jueves, 22 de mayo de 2008

Cuando la mentira dice la verdad

Sección: Última Hora

La utilización salvaje de las tecnologías de punta por parte del capitalismo pos-industrial, sostiene la renegación de la castración de la Cultura, la creencia de que todo es posible y la perversión del poder en su versión oficial, opositora, y empresarial periodística, causando la incredulidad ciudadana.

La campaña electoral se ha desatado. Encuestas y publicidades se disputan los favores del electorado. Mientras éste, progresivamente, pierde la credibilidad en los candidatos que se verá obligado a votar. Porque de eso se trata en nuestra democracia, (aunque esto no sea poco) ejercer el deber/derecho -a optar.
Los afiches dobles, invaden las ciudades. En uno, Duhalde deja de ser el petiso cabezón, para aparecer como un actor recio que bien podría ubicar su acción en las míticas calles de San Francisco. Lo acompaña el Palito que supo pisar. También producido, para que no queden rastros del changuito cañero. Al establishment no le gustan. En otro, para las internas del Frente Grande, Aníbal Ibarra, producido también, da cercano a Jean Paul Belmondo y acompañado por D'Alessandro (doble en voz, gestos y giros discursivos, del Chacho Alvarez) se asemejan a otra mítica pareja de detectives de alguna ciudad norteamericana. Con otros, De la Rua por ejemplo, ningún asesor de imagen pudo hacer nada. Impresiona el cartel con la señora Fernández Meijide y Melchor Posse. Con cara de decidida, y de saber porqué se traga los sapos que se traga, como acompañarse con uno de los que llamó locas a las madres que llevaban el pañuelo blanco que alguna vez, ella también supo llevar. Y Melchor, con la mirada atravesada como la honestidad, que ante los flojos de memoria dice defender.
Todos prometen. Algunos no dicen con qué herramientas cumplirían lo que prometen, y otros que las enuncian, no son creíbles. Como el dueto que siendo oficialista, se presenta como la más radical oposición. El tercero, (Domingo Felipe) es creíble, pero ya se conocen en cuero propio los resultados de las suyas: país regalado, masas de desocupados, salarios caídos. Como diría Magdalena Ruiz Guiñazú: en fin, ¡un horror!
O sea, las asesorías de imagen dicen la verdad con sus producciones mentirosas: no es lo que proponen, lo que se va a votar.
Estamos ante un fenómeno ¿puramente vernáculo? No.
Se estrenó una película de Almodóvar titulada Todo sobre mi madre. De dudosos valores estéticos, está tomada por la pasión conocida de ese director español por reivindicar la marginalidad. Da a pensar algo interesante, que se relaciona con fenómenos del tipo que reseño en el párrafo anterior y que afectan a la política de la aldea pos-industrial. En un prolongado prólogo, presenta las secuencias de un trasplante de corazón. La heroína, participa en dicho episodio como enfermera especializada en esos menesteres. Luego, su hijo muere joven en un accidente y deberá donar dicho órgano. Un psicologismo de escasa monta, teje una historia que atribuye el accidente a que la madre le habría ocultado el padre al vástago. Ese padre habría huido de nuestro país con ella, durante El proceso. En un viaje a París se trasvistió, tetas y caderas incluidas. A la vuelta deja embarazada a la que mientras tanto se había dedicado a la prostitución, para mantenerse, claro está. O sea que el niño resulta hijo de una madre fálica inseminadora de una mujer. La que huye de la fálica, para salvar al niño, con los resultados conocidos. De donde, sería más vitalizante informar a las criaturas de que son hijos de dos madres, que privarlos de la mitad de su historia ocultando al progenitor. Falso dilema. El problema residió en el origen y en como reaccionó el hijo ante eso, incluido como fue manipulado el mismo. En ese contexto, historias paralelas presentan a una candidata a monja (hija de un demente senil y de una falsificadora de cuadros) solidaria con la guerrilla salvadoreña, embarazada y contagiada de HIV por la madre fálica del muertito. Por supuesto, morirá en el parto. A la vez, una pareja de artistas lesbianas en la que el efebo se revienta en el camino de la vida con todo tipo de drogas, nos mostrará que entre ellas, el amor también suele sostenerse en el desencuentro. Finalmente otro travesti (en este caso bueno) nos subrayará lo que algunos humanistas prejuiciosos ponen en duda, que ello(a)s también son humanos. Finalmente el travesti malo se redime, emocionándose hasta las lágrimas ante la foto del hijo muerto y con la presentación del bebé con pecado concebido en la monjita, y justificando el robo al bueno, ya que fue para volver a ver por última vez antes de morir de SIDA su pueblito natal. Como se ve, nada que envidiarle a los autores de Chiquititas o de Tetanic.
¿Por qué me detengo en este filme? Porque ocurre a veces que a través de la producción síntoma de un artista (en el caso de esta película un intento de), queda expuesto un síntoma de la época. En esta oportunidad, uno de los principales.
Almodóvar cruza dos idealizaciones, la de la homosexualidad y el trasvestismo, con la de los trasplantes -para salvar vidas o para dar forma a la identificación sexual contrariada por la anatomía del portante.
Tensa al límite, la renegación de la castración vía la justificación de las perversiones (falsificadores, ladrones y ciertos marginales) y del ideal tecnológico del todo se puede hegemónico en el capitalismo pos-industrial. Algo similar hizo Clinton cuando presentó a su primer gabinete, explicitando cuales de sus miembros eran homosexuales, como si esa fuera una condición política. Diciendo luchar contra la segregación, la promueven. Este síntoma de la Cultura de final de milenio, se manifiesta como el intento, vía la tecnología, de trasvestir: política, economía, educación, etc. La razón supuesta: La Libertad. De mercado, de relaciones laborales, de conducta en las escuelas, etc. Es un síntoma grave, pues la ambigüedad en el campo del Otro, abre camino a las locuras, los pasajes al acto delictivo, etc. Encontramos aquí, una de las razones de la inseguridad urbana y de la degradación en los marginados.
La ambigüedad, como bien lo señalara Blejer en su libro[i], puede tomar la forma de polarizaciones extremas. Eso es lo que hacen las grandes empresas periodísticas, cuando tras el ideal y la puja por la maximización de la rentabilidad de sus medios, promueven el periodismo catástrofe, centrado en la queja y la denuncia. Muchas veces irresponsable, como ocurrió con los resultados electorales de Tucumán o con el accidente del avión de LAPA, rápidamente atribuido a diversos hechos, antes de que pudieran ser constatados. Ese periodismo forma parte de la degradación del poder, nada más que como su contracara.
Mientras lo más corrupto del poder vive de sus latrocinios, amparándose en que todos lo hacen, este periodismo, al igual que la oposición del, y no al modelo, viven de su denuncia. Cuando se produzca el cambio de guardia, se invertirán los papeles en el terreno político (como ocurrió en el período 83/89) y los empresarios periodísticos seguirán teniendo de donde sustraer sus ganancias.
[i] Simbiosis y ambiguedad

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