El Sujeto, Efecto De Su Decisión Ante Lo Que Lo Condiciona
Me parece conveniente, comenzar definiendo desde que posición, desde que lugar expongo. Por mi trayectoria, mi oficio (psicoanalista) y la ubicación que tengo en él, lo hago desde un lugar que es un resto tardío, un arcaísmo, de la mítica economía mercantil simple descripta por Marx como antecedente inmediato al capitalismo. Lugar que en la modernidad fue ocupado por las profesiones liberales. Vendemos directamente la mercancía producida por nosotros (mejor estar psíquico) y con el dinero obtenido por esa venta, compramos las mercancías que anhelamos. Estamos instalados en el circuito: mercancía - dinero - mercancía (M-D-M). Somos una minoría. La mayoría trabaja en relación de dependencia en pre-pagos, obras sociales, instituciones del estado o sea que, típicamente, como personal del sector servicios. Venden su mano de obra a quienes tienen el capital (D-M-D). Otra minoría, son empresarios que se apropian en dimensiones diversas de la plusvalía de estos últimos. Por lo tanto, hablo como ciudadano no participante de las redes del poder estatal y tampoco de otros poderes (patronales, partidarios, sindicales, etc.). No presento esa ubicación como una virtud, tampoco como un defecto, sino como el lugar que a través de la vida fui tomando como el mío. Marx decía que el ser social determina a la conciencia social. Creo que dicha formulación contenía algún error (la creencia en la conciencia como decisiva) pero sostenía un fuerte componente de verdad, que enunciaré así: el lugar que se ocupa en las relaciones sociales de producción y circulación de mercancías, tomando a estas en el sentido más amplio (incluyendo al mejor estar mental, como una de ellas) condiciona las posibilidades de acción y de pensamiento de los sujetos. Por ejemplo, tal vez a algunos de los que esté escuchando les suene antipático que esté colocando a la salud como mercancía. Pero lo es, en tanto el desarrollo científico y tecnológico la ha transformado en un producto de consumo no natural ni silvestre y en tanto hay sectores numéricamente importantes que la producen y que viven de su venta. A modo de ilustración sobre los condicionantes del ser, digo: la razón de estado condiciona concluyentemente, a quienes ocupan posiciones con capacidad de decisión en cualquier modalidad de estado (nacional, patronal, partidario, sindical, etc.). Lo mismo, pero en un sentido casi inverso, nos ocurre a quienes no ocupamos esas posiciones. Para nosotros, la razón de estado es secundaria y por el contrario son fundamentales los deseos del sujeto. Los primeros deciden la distribución de goce en función del estado que defienden, los segundos se oponen a las privaciones a que someten las razones de estado a los pobladores. Defino como razón de estado (sin pretender ser original en un tema que dio lugar a tantas posiciones) como la decisión, ante temas de dificil definición, de tomar partido por la que se considera más apta para defender el estado, aunque contraríe creencias morales de quien las toma. Se fundamenta en la necesidad de que las cosas funcionen'. Lo que no es pequeña cosa, vistos los efectos subjetivos producidos por fenómenos antifuncionales como las hiperinflaciones, capaces de dejar arruinadas y bajo chantaje a más de una generación. Debido a nuestra condición, los intelectuales independientes (libres) aparecemos más habitualmente en postura de demanda, de reclamo y los de estado, de defensa de lo estatuido. Unos ganan en poder y pierden en libertad, otros ganamos en libertad y perdemos en poder. Cada uno tiende a proceder según las finalidades de su práctica, o de los intereses corporativos que pretende representar y llevar adelante. Unos buscan más el movimiento y otros defender lo estatuido. Todas, son funciones necesarias. De la tensión entre ellas y de los vectores resultantes, depende el destino de los problemas que toda sociedad presenta. Y en cualquiera de dichas funciones se puede encontrar gente más y gente menos decente. Gente mejor y gente peor.
De Utopías Y Fracasos
Frisando el 2000, un nuevo pensamiento sólo puede tomar forma si logramos un análisis que facilite superar metodologías que dieron origen a la formulación de creencias que desde hace más o menos 250 años llevan al género humano a suponer que sus desgracias ocurren por culpa de los otros: los amos, o los trabajadores, según el imaginario social que predomine. La hegemonía neoliberal creyó e hizo creer que las dificultades sociales y económicas reconocen como única razón, las conquistas de los trabajadores en el welfare state (de socialistas y/o populistas) o en los sistemas comunistas. Llevan adelante como su ideal, su utopía, un fuerte intento por reducir muchísimo en número a los asalariados y regresarlos a nuevas formas de servidumbre. Aspiran a un mundo integrado por entre 1.500 a 3.000 millones de habitantes, dejando al resto afuera, excluidos. Dicha utopía llevó a un Francis Fukuyama a pronosticar el fin de la historia. En el otro polo, algo similar pero contrario, fantasearon Marx y Engels cuando creyeron factible la sociedad de productores libres como punto de llegada de la revolución proletaria y de final de la conflictividad social alta.
Hasta la revolución norteamericana y la francesa, las luchas eran entre naciones, religiones o etnias. Recién a partir de entonces, se supuso que la causa de los males se hallaba en alguno de los 2 polos en función de los que se organiza el trabajo, poniéndose en cuestión a los amos y a formas de su función (señoríos feudales, monarquías, capitalismos, burocracias estatales). La revolución burguesa y las populistas supusieron que la cuestión residía en cambiar de amos. Estos 250 años indican que eso no resultó.
Más reciente es el fracaso de los socialismos. Algunos (Bernstein, Lasalle y otros) supusieron que con reformas irían transformando a la sociedad y a los hombres. Felipillo, Tony Blair, Alfonsín y otros, vuelven a testimoniar el fracaso. El anarquismo idealizó la autodisciplina, la horizontalidad, la destrucción del estado y del disciplinamiento por jerarquías. Lo que le dificultó arraigar en la población. Donde transitoriamente lo lograron, como en la España de los años 30, cayeron en paradojas de salida difícil, como cuando en función de su ideario se oponían a que su líder histórica, la Montseny, formara parte del gobierno como ministro de salud pública para fortalecer la República, o cuando la anomia les disgregaba a las propias fuerzas.
Los comunistas plantearon que para que hubiera cambios de raíz, de estructuras, había que tomar el poder, instalar una dictadura, expropiar a los amos y socializar la propiedad. Capturado el poder, no pudieron ir más allá de monopolizar en manos del estado los medios de producción. Rápidamente (para tiempos históricos) la trama burocrática en la que necesariamente se sostiene cualquier estado, manipuló para su beneficio dicha propiedad. Mientras, los trabajadores se cobijaron en las conquistas sociales. La productividad (en calidad y cantidad) y la competitividad se estancaron y hasta retrocedieron y la degradación económica se instaló en esos países. No obstante que se habían modificado de raíz, las estructuras económicas. Eso fue posible. Lo imposible fue, y va a ser siempre, modificar la estructura productora de la subjetividad.
Es en razón de estas experiencias, que creo conveniente replantear la metodología_que elijamos para analizar, proyectar, y actuar, en función de obtener mejores resultados en pro de la civilización y de la justicia social.
