Publicado por TEKNE en 1985 para la Cátedra Clínica de Niños y adolescentes.
Voy a hablar de los adolescentes. No de todos y de todo, eso es imposible. Pero de los que voy a hablar no son los menos importantes. De algunos párrafos se podrán desprender reflexiones más generales sobre la adolescencia y sobre psicología de las masas.
Adolescer, raíz de adolescencia, me lleva a definir a ésta como la enfermedad constitucional del ser humano. Un período entre los once y los veintipico, la exacerba. ¿Qué de lo biológico, qué de lo simbólico, qué de lo imaginario? "La edad del pavo", dicen unos, "los viejos no entienden nada" dicen los otros. ¿Dónde está la verdad? ¿Hay una verdad? La música que cultivan los adolescentes sería para muchos adultos el ejemplo del primer dicho. Posiciones políticas de los adultos serían para muchos adolescentes el paradigma del segundo dicho.
"La comunicación no existe", nos dice Lacan. Esta verdad, efecto del valor multívoco y equívoco del significante y de que el mensaje es significado desde el lugar del Otro, adquiere una dimensión especial en la exacerbación adolescente de la adolescencia. El análisis de cada caso nos habla de su proyección particular, la experiencia global nos habla de algunas constantes.
El desarrollo gonadal, las transformaciones físicas y los actos provenientes del orden simbólico que los estructura (por ejemplo el Bar Mitsvá, la confirmación, el baile de los quince, el cambio de la primaria a la secundaria), ponen en crisis las identificaciones en que se sostenía el latente. Cambió su posición en la estructura. Deja de ser el niño aquel totalmente dependiente del designio de los padres y pasa a ser ¿qué? Ahí está la dificultad. La adolescencia es una descomunal pregunta sin respuesta, o frente a la cual las respuestas fracasan.
Desde lo simbólico, la frase "edad del pavo", propone un mal lugar para sostener una relación con lo real de ese cuerpo en transformación, que no encuentra un sólido imaginario en el cual mirarse. Así leo lo que nos plantean Enrique Millán y Silvia Wainstein cuando dicen: "Estamos frente a un drama cuyo empuje interno se precipita de la suficiencia a la falta de anticipación". Yo lo leo como: suficiencia de la latencia, falta de anticipación de una imagen que se afea, al no poder ser niño y no llegar a ser adulto y donde las andaderas simbólicas que la sostienen le dicen: "Está en la pavada".
Pero, ¿por qué le dicen eso? Simplemente, reproducen, transferencian, transmiten, su propia conflictiva adolescente?, o además ¿son sujetos de la tensión agresiva que produce la presentificación de la muerte que representa el adolescente? No es solamente que él se hace hombre o mujer, sino que el adulto, se hace "viejo", y en esto lo principal no es lo biológico. Es la edad en que los chicos empiezan a llamar "viejos" a sus padres, tanto como expresión de afecto y reconocimiento, como de censura y desilusión. Mientras ellos se adhieren firmemente a los ideales inalcanzados de los padres, estos han sufrido el segundo golpe de la castración y habitualmente se han tornado sensatos, normatizados.
Pero los que fueron ideales de juventud, siguen funcionado como remitencias a las historias, del mito, aunque el adulto renuncie, o incluso se oponga a ellos. Cuánto más conflictiva es la relación del adulto con aquellos ideales, más complicada es la situación para el adolescente.
Lacan nos dice: "El padre, el Nombre-del-Padre, sostiene la estructura del deseo con la ley -pero la herencia del padre, es su pecado"(1). Los conflictos con los ideales expresan y proponen las fallas en la ley, hablan el pecado. Y no hay que hacerse ilusiones, es un efecto de la estructura, de la castración, que en el adulto neurótico normal, de algún modo, se expresen conflictos con el ideal juvenil, que le dificultan atender a los ideales de los hijos. De ahí que en el decir: "los viejos no entienden nada" algo de la verdad habla.
El adolescente es expresión de un nuevo intento de renegar la castración, lo que se expresa en el terreno de los ideales, de ahí su absolutismo.
