miércoles, 30 de julio de 2008

Trabajo presentado en las jornadas del Servicio de Salud Mental del Hospital de Niños

24 de noviembre de 2001
Trabajo presentado en las jornadas del Servicio de Salud Mental del Hospital de Niños de Jorge J Vilela de Rosario

Los chicos hacen lo que pueden, con lo que reciben de la Cultura, la sociedad y los adultos con los que viven. ¿Qué harán cuando sean grandes?

Epígrafe: Tomado de Palabras Mayores, sección de la revista Viva de Clarín -domingo- del 13 de agosto del 2001: "La madre rezongaba porque el dinero no le alcanzaba para pagar las cuentas.
-No te preocupes, mami -quiso calmarla Federico de 9 años-. Cuando yo sea grande voy a trabajar en la corrupción y a vos no te va a faltar nada de nada."

¿Vivimos una época muy diferente a la de nuestros padres? Es típico de viejo, decir que "todo tiempo pasado fue mejor". En honor a mi edad, no lo voy a sostener. Además, porque rigurosamente, no es cierto. Justamente es lo que aclaró Sigmund Freud en su Malestar en la Cultura. Aclaró también, que tampoco fue peor. De ahí su -"no hay progreso"- retomado por Lacan. A veces se escucha a algunos repetirlo sin fundamentarlo, como loros, con lo que lo único que logran es la animadversión de los científicos. Freud captó que la estructura que condiciona las producciones de la especie humana, determina que toda ganancia conlleve alguna pérdida y toda pérdida alguna ganancia. Un conocido refrán lo resume aproximativamente diciendo que "no hay mal que por bien no venga". Aunque habría que preguntarle al refrán: - “qué por bien no venga”, pero ¿para quien?

Jacques Lacan, importó y transformó conceptos de la lingüística de Saussure, de Jacobson, Benveniste y de Peirce, para usarlos en psicoanálisis. El síntoma neurótico como toda metáfora “pierde” un significante (el sustituido) y en consecuencia algo de sentido, para ganar un plus de sentido con el sustituyente. Para mostrar a la debilidad mental[1] los efectos sobre el sujeto de tener que hacer uso del lenguaje en discurso, Lacan usó figuras topológicas como el nudo Borromeo, particularmente en su presentación final con el cuarto nudo al que llamó sinthôme. En mi lectura, para diferenciarlo a la vez que acercarlo a la función del síntoma neurótico. Con esos artificios, facilitó entender mejor lo de Freud, e ir un poco más allá. Lo de fondo sobre pérdidas y ganancias me lo dijo con sencillez un taxista que acababa de "ganarle" mi viaje a un compañero: -"el bien de uno comienza donde empieza el mal de otro". Dicho de otra manera, -el ser parlante cree habitualmente que la causa de sus males está en que otros gozan de lo que él no puede y si bien eso es cierto, no es toda la verdad. Pero sí una de las razones de que sus deseos se constituyan porque lo que lo que le falta los cause. Pero toman forma de realización en una fantasía que les organiza la vida repitiendo la falta, pero generando la ilusión de resolverla. La prótasis "Mi padre me pega", en el fantasma discernido por Freud en muchos de sus pacientes -incluida su hija Ana -, lleva como apódosis: "en consecuencia me ama". Pero para llevarla, pasa por el relato de la paliza a los rivales. El deseo, para elegir vestiduras para su objeto en el fantasma, toma como referencia la imagen del semejante. Se mirará en la otra en las histerias, en el rival (metonímico de alguna forma paterna) en las neurosis obsesivas.

