jueves, 24 de abril de 2008

Primeras entrevistas

2° reunión
16 de Abril de 2002

Semblanteadas entre anfitrión y huésped. Constitución de un espacio potencial para que el objeto vaya cayendo.

Recuerdan que la clase de hoy va a versar sobre primeras entrevistas, semblanteadas entre anfitrión y huésped, constitución de un espacio potencial para que el objeto vaya cayendo. Ese es el título que le puse a esta clase. Entonces ¿cuál es el objetivo de esta clase?: que trabajemos juntos ese primer tiempo en que alguien busca ser ayudado por un psicoterapeuta – lo digo a propósito así, para indicar que mayormente suelen no saber que buscan un psicoanalista, suelen preguntar por el psicólogo- El analista busca o encuentra, como hacer para que se instale la situación adecuada para que se lleve adelante un análisis. O sea, una experiencia de trabajo que logre ir a favor del sufriente mucho más allá de lo que éste cree posible, de lo que éste cree buscar. Por lo tanto, de entrada, lo que se instala es un desacuerdo entre lo que el sufriente cree buscar, su demanda, y lo que el analista sabe que pueden lograr si aquél le toma respeto a lo que su inconsciente produzca y él –el analista- por confianza en dicho inconsciente no deja que se eluda su realización. Tal vez les parezca una tontera que diga esto, sin embargo, si ustedes prestan atención a los comentarios fortuitos, que son los que más vale la pena escuchar, que suelen producirse por ejemplo en los office o en los pasillos de hospital y también cuando funcionan casas de consultorio colectivas, en esos lugares, ustedes se van a dar cuenta de que muchos colegas se avergüenzan de sorprenderse porque de golpe en una conversación social aparece alguna formación de su inconsciente. Es más, suelen negarla, por ejemplo: -no, no, quise decir tal cosa, quise decir tal otra. Es un síntoma importante de no captación a fondo del descubrimiento fundamental del psicoanálisis, que es el descubrimiento del inconsciente. ¿Por qué les digo esto?, porque conlleva una especie de idea de que el inconsciente sería una enfermedad, y no que es la estructura de un segundo discurso mucho más ligado al deseo, por lo tanto mucho menos afectado por los ideales del yo y por el yo y el superyó. Por lo tanto mucho más representante de lo propio del sujeto. Esto no quiere decir que sea el buen discurso o el mal discurso, no es esa la historia. Esta cuestión es muy importante. Que cuando los pacientes empiezan a analizarse se avergüencen de su inconsciente es explicable, lógico y razonable. Lo que curioso es que uno lo observe dentro del movimiento psicoanalítico, que le ocurra a gente que lleva muchísimos años de trabajo como psicoanalista.