A Causa De La Imposibilidad -La Insistencia
Algunas de las ideologías aludidas anteriormente, parten de la ilusión común de que instalado un sistema económico determinado, se podría eliminar progresivamente el conflicto social al cambiar de protagonistas al poder y desde dicho cambio, las bases económicas de la sociedad. Ese tipo de concepciones recibieron diferentes nombres, algunos, ilustrativos. Por ejemplo: totalitarismo o fundamentalismo. Este último, tan en boga ahora para aplicárselo a diferentes variantes del Islam, nace como representativo de un movimiento conservador surgido entre los protestantes y que se inició en Estados Unidos a finales del siglo XIX. En su terreno, se distinguen por sostener a toda costa creencias refutadas por el desarrollo científico. Lo hacen, por creerlos fundamentos que si se conmueven, todo caería. Curiosamente, los norteamericanos que engendraron dicho movimiento, ahora nombran así a los musulmanes que acusando a aquellos de satanes, se hacen cargo efectivamente de su propio fundamentalismo. Estas doctrinas, al igual que algunas vertientes simplificadoras del marxismo y las diversas variantes del fascismo, suponen que se puede estructurar una cosmovisión social, cultural y hasta subjetiva totalizadora, desde alguna doctrina (la suya). Totalitarismos y fundamentalismos convergen formalmente en esa creencia y son efecto de que el necesario registro imaginario, anuda y tranquiliza encubriendo lo que falla en la realidad humana. Y funciona así, con mayor o menor peso en toda organización de masas, incluidas las psicoanalíticas. De la misma manera, es el sostén de toda concepción individualista.
El desarrollo de experiencias diversas ha mostrado sobradamente, que más allá de matices, no son los hombres los que hacen al poder/estado, sino este el que hace (o deshace) a los hombres. Utopías como la del Hombre Nuevo, de las campañas de educación de masas, de revoluciones culturales, de estímulos materiales, chocaron contra el hecho de que _el ser humano (más_ allá de tal o cual matiz) no es reformable, educable. Por lo menos con relación al eterno conflicto entre el amor propio y el amor al otro y entre el goce propio y el del otro. Del mismo modo, con respecto a todo aquello que resulta imposible de saber. Imposible resultante de la misma estructura productora de saber. Esta no puede no producir un acceso siempre limitado al mismo. Limitación causada por la paradoja de que, mientras más saber se produce, más objetos se inventan que se vuelven sobre la Cultura y la sociedad como nuevas causas de falta de saber (víctima enorme de esta paradoja, es el ecosistema).
Me parece entonces, que un pensamiento nuevo tiene que comenzar por declinar la ilusión en soluciones últimas y definitivas, y soportar que el conflicto social es intrínseco a la constitución humana. Por lo tanto, de lo que se tratará en cada coyuntura será de evaluar las condiciones materiales de producción de aquel, la falla que lo instiga, las posiciones encontradas, la modalidad del enfrentamiento y de la correlación de fuerzas, para discernir los cursos de acción a tomar y las instrumentaciones mas eficaces en ellos. Para dicha evaluación, será clave calibrar desde que lugar se evalúa. Y al saber que no habrá soluciones definitivas, combinar la acción con la negociación. Se partirá de excluir de los objetivos metas ideales, que sólo sirven para asegurar una permanente sensación de fracaso. Se excluirá también, a lo que la ideología neoconservadora supone como posible, una sociedad global construida sobre la base de la marginación, y peor aún, de la exclusión de la mayoría de sus habitantes. Deben abandonarse también, las letanías de las viudas de la izquierda. Que aburren con sus nostalgias de los pocos aspectos positivos que tuvieron sus regímenes, olvidando el horror en que se enancaban -el terrorismo de estado con sus espantosas consecuencias. De las que nosotros, en proporción, tuvimos una experiencia menor. Lacan nos recordaba, que revolución quiere decir: vuelta de 360º, o sea al mismo lugar. Lamentablemente los hechos, tanto de las revoluciones burguesas como socialistas, me resisto a llamarlas proletarias, confirmaron ese saber que trasmitió la lengua, más allá de las creencias de quienes sosteníamos dichos idearios. Si acuño lo de viudas de la izquierda, no es para ofender, sino para metaforizar con ese fenómeno que se da entre algunas mujeres que cuando enviudan, se quedan eternamente llorando y recordando algunas pocas virtudes del muerto, a la vez que olvidando los defectos por los que en vida de él se quejaban todo el tiempo. No son sólo molestas para los demás con su zumbido letánico, sino que además se cierran el camino, agotan los tiempos de encontrar una nueva pareja con la que vivir una vida más feliz. Creo que las letanías de ciertas izquierdas, lo único que logran es impedir relanzar el análisis conjetural para abrir paso a la estructuración de un pensamiento civilizatorio y justiciero más eficaz que el que fracasó con aquellas ideas que supimos portar.
Por consiguiente, lo que estoy planteando descarta la resignación ante el peso que ha tomado la dominación capitalista, por saber que esta es fuente interminable de injusticia. Lo que pretende en cambio, es encontrar modalidades más eficaces para lidiar con la naturaleza humana y resistir, tanto a la tendencia habitual de los patrones a superexplotar, como la de la mayoría de la masa habitualmente, a acomodarse al explotador.
La Democracia Como Imposible, Como Instrumento Y Como Termómetro.
Frisando el 2.000, todos somos democráticos: -ja!.
La definición más ingenua de democracia se la suele dar en los manuales escolares como gobierno del pueblo. Algunos políticos en el colmo de su entusiasmo suelen agregar -y para el pueblo. Otros, con mayor debilidad mental, prometen: con democracia se come, con democracia se estudia, etc., etc. Ninguna de esas es la que está en su etimología, que según el diccionario de la Real Academia Española dice: 1) Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. 2) Predominio del pueblo en el gobierno político de un estado. La primera versión, más cauta, más austera, se limita en la doctrina, a favorecer la intervención del pueblo en los asuntos de gobierno. La segunda gusta más a los de Billiken y a políticos prometedores.
Creo que si analizamos a fondo, ninguna de ellas acierta plenamente. Reflejan un poco la realidad, y expresan mucho, sólo buenas intenciones. De las que como sabemos, está sembrado el camino del infierno.
Planteo entonces, que la democracia es imposible. Tanto la llamada representativa, como la llamada directa. Ello es efecto, de que a pesar de las apariencias, el accionar de los seres humanos está mucho más condicionado por el Inconsciente y por lo inconsciente, que por la conciencia. Lo que reduce las posibilidades de representar a otros e incluso a sí mismo. De ahí que la democracia siempre resulte fallida y tendenciosamente favorable a los que detentan el poder, aún en los que proceden con las mejores intenciones de su conciencia. Esto último se debe a que los seres parlantes perciben lo real según la deformación que los prismas de sus deseos y de sus modalidades de goce les imponen. Desde esas deformaciones, construyen su realidad. De ahí que a pesar de las apariencias, el sentido común sea el menos común de los sentidos y la realidad lo menos compartido. Con sólo observar a las parejas cuando se les pasa el enamoramiento y la fascinación iniciales, se puede entender lo que estoy planteando. ¿Creerán con lo que digo que me opongo a la vigencia de la democracia? De ninguna manera. Considero que a pesar de sus dificultades, es el régimen que permite tramitar menos traumáticamente, más pacíficamente, las diferencias que por diferentes razones nos afectan. Pero eso no autoriza a alentar falsas expectativas en que alguna vez va a existir en plenitud. Eso es imposible. Además de por las razones antedichas, porque el abismo que se abre entre el cuerpo, los deseos y la posibilidad de representación, es sorteado por la masa a través de su enajenación en los planteos de sus líderes. Planteos que a veces son más o menos coincidentes con lo que ellas anhelan (que generalmente no es lo que más les conviene) Otras veces ni eso ocurre, debido a las razones de estado antedichas, y a intereses particulares de cada líder.