Decía, la adolescencia, descomunal pregunta sin respuesta. La reactivación sexual de la pubertad señalada por Freud en "Tres ensayos..." lanza al adolescente tras el saber sexual. La reactivación de su Edipo, señalada también en la misma obra, cruza a Edipo adolescente en el camino de Layo. Lo que hace que Layo no pueda saber, ¿dónde encontrarlo? Quien busca un saber, lo supone a algún sujeto. Sujeto supuesto saber. De ahí los diversos oráculos que el adolescente escucha (musicales, políticos, deportivos, danzantes, etc.). Esa búsqueda hace de estos, líderes, objetos de identificación, y de los adolescentes, masa, grupo.
En salud mental hablan de prevención primaria. Con la adolescencia de este momento, si de prevención se habla, ¿de qué hablar? Para un adolescente actual, siete años son muchos. Para algunos la mitad de lo vivido. Para otros, más cuando comenzaban estos siete años, algunos actualmente adolescentes, se enfrentaban a la castración, los argentinos a la muerte. ¿Cómo se inscribió en esos padres la amenaza de muerte? ¿Qué efectos produjo en esos hijos dicha inscripción?
Una adolescente en un grupo decía, refiriéndose a la actitud del padre en estos años previos: "Se lavó las manos, cuando hubo que callarse, calló y ahora habla"/.../ Si afirmativamente lo acusa "se lavó las manos", en el "cuando hubo que callarse",lo reconoce sujeto a un orden que lo condiciona y lo determina. El final "calló", describe y tal vez sentencia, ya que la transformación porteña en "y" de la "I, en ese contexto puede estar hablando de la caída de un padre y cuestionando su resurgimiento: "habla".
En estos años muchos padres transmitieron por la negación, el silencio, el rumor, el temor y la vergüenza.
Contaban adolescentes en el grupo antedicho: "Era el silencio absoluto, me decían, no hables de esto con nadie, decí que a tu padre lo transfirieron a otro lado" (era la hija de un exiliado que volvió), y agregaba adultamente: "¿Y cómo me explican?" Que es la recepción invertida del mensaje de los padres: ¿Cómo le explico?
Otra agregaba: "Ese silencio te confundía. Pensaba que se lo habían llevado porque era ladrón".
Esta última nos contesta parte de las preguntas: ¿Cómo se inscribió en los padres la amenaza? ¿Qué efectos produjo en esos chicos dicha inscripción? Silencio. Confusión.
Esto crea una peligrosa situación. Un adolescente decía en dicho grupo: "Ante los padres derrotados la juventud aparece como la esperanza, como que se abre una nueva fuerza. Es un error cargar mucho a la juventud. Mucha presión sobre la juventud para que hagan sobre este país. Es un peso. Desgraciadamente vamos a llegar a los 40-45 y vamos a decir: "ahora vos". Hay una gran contradicción, por un lado empujan a la juventud, por otro lado la frenan". Si los hijos se hacen cargo de las deudas imaginarias de los padres la actuación política se puede hacer suicida en diversas variantes.
Por otro lado, como analizaba una de las partícipes en dicho grupo, el terror generó vergüenza en muchos padres, sentimientos de culpa por deudas imaginarias contraídas con los ideales postergados los argentinos desaparecidos.
El orden simbólico preexiste al sujeto y lo produce inconsciente y dividido. ¿Cuál fue la palabra dominante en ese orden, la del "proceso", o la de los "muertos"? La de los muertos: ¿Como signos o como significantes? Como significantes. El adolescente de hoy, ¿es el mismo que el de 1973? No, como masa. Esta aseveración es psicoanalítica. El sujeto del inconsciente es un punto en el tiempo y sólo es aprehensible en su emergencia y desvanecimiento por la interpretación psicoanalítica. Aunque se utilicen categorías provenientes del Psicoanálisis.
"Psicología de las masas y análisis del Yo", y la magna obra de Freud, desde el mismo título indica. ¿Puede ser útil la prevención primaria? Puede serlo a condición de que se la entienda, no como restringida a un manual de consejos sobre la relación entre padres e hijos, sino como un discurso destinado a operar, a incidir, a cortar, en lo real, con el significante que interprete al orden simbólico que produce al sujeto. En el caso que nos ocupa, al sujeto de la adolescencia. Con la interpretación que en su corte, produzca la caída del Sujeto supuesto saber y relance el discurso del adolescente.