Dice Lacan en “Los cuatro conceptos” hablando del inconsciente, cuando diferencia el inconsciente lacaniano del inconsciente freudiano. Dice: “se habla de rechazo”. Ahí, a mi modo de ver está aludiendo a Freud, porque la idea que tuvo Freud toda su vida era que el inconsciente era más bien una producción de la represión en relación a los ideales y al superyó. Desde el comienzo, en la interpretación de los sueños cuando habla de la censura onírica, y compara con el censor en la política hasta más adelante cuando comienza con la cuestión de la conciencia moral desembocando finalmente en la cuestión del ideal del yo y del superyó, es evidente que está mucho más pegado a la idea de que lo que se reprimía, lo que quedaba inconsciente tenía mucho que ver con los prejuicios sociales para decirlo en términos sencillos, y que de ahí provenía el rechazo. Lacan dice: “se habla de rechazo. De ese modo se va demasiado de prisa en la cuestión. Por otra parte, desde hace algún tiempo, cuando se habla de rechazo ya no se sabe lo que se dice. El inconsciente en primer lugar se nos manifiesta como algo que se mantiene a la espera, en el aire, podría decir, de lo no nato” (o sea de lo no nacido SR). “Que la represión vierta en él algo no debe sorprendernos”. O sea, el no niega la función de la represión en relación a los ideales, al superyó. Pero agrega, “esa es la relación con el limbo de la abortera”, es interesante, aunque un poco grosera la metáfora que usa, pero es interesante, porque ustedes piensen que las aborteras obviamente matan a criaturas no nacidas. Recuerdan desde el punto de vista religioso la función del limbo. Fíjense que él pone en relación, uno podría decir... no lo obsceno, sino lo contrario de lo sagrado, lo sacrílego. Relaciona la abortera con lo sagrado. Entonces agrega: “esta dimensión debe evocarse con certeza en un registro que no tiene nada de irreal ni de desreal, sino de no-realizado”. Me parece que esta frase es clave para entender la política clínica de Lacan. Porque recuerden ustedes que cuando Lacan produce la discriminación entre los registros, diseca y organiza la experiencia humana en relación a tres registros, real, simbólica e imaginario. Va a ubicar a la realidad como una articulación entre lo simbólico y lo imaginario. Cuando entonces nos dice que es del orden de lo no realizado es de lo que todavía no ha producido una realidad. En ese sentido ubiquen a la represión más del lado de lo imaginario y ubiquen a lo simbólico más del lado de lo reprimido, no digo del inconsciente a propósito. Estamos hablando hasta ahí en términos totalmente formales, lo cual está bien, pues eso nos permite generalizar sin significados, sin sentidos que parcializan al particularizar las supuestas generalizaciones. Digo esto porque en general la mayoría de ustedes se han formado como psicoanalistas ya en plena dominancia lacaniana, por lo tanto lo que les voy a contar para ustedes es prácticamente desconocido, pero los que lo vivimos sabemos lo que eso significó. Como no había una formalización de la teoría del estilo de la que produce Lacan, por que no es que no hubo intentos de formalización, primero en Freud ustedes encuentran algunas formalizaciones como el esquema del yo en el Proyecto, el esquema del peine, el esquema de Psicología de las masas y análisis del yo, con las críticas que podemos hacer el esquema de El yo y el Ello, y luego en algunos otros autores, especialmente un hombre como Bion, por ejemplo, realmente intentó hacer todo un trabajo de formalización. No logró en ese sentido a mi modo de ver la eficacia que logró Lacan con su formalización justamente porque le costaba desprenderse de las cuestiones del sentido. Lacan en eso que se le suele criticar creyendo que el quiso hacer una matemática del psicoanálisis, jamás se lo propuso, lo que buscaba en realidad era vaciar lo más posible de contenido, de significado, de sentido, justamente porque si no el sentido produce el efecto que nos ocurría a nosotros, que era que leíamos a los autores post-freudianos, al propio Freud, ni que decir a la gente ya de la generación previa a nosotros y era como escuchar una cantidad de relatos particulares imposibles de generalizar, es que cuando se los generalizaba entonces se violaba la práctica clínica. En la APA tenían un nombre que yo ya no me acuerdo cuál era, porque era la marca de una rotaprint que tenían ellos, que era una máquina de imprimir, yo creo que era Cabrenta, ellos se burlaban de ellos mismos diciendo: ese trabajo es un trabajo Cabrenta, porque eran trabajos que en realidad se escribían para ser impresos, donde el caso se lo hacía entrar en el lecho de Procusto de la teoría, porque al no haber una formalización no había otra posibilidad que tratar de producir coincidencias a toda costa entre tal caso y tal otra presentación que hizo tal psicoanalista, supónganse alrededor de la noción de las fantasías específicas en Chiozza. Entonces, el valor de la formalización de Lacan reside en que ninguno de nosotros puede particularizar con la generalización de otro caso para entender el que tenemos a la vista. Sólo podemos vaciarlo de sentido y entender en que generalidades de un matema o de un nudo lo podemos ubicar, para encontrar las diferencias con el caso y con la formalización misma. Pero planteada esa cuestión así también tenemos que entender que dichas estructuras formales se encarnan en seres parlantes que traen al desencuentro sus propias estructuraciones previas en las cuales sentidos, significados previos, hacen su trabajo construyendo sus apariencias. Estoy hablando en plural porque estoy hablando no sólo del que viene a analizarse, sino también del analista. De ahí que cuando presentamos las viñetas o los casos clínicos, no podemos dejar de hacer mejor o peor literatura, ficción, para describir a los protagonistas del encuentro clínico. El que escucha y/o lee, en estas circunstancias cada uno de ustedes escuchándome a mí, por ejemplo o leyendo después las desgrabaciones sabrá encontrar a través de lo que el relator, en este caso yo, relata, qué digo en lo que digo, atendiendo no sólo a mis enunciados sino también a mis enunciaciones. Ustedes podrán notar que cuando estuve corrigiendo la desgrabación de la clase anterior, encontraba insistencias significantes, el equívoco en algún momento, entre dudar y durar, e irán produciendo una nueva lectura sobre lo que estuve diciendo. El que escucha y/o lee será en el desencuentro entre relato y enunciaciones que podrá ir aproximándose, no a la verdad material en el sentido de Freud que lo sabemos queda perdida para siempre, el hecho tal cual ocurrió, esa creencia de los periodistas de que puede haber un periodismo objetivo e independiente, esa verdad está perdida, sino que nos acercamos al verosímil fantasmático que se construyó entre ambos partenaires a través de la búsqueda que en discurso fueron realizando para encontrar los deseos inconscientes y modalidades de goce inadvertidas en sus implicancias de quien busca solucionar sus sufrimientos.

