedades de fomento, partidos políticos progresistas. Lo hacían, sin estas elucubraciones analizadoras. Pero producían los efectos referidos, en la circulación de discursos. La combinación de algunos idearios políticos de diferente pelaje, con el fenómeno “Alien” televisivo, invirtió lo que ocurría y fue llevando hacia esto que Bauman llama sociedad líquida. A lo que contribuyeron tecnologías que potencian comunicaciones virtuales que en una de sus facetas negativas, también las tienen positivas, propician disgregaciones. Considero que para calificar lo que está ocurriendo cultural y socialmente, es mejor nominarlo disgregación, que licuefacción. Lo líquido, según la experiencia de los vasos comunicantes, tiende a estabilizarse en niveles iguales. Nada más alejado de lo que está ocurriendo en las sociedades y culturas actuales. Las diferencias económicas, sociales y culturales se están acentuando, aunque eso quede encubierto por la multiplicación de objetos electrodomésticos y de juegos y por la ampliación de la enseñanza primaria, secundaria, de tecnicaturas y hasta de universidades.  Lo dice muy bien Bauman cuando afirma: “Estamos asustados por la fragilidad y la vacilación de nuestra situación social, vivimos en la incertidumbre y en la desconfianza en nuestros políticos e instituciones. Estudiar una carrera ya no se corresponde con adquirir unas habilidades que serán apreciadas por la sociedad, no es un esfuerzo que se traduzca en frutos. Toda esta precariedad se expresa en problemas de identidad, como quién soy yo, qué pasará con mi futuro.” Es lo que escuchamos habitualmente en nuestros consultorios, y lo que nos enteramos de y por amigos y familiares. La diferencia con otras épocas está, en que es un fenómeno que no afecta sólo a capas determinadas de la población, sino que la atraviesa horizontal, perpendicular y longitudinalmente en todos sus estamentos. Bauman, a partir de esos registros dice “No se da el tiempo para que ninguna idea o pacto solidifique. Este enfoque ya forma parte de la filosofía de vida: hagamos lo que hagamos es de momento, por ahora./…/
Hoy nadie construye catedrales góticas, vivimos más bien en tiendas y moteles.” Creo que por un lado exagera. Quienes forman pareja y se entusiasman con formar una familia, particular y mayoritariamente las mujeres que casi siempre acunan el deseo de hijo, no tienen esa idea de provisoriedad. Aunque luego, distintos devenires desemboquen en diferentes formaciones y desavenencias. Mientras duran los entusiasmos, surgen los planes de casa propia como en otras  épocas, o aún más. Pero además. ¿De dónde la idealización de las catedrales góticas y su “para siempre”? ¿Olvida que son  monumentos a las matanzas de grandes masas en guerras inter religiosas, llevadas a cabo para el beneficio de los “señores” feudales?
Continúa: “Objetos y personas son bienes de consumo, y como tales pierden su utilidad una vez usados.” En esencia: ¿Alguna vez fue distinto? “La vida líquida conlleva una autocrítica y autocensura constantes; se alimenta de la insatisfacción del yo consigo mismo.” Mientras no tome contornos melancolizantes, ¿qué tiene de malo? Por el contrario, puede llevar a la búsqueda por mejorar.
 “La felicidad ha pasado de aspiración para todo el género humano a deseo individual.” ¿Alguna vez fue diferente? Cuándo se ilusionaba o declamaba, “instalar el paraíso en la tierra”[3] ¿no se lo hacía desde el deseo de cada uno? Las “realizaciones” posteriores, lo mostraron acabadamente. “Se trata de una búsqueda impulsada por la insatisfacción en la que el exceso de los bienes de consumo nunca será suficiente.” Otra vez. ¿Alguna vez fue diferente? Lo quisieron ignorar los experimentos comunistas, y así les fue. Las consecuencias en dichos países, lamentablemente, están a la vista.
Continúa así, hasta finalizar con la siguiente afirmación: “Se resume en hacer que la sociedad sea más benevolente, menos hostil, más hospitalaria a las opciones más humanas. Una buena sociedad sería la que hace que las decisiones correctas sean las más fáciles de tomar” Estuve tentado de poner Amén (así sea), como coronan las bendiciones los curas. Y decidí ponerlo, porque advertí que  discursos como los de Zygmunt Bauman, formalmente parecido al de Bernardo Klisberg el múltiplemente galardonado por la ONU, Página 12 y otros “bien intencionados”, indican que la crisis actual de la Cultura, convoca nuevamente a las “buenas intenciones” de toda religión. Hayan sido teístas o ateas. El inconveniente está, en que la experiencia histórica indica, que fueron últimas formaciones reactivas, antes de grandes descalabros incluidas guerras. ¿Estaremos en alguna antesala así?




[1] Uso las categorías modales, según como las reordenó Lacan en Encore. Pueden ayudarnos mucho, en la crítica que propongo hacer, para que no resulte destructiva y en cambio propenda a mejorar el estado de cosas.
[2] Tomo la matematización de discursos que hizo Lacan y algunos de los que tratamos de continuarlo.
[3] Letra de La Internacional, cantada por anarquistas, socialistas y comunistas.

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