"Nuestros enemigos son los subversivos y los corruptos", decían en marzo de 1976 los que se proponían como los nuevos padres de la patria. Llamaban a su acto: "Proceso de reorganización nacional", parafraseando lo del "Período de reorganización nacional", posterior a los caudillos, y se comparaban con la generación del 80, de los Pellegrini, Roca, etc. Proposición frustrada, pues su acción que se montó en el descontento con el gobierno de Isabel y en la retracción del pueblo ante el accionar de las organizaciones guerrilleras y de la represión para-militar, no propuso ningún ideal en relación al cual los jóvenes pudieran identificarse. El intento más importante lo estructuraron con la guerra de las Malvinas que la derrota transformó en su mayor fracaso. Era un saber sobre la Patria, que le otorgaba lógica, hasta al ofrendar la vida. La derrota desenmascaró la aventura y desde lo real emergió desnuda una cierta verdad que destituyó a ese saber.
Este "proceso" ha mostrado que el funcionamiento o no, como objeto de identificación, depende de la posición que se logre en una estructura de poder pero, en relación al discurso que sostiene dicha posición, cuyos significantes están formados por palabras, consignas, actos, que interpretan o no, deseos circulantes en determinados estratos sociales.
La relación de estos significantes que sostienen los ideales del yo de la masa, darán de la capacidad de los que se sostienen en ellos, para ocupar el lugar de objetos de identificación, objetos que se saben sobre lo que la masa desea, generándose un proceso de ida y vuelta, de deslizamiento de sentidos, entre los ideales en que se sostiene la masa y los ideales que producen a los dirigentes.
El acto de institución del "proceso" -y sabemos que los actos pueden ser también significantes -subvertía la Ley constitutiva de la Nación, abolía lo que proclamaba. La corrupción terminaría de agujerear ese simbólico. La locura se tornó amenaza. Eso lo palpaba cualquiera, todos los días. Se tema la paralización total, la catástrofe de la economía. Se inventan neologismos vg.: están inflación. La guerra, la masacre, amenazan desde lo real en convertirse en la restitución delirante del agujero que deja en lo simbólico la palabra pérdida.
Sin embargo, la República se resiste y en la discrepancia, se sostiene en los significantes que, mentando lo de los muertos, se transmitieron a través de la música (rock, folklore) o del rumor, y hoy sostiene al movimiento social: volver y ser millones. Liberación o dependencia. Derecho a la vida. Somos la vida. Justicia es reparación del daño al pueblo. La Causa contra el régimen. Luder o Coca Cola. No al pacto sindical-militar. Rendición de cuentas. Alfonsín o milicos. Aparición con vida. En plena guerra de las Malvinas, en una de las canciones que más se cantaban, León Gieco decía: "Sólo le pido a Dios/ que la guerra no me sea indiferente/Es un monstruo grande y pisa fuerte/ toda la inocencia de la gente. Sólo le pido a Dios/ que lo injusto no me sea indiferente si un traidor puede más que unos cuantos/ que unos cuantos no lo olviden fácilmente./Sólo le pido a Dios/ que el futuro no me sea indiferente/ deshauciado está el que tiene que marchar a vivir una cultura diferente..."
La guerra, la injusticia, la traición, el exilio; cuatro flagelos de estos años, eran hablados por los adolescentes, con la voz de León Gieco.
De la misma manera podría señalar muchas otras, que rompieron el silencio abriéndole una posibilidad a los adolescentes frente al desconcierto. Recordar también "La cigarra", pues si desde la voz de Susana Rinaldi, Mercedes Sosa y otros, y desde la pluma de María Elena Walsh hizo nube en la boca de los chicos, fue porque como significante habló de lo real del "Proceso de Reorganización Nacional"; de los desaparecidos.
"Tantas veces me mataron/ tantas veces me morí/ sin embargo estoy aquí/ resucitando.../ Tantas veces me borraron /tantas desaparecí/ a mi propio entierro fui../ Tantas veces te mataron/ tantas resucitarás/ tantas noches pasarás/ desesperando/ A la hora del naufragio / y la de la oscuridad./Alguien te rescatará/ para ir cantando.