Lucía me dejó un mensaje en la mensajería, eran otras épocas, creo que ya no hay mensajerías. Estamos hablando de una época donde por ejemplo yo no tenía teléfono en mi casa, entonces iba al negocio cercano que tenía teléfono público, recuerdan los teléfonos negros, después vinieron los naranjas, metía la monedita, hablaba a la mensajería, me decían: ¿Doctor?, le habló fulana de tal, número tal, plum. La llamé y me dijo que había sido dada de alta en su análisis pero que algunas circunstancias que estaba atravesando la llevaban nuevamente a consultar para ver esta cuestión puntual. Agregó que mi número se lo había dado su ex-analista, que ya se estaba yendo del país, y no iba a poder atenderla. Le di una cita. Fui a mi consultorio a encontrarme con ella con cierto montante de ansiedad. Eran épocas difíciles para mí: había ocurrido el Rodrigazo, fue una devaluación, no me acuerdo el porcentaje pero fue brutal, digamos la plata que teníamos en la mano se transformó en papel sin valor prácticamente, ahora no es todavía tanto como lo que fue en ese momento, y de una noche a la mañana. Sí, somos expertos los argentinos en eso. +
Mi padre se acercaba a la muerte con una desgraciada enfermedad invalidante, yo estaba en los comienzos de mi práctica, llevaba nada más que 5 años en ella, antes había trabajado de médico, y no tenía un consultorio excesivamente visitado – qué elegante para decir que tenía pocos pacientes- en cambio sí tenía una familia agrandada por mi primer divorcio, del cual me quedaban dos hijos. Tenía una segunda pareja con la que habíamos tenido mellizos, o sea criaba 4 hijos en total. Ustedes dirán ¿para qué dice este tipo todas estas cosas?. Porque lo que quiero plantearles en la práctica es que cuando se va a una primera entrevista, se va desde ciertas condiciones en que uno está, uno no es un robot que va a escuchar a quien viene ahí. Sabía que la analista que Lucía me nombraba estaba en trámite de exilarse debido al accionar de las Tres A, justamente en esos días había ocurrido un acontecimiento que me había puesto en peligro de tornarme objetivo de éstas, y por lo tanto yo también tenía en tela de juicio sobre si quedarme o exilarme. Ella, -me refiero a Lucía- también venía nerviosa, impresionada por la amenaza recibida por su ex–analista –no olvidemos que Lucía era abogada de presos políticos y pasible de resultar amenazada también-, pero lo que verdaderamente la turbaba era que crecía en su corazón el enamoramiento por un hombre con el cual había tenido encuentros ocasionales. Dudaba porque era casado, eso es lo que decía, a pesar de que él le insistía en que estaba llevando a cabo la separación – cosa que además era cierta-. Pero lo que más dudas le producía eran las diferencias notorias que tenían en política (estamos hablando de otras épocas evidentemente). A pesar de formar parte del mismo movimiento, él pertenecía a su ala de centroderecha y ella a la revolucionaria. La conflictuaba enormemente sentirse atraída por ese hombre rudo, sospechable y con ideales absolutamente diferentes de las de ella.
Como irán advirtiendo, éstos (los de ella) eran cercanos también a los de la ex –analista y a los del candidato a nuevo analista en ese momento. Éste ya traía sobre su inconsciente unos 7 años de análisis y hacía 5 que estudiaba sobre la teoría y práctica de nuestro oficio. Aún principalmente dentro de los parámetros hegemónicos en el post-freudismo argentino. Aún tenía poco acercamiento a Lacan, había leído en el Seminario 1 Los tres tiempos del Edipo, y había leído algo sobre “El Estadío del espejo”. Ambas cuestiones (me refiero al análisis recibido hasta ese momento, y a las lecturas que ya tenía) le facilitaron no enredarse en cuestiones de ideales a pesar de que el cortejante de la consultante no le cayera nada bien. Estoy mezclando entre la tercera y la primera persona, siempre soy yo. Era un hombre que proviniendo de los márgenes de su ciudad de origen y habiendo tenido una niñez difícil y una adolescencia y primera juventud de trabajos pesados, vivía de sus relaciones adquiridas entonces con dirigentes sindicales que el analista despreciaba y odiaba.
Esas relaciones le habían facilitado tener abonados contingentes fijos para un par de hoteles en algunas zonas turísticas de los cuales vivía con suficiente holgura y escasa labor. No era vago, sino que sus horas de trabajo estaban dedicadas a construir fuerza en el sector del partido en que militaba. En ese lugar era el segundo del caudillo que lo piloteaba. Como suele ocurrir un segundo a la espera de la muerte del primero. La pregunta que le planteó el analista a la paciente: ¿Por qué el amor tendría que subsumirse a la identidad ideológica?, produjo en ella un primer movimiento que abrió paso a que se instale la transferencia simbólica y el deseo de analizarse. Hasta ese momento habíamos estado en pura transferencia imaginaria. Para ella, ese supuesto analista que estaba enfrente era nada más y nada menos que un compañero seguro e inteligente, ya que se lo había derivado su amiga y anterior analista, ambos venían a encontrarse con un semblante que especialmente la paciente suponía conocer.
En las primeras entrevistas, éste parece afirmarse, me refiero al semblante, hasta que la pregunta deconstituye a ambos, al semblante del analista y al semblante de la analizante y ante lo real del goce de la paciente logra que comience a operar lo simbólico y la aparición de otros semblantes. Además la pregunta instaló la suposición de que se podría arribar a un saber sobre el sufrimiento de ese goce y sobre los caminos para resolverlo, que estaban más allá de lo sabido por cada uno y que esperaba una respuesta no fácil de abordar. Si el enamoramiento había conmovido el fantasma en el que esa sujeto se había refugiado hasta entonces, la pregunta transformaba la certeza condenatoria del superyó y sostenida en ideales correspondientes a las vestiduras más superficiales de dicho fantasma en legitimación del derecho a interrogarse. Nos decía Donald Winnicott en “Realidad y Juego”, en su capítulo sobre objetos transicionales y fenómenos transicionales en el apartado “Desarrollo de la teoría de la ilusión-desilusión”, es un artículo que obviamente recomiendo.
Decía: “Aquí se da por supuesto que la tarea de aceptación de la realidad nunca queda terminada, que ser humano alguno se encuentra libre de la tensión de vincular la realidad interna con la exterior y que el alivio de esta tensión lo proporciona una zona intermedia de experiencia que no es objeto de ataques. Las artes, la religión, (yo voy a agregar la práctica del análisis). Dicha zona es una continuación directa de la zona de juego del niño pequeño que se “pierde” en sus juegos”. Afirmo que los psicoanalistas debemos lograr que nuestra actividad con los analizantes tome las características de esa zona para ser posible la entrega de éstos –siempre parcial- a la imprescindible regla de la asociación libre. Nuestra construcción y sostenimiento del semblant conveniente, es condición lógica primera y necesaria para que se establezca ese espacio potencial también necesario para que el análisis se desarrolle, suponiendo que en él se va a producir un saber hacer adecuado con las dificultades que afectan al paciente.