Las guerras y los conflictos sociales reconocen entre sus causas, y no de las menores, esta estructura básica del deseo humano y de su goce. De ahí que no haya enemigo más cercano que el hermano, en un sentido de familiar, social y hasta nacionalmente. Aclaro. Justamente, porque para "objetivarse" aprehende la imagen del otro, es que siente siempre que lo que no puede gozar, es porque el otro lo goza. Eso, lo lleva fácilmente a suponer al Otro como omnipotente, no castrado y que lo goza a él. De ahí la paradoja discernida por Lacan en su seminario La angustia, de que quien se posiciona masoquísticamente busca hacerse desear como objeto y desde el sufrimiento dominar y poner al sádico a funcionar como instrumento de su goce, del goce del masoquista. De ahí las aporías en que suelen quedar encerrados políticos y psicologías, cuando cacareando derechos humanos se ponen rápidamente del lado de las víctimas, haciendo de éstas, una clase a ser defendida. Un psicoanalista en cambio lo es, cuando analiza a través de las enunciaciones del Otro caso por caso, y desde esa posición interviene. Lo único que “sabe” el psicoanalista, es que nada se sabe apriorísticamente. En el mejor de los casos, será desde la puntuación final, desde la que algo habrá sido sabido.

¿Se estará anunciando la decadencia del imperio actual, como ocurrió con el imperio romano cuando todo hacía suponer que se hallaba en su cenit? ¿A qué imperio me refiero? Al del discurso capitalista, que Lacan formulizó así: $ S2
S1 a Sobre este matema habló poco. Básicamente dijo que es un discurso muy astuto, que corre muy rápido a su consumación, a su consumición, a reventar[2]. Eso lo dijo en 1972, cuando las mayorías estaban fascinadas con la ilusión de la “sociedad de consumo”. Bastaron treinta años para que la aldea global, en medio de una catástrofe económico social que abarca a Asia, África y América latina, y con EE.UU., Japón y Europa entrando en recesión, viva “paranoica” esperando cartas con ántrax, mísiles norteamericanos, o secuestros y atentados Talibanes con aviones de línea, armas biológicas y hasta atómicas.

¿Cuál es la lógica de este discurso del capitalista? Algunos colegas, Jorge Alemán por ejemplo, lo definen como un discurso perverso. Creo que ese tipo de diagnóstico lo devuelve a la psicopatología, que como sus componentes significantes lo indican, se halla entre la psicología y la medicina. Aunque con intenciones taxonómicas haya sido usada por muchos psicoanalistas. El psicoanálisis a diferencia de ellas, se ocupa de la relación del sujeto con su inconsciente (discurso del Otro) tensado entre los tres registros de su experiencia: imaginario, real, simbólico. Todo discurso puede cristalizarse imaginariamente y generar un fenómeno de masa. Es lo que ocurrió con la Escuela Freudiana de París por los 70. Fue lo que lo llevó a Lacan a disolverla en 1980 para que el efecto de masa no se sobrepusiera al discurso[3]. O sea para que la identificación de los integrantes de la misma a él y sus dichos como ideal y objeto, no generara identificación imaginaria entre ellos. No originara la ilusión de que eran iguales, que hablaban lo mismo y hacían lo mismo que el Maestro. Sabía que su muerte estaba cerca y prefirió disolver confusiones post mortem. En parte logró su objetivo. El movimiento psicoanalítico lacaniano es un extendido archipiélago de islas e islotes que emergen en diversos mares de la aldea global. A diferencia de la International Psychoanalitic Corporation que levanta sus torres sólidas de cemento y acero para albergar al establishment psicoanalítico postulado por Horacio Etchegoyen en su conversación con Miller (Jacques Alain) ante la revista Vértex[4]. Luego, la anulación obsesiva en la que incurrió Lacan cuando convocó a “sus mas de mil” a constituir la Escuela de la causa freudiana, actual Asociación Mundial de Psicoanálisis, sentó bases en parte, para que siga habiendo de los que “se la creen” ser lacanés, tanto en ella, como en Foros, o Convergencias. Se los o las reconoce, porque usan los mismos tics que el maestro: desplantes, ensoberbecimientos, uso arrevesado del lenguaje, velocidad de las sesiones, etc. Usan de Lacan aquello, que es mejor dejar de lado. Más aún cuando sólo sirve para velar incapacidades. Hay que utilizar de Lacan lo mejor: su agudeza para escuchar, leer e inscribir, lo que emerge de los movimientos borromeicos del sujeto en análisis, utilizarlos creativamente en la praxis, y luego como insumos para la elaboración teórica. Teniendo en cuenta estas experiencias, debemos recordar que todo discurso, así como puede congelarse, también queda condicionado a girar hacia otro, cuando la castración emerge en él. Lacan decía que el amor es signo de cambio de discurso. Esto es así, porque como también decía, “el amor es dar lo que no se tiene a aquel que no lo es”. O sea, el signo del amor indica el punto en que hecha presente la castración, el deseo es engañado por enunciados. Lo que por supuesto no impide que en los intersticios entre los significantes que los dicen, se sigan desprendiendo deseos.