Y este hablar, como ocurre con la atemporalidad del inconsciente, fue independiente de la fecha en que lo haya escrito la autora y de la intencionalidad conciente de la misma. Según las leyes del tiempo lógico, desde el después en que se actualizó, resignificó retroactivamente, lo que la experiencia de amigos o familiares o el rumor indicaban que estaba pasando. Lo mismo ocurrió con la "Marcha de la bronca" de Cantilo, recuerdo dos líneas: "Bronca porque matan sin descaro, pero nunca nada queda claro".
No pretendo con esto explicar la realidad político social de la hora, que exige poner en juego categorías de otro orden, aunque el punto de vista psicoanalítico puede brindar su aporte.
Tal vez se piense que me he deslizado del discurso psicológico al político. Creo que no. Si hablamos de una capa generacional, hablamos de Psicologías de masas. Freud en su trabajo nos decía: "Una masa primaria de esta índole es una multitud de individuos que "han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo".
Aquellos significantes son los ideales en relación a los que están surgiendo los líderes con los que se identifican los adolescentes de hoy. La política es un mal mayor necesario, no hay otra forma de relaciones sociales. En su discurso se articulan los significantes que harán de un pueblo Nación o de una Nación desastre. La represión del estado, el silencio aterrorizado de los padres, la palabra sin ley de los gobernantes, habían sumido en el desconcierto y la confusión a los adolescentes que se deslizaban a la violencia irracional, a la drogadicción, a la desestructuración. La crisis aguda de ese estado de cosas, particularmente como consecuencia de la guerra de Las Malvinas, venció al terror, reabrió las bocas, puso en primer plano a esa música que transmitía los significantes de los muertos, y los adolescentes, retomaron sus banderas, sus ideales.
¿Esto es la panacea? No hay panacea. Recordábamos al principio, que justamente somos sujetos de la adolescencia, de la carencia. No hay Otro del Otro y el Otro no es consistente, tiene su falla, el significante de la falta del Otro, S (A), la simboliza.
Pero es la vida, con todo lo que contiene de muerte. Que es absolutamente contrario de la muerte con todo lo que ha perdido de vida.
Voy a hablar de los adolescentes. No de todos y de todo, eso es imposible. Pero de los que voy a hablar no son los menos importantes. De algunos párrafos se podrán desprender reflexiones más generales sobre la adolescencia y sobre psicología de las masas.
Adolescer, raíz de adolescencia, me lleva a definir a ésta como la enfermedad constitucional del ser humano. Un período entre los once y los veintipico, la exacerba. ¿Qué de lo biológico, qué de lo simbólico, qué de lo imaginario? "La edad del pavo", dicen unos, "los viejos no entienden nada" dicen los otros. ¿Dónde está la verdad? ¿Hay una verdad? La música que cultivan los adolescentes sería para muchos adultos el ejemplo del primer dicho. Posiciones políticas de los adultos serían para muchos adolescentes el paradigma del segundo dicho.
"La comunicación no existe", nos dice Lacan. Esta verdad, efecto del valor multívoco y equívoco del significante y de que el mensaje es significado desde el lugar del Otro, adquiere una dimensión especial en la exacerbación adolescente de la adolescencia. El análisis de cada caso nos habla de su proyección particular, la experiencia global nos habla de algunas constantes.
El desarrollo gonadal, las transformaciones físicas y los actos provenientes del orden simbólico que los estructura (por ejemplo el Bar Mitsvá, la confirmación, el baile de los quince, el cambio de la primaria a la secundaria), ponen en crisis las identificaciones en que se sostenía el latente. Cambió su posición en la estructura. Deja de ser el niño aquel totalmente dependiente del designio de los padres y pasa a ser ¿qué? Ahí está la dificultad. La adolescencia es una descomunal pregunta sin respuesta, o frente a la cual las respuestas fracasan.
Desde lo simbólico, la frase "edad del pavo", propone un mal lugar para sostener una relación con lo real de ese cuerpo en transformación, que no encuentra un sólido imaginario en el cual mirarse. Así leo lo que nos plantean Enrique Millán y Silvia Wainstein cuando dicen: "Estamos frente a un drama cuyo empuje interno se precipita de la suficiencia a la falta de anticipación". Yo lo leo como: suficiencia de la latencia, falta de anticipación de una imagen que se afea, al no poder ser niño y no llegar a ser adulto y donde las andaderas simbólicas que la sostienen le dicen: "Está en la pavada".
