02/06/88
Que el inconsciente existe, es un lugar bastante común del saber popular en nuestro país. Pero, a causa de malas "divulgatas", suelen campear sobre él suposiciones sustancializadoras, que se lo imaginan como una especie de bolsita de recuerdos olvidados -valga la paradoja- y a la que se accedería por vía de la intuición y la experiencia del psicoanalista. Sin embargo las cosas no son así, y conocer como son, tiene importancia para poder pensar desde un ángulo distinto a los habituales (lo que no excluye a estos), algunos fenómenos sociales de actualidad.
El inconsciente según lo define Lacan, "es el dominio de lo no realizado". ¿Qué quiere decir con esto? Que, volviendo a la paradoja, lo que atesora, lo no recordado, pero existente en la memoria bajo la represión, no son significaciones, sino significantes, o sea los elementos (fónicos, visuales, etc.) que impactando sobre las percepciones y articulándose en ellas, producen sí, significación. A riesgo de simplificar, daré un ejemplo sencillo. La palabra blanco, aislada de cualquier otra, puede querer decir muchas cosas diferentes. Si la articulo a otra,"móvil", por ejemplo, ya produce una significación que sin embargo vuelve a ser ambigua, puede remitirse a las prácticas de tiro o con sólo agregar una coma "blanco, móvil" ya deja sospechar otra significación que sin embargo, no termina de producirse. Para que ello ocurriera, sería necesario agregar otra u otras palabras.
Entonces, dominio de lo no realizado porque hasta que no se articula en discurso, no es capaz de producir significación, y la realidad es construida por significaciones.(1)
Pero, algo importante a agregar a todo esto es que la experiencia del psicoanálisis nos ha demostrado que la realización es efecto de que el mensaje es emitido hacia un otro del que depender la significación. Dicho de una manera sencilla, la significación que produzca este artículo depender no sólo de lo que yo quiero transmitir, sino también de lo que los lectores entiendan de lo que en él digo. Lo que enuncio produce efecto en el lector que vuelve a mí, como la significación que lo que escribo produce en el otro.
Desde estas breves, y por demás fragmentarias aclaraciones, abordo el tema que propongo.
Con respecto a los inicios del gobierno alfonsinista padecemos no sólo un fuerte rebrote inflacionario en el terreno económico, sino también en el campo del delito, particularmente de los delitos menores. Léase violencia en las calles, y en las canchas y otros espectáculos masivos, hurtos y otras sustracciones menores, coimas e incumplimientos en los deberes de funcionarios públicos.
Comentarios a mi ver demasiado apresurados, suelen atribuir estos fenómenos exclusivamente al acelerado deterioro económico. Evidentemente este presiona, pero no es causa suficiente. Ha habido otras épocas de nuestra historia en las que la miseria apretó y sin embargo no subía la espiral delictiva en la proporción actual.
¿Qué nos pasa entonces? Alfonsín ganó las elecciones en 1983 levantando una propuesta ética que reivindicaba una antigua sentencia moral "el fin no justifica los medios". Articulada a la reivindicación del preámbulo de la Constitución Nacional produjo en los receptores del mensaje, una significación esperanzada que, además de darle los votos originó una brisa refrescante de saneamiento moral que se sostuvo un período importante, a pesar de mantenerse y aún profundizarse la crisis económica. La misma comenzó a virar hasta transformarse en el vendaval delictivo actual, tiempo después de que la población fuera convocada a la plaza en defensa de la democracia y se la recibiera con el discurso de la economía de guerra y, particularmente a posteriori de la ley de punto final, y de la defraudación en semana santa de 1987 y su vehículo la "Ley de obediencia debida". Ocasiones en que el Presidente justificó los medios en nombre de los fines. Sin posibilidad de acceder a las intenciones conscientes del Presidente, lo que sí podemos determinar son los efectos inconscientes de sus dichos y actos. La figura presidencial ha sido ungida por la voluntad popular, sostiene la transferencia de expectativas, creencias e ideales de la mayoría de la población. Por eso mismo, cada movimiento suyo tendrá influencia sobre la misma, y sobre su posicionamiento ante lo real que acontece en el país. Es así que iguales dichos, por parte de quienes ocupan posiciones de liderazgo, producen efectos diferentes, según el contexto discursivo y de experiencia en que son enunciadas. Proponerle sacrificios a un pueblo en un discurso de lucha por ponerle coto al goce en plus (excesivo) de los poderosos, crea condiciones de posibilidad para una respuesta solidaria por parte de los receptores. Hacerlo desde el sometimiento a que ellos, en nombre de la impotencia, sólo induce a lo que la cúspide ejemplifica, -el sálvese quien pueda-. Pienso por lo tanto, que la fractura ética del gobierno alfonsinista, ha facilitado la quiebra ética en una parte importante de los marginados por el sufrimiento económico. He ahí otra razón del auge delictivo.
(1) Hay una realidad en el incosnciente, pero no es motivo de este artículo. Ella está constituída por lo que los psicoanalistas llamamos fantasma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario