jueves, 5 de junio de 2008

Odisea 2001 ya fue, es y ¿será? (Cap.II)

Sección: La Historia Presente
E-mail: sergioro@cvtci.com.ar



En el número anterior de la revista, analizando la omnipresencia de la videofilmadora en empresas, comercios, subtes, estaciones, etc., planteé que: “El Panóptico de Bentham, perfeccionado salió de las cárceles para instalarse en la sociedad”. No hace falta ser un lince para darse cuenta que según la ley descripta por la filosofía analítica inglesa y fuertemente tomada por Lacan en su teoría sobre el discurso, de que “el emisor recibe del receptor su propio mensaje invertido”estamos ante el hecho de que la sociedad traspone los umbrales de la cárcel y se ajustan los cerrojos que la encarcelan.

Somos psicoanalistas y sabemos que el discurso de la libertad no es más que el delirio de los políticos, cuando no su hipocresía. No hubo ni habrá sociedad de libres, porque no hay vínculo social sin agente y sin que en ese lugar esté un amo para que las cosas funcionen.
Pero esto no significa que haya que resignarse al omni- amo. El panóptico instala esa imaginería en los observados. El sumun, lo encontramos en el terror del paranoico capturado por su delirio de persecución. Tiene la certeza de que nada escapa a la mirada de un Otro sin falla para el que no hay respeto de la intimidad, ni la privacidad del sujeto. Cuando un accidente sesgó la vida de la Princesa Diana perseguida por los paparazzi, se hizo patente lo que se sabía. Los ricos y famosos tampoco están a salvo del panóptico, todo lo contrario, son imágenes codiciadas por su precio. Algo de eso también supo entre nosotros Yabrán. Los desarrollos tecnológicos en televisión y audio dan un sostén sobredimensionado a la escoptofilia natural de los humanos. Mientras algún fundamentalismo religioso insiste en velar el rostro de las mujeres y todas las religiones en disimular sus bellas formas, la televisión globaliza los cuerpos desnudos y las participaciones pornográficas de ellas. Los ricos y famosos optan por ir a exponer sus intimidades a la TV, que impunemente mete desde la tiranía de su omni- presencia la obscenidad a un nivel que hace recordar a las ordalías de los césares en la decadencia del imperio romano. La diferencia está en que si en éste, la inexistencia tecnológica las mantenía como presencia sólo en sus participantes y como rumor sólo en los pasillos del pueblo, hoy la potencia del medio (TV), la mete de prepo en el espacio privado de los hogares. Una Cultura como la post-industrial, que privatiza todo lo que resulte rentable, socializa la obscenidad con el único fin también, de que resulte: –rentable.
La Cultura actual entonces, mira, observa, persigue con sus medios tecnológicos a los ciudadanos. A la vez da a ser mirado lo que tradicionalmente se mantenía velado. ¿Por ventura creemos que todo esto resultará gratis? Somos gozados y gozamos siendo gozados por la mirada, manteniéndonos en la embriaguez del hipnotizado. ¿Cuáles serán los resultados?

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