Pero, ¿por qué le dicen eso? Simplemente, reproducen, transferencian, transmiten, su propia conflictiva adolescente?, o además ¿son sujetos de la tensión agresiva que produce la presentificación de la muerte que representa el adolescente? No es solamente que él se hace hombre o mujer, sino que el adulto, se hace "viejo", y en esto lo principal no es lo biológico. Es la edad en que los chicos empiezan a llamar "viejos" a sus padres, tanto como expresión de afecto y reconocimiento, como de censura y desilusión. Mientras ellos se adhieren firmemente a los ideales inalcanzados de los padres, estos han sufrido el segundo golpe de la castración y habitualmente se han tornado sensatos, normatizados.
Pero los que fueron ideales de juventud, siguen funcionado como remitencias a las historias, del mito, aunque el adulto renuncie, o incluso se oponga a ellos. Cuánto más conflictiva es la relación del adulto con aquellos ideales, más complicada es la situación para el adolescente.
Lacan nos dice: "El padre, el Nombre-del-Padre, sostiene la estructura del deseo con la ley -pero la herencia del padre, es su pecado"(1). Los conflictos con los ideales expresan y proponen las fallas en la ley, hablan el pecado. Y no hay que hacerse ilusiones, es un efecto de la estructura, de la castración, que en el adulto neurótico normal, de algún modo, se expresen conflictos con el ideal juvenil, que le dificultan atender a los ideales de los hijos. De ahí que en el decir: "los viejos no entienden nada" algo de la verdad habla.
El adolescente es expresión de un nuevo intento de renegar la castración, lo que se expresa en el terreno de los ideales, de ahí su absolutismo.
Decía, la adolescencia, descomunal pregunta sin respuesta. La reactivación sexual de la pubertad señalada por Freud en "Tres ensayos..." lanza al adolescente tras el saber sexual. La reactivación de su Edipo, señalada también en la misma obra, cruza a Edipo adolescente en el camino de Layo. Lo que hace que Layo no pueda saber, ¿dónde encontrarlo? Quien busca un saber, lo supone a algún sujeto. Sujeto supuesto saber. De ahí los diversos oráculos que el adolescente escucha (musicales, políticos, deportivos, danzantes, etc.). Esa búsqueda hace de estos, líderes, objetos de identificación, y de los adolescentes, masa, grupo.
En salud mental hablan de prevención primaria. Con la adolescencia de este momento, si de prevención se habla, ¿de qué hablar? Para un adolescente actual, siete años son muchos. Para algunos la mitad de lo vivido. Para otros, más cuando comenzaban estos siete años, algunos actualmente adolescentes, se enfrentaban a la castración, los argentinos a la muerte. ¿Cómo se inscribió en esos padres la amenaza de muerte? ¿Qué efectos produjo en esos hijos dicha inscripción?
Una adolescente en un grupo decía, refiriéndose a la actitud del padre en estos años previos: "Se lavó las manos, cuando hubo que callarse, calló y ahora habla"/.../ Si afirmativamente lo acusa "se lavó las manos", en el "cuando hubo que callarse",lo reconoce sujeto a un orden que lo condiciona y lo determina. El final "calló", describe y tal vez sentencia, ya que la transformación porteña en "y" de la "I, en ese contexto puede estar hablando de la caída de un padre y cuestionando su resurgimiento: "habla".
En estos años muchos padres transmitieron por la negación, el silencio, el rumor, el temor y la vergüenza.
Contaban adolescentes en el grupo antedicho: "Era el silencio absoluto, me decían, no hables de esto con nadie, decí que a tu padre lo transfirieron a otro lado" (era la hija de un exiliado que volvió), y agregaba adultamente: "¿Y cómo me explican?" Que es la recepción invertida del mensaje de los padres: ¿Cómo le explico?
Otra agregaba: "Ese silencio te confundía. Pensaba que se lo habían llevado porque era ladrón".