La virtud fundamental de la democracia, reside en que genera mejores condiciones para la pacificación de los vínculos sociales. Pero ese mismo efecto, al pasar a funcionar como causa, facilita las acciones desfavorables a las mayorías sociales que llevan a cabo los protagonistas del poder en sus diversos lugares (estado, corporaciones patronales, partidos políticos, iglesias, corporaciones sindicales, etc.). No obstante, al no haber posibilidades de modificaciones de raíz y definitivas, es mejor para todos, tramitar las tensiones y cambios necesarios por vías pacíficas. La violencia guerrera no excluye para nada, más bien tiende a acentuar el efecto de velo sobre las acciones antipopulares del poder de estado. Efecto que es estructural a las posibilidades de la percepción, porque como sabemos, lo esencial es invisible ante los ojos, y la realidad, es ficcionalizada por los deseos inconscientes y por una obstinación del mismo orden, en aferrarse a las modalidades y porciones de goce de cada uno.
Por otro lado, la democracia tiene otra virtud que se condice con la variante 1 que nos propone la etimología según el diccionario de la Real Academia Española: registra las creencias e ilusiones comunes en cada momento de la historia, de la mayoría de los que componen la ciudadanía más activa. De ahí que facilite pacificar. De ahí también, la dimensión que adquirieron las encuestas de opinión pública, para llevar adelante una campaña presidencial, organizar la programación televisiva, concebir la orientación de un gran diario argentino, decidir los componentes del programa de un partido político, los componentes adecuados para la fabricación de pañales o cualquier otra cosa. Tiene un inconveniente: nos dice una verdad a medias. La verdad de: con que se conforman, que anhelan, habitualmente las mayorías. Verdad a medias, en la que habitualmente los lúcidos no queremos creer. Es en ese sentido que tiene razón la peor versión de la etimología: Predominio del pueblo en el gobierno político de un estado, pero no de sus intereses sino de su enceguecimiento.
El Poder Del Poder, Está En El Que La Masa Le Confiere.
El ser humano, aunque en los tiempos filosóficos algunos tratemos de ignorarlo, siempre se sintió objeto de poderes superiores que lo dominaban. Primero los atribuyó a otros componentes de la naturaleza o de su fantasía. Determinados animales, fenómenos atmosféricos o cuerpos cósmicos, dragones, minotauros, sátiros, y tutti quanti. Luego a Dioses y en la medida que la imaginación se origina en el molde de las sociedades en se que vive y en que estas se transformaron, lo fue atribuyendo a mono- teos, según la imagen de la familia patriarcal. Sabemos que de todo eso subsisten restos aún de gran peso por ejemplo, -la astrología, las religiones, etc. Luego se fue corporeizando más en funciones y hombres concretos. Los señores feudales, los reyes. A los que sin embargo se los consideraba delegados de algún Dios (claro que siempre el propio como el único verdadero). Nada de esto fue puro. En las tribus de los primeros tiempos coexistía el poder de los espíritus administrado por los brujos con el del jefe. En la Grecia creyente en los dioses, el poder era ejercido por Estrategas en la democracia de los libres (los esclavos no participaban de sus mecanismos). Luego, especialmente a partir de Maquiavelo se tendió a colocar el poder como un efecto de los hombres. Se creyó que provenía especialmente de las armas. Creencia en la que coincidieron líderes tan dispares como Napoleón, o Mao Tsé Dong -que afirmaba que el poder nace de la boca del fusil Marx en la Lucha de Clases en Francia captó el peso decisivo del capital financiero para el poder, y el potencial de la clase obrera por su función productora. Lo que llevó a Lenin a la creencia de que haciéndose de la hegemonía en el proletariado, en las fuerzas armadas y expropiando a favor de un estado dominado por la dictadura de dichas fuerzas lo que existía como propiedad privada del dinero y de los medios de producción (capital financiero, agrario e industrial) podía instalarse un poder de otra índole, que al liberar a la clase obrera de la opresión, liberara por arrastre a las otras clases y por lo tanto al género humano en su conjunto. Hermosa utopía que la experiencia práctica demostró como imposible. Imposibilídad que está en la propia estructura de la subjetividad, ya que su mal reside en que no hay producción, sin la distinción entre dirigentes y dirigidos, y que en esa diferencia se origina una tensión inherente al lógico conflicto entre ambas funciones.
El Mercado: Entre La Aplanadora Totalitaria Y La Des-Regulación Salvaje
Si registráramos sólo el fracaso de una experiencia, aunque haya abarcado a dos tercios de la humanidad, no podríamos razonablemente concluir en que la misma es impracticable. La derrota de una rebelión no significa que una segunda o una tercera no puedan triunfar. Distinto será, si cuando analizamos las causas del fracaso, encontramos que las mismas se enraízan en invariantes de estructura.
Esto es lo que planteo con respecto a lo que se dio en llamar comunismo, socialismo real, o socialismo estatista.
Las razones del fracaso fueron varias, tanto de índole estructural como coyuntural. Me referiré a aquellas que por mi oficio se me hacen más evidentes. Tienen que ver con la supuesta disyuntiva entre mercado libre, des- regulado, o economía centralizadamente planificada.
Toda sociedad se encuentra permanentemente con que tiene que tomar decisiones en dos terrenos fundamentales. El de la promoción de la producción y el de decidir la distribución del producto. Ambos están sobredeterminados por los tres registros ven los que y con los que, se teje el accionar humano. Dimensiones que registran y reciclan, dichas y desdichas. Uno de ellos hace que la imagen de lo valorado se le aparezca a las personas, según la satisfacción que por eso, ven brillar en otras personas. Lo que genera también, rivalidad. Porque se quiere tener lo que el otro posee. Es una de las razones del espíritu de competencia, al que los neoliberales se empeñan en gritarle ¡piedra libre! y con el nombre de libre competencia, llevarlo al centro de la escena como motor del desarrollo. Es cierto que impulsa la actividad, en tanto y en cuanto ganarle al otro captura a la voluntad, pero por esa misma razón es fuente también de las peores agresividades. Cosa que el capitalismo no ignora en tanto les lava la cabeza a sus ejecutivos de venta y de marketing, instándoles a ser siempre más agresivos, a tener planes de venta y de publicidad según este paradigma. Paradigma que entonces, tiende a trasladarse a todas las relaciones sociales. Otro de los registros exige que para el establecimiento de relaciones de producción, el ordenamiento se produzca según lazos horizontales (entre pares, entre los que también se hace presente la rivalidad) atravesados por vínculos piramidales (entre impares) en función de jerarquías. Esto origina diferencias de diversa índole y es fuente permanente de tensiones. Finalmente en una tercera categoría, la convivencia civilizada exige sofrenar tendencias subjetivas, para las cuales la independencia de los otros resulta un obstáculo. De lo cual también deviene malestar y probabilidades de violencia. Dicho de otra manera, mientras los deseos que se incuban en la subjetividad son absolutamente singulares, no tienen otra posibilidad de llevarse a cabo, de transformarse en goce, que no sea con la colaboración de otros. Pero difícilmente hay coincidencias, justamente por el carácter singular de aquellos. Lo más habitual es que lo que uno gana de goce, otro lo pierde. Encontramos ahí, una tercera fuente de tensiones y violencia.