Silvia Sisto: Cuando hablás de la zona esta de ilusión-desilusión, pensaba en la zona, como Winnicott lo plantea, que es la zona de juego entre la mamá y el bebé, el momento constitutivo digamos, ¿no? Hay una zona que se arma entre los dos de ilusión-desilusión. ¿Es así o lo pensás de otra manera? Pensaba si pensabas de la misma manera la zona de intervención del analista y el paciente, como que estarían los dos incluídos en esa zona.

Sergio R.: Sí, en realidad como yo lo entiendo, pero no te lo discutiría mucho porque tampoco es que me he puesto a estudiarlo muy profundamente para hoy, lo he estudiado en otros momentos, el apartado dentro del capítulo se llama “Desarrollo de la teoría de la ilusión-desilusión”.A la zona en una traducción que circula habitualmente la llaman zona transicional. Jorge Rodríguez prefiere traducirla como “espacio potencial”. No sé inglés, no me puedo meter en esa discusión. Pero desde como entiendo a la zona, la entiendo como potencial y transicional. Transición en tanto este significante la describe en su función temporal, potencial en tanto condiciona las posibilidades de crear.

- Acá se cortó la grabación. Se perdió lo que contó Irene Contardo de su analista y lo del paciente de Roberto Vecchiarelli. -

Lo vamos a ir siguiendo durante todo el año que ustedes van a ver que es un caso límite, es una neurosis pero es un caso límite. Digo esto como introducción porque la pregunta tuya es muy importante. Los psicoanalistas, al igual que la hinchada de Boca y River solemos dividirnos según a la capilla a la que pertenecemos. Y creernos que si alguien es de la capilla en la que nosotros estamos es un buen analista y si es de la otra capilla es un mal analista. Y la verdad que las cosas no son así. Me he llevado muchas sorpresas, por mi tontería “capillista”, sorpresas en relación a la cuestión de los analistas. Por ejemplo ustedes pueden encontrar analistas no lacanianos que son excelentísimos analistas y eso lo pueden verificar por qué pasó con los analizantes que ellos analizaron. Ustedes nunca se guíen para el concepto sobre un analista por otra cosa que no sea enterarse de qué le ocurrió a la gente que se analizó con ellos, esto es clave. También les puede ocurrir de encontrase con que hay analistas lacanianos que que son de madera. Entonces, yo hacía ese introito donde les contaba que no tenía formación lacaniana en el momento en que empecé a trabajar con esta señora, es más, empecé a trabajar con sesiones de 50 minutos, en fin, con lo tradicional.
Yo era un analista de formación tradicional desde el punto de vista del estudio, había estudiado a esa altura fundamentalmente con Santiago Ducovsky, con José Rafael Paz, con Hugo Bleichmar, con Marisa Pastorino, una colega de la APA, con Forster,otro colega de la época de la APA. Estaba muy formado con ellos. Pero había tenido un primer análisis que había durado 2 años de aquellos 7. Cuando digo 7 años era porque ya llevaba 5 años en el segundo análisis. El primero fue con un colega, después no me lo encontré más, a veces supongo que se volvió a su país porque era paraguayo de origen, Guillermo Figueiras, que era un tipo muy agradable. Primera cuestión, muy buena persona, buena onda, un hombre formado en la psicología del yo, tal es así que en medio del análisis me presta a Brenner, que fue uno de los primeros autores psicoanalíticos que yo leí, pero él creía que era de la psicología del yo. Por ejemplo, andaba con problemas que solemos andar todos, no todos pero muchos psicoanalistas que son lumbalgias, ponía un puf en su consultorio y se sentaba en el puf, y lo atendía a uno desde el puf. Hacía chistes, me acuerdo que yo estaba pasando algunos problemas económicos importantes en ese momento, entonces se me ocurrió sacar un crédito en la Caja de Ahorro, (¿se acuerdan la época que la Caja de Ahorro daba crédito para los profesionales?). Entonces fui a sacar un crédito en la Caja de Ahorro, pero no tenía garante, entonces se me ofreció hacerme de garante, a mi me resultó raro, pero yo estaba apurado por el crédito, cuando fui a la Caja de Ahorro me dejó plantado y después me dio explicaciones, me dijo: -no mire, lo estuve pensando, yo no le puedo hacer de garante a usted-. Les cuento para darles una idea del guiso que era ese análisis.
Ahora, ese analista, en ese clima, en esa situación donde había despertado en mí una gran confianza en él, realmente una gran confianza, me pegó una interpretación que me acuerdo que me quedé demudado, desconcertado, le dije: me pateaste el tablero. En esa época tutear, estamos hablando de los años 69-70 o 68, en esa época tutear a un analista era un sacrilegio de la peor especie, Bleger hubiera dicho que yo estaba psicótico, por ahí tenía razón, vaya a saber. Me acuerdo que le dije “me pateaste el tablero”, fue una interpretación sobre mi madre y sobre mi relación con mi madre obviamente, bueno no era mi madre, era yo con mi mamá, me cambió completamente mi relación con las mujeres a partir de ahí, pero completamente, no voy a entrar en detalles. De mis análisis recuerdo tres, cuatro interpretaciones, no más, que fueron clave, no las interpretaciones que uno hace permanentemente para que el análisis continúe. Bueno la primera me la hizo él. Pero les cuento esto por qué, porque yo creo que a la paciente esa yo la barajé bien, no por lo que yo sabía, si no porque me había analizado con Figueiras. Y entonces yo pude barajar a esa paciente muy en relación a lo que había sido aquella corta experiencia de análisis –dos años- porque después también por cuestiones políticas ese análisis se interrumpió. Entonces, me parece que la clave pasa por ahí, por ejemplo los ex –analizantes o supervisantes de Pichón en APA en general son muy buenos analistas. Ulloa, Bleger, Liberman, Los de Garma el principal fundador de APA, fueron buenos analistas. En cambio de otros de ellos, sus analizantes resultaron un desastre, y sin embargo todos leían más o menos lo mismo.
El diván es el lugar clave de formación de los analistas, todo el resto no hay que despreciarlo, no hay por qué dejar de leer, ninguna de esas cosas, pero comparado con el diván, con el diván como símbolo, porque eso es otra cosa que a mí me ha ido pasando, yo a esta altura uso el diván más o menos. Es el lugar fundamental de formación de los analistas. Ahí es donde se transmite el psicoanálisis, en los otros lugares se enseña y capten las diferencias entre las dos palabras.

Laura Lueiro: Yo quería volver un poco a la clase, se me hizo confuso el relato todo el tiempo, no sabía muy bien de quien hablabas, y llegado el momento, si no entiendo mal, vos hacés girar el centro de –por lo menos del planteo de hoy- en relación a esa intervención que marca el inicio de la transferencia simbólica: “¿por qué debe subsumirse el amor a los ideales políticos?”. Y hacés toda una lectura en relación a los ideales y al superyó que te pregunto si la podés repetir, porque no pude seguir muy bien por qué sancionás ese momento como de instalación de la transferencia simbólica y la lectura posterior que hacés. Pero además me doy cuenta que no pude seguir porque me quedé colgada en que no sabía de quién hablabas, del amor de quién y de los ideales de quién, entonces lo que me vino siguiente a la cabeza es que, si no se estaba estableciendo ahí, el amor de transferencia como de transferencia simbólica, porque de alguna manera vos lo que contás es que lo que los convoca como analizante y analista son los ideales políticos, la derivación es en relación a ideales políticos y donde quedan ambos sometidos más o menos a una misma circunstancia, la posibilidad de amenaza, la Triple A, el riesgo, revolución y demás. Entonces cuando aparece esta frase: ¿Por qué el amor debe subsumirse a los ideales políticos me parece que también estás hablando de la relación analítica ahí. Pero bueno insisto, lo que me gustaría es que despliegues un poco esa cuestión.
Sergio R.: Bueno, espero que cuando lean la clase, que por supuesto como buen zorro la voy a corregir bien, la voy a poner hecha una pinturita, puedan entender mejor. Pero en todo caso lo que acaba de hacer Laura es un diagnóstico de discurso. Digamos, un lector común puede decir “este hombre estuvo confuso al hablar en su clase en relación a esas tres personas, la cuestión del amor, la cuestión de los ideales”. Un analista se pregunta: ¿Por qué estuvo confuso, qué le pasó?. ¿Qué está transmitiendo en esa confusión?. Eso es lo que les digo que deben hacer con el Seminario éste y de paso con cualquier libro de psicoanálisis, léanlo a la letra, no lo lean para encontrar ahí qué aprender, sino para encontrar ahí qué dice lo que dice.

