jueves, 22 de mayo de 2008

Psicoanálisis y política


Primero, les agradezco la invitación porque me obligó a hacer una retrosignificación de un tema que, lamentablemente para mi, me ha obsesionado toda la vida: la política. Y ahora psicoanálisis y política. Tengo un problema, no conozco la formación de cada uno de ustedes. Entonces voy a hacer una exposición inicial, casi una enunciación de temas. Ustedes me dicen cuál de esos temas quieren que despliegue.
Les voy a leer un epígrafe que usé para un artículo que va a salir en la revista “Topía” en Noviembre, que se llama “Efectos de Lacan en Argentina, buenos y malos”. El epígrafe dice así:

“El psicoanálisis en razón de no poder no tener efectos imaginarios, no puede no tener ideología. La que resulta no es del psicoanálisis sino del psicoanalista. Cada cual propone su utopía. Mi “utopina”, tal como la llamó a la suya el lapsus de un analizante, consiste en procurar que no se resignen los habitantes del infierno cotidiano. Me conformo con no resignarme.”

De ahí vamos a la charlita. Cuando me senté a pensar sobre cómo armar esta charla, el título me dio la pista -título que sugeriste vos, si no recuerdo mal-. “Psicoanálisis y política”. Ambas se ocupan del tratamiento de lo imposible, ambas se ocupan del tratamiento de lo real. Pero sus relaciones son, según esa “y”, de disyunción y conjunción. Conjunción en función del síntoma que causa la existencia de ambos. El síntoma causa tanto a la existencia del psicoanálisis como a la existencia de la política. Por lo tanto, existen por lo necesario, lo que no cesa de escribirse -hablando en lacanés, en todo caso después me pedirán aclaraciones-. Disyunción en función de los fines. La política es el arte de lo posible, por lo tanto, de darle sentido al síntoma. El psicoanálisis lo defino como la artesanía hacia lo imposible. Ambas causadas por lo real, trabajan por vía de lo simbólico interpretando a la metáfora. La política para anudarla. El psicoanálisis para desanudarla y reanudarla.
Estoy tomando el esquema de “Los cuatro discursos” de Lacan. En realidad, Lacan llegó a plantear cinco discursos, yo los extiendo a ocho discursos. Por eso insisto, voy a hacer una pasada rápida; ustedes después me dicen: “tal cosa me interesa, tal otra no la entendí”. En el terreno de la ética, en la política, cuando está en la apariencia de dominancia en el discurso es cuando está algún amo de turno o en acecho. O sea la política tiene que ver con los amos, aunque los revolucionarios, los que se oponen a los viejos amos, en realidad se están proponiendo como amos ellos. Por lo tanto, tienen como discurso las variantes del amo y sus decisiones e indicaciones, en consecuencia se conforma con que las cosas funcionen, para lo que produce enunciados delirantes restitutivos. En general, nadie se toma en serio los enunciados de los políticos: izquierda, derecha o centro, elijan el que quieran. Nadie se los toma en serio, porque si alguien se los tomaría en serio se darían cuenta de que son delirios. La política, por lo tanto, es una terapéutica, aunque a veces sea quirúrgica esa terapéutica. Cuando una revolución toma el poder y tira todo, rearma otra estructura, etc., es una operación quirúrgica, pero es terapéutica también. En cambio, cuando en la apariencia de dominancia está la histérica, los trabajadores (no me refiero al proletariado marxista, sino a los que trabajan bajo un amo). Cuando en la apariencia de dominancia está la histérica también hay política, está la histérica y sus síntomas y predomina la demanda. La demanda generalmente también con enunciados delirantes. Si ustedes analizan las demandas de las oposiciones, de los movimientos sindicales, van a ver que también son enunciados delirantes. En cambio, el psicoanálisis se hace cargo de enfrentar al sujeto con lo real, o sea con lo que obstaculiza y limita a su saber hacer. Por eso en su discurso no puede ir más allá de lo que el otro dice en sus enunciaciones, no puede producir programas. En cambio, la política no existe sin prometer programas. El psicoanálisis es lo otro que la política. La del político, la de la histérica -los trabajadores- y el psicoanalista son funciones necesarias. Es más, existieron siempre. Están discriminadas recién con la aparición del psicoanálisis, pero existieron siempre. Recuerden ustedes lo de Artemidoro Dedaldis, citado por Freud en “La interpretación de sueños”, que le interpreta un sueño a Alejandro Magno. La interpretación le da un sentido político al sueño, que tome la ciudad que estaba rodeando, que tome Tiros, sa-tiros. Pero si ustedes piensan algunas cuestiones en relación a Maquiavelo, a Mariano Moreno, a San Martín, a Rousseau, a Marx, a Lenin, a Mao, a Churchill, a De Gaulle, a Kisinger, a Perón, a Alfonsín, a Menem, a Cavallo, a Alfonsín, a Juana de Arco, Pancho Villa, Emilio Zapata, Lady Di, Evita, Berta Pupnheim, a propósito planteo esta cantidad de nombres. En todos esos tienen personajes que aparecieron como políticos, pero donde se podrían discriminar momentos donde operaron como políticos, momentos donde operaron como analistas, momentos donde operaron como histéricas. En todo caso después podemos conversar sobre eso, si quieren.
Ocupar una u otra posición (la de político, histérico, psicoanalista) no hace de la persona alguien mejor, tampoco peor. Todas son funciones necesarias a la estructura de relación de los seres humanos. Pueden ejercitarla mejores o peores seres parlantes, como en cualquier posición subjetiva, también con mejores o peores intenciones. Cada uno, hasta cierto punto, elige en que posición se ubica. Con esa elección siempre gana algo o pierde algo. Una función que era bastante cercana a la posición del analista, era una función que era muy clásica del ascenso político de la clase obrera a fines del siglo pasado y comienzos de este, que era el libre pensador. Esa era toda una función, ahora ya hay libre pensadores. Sobre esta cuestión de las buenas y malas intenciones podemos profundizar, si quieren, en relación a como Maquiavelo planteaba esto, lo cual es realmente interesante. La segunda vuelta que se le puede dar a esto es si uno analiza lo sucedido con la experiencia leninista.
La transferencia -ustedes saben que Lacan la planteaba como la puesta en acto de la realidad sexual del Inconsciente, lo digo porque rescato esa cuestión, no hay que pensar la transferencia por fuera de la realidad sexual del Inconsciente- es el hilo conductor para todas estas actividades. Tanto para los histéricos, los políticos o los psicoanalistas. Cuando el sujeto ama a quien le supone hacer sobre sus males y se espera del otro la solución a sus demandas se está en la posición histérica. Es la posición que tiende a adoptar la masa. El político, en posición de amo, usa la transferencia para el ejercicio del poder -que, en esencia, depende de la transferencia de las masas-. Quiero decir, cualquiera de nosotros -somos todos viejardos, aunque no todos, excluyo a algunas damas- hemos pasado por muchas experiencias y sabemos que durante mucho tiempo pensamos que “el poder estaba en la punta del fúsil” -citando a un viejo amigo mío-. O sea creíamos que eran las armas lo que daba el poder. Hoy podríamos creer que es el dinero, el mundo financiero. Sin embargo, les voy a mostrar dos experiencias muy claras que demuestran que....

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