El mercado, efecto de la necesidad de intercambio, en su función más simple, no es más que la puesta en movimiento de todas estas tensiones. El sistema de economía y planificación centralizada, socialista en las mejores experiencias, fascista en las peores, trató de hacer tabla rasa con las mismas, depositando las esperanzas en una supuesta racionalidad superior de la conciencia, y en la fuerza de las masas y las armas. Lo que resultó de dichas experiencias, fue la pérdida de iniciativa de los sujetos y la apropiación de la plusvalía por el aparato burocrático, generando condiciones de posibilidad para el capitalismo salvaje que se despliega catastróficamente en la ex Unión Soviética y un poco más ordenadamente en la ex - República Popular China. Desde este punto de vista entonces, el fracaso se debió a que en la economía centralizada y planificada, grandes masas pudieron cobijarse indolentemente en los pliegues del estado protector, y otros sectores no encontraron un mercado en el que desplegar las iniciativas provenientes de sus deseos y modalidades particulares de goce.
No se puede eliminar el mercado. Este es la plaza en la que se despliegan las iniciativas de los sujetos como efecto de los deseos que los mueven y de las incitaciones que los intercambios les proponen. Pero tampoco se lo puede dejar funcionar ciegamente, pues queda a merced de los conflictos que por las distribuciones de goce, inevitablemente se plantean y donde los de mayor poder económico corren con ventaja. La solución tampoco se debe depositar en términos absolutos, en que lo regule el estado que habitualmente se coloca del lado del león. Lo mejor pareciera estar en lo peor. No ilusionarse con la regulación de la conflictividad desde las cúspides de estado, sino afirmar el poder de las fuerzas más dinámicas e interesadas en promover la producción y la comercialización con criterios más lógicos de distribución. De tal manera, de poder pesar con mayor fuerza en las tensiones inherentes al mercado, para lograr meiores resultados en las negociaciones sin eliminar el factor de emprendimiento que agencian los patrones. Se advertirá que no hablo de igualdad, sino de criterios más lógicos de distribución. Lo hago así, porque la enternecedora consigna de libertad, igualdad, fraternidad de la primer revolución burguesa, sólo ha servido para encubrir la lucha a veces encubierta, otras evidente, por la distribución del plusproducto que se despliega en toda sociedad. Lo que se debe entre otras cosas, a cuestiones planteadas más arriba sobre deseo, goce, sujeto, sociedad y también a que, según conjeturo, el valor de lo producido socialmente es imposible de calcular. El cálculo que propone Marx, excluye a la función de los agentes de la producción (diversas formas de patrones) y toma en cuenta sólo el trabajo socialmente necesario de los trabajadores. El gran laboratorio que fue el socialismo estatista, demostró a mi modo de analizar que esa exclusión lo único que logró fue una vuelta más descarnada de la función amo al proceso productivo. Primero a través de los burócratas y ahora más brutalmente -de la mafia, los nuevos ricos y la viejanueva nueva nomenclatura. El valor de producción de esa función, no es calculable en horas de trabajo, ya que eso significaría ignorar la complejidad inherente a la misma. Tal como la reconocía Marx en La Crítica al Programa de Gotha con respecto a diferentes segmentos de la propia clase obrera. En verdad, creo que el intento de Marx por tratar de resolver por la vía de las matemáticas el problema del valor, respondía a su ideal de terminar con la conflictividad social. Creo que no hay ciencia que lo pueda lograr y que en todo caso, lo que debe afilar un nuevo pensamiento, son instrumentos metodológicos para intervenir en el sentido de lo que se vaya considerando mejor para el desarrollo de la especie y de la lógica social, en la conflictividad comunitaria.
De Las Impotencias Del Poder
Pero el movimiento real de las sociedades no deja de sorprender. La caída del imperio soviético y de sus subrogados dejó negro sobre blanco la comprobación de que la fuerza de las armas, sin dejar de ser un poder, es siempre relativo a una composición del poder mucho más compleja. Algo similar podemos extraer como conclusión de la caída en nuestro país de la dictadura militar luego de la derrota de Malvinas. Y si faltaba algo, los crujidos actuales en la estructura económica de la aldea global, a partir del temblor (¿sismo?) de las bolsas, aunque paradojalmente, ponen en cuestión al poder supuestamente omnímodo del capital financiero.
El poder, por lo tanto, es efecto de un complejo de relaciones y nunca de un solo elemento de las mismas. En ese compleio, lo decisivo, es el poder que los que se resignan, transfieren a aquellos que aceptan arriesgarse para usufructuario, sea con las intenciones que sean. Si se parte de esa constatación, se calibra menos omnipotente al poder y se puede estructurar una política capaz de diagnosticar las fisuras que ofrece, para operar sobre él. De esas fisuras la fundamental pasa, como en su momento lo planteó Lenin, por una cuestión de lógica temporal. Esa cuestión la refirió mas o menos así: no alcanza con que los de abajo no quieran, hace falta además, que los de arriba no puedan. Observemos que lo que se torna decisivo, es el punto temporal en el que la impotencia se apodera del poder.
Fuerzas políticas que pueden pasar a formar parte de mayorías y por eso llegar al gobierno, pierden esto de vista y apuradas por ocupar esas posiciones, se pliegan sin grandes matices al pensamiento único del "no hay alternativa" acuñado por la Thatcher. Evidentemente han terminado comprando el cuentito del fin de la historia. Sacrifican los deseos en que decían sostenerse, a favor de los ideales del neo - conservadurismo. En el mismo momento en que el modelo cruje y en el que algunos de sus ideólogos se plantean revisiones. O sea, cuando empieza a ocurrir que los de arriba no pueden, ellos les transfieren poder, los realimentan.
Afirmarse En El Lugar Propio, No Traicionar Los Propios Deseos.
No es novedad para ningún integrante del movimiento obrero que éste, formado con las mejores intenciones, no puede escapar a lo que emana de la estructura de la subjetividad. Es así que ha estado y está tensado entre los que se mantienen fieles a sus ideales de justicia social y quienes aflojan, tentados por el poder (del dinero, político, organizacional, etc.). Dicho de otra manera, la lucha no es sólo en referencia a enemigos externos, también transcurre en relación a lo que va brotando como efecto de los propios poderes internos. Pero no sólo. También con respecto a la tendencia de las mayorías, excepto en segmentos menores de tiempo, a soportar en los varios sentidos de la palabra, a poderes que defienden intereses contrarios a las conveniencias de dichas mayorías y/o del cuerpo social en su conjunto. Ante esas circunstancias, no vale la pena tentarse por atajos violatorios de la democracia. Han probado sobradamente, no ser más que huevos de serpiente. Lo que no depende de la voluntad particular de cada uno. Es un efecto de la práctica sobre los sujetos. No sólo estos deciden sus prácticas, sino que estas se vuelven sobre sus sujetos y como cuerpo social, los marcan irremisiblemente. El debate ético se plantea mal, cuando se lo centra en si el fin justifica o no los medios. Lo que muestra sobradamente la experiencia histórica, es que los medios, marcan a los fines. Resulta mejor la inteligencia, la búsqueda de acumular fuerzas, una política de acoso desde un poder que se construye independientemente del estado para incidir sobre el dominante, para que en los momentos en que este no pueda ocultar su impotencia, imponer salidas más favorables a la civilización y la justicia.
La trampa en que caímos los humanos, producto de nuestros propios deseos es suponer que se puede acceder a un régimen social absolutamente justo y estable. La religión llamó a eso paraíso, lo prometió para después de la muerte y lo describió como existente antes del saber, o sea de la civilización. Marx lo creyó posible en la tierra. Nada de eso es así. Nuestra condena es a convivir en el infierno que habitamos. Lo mejor que puede pasarnos, es que lo hagamos sin traicionar ni traicionarnos. Si lo logramos, habremos logrado bastante y nuestra muerte no nos será ajena, ni desesperante.
