viernes, 23 de mayo de 2008

Psicoanálisis y Análisis Social

Sección: Editorial
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Una pregunta, a veces explícita y otras implícitas, recorrió al psicoanálisis desde sus inicios. ¿Resulta pertinente utilizar sus herramientas para analizar acontecimientos de la Cultura y de la sociedad?
Cuando la respuesta es no, se suman a las resistencias habituales al psicoanálisis discriminadas por Freud, tres afluentes principales. 1) La creencia entre algunos psicoanalistas de que el inconsciente es individual. De ser así, y siendo el psicoanálisis la práctica del inconsciente, no tendría pertinencia para los fenómenos colectivos. Esta creencia contagia a cultores de otras disciplinas sociales o humanísticas, llevándolos a descreer de que en esos terrenos el psicoanálisis sirva para algo. 2) La suposición de que en los fenómenos socioculturales sólo se trata de razonamientos conscientes y de maldades o bondades. 3) El Eficientismo, elevado por los economistas que hegemonizan el posmodernismo, a la categoría de ideal indiscutible. Según este, como una interpretación psicoanalítica de algo que ocurre socialmente no tiene grandes posibilidades de producir resultados macro e inmediatos, no es pertinente.
Los psicoanalistas encuadrables en la primera variable, confunden lo inconsciente -con el Inconsciente. Lo inconsciente, es lo que permanece desapercibido a la consciencia a consecuencia de mecanismos psíquicos: represión, desplazamiento, negación, renegación, aislamiento, etc. Otra cosa es el Inconsciente: estructura que produce en función de deseos inconscientes, buscando atravesar dichos desconocimientos. Lo hace, sólo en la relación entre el sujeto y el (los) Otro(s). Esto da a todo accionar colectivo importantes componentes inconscientes: condición que torna razonable la utilización del psicoanálisis para el análisis de acontecimientos de la sociedad y la Cultura. Por supuesto no alcanza, para entenderlos en todas sus dimensiones. El psicoanálisis, como cualquier otra disciplina, está castrado. Cuando también las demás lo advierten para si, se abre el espacio necesario para elaboraciones transdisciplinarias, que aunque no dejen de tener agujeros en sus resultados, pueden responder mucho mejor a las exigencias de lo real.
Para el eficientismo, afluente mencionado más arriba, sólo sirve lo que produce más, mejor y con menores costos. De donde su no contra la pertinencia del psicoanálisis para el análisis social. En casi toda la aldea global, los Chicago Boy’s y sus suburbios, están creídos de que LA ECONOMÍA es el destino. Para dictaminar sus políticas no toman en cuenta otras indicadores que los macro – económicos. Cálculos en los que las matemáticas, sus letras, sus fórmulas y sus números, son manipulados para velar (reprimir), hacernos olvidar, que se los usa con el sólo fin de aumentar la extracción de plus valía a los (cada vez menos) trabajadores que quedan ocupados. Es lógico entonces que al eficientismo neo liberal, le moleste que a los psicoanalistas se les ocurra utilizar su método para analizar lo que ocurre en las sociedades.
De donde vuelvo al segundo condicionante.
El imaginario social supuso tradicionalmente que lo que ocurría en las sociedades, era producto del accionar de buenos o de malos. Hizo falta un Carlos Marx, para que se captaran los condicionantes estructurales de dichos fenómenos. Pero apoyándose en el saber que él originó y simplificándolo, se creyó que la estructura es un condicionante absoluto y mecánico. Lo que facilitó a una Thatcher o un Reagan, enemigos mortíferos de los sueños del gigante judeo – alemán, generar el Pensamiento Único del No Hay Alternativa. Que alimenta la suposición de que no se puede hacer otra cosa más que expoliar a los expoliados y enriquecer a los enriquecidos. El psicoanálisis, particularmente a través de Freud y de Lacan, recuperó para la lectura de lo social la responsabilidad del sujeto, pero no sin los límites que la estructura impone. No es posible cualquier aventura, pero tampoco es ineludible rendirse a la máquina devoradora de las grandes corporaciones. No es cierto que todo, sea cuestión de buenos y malos, tampoco, que no pueda haber buenos y malos en cada acontecimiento. Menos aún, que siempre estén del mismo lado los buenos y del otro los malos. Cada acontecimiento o propuesta amerita un análisis singularizado. Aunque se sepa, que generalmente suceden de un modo determinado.
En ello radica el nudo de la práctica del psicoanálisis. Por más que haya aprendido del Inconsciente por la boca de sus pacientes y por el trabajo formalizador de sus maestros, busca el saber de que se trate -en cada caso. En cada circunstancia, lee en lo que dice el Inconsciente a través de los furcios del sujeto (lapsus, equívocos, actos fallidos, modismos, insistencias de palabras, temas, muletillas etc.), o del fenómeno social o cultural de que se trate. Renuncia a lo que se llamó psicoanálisis aplicado, que consiste en aplicar al caso en examen, el cuerpo de doctrina adquirido a través de los tiempos. Así se le escapaba lo más importante: la particularidad de lo que está en análisis, sólo discernible por interpretación de lo que se re – presenta en lo que se dice.
De mantenerse dentro de los límites expuestos, el psicoanálisis tiene total pertinencia para ser utilizado en la interpretación de las cuestiones de la Cultura y de la sociedad. Es más, por las peculiaridades de su praxis, es capaz de aportar un factor muy importante en el momento actual. Consiste en que, al operar a través del análisis de lo que se dice y de quien lo dice en los discursos circulantes en el presente, no queda melancólicamente fijado a las pérdidas del pasado, sino que contribuye a generar condiciones para promover cambios de discurso, y como consecuencia -nuevas realidades.

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