Teniendo en cuenta estas cuestiones, explico el matema que nos dejó Lacan sobre el discurso del capitalista de manera distinta a la de Aleman y algunos otros. Para lo cual tomo en cuenta en qué lugares se hacen presentes las letras. Como consecuencia, los rasgos que expresa la emergencia de este discurso. Lo que está escrito indica que en la izquierda del matema se ha producido una inversión de letras. Queda en el lugar del -agente aparente-: el sujeto. Siempre que Lacan escribía sujeto tachado -$- se estaba refiriendo a sujeto del Inconsciente. Pasa al lugar de la verdad el S1. Ahí aparece un movimiento raro: se invierte el sentido de la flecha de ese lado. En sus discursos clásicos el sentido de esa flecha indicaba que la verdad del agente sostenía a éste en ese lugar. Su inversión podría estar indicando la inversión de letras. Pero sería innecesaria, pues eso se hace evidente a la lectura aún sin flecha. Supongo, Lacan sobre esto no dio explicaciones, que lo que indica ese nuevo sentido es la inversión del sostén. Dicho de otra manera que sobre la verdad recae todo el peso de los deseos y goces del sujeto que está en agente de ese discurso. Esto es importante, porque indica que la verdad del mismo cambiará según los cambios que en las funciones de ese sujeto vayan ocurriendo. En el del amo antiguo: S1 S2 $ a la verdad del deseo del sujeto está representada en el lugar del agente por algún significante particular, por ejemplo: ser industrial textil. Quienes hayan leído el capítulo[5] del Capital donde Carlos Marx conjetura su célebre teoría de la plusvalía, recordarán que Marx hace sus cálculos tomando como ejemplo a un industrial del vestido. En los 70 (del siglo XX) ese análisis hecho por Marx, le sirve a Lacan para discernir el plus de goce, o sea ese movimiento según el cual, el que gozando significa el significante proveniente del agente, pierde goce.