S.R: No lo había pensado, la verdad, ahora que te lo escucho decir, primero: ¿por qué vacilo entre la primera persona del singular y la tercera persona del singular y en algún momento la primera persona del plural?. La voy a dejar más o menos como fue dicha para que ustedes puedan hacer el ejercicio ese. Ahí indica que en lo que se está transmitiendo, el que lo está transmitiendo denota que alguna dificultad había en ese terreno, digamos, el amigo Bleger rápidamente podría decirme hoy que el mío era un discurso ambiguo. Muy bien, preguntémonos qué lo causa. Ahí viene la cuestión que vos planteás del amor y de los ideales y de la transferencia. En como yo leo las cuestiones del psicoanálisis, para mí el amor de transferencia, así como la resistencia de transferencia o la transferencia positiva y la transferencia negativa, las ubico en el terreno de la transferencia imaginaria. Es más, creo que un debate clave que hubo entre Melanie Klein y Freud que no se pudo resolver en aquella época y recién se puede resolver a partir de Lacan, justamente porque no estaban dirimidos los registros. El debate era que Freud decía que en la psicosis no había transferencia, Melanie Klein decía que la transferencia era masiva. Ustedes se dan cuenta que son dos posiciones polarmente opuestas. Creo es que en la psicosis, digámoslo más precisamente en la psicosis de transferencia, porque nosotros podemos estar con un psicótico en un momento en que su transferencia no es psicótica, por ejemplo, no me refiero a ese momento, por eso en la psicosis de transferencia se está absolutamente en el terreno de la transferencia imaginaria. Ese es justamente el gran problema con que se las tiene que ver el analista en el trabajo con las psicosis. Acá todo viene en un contexto donde la cuestión política está muy vibrante, la cuestión represiva , la muerte está muy vibrante, la muerte en el sentido de los homicidios, está muy vibrante.
Una cuestión que para la Argentina no es que era desconocida, pero era desconocida en ese vigor, era el tema del exilio. No era desconocida porque en la segunda gobernación de Perón, del 51 al 55 hay una cantidad de radicales, socialistas que se exilian pero al Uruguay, van, vuelven, era otra cosa, no es esa estampida que se produce con las tres A. Insisto en el tema de la atmósfera. En Psyché-navegante un día hicimos una discusión en donde partimos de la cuestión de la mirada, de la voz y de la pulsión oral y terminamos en la cuestión de la contratransferencia y la atmósfera, porque realmente es una temática muy importante en el desarrollo de un análisis. Entonces, esa era la atmósfera, en esa atmósfera había un análisis que había terminado, exitosamente había terminado, esta señora no padecía ya de cierto síntoma y de algunas otras cuestiones que la habían llevado a ese análisis. Entre otras cosas, yo no lo dije todavía, porque pienso ir desplegando de a poco, pero les adelanto, en ese análisis ella se había divorciado de su primer matrimonio, y para ella realmente había sido sacarse un peso de encima, no sólo se había sacado de encima la voz y al hombrecito de la voz, sino que se había sacado a un hombresote digamos, pesado. Esta mujer venía de ese análisis, fíjense que ahí el efecto que produjo el análisis fue de refuerzo de la transferencia amorosa, por lo tanto refuerzo de la transferencia imaginaria.
Esto no invalida a aquél análisis. Sí creo que si hubiera sido otro analista el que hubiera trabajado ahí, especialmente un analista lacaniano y hábil, le hubiera dicho: mire, si usted quiere interrumpir, interrumpa, pero este análisis no terminó. Y podríamos dar razones de por qué, pero la otra analista se enganchó con que había logros, había paz espiritual, a ella le había caído muy bien esa mujer que además para que se ubiquen para esa época era una heroína, había estado en el asunto de la base Almirante Tzar donde habían matado a tanta gente, a los que quedaron presos sin poder escapar. Ella había sido abogada de algunos ellos, en fin, una mujer respetable realmente. Entonces, ahí empieza un clima de transferencia amorosa mutua. Lacan no hablaba de contratransferencia pero en algún momento habló de transferencia recíproca, es un término interesante ese a hacer trabajar, quienes quieran leer etá en “La función de la transferencia”, justamente en los escritos donde trabaja el análisis de