Esta última nos contesta parte de las preguntas: ¿Cómo se inscribió en los padres la amenaza? ¿Qué efectos produjo en esos chicos dicha inscripción? Silencio. Confusión.
Esto crea una peligrosa situación. Un adolescente decía en dicho grupo: "Ante los padres derrotados la juventud aparece como la esperanza, como que se abre una nueva fuerza. Es un error cargar mucho a la juventud. Mucha presión sobre la juventud para que hagan sobre este país. Es un peso. Desgraciadamente vamos a llegar a los 40-45 y vamos a decir: "ahora vos". Hay una gran contradicción, por un lado empujan a la juventud, por otro lado la frenan". Si los hijos se hacen cargo de las deudas imaginarias de los padres la actuación política se puede hacer suicida en diversas variantes.
Por otro lado, como analizaba una de las partícipes en dicho grupo, el terror generó vergüenza en muchos padres, sentimientos de culpa por deudas imaginarias contraídas con los ideales postergados los argentinos desaparecidos.
El orden simbólico preexiste al sujeto y lo produce inconsciente y dividido. ¿Cuál fue la palabra dominante en ese orden, la del "proceso", o la de los "muertos"? La de los muertos: ¿Como signos o como significantes? Como significantes. El adolescente de hoy, ¿es el mismo que el de 1973? No, como masa. Esta aseveración es psicoanalítica. El sujeto del inconsciente es un punto en el tiempo y sólo es aprehensible en su emergencia y desvanecimiento por la interpretación psicoanalítica. Aunque se utilicen categorías provenientes del Psicoanálisis.
"Psicología de las masas y análisis del Yo", y la magna obra de Freud, desde el mismo título indica. ¿Puede ser útil la prevención primaria? Puede serlo a condición de que se la entienda, no como restringida a un manual de consejos sobre la relación entre padres e hijos, sino como un discurso destinado a operar, a incidir, a cortar, en lo real, con el significante que interprete al orden simbólico que produce al sujeto. En el caso que nos ocupa, al sujeto de la adolescencia. Con la interpretación que en su corte, produzca la caída del Sujeto supuesto saber y relance el discurso del adolescente.
"Nuestros enemigos son los subversivos y los corruptos", decían en marzo de 1976 los que se proponían como los nuevos padres de la patria. Llamaban a su acto: "Proceso de reorganización nacional", parafraseando lo del "Período de reorganización nacional", posterior a los caudillos, y se comparaban con la generación del 80, de los Pellegrini, Roca, etc. Proposición frustrada, pues su acción que se montó en el descontento con el gobierno de Isabel y en la retracción del pueblo ante el accionar de las organizaciones guerrilleras y de la represión para-militar, no propuso ningún ideal en relación al cual los jóvenes pudieran identificarse. El intento más importante lo estructuraron con la guerra de las Malvinas que la derrota transformó en su mayor fracaso. Era un saber sobre la Patria, que le otorgaba lógica, hasta al ofrendar la vida. La derrota desenmascaró la aventura y desde lo real emergió desnuda una cierta verdad que destituyó a ese saber.
Este "proceso" ha mostrado que el funcionamiento o no, como objeto de identificación, depende de la posición que se logre en una estructura de poder pero, en relación al discurso que sostiene dicha posición, cuyos significantes están formados por palabras, consignas, actos, que interpretan o no, deseos circulantes en determinados estratos sociales.
La relación de estos significantes que sostienen los ideales del yo de la masa, darán de la capacidad de los que se sostienen en ellos, para ocupar el lugar de objetos de identificación, objetos que se saben sobre lo que la masa desea, generándose un proceso de ida y vuelta, de deslizamiento de sentidos, entre los ideales en que se sostiene la masa y los ideales que producen a los dirigentes.
El acto de institución del "proceso" -y sabemos que los actos pueden ser también significantes -subvertía la Ley constitutiva de la Nación, abolía lo que proclamaba. La corrupción terminaría de agujerear ese simbólico. La locura se tornó amenaza. Eso lo palpaba cualquiera, todos los días. Se tema la paralización total, la catástrofe de la economía. Se inventan neologismos vg.: están inflación. La guerra, la masacre, amenazan desde lo real en convertirse en la restitución delirante del agujero que deja en lo simbólico la palabra pérdida.