En lo que Lacan llamó discurso del capitalista y que podríamos predicar como del capitalista posindustrial, la novedad se presenta porque la tendencia es al manejo de los capitales por ejecutivos y brokers que administran grandes fondos de inversiones que le producen ganancias a inversores que no inciden en forma directa sobre las decisiones de inversión, ni se interesan por el destino final del ente de producción, comercialización, o financiero en que se la haga. Sólo se interesan por las ganancias en dinero que obtengan a corto, o a lo sumo a mediano plazo. Dicho de otra manera, a este tipo de capitalista que domina la economía mundial, lo representa un solo significante, el dinero, que tanto Marx como Lacan plantearon: “mata todas las significaciones”[6]. Planteo que cada uno lo hizo de maneras distintas. Dicho en sencillo: el capitalista deja de sentir orgullo por pertenecer a la familia Terrabusi que ocupaba posiciones de punta en la producción de alimentos, lo cual lo entretejía en una malla de relaciones más o menos directas con sus gerentes, empleados y obreros. Ahora sólo le interesa cómo el fondo de inversión al que confió su dinero está siendo manejado, qué ganancias le está trayendo. El único significante que lo representa es el que mata todas las significaciones y cae con todo su peso sobre su verdad, que como todas, no deja de serlo a medias. Ustedes observarán que la flecha horizontal superior dirigida del agente al otro que aparecía en todos los matemas previos escritos por Lacan, en éste no está. Creo que con eso representa dicha desaparición de relación directa entre el amo y sus esclavos, tan típica en el amo antiguo. La relación se mantiene, pero indirecta, de la verdad de amo al goce del trabajador y del plusproducto de éste a la insatisfacción del deseo del amo en relación a la voracidad de su goce. Ésta nueva estructura discursiva reniega de la desestabilización del ecosistema con consecuencias catastróficas para el mismo. A la vez aumenta sus ganancias a través de la expulsión de mano y seso de obra. Es en este punto, donde el discurso del capitalista entra en la paradoja que nos puede hacer suponer que estaría por advenir su decadencia. ¿Por qué? Por que construye el lazo social sólo para ganar clientes, por eso lo centra en los tiránicos mega comercios y en el abaratamiento de costos y precios. Para eso se apoya no sólo en la expulsión de mano y seso de obra aprovechando las ventajas que brindan las nuevas tecnologías, sino extrayéndole plusvalía también a los clientes en tanto los hacen trabajar gratis para ellos. Cargando y arrastrando changuitos en los supermercados, tramitando buena parte de las operaciones a través de cajeros automáticos, bancas telefónicas o conexiones por medio de internet, auto sirviéndose: combustible en estaciones de servicio, comidas en restoranes “free”, etc. Pero la paradoja que produce ese círculo, reside en que la expulsión de mano y seso de obra y las rebajas salariales a quienes quedan empleados, van limitando las posibilidades de quienes tendrían que ser sus clientes.

¿Qué tiene que ver todo esto con los chicos? La estructura formal de la Cultura es reducible a lugares, letras, matemas, figuras topológicas. Pero esa estructura formal se plasma luego, según lo que en cada sociedad esté ocurriendo en el terreno de las ciencias, las tecnologías, los mitos, las relaciones sociales de producción y el impacto que estos elementos básicos produzcan en las lenguas efectivamente habladas y en la apropiación que cada ser parlante va haciendo de ellas, a través de cómo sedimenten en su lalengua[7].

Desplegaré cinco escenas. Una la presenté en el epígrafe. Federico, que seguramente escucha las conversaciones de sus padres y mira televisión todo el tiempo no escolar, ha entendido bien que vive en una sociedad en la que para que la madre no tenga problemas tendrá que trabajar en la corrupción. Observen ustedes que esa frase además de indicar una inversión de la moral tradicional, una transformación brutal en los ideales del yo, también implica en lalengua de ese niño el ingreso del significante corrupción como una práctica que conlleva la categoría trabajo (explotador o explotado, pero en la corrupción). En el artículo de Silvia Sisto –Dibujando la guerra- publicado en el número de Psyche Navegante actualmente ubicable en Internet, se encuentra un hermoso dibujo hecho por un niño también de nueve años, en el que se ve pintado con bella combinación de colores y exquisito uso de la geometría, a un avión incrustándose en una de las torres gemelas de Nueva York. La autora desarrolla una serie de reflexiones que se pueden o no adscribir. Pero además dos informaciones más. Televió un reportaje a un niño musulmán en el que este dijo: amo la guerra, siempre viví con ella, es hermosa. Todos hemos visto en TV. niños influidos por el fundamentalismo islámico con sus cuerpos envueltos en bombas de juguete y desfilando como futuros mártires. También niños armados de verdad y marchando sobre algún tanque de la Alianza del Norte a matar talibanes en Kabul. Escenas parecidas nos son mostradas protagonizadas por niños guerrilleros colombianos y sabemos de su participación en muchas otras guerrillas, a veces, hasta como jefes. Ni que decir nuestra propia experiencia en la que el terrorismo de estado secuestró a varios cientos de recién nacidos para regalarlos a otras familias que las originarias de cada uno. Sisto relata también que ahora, al salir de su consultorio, encuentra niños jugando con avioncitos de papel y que escuchó a uno que decía mientras lanzaba el suyo: ¡Cuidado! Ataque sobre Afganistán. Otro colega me relataba de una criatura de 4 años y ½ que jugando en su sesión hizo dos torres de plastilina y luego con el mismo material un avión con el que las chocó y las volteó mientras festejaba. El colega entonces le preguntó: -¿y la gente?. El chiquito impertérrito le contestó: -no te preocupes, se salvaron todos porque se tiraron en paracaídas.