Me parece conveniente, comenzar definiendo desde que posición, desde que lugar expongo. Por mi trayectoria, mi oficio (psicoanalista) y la ubicación que tengo en él, lo hago desde un lugar que es un resto tardío, un arcaísmo, de la mítica economía mercantil simple descripta por Marx como antecedente inmediato al capitalismo. Lugar que en la modernidad fue ocupado por las profesiones liberales. Vendemos directamente la mercancía producida por nosotros (mejor estar psíquico) y con el dinero obtenido por esa venta, compramos las mercancías que anhelamos. Estamos instalados en el circuito: mercancía - dinero - mercancía (M-D-M). Somos una minoría. La mayoría trabaja en relación de dependencia en pre-pagos, obras sociales, instituciones del estado o sea que, típicamente, como personal del sector servicios. Venden su mano de obra a quienes tienen el capital (D-M-D). Otra minoría, son empresarios que se apropian en dimensiones diversas de la plusvalía de estos últimos. Por lo tanto, hablo como ciudadano no participante de las redes del poder estatal y tampoco de otros poderes (patronales, partidarios, sindicales, etc.). No presento esa ubicación como una virtud, tampoco como un defecto, sino como el lugar que a través de la vida fui tomando como el mío. Marx decía que el ser social determina a la conciencia social. Creo que dicha formulación contenía algún error (la creencia en la conciencia como decisiva) pero sostenía un fuerte componente de verdad, que enunciaré así: el lugar que se ocupa en las relaciones sociales de producción y circulación de mercancías, tomando a estas en el sentido más amplio (incluyendo al mejor estar mental, como una de ellas) condiciona las posibilidades de acción y de pensamiento de los sujetos. Por ejemplo, tal vez a algunos de los que esté escuchando les suene antipático que esté colocando a la salud como mercancía. Pero lo es, en tanto el desarrollo científico y tecnológico la ha transformado en un producto de consumo no natural ni silvestre y en tanto hay sectores numéricamente importantes que la producen y que viven de su venta. A modo de ilustración sobre los condicionantes del ser, digo: la razón de estado condiciona concluyentemente, a quienes ocupan posiciones con capacidad de decisión en cualquier modalidad de estado (nacional, patronal, partidario, sindical, etc.). Lo mismo, pero en un sentido casi inverso, nos ocurre a quienes no ocupamos esas posiciones. Para nosotros, la razón de estado es secundaria y por el contrario son fundamentales los deseos del sujeto. Los primeros deciden la distribución de goce en función del estado que defienden, los segundos se oponen a las privaciones a que someten las razones de estado a los pobladores. Defino como razón de estado (sin pretender ser original en un tema que dio lugar a tantas posiciones) como la decisión, ante temas de dificil definición, de tomar partido por la que se considera más apta para defender el estado, aunque contraríe creencias morales de quien las toma. Se fundamenta en la necesidad de que las cosas funcionen'. Lo que no es pequeña cosa, vistos los efectos subjetivos producidos por fenómenos antifuncionales como las hiperinflaciones, capaces de dejar arruinadas y bajo chantaje a más de una generación. Debido a nuestra condición, los intelectuales independientes (libres) aparecemos más habitualmente en postura de demanda, de reclamo y los de estado, de defensa de lo estatuido. Unos ganan en poder y pierden en libertad, otros ganamos en libertad y perdemos en poder. Cada uno tiende a proceder según las finalidades de su práctica, o de los intereses corporativos que pretende representar y llevar adelante. Unos buscan más el movimiento y otros defender lo estatuido. Todas, son funciones necesarias. De la tensión entre ellas y de los vectores resultantes, depende el destino de los problemas que toda sociedad presenta. Y en cualquiera de dichas funciones se puede encontrar gente más y gente menos decente. Gente mejor y gente peor.
De Utopías Y Fracasos
Frisando el 2000, un nuevo pensamiento sólo puede tomar forma si logramos un análisis que facilite superar metodologías que dieron origen a la formulación de creencias que desde hace más o menos 250 años llevan al género humano a suponer que sus desgracias ocurren por culpa de los otros: los amos, o los trabajadores, según el imaginario social que predomine. La hegemonía neoliberal creyó e hizo creer que las dificultades sociales y económicas reconocen como única razón, las conquistas de los trabajadores en el welfare state (de socialistas y/o populistas) o en los sistemas comunistas. Llevan adelante como su ideal, su utopía, un fuerte intento por reducir muchísimo en número a los asalariados y regresarlos a nuevas formas de servidumbre. Aspiran a un mundo integrado por entre 1.500 a 3.000 millones de habitantes, dejando al resto afuera, excluidos. Dicha utopía llevó a un Francis Fukuyama a pronosticar el fin de la historia. En el otro polo, algo similar pero contrario, fantasearon Marx y Engels cuando creyeron factible la sociedad de productores libres como punto de llegada de la revolución proletaria y de final de la conflictividad social alta.
Hasta la revolución norteamericana y la francesa, las luchas eran entre naciones, religiones o etnias. Recién a partir de entonces, se supuso que la causa de los males se hallaba en alguno de los 2 polos en función de los que se organiza el trabajo, poniéndose en cuestión a los amos y a formas de su función (señoríos feudales, monarquías, capitalismos, burocracias estatales). La revolución burguesa y las populistas supusieron que la cuestión residía en cambiar de amos. Estos 250 años indican que eso no resultó.
Más reciente es el fracaso de los socialismos. Algunos (Bernstein, Lasalle y otros) supusieron que con reformas irían transformando a la sociedad y a los hombres. Felipillo, Tony Blair, Alfonsín y otros, vuelven a testimoniar el fracaso. El anarquismo idealizó la autodisciplina, la horizontalidad, la destrucción del estado y del disciplinamiento por jerarquías. Lo que le dificultó arraigar en la población. Donde transitoriamente lo lograron, como en la España de los años 30, cayeron en paradojas de salida difícil, como cuando en función de su ideario se oponían a que su líder histórica, la Montseny, formara parte del gobierno como ministro de salud pública para fortalecer la República, o cuando la anomia les disgregaba a las propias fuerzas.
Los comunistas plantearon que para que hubiera cambios de raíz, de estructuras, había que tomar el poder, instalar una dictadura, expropiar a los amos y socializar la propiedad. Capturado el poder, no pudieron ir más allá de monopolizar en manos del estado los medios de producción. Rápidamente (para tiempos históricos) la trama burocrática en la que necesariamente se sostiene cualquier estado, manipuló para su beneficio dicha propiedad. Mientras, los trabajadores se cobijaron en las conquistas sociales. La productividad (en calidad y cantidad) y la competitividad se estancaron y hasta retrocedieron y la degradación económica se instaló en esos países. No obstante que se habían modificado de raíz, las estructuras económicas. Eso fue posible. Lo imposible fue, y va a ser siempre, modificar la estructura productora de la subjetividad.
Es en razón de estas experiencias, que creo conveniente replantear la metodología_que elijamos para analizar, proyectar, y actuar, en función de obtener mejores resultados en pro de la civilización y de la justicia social.