Dora. Empieza por el lado del amor, se desarrolla analíticamente de alguna manera, yo no sé como, porque obviamente no estuve adentro de ese análisis y la paciente de ese análisis me habló poco, me habló de lo que había obtenido, pero no de lo que había pasado, pero se habían producido esos efectos. Terminó el análisis y se hicieron amigas, verdaderamente amigas, deben seguir siendo amigas, nada más que ahora a la distancia, porque esta mujer vive acá en la Argentina y la otra en el exterior y lejos. Todo eso pasa. Esta mujer viene supuestamente motivada por problemas del corazón, como vamos la mayoría de nosotros a analizarnos, pero lo primero que vuelca sobre la mesa, tanto ella como la colega, es todo ese mambo que había alrededor de si a la otra la mataban o no, si se exiliaba o no, ella misma que dudaba también si quedarse o no quedarse, si estar tres meses más y luego irse, yo mismo que estaba con una idea en la cabeza de ese estilo, todo eso estaba funcionando en los tres, entonces, si ustedes lo piensan, ahí les es muy difícil discriminarse a esos seres parlantes. Se puede decir, uno se llamaba Sergio, la otra fulana y la otra Lucía, pero luego, en cuanto se habla de eso, a propósito uso se habla de eso, no hablo o ella habla, sino se habla de eso, la cuestión de la discriminación subjetiva no es tan clara.
Digo esto porque otro de los problemas que tuvieron los post-freudianos era justamente discriminar excesivamente en entidades psicopatológicas, entonces la simbiosis era una entidad psicopatológica, es cierto que también podía ser una modalidad sintomática. Pero evidentemente en cómo yo les transmito la clase estoy transmitiendo sin darme cuenta algo de una cierta simbiosis que se establecía de entrada en la relación entre esos tres personajes, que por un lado sirve para asentar el comienzo del análisis en tanto establece una relación fuerte, pero por otro lado es una fuerte función de resistencia, si ustedes la conjeturan. Están ambas cuestiones jugando ahí, y lo que recuerdo, ustedes tengan en cuenta que este análisis transcurrió hace mucho, yo no recurro a papeles a propósito, además si les digo la verdad, casi no los tengo, no, algunos, les puedo mostrar la computadora tengo una carpeta, pero casi no recurro, lo que yo recuerdo es que esta mujer me hablaba y me hablaba de este hombre, y que a mi lo que me sorprendía era por qué se hacía tanto mambo, si a ella le gustaba, era evidente que le gustaba, no sólo que le gustaba, sino que estaba metida hasta las orejas, ya habían pasado escenas como que por ejemplo alguien había tocado el timbre y el había atendido en piyama en la casa de ella y cosas de ese estilo y ella insistía en que no, que lo moral, que no estaba separado, que la ex –esposa, que los hijos, etc. y al mismo tiempo cuando conversábamos más de eso, aparecía de que en realidad él había iniciado el juicio de divorcio, no vivía hacía años con su ex -esposa a esa altura, estaba metido hasta las orejas con ella, entonces, ¿qué le pasaba?. Entonces bueno cuando ya seguía alrededor de eso, entonces toda la cosa política, que si él estaba en tal cosa, y ella en tal otra y si esto y si aquello, y en un momento me salió les diría, algo así como: ¿Y por qué no se pueden enamorar dos personas que piensan políticamente diferente? Lo cual para mí, esto era un progreso, porque yo estaba bastante imbuido de la cuestión de ¿cómo te vas a enamorar de alguien que piensa políticamente diferente? Entonces ¿quién habló? Creo que ahí habló el análisis mío en realidad. Fíjense, ahora que les estoy contando, les cuento que con ese primer analista el patadón fue en relación a la relación con mi madre, en donde obviamente la cuestión del amor, del falo, todo eso estaba muy presente, como se pueden imaginar, digo eso y cuando digo eso cambia toda la situación, sale de la escena la política y entra toda el tema del amor y ella se pone en análisis. Ella que tenía un punto, era un punto como de 40 y pico de años, tipo Humphrey Bogart, y ahí aparece el punto, y cuando aparece el punto cambia, ahí empieza el análisis. Todo lo previo era el bebe buscando el pecho ya que ando mucho con Winnicott hoy, y yo que no la embocaba digamos, yo estaba vaya a saber, le daría el chupete, no sé que hacía, de golpe el poner esa pregunta puse ese objeto que ella va a pasar a usar, traer, llevar, atacar, cuidar, etc.