Sabemos que no hay representación inconsciente de la propia muerte. También que si se trata de un ser querido, el trabajo de duelo requiere aceptar la representación de la muerte del otro. Lo que no ocurre “naturalmente”. La renegación, desmentida sobre dicha muerte, como le ocurría al “Hombre de las ratas” con la de su padre, suele llevar más o menos tiempo. Asumir la representación de la muerte del otro no es un problema de tiempo cronológico, exige recorrer un movimiento lógico. De ahí que no sea situable como un mojón en la “maduración” como lo harían Stone y Church. La recepción de la idea de la muerte en el anudamiento borromeano infantil, generalmente sigue a la muerte de un abuelo u otro ser querido. Y será incorporada según cómo el que encarne al Otro se la trasmita y cómo ese niño reaccione a dicha transmisión. No es lo mismo decir que es el destino de todo ser humano, que decir que el muerto se fue de viaje, o que se fue al cielo, o sólo que no se lo volverá a ver, etc. No es lo mismo diferenciar categorías de muerte y para unas establecer premios –lugar y función en el paraíso- y para otras castigos, infiernos y sucedáneos. No es lo mismo suponer que la muerte lleva a reencuentros, que suponerla equivalente a cuando no se había nacido y el mundo existía y vivía sin la presencia del sujeto en cuestión. Suele ser una de las cosas más difíciles de entender por los niños, el que haya habido vida antes de que ellos hubieran nacido.

El juego de los chicos en referencia a la muerte, transcurre como los otros en el “espacio potencial” de que nos habló Winnicott en su justamente célebre libro Realidad y juego. Pero no es lo mismo jugar a las muñecas, al fútbol, que a algo en lo que intervenga la muerte. En el vigilante y ladrón puede intervenir la muerte, pero de un modo tan estrictamente simbólica como en el patrón de la vereda o la escondida. Es lo que ocurre en los chicos del dibujo que referí y en el del juego con la plastilina. No es así en los que van a cazar pajaritos. Un pajarito apedreado muere “de verdad” y pueden ser muy diversas las reacciones que se produzcan en su matador. Dolor psíquico, conmiseración, o indiferencia. Dependerán de qué esté desplazando a ese juego el sujeto del inconsciente que en ese niño desliza. Y cada una de estas reacciones estará prefigurando un pronóstico probable diverso. Obviamente el más preocupante es el que reacciona con indiferencia. Y eso tendrá relación con lo que esté ocurriendo en su vínculo con quienes estén encarnado a su Otro y con sus otros.

Describo otras dos escenas. En una: los padres de una niña de diez años, descubren en su brazo un moretón importante. Le preguntan que le ocurrió y relata que un niño del que habla frecuentemente para criticarlo por sus agresividades le pegó. Indagada sobre el por qué, cuenta que el chico se la pasa hablando sobre la guerra en Afganistán y que los demás ya están hartos y lo conminan a que deje de hacerlo ante lo que el pibe respondió a los golpes. Es evidente que ambos prepúberes están ingresando al campo de la excitación sexual con sus semejantes. Pero lo están haciendo por caminos diferentes. En ese varón hay un plus de sadomasoquismo, seguramente proveniente de su ontogenia[8], tal vez de su filogenia, pero indudablemente influido por los efectos traumáticos que le están ejerciendo los acontecimientos de esta guerra siniestra, a la vez familiar y absolutamente extraña, que estamos soportando. Influencia que seguramente no se halla desgajada de cómo ella y los efectos de la corrupción sobre la sociedad están operando en la familia del niño. Lo que puede ser tanto como víctimas, con la ambigüedad que supone que muchas veces éstas hayan votado a sabiendas a los corruptos, o como aprovechadores de la misma. Esto que digo no debe sorprender. He observado como hijos de corruptos suelen vivir en un clima hipomaniaco y renegatorio que no los beneficia y que se torna trágico y vergonzante si por alguna extraña casualidad la Justicia impone alguna condena.