A Causa De La Imposibilidad -La Insistencia
Algunas de las ideologías aludidas anteriormente, parten de la ilusión común de que instalado un sistema económico determinado, se podría eliminar progresivamente el conflicto social al cambiar de protagonistas al poder y desde dicho cambio, las bases económicas de la sociedad. Ese tipo de concepciones recibieron diferentes nombres, algunos, ilustrativos. Por ejemplo: totalitarismo o fundamentalismo. Este último, tan en boga ahora para aplicárselo a diferentes variantes del Islam, nace como representativo de un movimiento conservador surgido entre los protestantes y que se inició en Estados Unidos a finales del siglo XIX. En su terreno, se distinguen por sostener a toda costa creencias refutadas por el desarrollo científico. Lo hacen, por creerlos fundamentos que si se conmueven, todo caería. Curiosamente, los norteamericanos que engendraron dicho movimiento, ahora nombran así a los musulmanes que acusando a aquellos de satanes, se hacen cargo efectivamente de su propio fundamentalismo. Estas doctrinas, al igual que algunas vertientes simplificadoras del marxismo y las diversas variantes del fascismo, suponen que se puede estructurar una cosmovisión social, cultural y hasta subjetiva totalizadora, desde alguna doctrina (la suya). Totalitarismos y fundamentalismos convergen formalmente en esa creencia y son efecto de que el necesario registro imaginario, anuda y tranquiliza encubriendo lo que falla en la realidad humana. Y funciona así, con mayor o menor peso en toda organización de masas, incluidas las psicoanalíticas. De la misma manera, es el sostén de toda concepción individualista.
El desarrollo de experiencias diversas ha mostrado sobradamente, que más allá de matices, no son los hombres los que hacen al poder/estado, sino este el que hace (o deshace) a los hombres. Utopías como la del Hombre Nuevo, de las campañas de educación de masas, de revoluciones culturales, de estímulos materiales, chocaron contra el hecho de que _el ser humano (más_ allá de tal o cual matiz) no es reformable, educable. Por lo menos con relación al eterno conflicto entre el amor propio y el amor al otro y entre el goce propio y el del otro. Del mismo modo, con respecto a todo aquello que resulta imposible de saber. Imposible resultante de la misma estructura productora de saber. Esta no puede no producir un acceso siempre limitado al mismo. Limitación causada por la paradoja de que, mientras más saber se produce, más objetos se inventan que se vuelven sobre la Cultura y la sociedad como nuevas causas de falta de saber (víctima enorme de esta paradoja, es el ecosistema).
Me parece entonces, que un pensamiento nuevo tiene que comenzar por declinar la ilusión en soluciones últimas y definitivas, y soportar que el conflicto social es intrínseco a la constitución humana. Por lo tanto, de lo que se tratará en cada coyuntura será de evaluar las condiciones materiales de producción de aquel, la falla que lo instiga, las posiciones encontradas, la modalidad del enfrentamiento y de la correlación de fuerzas, para discernir los cursos de acción a tomar y las instrumentaciones mas eficaces en ellos. Para dicha evaluación, será clave calibrar desde que lugar se evalúa. Y al saber que no habrá soluciones definitivas, combinar la acción con la negociación. Se partirá de excluir de los objetivos metas ideales, que sólo sirven para asegurar una permanente sensación de fracaso. Se excluirá también, a lo que la ideología neoconservadora supone como posible, una sociedad global construida sobre la base de la marginación, y peor aún, de la exclusión de la mayoría de sus habitantes. Deben abandonarse también, las letanías de las viudas de la izquierda. Que aburren con sus nostalgias de los pocos aspectos positivos que tuvieron sus regímenes, olvidando el horror en que se enancaban -el terrorismo de estado con sus espantosas consecuencias. De las que nosotros, en proporción, tuvimos una experiencia menor. Lacan nos recordaba, que revolución quiere decir: vuelta de 360º, o sea al mismo lugar. Lamentablemente los hechos, tanto de las revoluciones burguesas como socialistas, me resisto a llamarlas proletarias, confirmaron ese saber que trasmitió la lengua, más allá de las creencias de quienes sosteníamos dichos idearios. Si acuño lo de viudas de la izquierda, no es para ofender, sino para metaforizar con ese fenómeno que se da entre algunas mujeres que cuando enviudan, se quedan eternamente llorando y recordando algunas pocas virtudes del muerto, a la vez que olvidando los defectos por los que en vida de él se quejaban todo el tiempo. No son sólo molestas para los demás con su zumbido letánico, sino que además se cierran el camino, agotan los tiempos de encontrar una nueva pareja con la que vivir una vida más feliz. Creo que las letanías de ciertas izquierdas, lo único que logran es impedir relanzar el análisis conjetural para abrir paso a la estructuración de un pensamiento civilizatorio y justiciero más eficaz que el que fracasó con aquellas ideas que supimos portar.
Por consiguiente, lo que estoy planteando descarta la resignación ante el peso que ha tomado la dominación capitalista, por saber que esta es fuente interminable de injusticia. Lo que pretende en cambio, es encontrar modalidades más eficaces para lidiar con la naturaleza humana y resistir, tanto a la tendencia habitual de los patrones a superexplotar, como la de la mayoría de la masa habitualmente, a acomodarse al explotador.
La Democracia Como Imposible, Como Instrumento Y Como Termómetro.
Frisando el 2.000, todos somos democráticos: -ja!.
La definición más ingenua de democracia se la suele dar en los manuales escolares como gobierno del pueblo. Algunos políticos en el colmo de su entusiasmo suelen agregar -y para el pueblo. Otros, con mayor debilidad mental, prometen: con democracia se come, con democracia se estudia, etc., etc. Ninguna de esas es la que está en su etimología, que según el diccionario de la Real Academia Española dice: 1) Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. 2) Predominio del pueblo en el gobierno político de un estado. La primera versión, más cauta, más austera, se limita en la doctrina, a favorecer la intervención del pueblo en los asuntos de gobierno. La segunda gusta más a los de Billiken y a políticos prometedores.
Creo que si analizamos a fondo, ninguna de ellas acierta plenamente. Reflejan un poco la realidad, y expresan mucho, sólo buenas intenciones. De las que como sabemos, está sembrado el camino del infierno.
Planteo entonces, que la democracia es imposible. Tanto la llamada representativa, como la llamada directa. Ello es efecto, de que a pesar de las apariencias, el accionar de los seres humanos está mucho más condicionado por el Inconsciente y por lo inconsciente, que por la conciencia. Lo que reduce las posibilidades de representar a otros e incluso a sí mismo. De ahí que la democracia siempre resulte fallida y tendenciosamente favorable a los que detentan el poder, aún en los que proceden con las mejores intenciones de su conciencia. Esto último se debe a que los seres parlantes perciben lo real según la deformación que los prismas de sus deseos y de sus modalidades de goce les imponen. Desde esas deformaciones, construyen su realidad. De ahí que a pesar de las apariencias, el sentido común sea el menos común de los sentidos y la realidad lo menos compartido. Con sólo observar a las parejas cuando se les pasa el enamoramiento y la fascinación iniciales, se puede entender lo que estoy planteando. ¿Creerán con lo que digo que me opongo a la vigencia de la democracia? De ninguna manera. Considero que a pesar de sus dificultades, es el régimen que permite tramitar menos traumáticamente, más pacíficamente, las diferencias que por diferentes razones nos afectan. Pero eso no autoriza a alentar falsas expectativas en que alguna vez va a existir en plenitud. Eso es imposible. Además de por las razones antedichas, porque el abismo que se abre entre el cuerpo, los deseos y la posibilidad de representación, es sorteado por la masa a través de su enajenación en los planteos de sus líderes. Planteos que a veces son más o menos coincidentes con lo que ellas anhelan (que generalmente no es lo que más les conviene) Otras veces ni eso ocurre, debido a las razones de estado antedichas, y a intereses particulares de cada líder.