Sin embargo, la República se resiste y en la discrepancia, se sostiene en los significantes que, mentando lo de los muertos, se transmitieron a través de la música (rock, folklore) o del rumor, y hoy sostiene al movimiento social: volver y ser millones. Liberación o dependencia. Derecho a la vida. Somos la vida. Justicia es reparación del daño al pueblo. La Causa contra el régimen. Luder o Coca Cola. No al pacto sindical-militar. Rendición de cuentas. Alfonsín o milicos. Aparición con vida. En plena guerra de las Malvinas, en una de las canciones que más se cantaban, León Gieco decía: "Sólo le pido a Dios/ que la guerra no me sea indiferente/Es un monstruo grande y pisa fuerte/ toda la inocencia de la gente. Sólo le pido a Dios/ que lo injusto no me sea indiferente si un traidor puede más que unos cuantos/ que unos cuantos no lo olviden fácilmente./Sólo le pido a Dios/ que el futuro no me sea indiferente/ deshauciado está el que tiene que marchar a vivir una cultura diferente..."
La guerra, la injusticia, la traición, el exilio; cuatro flagelos de estos años, eran hablados por los adolescentes, con la voz de León Gieco.
De la misma manera podría señalar muchas otras, que rompieron el silencio abriéndole una posibilidad a los adolescentes frente al desconcierto. Recordar también "La cigarra", pues si desde la voz de Susana Rinaldi, Mercedes Sosa y otros, y desde la pluma de María Elena Walsh hizo nube en la boca de los chicos, fue porque como significante habló de lo real del "Proceso de Reorganización Nacional"; de los desaparecidos.
"Tantas veces me mataron/ tantas veces me morí/ sin embargo estoy aquí/ resucitando.../ Tantas veces me borraron /tantas desaparecí/ a mi propio entierro fui../ Tantas veces te mataron/ tantas resucitarás/ tantas noches pasarás/ desesperando/ A la hora del naufragio / y la de la oscuridad./Alguien te rescatará/ para ir cantando.
Y este hablar, como ocurre con la atemporalidad del inconsciente, fue independiente de la fecha en que lo haya escrito la autora y de la intencionalidad conciente de la misma. Según las leyes del tiempo lógico, desde el después en que se actualizó, resignificó retroactivamente, lo que la experiencia de amigos o familiares o el rumor indicaban que estaba pasando. Lo mismo ocurrió con la "Marcha de la bronca" de Cantilo, recuerdo dos líneas: "Bronca porque matan sin descaro, pero nunca nada queda claro".
No pretendo con esto explicar la realidad político social de la hora, que exige poner en juego categorías de otro orden, aunque el punto de vista psicoanalítico puede brindar su aporte.
Tal vez se piense que me he deslizado del discurso psicológico al político. Creo que no. Si hablamos de una capa generacional, hablamos de Psicologías de masas. Freud en su trabajo nos decía: "Una masa primaria de esta índole es una multitud de individuos que "han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo".
Aquellos significantes son los ideales en relación a los que están surgiendo los líderes con los que se identifican los adolescentes de hoy. La política es un mal mayor necesario, no hay otra forma de relaciones sociales. En su discurso se articulan los significantes que harán de un pueblo Nación o de una Nación desastre. La represión del estado, el silencio aterrorizado de los padres, la palabra sin ley de los gobernantes, habían sumido en el desconcierto y la confusión a los adolescentes que se deslizaban a la violencia irracional, a la drogadicción, a la desestructuración. La crisis aguda de ese estado de cosas, particularmente como consecuencia de la guerra de Las Malvinas, venció al terror, reabrió las bocas, puso en primer plano a esa música que transmitía los significantes de los muertos, y los adolescentes, retomaron sus banderas, sus ideales.
¿Esto es la panacea? No hay panacea. Recordábamos al principio, que justamente somos sujetos de la adolescencia, de la carencia. No hay Otro del Otro y el Otro no es consistente, tiene su falla, el significante de la falta del Otro, S (A), la simboliza.
Pero es la vida, con todo lo que contiene de muerte. Que es absolutamente contrario de la muerte con todo lo que ha perdido de vida.
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