lunes, 19 de mayo de 2008

Para Claudia Selzer de la sección psicología

05 de Febrero de 1994


"Pueblo chico infierno grande" fue y es la frase que sintetiza el horror al chismorreo de los cuidadosos de su privacidad. El chimento es intrínsico al ser humano. A través del chismoso goza de la transgresión sexual y/o agresiva de otros. En correspondencia, algún tipo de trasgresor goza de la mirada y los oídos del público que le provee el chismoso. En la mayoría de los casos sólo estamos ante simples neuróticos, que en cualquiera de las dos variantes gozan de la obscenidad que le envidian a los perversos, que sin pudor exhiben sus transgresiones. Calígula dixit, y sus equivalentes y epígonos actuales marchan tras su síganme.
Pero lo anotado al comienzo, indica la existencia de otros seres que prefieren disfrutar de su sexualidad fuera de la mirada de los que no la protagonizan y sin mirar la de los otros, o sin que la mirada salga del terreno de la intimidad fantasiosa.
La aparición de la prensa escrita, luego la radiofónica y m s recientemente la televisión y el satélite, han introducido una nueva variante, el planeta es "un pueblo chico".
Antes, si alguien se sentía molesto por el chismoseo del vecino, podía pedirle cuentas, increparlo, amenazarlo, llevarlo ante los tribunales. En pocas no tan lejanas (comienzo de siglo) formaba parte de las costumbres, defender en duelo el honor mancillado. Lo de ¡índole privada, podía ser defendido como tal. Los medios de comunicación masiva, propiedad privada a la comunidad, dejan lo único que verdaderamente debería resultar privado al otro, la vida intima de cada uno, sometida al poder omnímodo de los propietarios de los medios y de su posibilidad técnica de hacerla pública universalmente con sólo pagar médicas indemnizaciones, incomparables con los jugosos beneficios de toda ¡índole que la difusión del chisme les brinda. Es la tiranía dicha del voyeurismo, y cuando cuentan con el asentimiento del otro, del exhibicionismo del timorato, llevada a dimensión universal irrecusable, por la capacidad invasora, intrusiva, de los medios de comunicación masiva.
Si un príncipe goza narrándole su fantasía de ser tampón en el divino lugar sangrante a su amante plebeya, el mundo romántico suspira, el prosaico se ríe, les dico se relame, el sacro y monárquico se escandaliza, gracias a la "multimedia" -espías electrónicos, diarios, satélite, radio y televisión con su poder de difusión planetaria.
Una nena de tres aros se asusta por que ve a un hombre espiando desde un árbol y a otra/os desde diversos lugares con grandes artefactos apuntando al interior de la casa. Corre a llorarle al padre, que por diferentes circunstancias y razones, propias y de los otros, se halla momentánea e intensamente conflictuado y deseando verse sólo con sus amigos y familia. Harto de que no hagan caso de sus no, pierde la compostura y dispara, aunque aún en ese descontrol, sólo utiliza un instrumento que por su potencia no es capaz de producir los efectos que sí producían los cuchilleros de Borges, y otros duelistas de cuando el honor era un valor. Estalla entonces, el coro hipócrita de los privadores y sus amanuenses (algunos -políticos, periodistas, y "psi" entre los m s selectos)."Incivilizado, liberticida, paranoico" gritan Si la sociedad civil no pone tope a los privadores que, para exprimir al m ximo la tasa de mayor ganancia atropellan el derecho a la privacidad de los actos del sujeto, deja fuera de las regulaciones legales un enorme territorio que el espionaje electrónico y la multimedia amplían aceleradamente. Ocurre entonces, que el destino, con su capacidad de dar sorpresas, hace de la sociedad "occidental y cristiana" la sede, con otra camiseta, de la del "Gran Hermano" de Orwell en su mítica 1984, o sea una sociedad paranoico/massmedi tica
La enfermedad psíquica no es una excrescencia del cuerpo o los efectos sobre el alma de alguna sustancia material. Es el efecto de como queda posicionado el sujeto en la relación con la Cultura y la sociedad en que vive y de como reacciona ante la red Real-Simbólico-Imaginaria que vehiculiza dicha relación. No se nace paranoico. La paranoia es la resultante para el sujeto, de una ausencia simbólica donde dicha determinación tendría que estar. Si la legalidad civil no regula la relación entre el derecho a la privacidad en los actos ¡íntimos y los límites a la libertad megalómana de los propietarios de los medios para ordenar a otros gozar de la mirada voraz, se repetir n reacciones de autofedefensa que luego el poder ilimitado acusar de incivilizadas, los dueños de multimedios de liberticida, y algunos "psi" de paranoicas. En verdad, lo único que estar ocurriendo es que donde tendría que estar una ley, señal simbólica del límite necesario al goce de la mirada, sólo estar la insaciable voluntad de poder de los dueños de los medios. Y que al no haber desde lo simbólico ley que la limite, al sujeto no le queda otra posibilidad que bajo el peso de lo imaginario someterse, o defenderse a través de una acción real.




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