La virtud fundamental de la democracia, reside en que genera mejores condiciones para la pacificación de los vínculos sociales. Pero ese mismo efecto, al pasar a funcionar como causa, facilita las acciones desfavorables a las mayorías sociales que llevan a cabo los protagonistas del poder en sus diversos lugares (estado, corporaciones patronales, partidos políticos, iglesias, corporaciones sindicales, etc.). No obstante, al no haber posibilidades de modificaciones de raíz y definitivas, es mejor para todos, tramitar las tensiones y cambios necesarios por vías pacíficas. La violencia guerrera no excluye para nada, más bien tiende a acentuar el efecto de velo sobre las acciones antipopulares del poder de estado. Efecto que es estructural a las posibilidades de la percepción, porque como sabemos, lo esencial es invisible ante los ojos, y la realidad, es ficcionalizada por los deseos inconscientes y por una obstinación del mismo orden, en aferrarse a las modalidades y porciones de goce de cada uno.
Por otro lado, la democracia tiene otra virtud que se condice con la variante 1 que nos propone la etimología según el diccionario de la Real Academia Española: registra las creencias e ilusiones comunes en cada momento de la historia, de la mayoría de los que componen la ciudadanía más activa. De ahí que facilite pacificar. De ahí también, la dimensión que adquirieron las encuestas de opinión pública, para llevar adelante una campaña presidencial, organizar la programación televisiva, concebir la orientación de un gran diario argentino, decidir los componentes del programa de un partido político, los componentes adecuados para la fabricación de pañales o cualquier otra cosa. Tiene un inconveniente: nos dice una verdad a medias. La verdad de: con que se conforman, que anhelan, habitualmente las mayorías. Verdad a medias, en la que habitualmente los lúcidos no queremos creer. Es en ese sentido que tiene razón la peor versión de la etimología: Predominio del pueblo en el gobierno político de un estado, pero no de sus intereses sino de su enceguecimiento.
El Poder Del Poder, Está En El Que La Masa Le Confiere.
El ser humano, aunque en los tiempos filosóficos algunos tratemos de ignorarlo, siempre se sintió objeto de poderes superiores que lo dominaban. Primero los atribuyó a otros componentes de la naturaleza o de su fantasía. Determinados animales, fenómenos atmosféricos o cuerpos cósmicos, dragones, minotauros, sátiros, y tutti quanti. Luego a Dioses y en la medida que la imaginación se origina en el molde de las sociedades en se que vive y en que estas se transformaron, lo fue atribuyendo a mono- teos, según la imagen de la familia patriarcal. Sabemos que de todo eso subsisten restos aún de gran peso por ejemplo, -la astrología, las religiones, etc. Luego se fue corporeizando más en funciones y hombres concretos. Los señores feudales, los reyes. A los que sin embargo se los consideraba delegados de algún Dios (claro que siempre el propio como el único verdadero). Nada de esto fue puro. En las tribus de los primeros tiempos coexistía el poder de los espíritus administrado por los brujos con el del jefe. En la Grecia creyente en los dioses, el poder era ejercido por Estrategas en la democracia de los libres (los esclavos no participaban de sus mecanismos). Luego, especialmente a partir de Maquiavelo se tendió a colocar el poder como un efecto de los hombres. Se creyó que provenía especialmente de las armas. Creencia en la que coincidieron líderes tan dispares como Napoleón, o Mao Tsé Dong -que afirmaba que el poder nace de la boca del fusil Marx en la Lucha de Clases en Francia captó el peso decisivo del capital financiero para el poder, y el potencial de la clase obrera por su función productora. Lo que llevó a Lenin a la creencia de que haciéndose de la hegemonía en el proletariado, en las fuerzas armadas y expropiando a favor de un estado dominado por la dictadura de dichas fuerzas lo que existía como propiedad privada del dinero y de los medios de producción (capital financiero, agrario e industrial) podía instalarse un poder de otra índole, que al liberar a la clase obrera de la opresión, liberara por arrastre a las otras clases y por lo tanto al género humano en su conjunto. Hermosa utopía que la experiencia práctica demostró como imposible. Imposibilídad que está en la propia estructura de la subjetividad, ya que su mal reside en que no hay producción, sin la distinción entre dirigentes y dirigidos, y que en esa diferencia se origina una tensión inherente al lógico conflicto entre ambas funciones.
El Mercado: Entre La Aplanadora Totalitaria Y La Des-Regulación Salvaje
Si registráramos sólo el fracaso de una experiencia, aunque haya abarcado a dos tercios de la humanidad, no podríamos razonablemente concluir en que la misma es impracticable. La derrota de una rebelión no significa que una segunda o una tercera no puedan triunfar. Distinto será, si cuando analizamos las causas del fracaso, encontramos que las mismas se enraízan en invariantes de estructura.
Esto es lo que planteo con respecto a lo que se dio en llamar comunismo, socialismo real, o socialismo estatista.
Las razones del fracaso fueron varias, tanto de índole estructural como coyuntural. Me referiré a aquellas que por mi oficio se me hacen más evidentes. Tienen que ver con la supuesta disyuntiva entre mercado libre, des- regulado, o economía centralizadamente planificada.
Toda sociedad se encuentra permanentemente con que tiene que tomar decisiones en dos terrenos fundamentales. El de la promoción de la producción y el de decidir la distribución del producto. Ambos están sobredeterminados por los tres registros ven los que y con los que, se teje el accionar humano. Dimensiones que registran y reciclan, dichas y desdichas. Uno de ellos hace que la imagen de lo valorado se le aparezca a las personas, según la satisfacción que por eso, ven brillar en otras personas. Lo que genera también, rivalidad. Porque se quiere tener lo que el otro posee. Es una de las razones del espíritu de competencia, al que los neoliberales se empeñan en gritarle ¡piedra libre! y con el nombre de libre competencia, llevarlo al centro de la escena como motor del desarrollo. Es cierto que impulsa la actividad, en tanto y en cuanto ganarle al otro captura a la voluntad, pero por esa misma razón es fuente también de las peores agresividades. Cosa que el capitalismo no ignora en tanto les lava la cabeza a sus ejecutivos de venta y de marketing, instándoles a ser siempre más agresivos, a tener planes de venta y de publicidad según este paradigma. Paradigma que entonces, tiende a trasladarse a todas las relaciones sociales. Otro de los registros exige que para el establecimiento de relaciones de producción, el ordenamiento se produzca según lazos horizontales (entre pares, entre los que también se hace presente la rivalidad) atravesados por vínculos piramidales (entre impares) en función de jerarquías. Esto origina diferencias de diversa índole y es fuente permanente de tensiones. Finalmente en una tercera categoría, la convivencia civilizada exige sofrenar tendencias subjetivas, para las cuales la independencia de los otros resulta un obstáculo. De lo cual también deviene malestar y probabilidades de violencia. Dicho de otra manera, mientras los deseos que se incuban en la subjetividad son absolutamente singulares, no tienen otra posibilidad de llevarse a cabo, de transformarse en goce, que no sea con la colaboración de otros. Pero difícilmente hay coincidencias, justamente por el carácter singular de aquellos. Lo más habitual es que lo que uno gana de goce, otro lo pierde. Encontramos ahí, una tercera fuente de tensiones y violencia.