Dice Miguel Calvano en su artículo, Niños bomba. El sacrificio: “Más cercanamente tenemos a nuestros niños del tren: en las vías del ferrocarril Roca un grupo de niños se para en la vía del tren. El juego lo gana el que salta último fuera de la vía antes que el tren lo aplaste. Ya hubo varios niños muertos por este juego, al que sólo la muerte interrumpe. Al costado de la vía algunos adultos hacen apuestas por dinero a favor de uno u otro niño.

Aún en este juego, el que sobrevive vuelve a jugar. Si es así la repetición se conserva.” Aclaro que los que apuestan son tan pobres en todos los sentidos posibles como los niños que “se juegan” la vida. Tantos unos como otros han caído en la indiferencia ante la muerte del otro, de lo contrario no seguirían jugando. Los niños han desvalorizado su propia muerte, de la que como cualquiera de nosotros, no tienen representación en su Inconsciente. Representación de la cual tienen una aproximación mayor que la mayoría de los otros niños, en tanto han percibido de cerca la muerte de su semejante. Lo que pasa es que esa mayor aproximación, paradojalmente, aumenta el valor fálico de la apuesta. Ese valor es el que verdaderamente está en juego para esos ángeles. ¿Y para los adultos que apuestan? No hay valor simbólico en juego fuera del dinero –“el significante que mata todas las significaciones-”. Para ambos grupos lo que sí se tensa en común son las pulsiones sádicas y masoquistas sin ningún tipo de represión, las pulsiones desnudas. Significan la caída de toda civilización.

Bin Laden trade corporation y Bush junior corporation llevaron al cenit el discurso del capitalista, uno con ideología medieval y el otro democrática. Los resultados están a la vista. El interrogante se plantea en el terreno de la especie humana ¿Continuará?

En estas circunstancias: ¿los psicoanalistas servimos para algo? Sí. Aunque acotados como cualquiera, por los límites de nuestro campo. En los hospitales y en los consultorios haciendo operar a lo simbólico sobre lo real, podemos lograr algunas cosas con nuestros pacientes que si suelen ser pocas, parafraseando a Marie Langer hacen mucho. Les facilitan situarse mejor ante lo real de sus vidas. Y en el terreno de la extensión del psicoanálisis, procediendo a la lectura del discurso que viene del Otro, nuestras interpretaciones pueden advertirle a quienes nos escuchen, sobre los desfiladeros mortíferos en que la tontería, la necedad a que nos lleva nuestra imprescindible dependencia de lo imaginario nos puede conducir.


[1] Lacan dice en el capítulo 4 del Sinthome S 23: “Un nudo, entonces, eso puede hacerse –es precisamente por eso que he tomado su camino- por costura elemental. He procedido así porque me pareció que era lo más didáctico, vista la mentalidad. No tengo necesidad de decir más: la senti-mentalidad propia del parl’être...”
[2] Publicado por mí en Psyche nº 22 de julio de 1988
[3] Ver su Carta de disolución de la Escuela (enero de 1980)
[4] En el volumen del 26 de diciembre de 1996
[5] Tomo I, capítulo 1
[6] Lacan, Escritos: Seminario de la carta Robada. Marx, El Capital: El Fetichismo de la mercancía.
[7] Neologismo inventado por Lacan para nombrar a los efectos en las lenguas efectivamente habladas, de la sedimentación de equívocos, neologismos, deslizamientos homofónicos, etc., producidos por goces y deseos de los seres parlantes.
[8] Tomo de Freud las series complementarias como referencia imprescindible.

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