El mercado, efecto de la necesidad de intercambio, en su función más simple, no es más que la puesta en movimiento de todas estas tensiones. El sistema de economía y planificación centralizada, socialista en las mejores experiencias, fascista en las peores, trató de hacer tabla rasa con las mismas, depositando las esperanzas en una supuesta racionalidad superior de la conciencia, y en la fuerza de las masas y las armas. Lo que resultó de dichas experiencias, fue la pérdida de iniciativa de los sujetos y la apropiación de la plusvalía por el aparato burocrático, generando condiciones de posibilidad para el capitalismo salvaje que se despliega catastróficamente en la ex Unión Soviética y un poco más ordenadamente en la ex - República Popular China. Desde este punto de vista entonces, el fracaso se debió a que en la economía centralizada y planificada, grandes masas pudieron cobijarse indolentemente en los pliegues del estado protector, y otros sectores no encontraron un mercado en el que desplegar las iniciativas provenientes de sus deseos y modalidades particulares de goce.
No se puede eliminar el mercado. Este es la plaza en la que se despliegan las iniciativas de los sujetos como efecto de los deseos que los mueven y de las incitaciones que los intercambios les proponen. Pero tampoco se lo puede dejar funcionar ciegamente, pues queda a merced de los conflictos que por las distribuciones de goce, inevitablemente se plantean y donde los de mayor poder económico corren con ventaja. La solución tampoco se debe depositar en términos absolutos, en que lo regule el estado que habitualmente se coloca del lado del león. Lo mejor pareciera estar en lo peor. No ilusionarse con la regulación de la conflictividad desde las cúspides de estado, sino afirmar el poder de las fuerzas más dinámicas e interesadas en promover la producción y la comercialización con criterios más lógicos de distribución. De tal manera, de poder pesar con mayor fuerza en las tensiones inherentes al mercado, para lograr meiores resultados en las negociaciones sin eliminar el factor de emprendimiento que agencian los patrones. Se advertirá que no hablo de igualdad, sino de criterios más lógicos de distribución. Lo hago así, porque la enternecedora consigna de libertad, igualdad, fraternidad de la primer revolución burguesa, sólo ha servido para encubrir la lucha a veces encubierta, otras evidente, por la distribución del plusproducto que se despliega en toda sociedad. Lo que se debe entre otras cosas, a cuestiones planteadas más arriba sobre deseo, goce, sujeto, sociedad y también a que, según conjeturo, el valor de lo producido socialmente es imposible de calcular. El cálculo que propone Marx, excluye a la función de los agentes de la producción (diversas formas de patrones) y toma en cuenta sólo el trabajo socialmente necesario de los trabajadores. El gran laboratorio que fue el socialismo estatista, demostró a mi modo de analizar que esa exclusión lo único que logró fue una vuelta más descarnada de la función amo al proceso productivo. Primero a través de los burócratas y ahora más brutalmente -de la mafia, los nuevos ricos y la viejanueva nueva nomenclatura. El valor de producción de esa función, no es calculable en horas de trabajo, ya que eso significaría ignorar la complejidad inherente a la misma. Tal como la reconocía Marx en La Crítica al Programa de Gotha con respecto a diferentes segmentos de la propia clase obrera. En verdad, creo que el intento de Marx por tratar de resolver por la vía de las matemáticas el problema del valor, respondía a su ideal de terminar con la conflictividad social. Creo que no hay ciencia que lo pueda lograr y que en todo caso, lo que debe afilar un nuevo pensamiento, son instrumentos metodológicos para intervenir en el sentido de lo que se vaya considerando mejor para el desarrollo de la especie y de la lógica social, en la conflictividad comunitaria.
De Las Impotencias Del Poder
Pero el movimiento real de las sociedades no deja de sorprender. La caída del imperio soviético y de sus subrogados dejó negro sobre blanco la comprobación de que la fuerza de las armas, sin dejar de ser un poder, es siempre relativo a una composición del poder mucho más compleja. Algo similar podemos extraer como conclusión de la caída en nuestro país de la dictadura militar luego de la derrota de Malvinas. Y si faltaba algo, los crujidos actuales en la estructura económica de la aldea global, a partir del temblor (¿sismo?) de las bolsas, aunque paradojalmente, ponen en cuestión al poder supuestamente omnímodo del capital financiero.
El poder, por lo tanto, es efecto de un complejo de relaciones y nunca de un solo elemento de las mismas. En ese compleio, lo decisivo, es el poder que los que se resignan, transfieren a aquellos que aceptan arriesgarse para usufructuario, sea con las intenciones que sean. Si se parte de esa constatación, se calibra menos omnipotente al poder y se puede estructurar una política capaz de diagnosticar las fisuras que ofrece, para operar sobre él. De esas fisuras la fundamental pasa, como en su momento lo planteó Lenin, por una cuestión de lógica temporal. Esa cuestión la refirió mas o menos así: no alcanza con que los de abajo no quieran, hace falta además, que los de arriba no puedan. Observemos que lo que se torna decisivo, es el punto temporal en el que la impotencia se apodera del poder.
Fuerzas políticas que pueden pasar a formar parte de mayorías y por eso llegar al gobierno, pierden esto de vista y apuradas por ocupar esas posiciones, se pliegan sin grandes matices al pensamiento único del "no hay alternativa" acuñado por la Thatcher. Evidentemente han terminado comprando el cuentito del fin de la historia. Sacrifican los deseos en que decían sostenerse, a favor de los ideales del neo - conservadurismo. En el mismo momento en que el modelo cruje y en el que algunos de sus ideólogos se plantean revisiones. O sea, cuando empieza a ocurrir que los de arriba no pueden, ellos les transfieren poder, los realimentan.
Afirmarse En El Lugar Propio, No Traicionar Los Propios Deseos.
No es novedad para ningún integrante del movimiento obrero que éste, formado con las mejores intenciones, no puede escapar a lo que emana de la estructura de la subjetividad. Es así que ha estado y está tensado entre los que se mantienen fieles a sus ideales de justicia social y quienes aflojan, tentados por el poder (del dinero, político, organizacional, etc.). Dicho de otra manera, la lucha no es sólo en referencia a enemigos externos, también transcurre en relación a lo que va brotando como efecto de los propios poderes internos. Pero no sólo. También con respecto a la tendencia de las mayorías, excepto en segmentos menores de tiempo, a soportar en los varios sentidos de la palabra, a poderes que defienden intereses contrarios a las conveniencias de dichas mayorías y/o del cuerpo social en su conjunto. Ante esas circunstancias, no vale la pena tentarse por atajos violatorios de la democracia. Han probado sobradamente, no ser más que huevos de serpiente. Lo que no depende de la voluntad particular de cada uno. Es un efecto de la práctica sobre los sujetos. No sólo estos deciden sus prácticas, sino que estas se vuelven sobre sus sujetos y como cuerpo social, los marcan irremisiblemente. El debate ético se plantea mal, cuando se lo centra en si el fin justifica o no los medios. Lo que muestra sobradamente la experiencia histórica, es que los medios, marcan a los fines. Resulta mejor la inteligencia, la búsqueda de acumular fuerzas, una política de acoso desde un poder que se construye independientemente del estado para incidir sobre el dominante, para que en los momentos en que este no pueda ocultar su impotencia, imponer salidas más favorables a la civilización y la justicia.
La trampa en que caímos los humanos, producto de nuestros propios deseos es suponer que se puede acceder a un régimen social absolutamente justo y estable. La religión llamó a eso paraíso, lo prometió para después de la muerte y lo describió como existente antes del saber, o sea de la civilización. Marx lo creyó posible en la tierra. Nada de eso es así. Nuestra condena es a convivir en el infierno que habitamos. Lo mejor que puede pasarnos, es que lo hagamos sin traicionar ni traicionarnos. Si lo logramos, habremos logrado bastante y nuestra muerte no nos será ajena, ni desesperante.
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