Graciela Guidi: El paso de la transferencia imaginaria a la simbólica, si me podés explicar un poquito más que no llego a captarlo.

Sergio R.: De un modo sencillo, piénsenlo así: la transferencia imaginaria es la transferencia en el terreno de los afectos: lo quiero, no lo quiero, lo odio, no lo odio, etc., por lo tanto si ustedes piensan no hay discurso en el sentido literal del discurso, porque en éste lo que hay es un intercambio de significantes que dejan marca. En lo quiero, no lo quiero, lo odio, no lo odio, se está siempre frente a la imagen. En cambio la pregunta y ¿por qué dos personas que piensan políticamente distinto no pueden estar enamoradas?, produce una fractura donde ya se entra a hablar de la pregunta, y la pregunta no es una afirmación, hay una afirmación porque si uno pregunta ¿por qué?, bueno, una de las posibilidades es que puedan estar enamorados, por que no? Posibilidad que era la que ella, tomando lo de Lacan de Los cuatro conceptos, era algo que ella rechazaba y rechazaba. Pero quiebra ahí esa supuesta identidad imaginaria que había donde ella tenía que ser Talibán y él tenía que ser Bush, de golpe crak! la pregunta. Claro, si fueran homosexuales, por qué Bin Laden y Bush no pueden, eh? Perdón, pero si a esta hora no hacemos un chiste, nos morimos.

La pregunta es simplemente una frase significante puntuada de un modo particular como lo puntúa el signo de pregunta, en el sentido que hace que esa frase significante no quede como una afirmación desnuda, sino que abre a posibles respuestas dentro de las cuales puede estar la afirmación que es contraria a la que la paciente está dando por supuesto desde sus ideales justamente, y después lo vamos a ir viendo cada vez más claro, sus ideales eran una especie de barniz, ahí había otra cosa que se estaba jugando. Entonces la pregunta deconstituye totalmente la imagen, el sentido de que una mujer revolucionaria no se puede enamorar de un hombre de centroderecha, es un sentido sin vuelta, y entonces hace que empiece a funcionar la letra y el significante, en el sentido de buscar nuevas combinatorias, de abrirse paso a un nuevo desarrollo discursivo que no estaba previo, en ese sentido se entra en la transferencia simbólica, porque ya entonces la transferencia no está sirviendo simplemente para mantener ligados a analista y analizante, que es lo que pasa muchas veces, sino que eso puso en juego una falla donde esa ligadura entra a funcionar alrededor de esa falla, ahí tienen los tres registros funcionando, porque esa intromisión de lo simbólico, no sólo deconstituye a lo imaginario, sino que es una intromisión que logra deconstituir a lo imaginario porque lo real estaba punzando. Si el analista hubiera hecho esa pregunta en cualquier otro momento, no hubiera pasado nada, ella hubiera dicho, pero no, como, por favor, mire si yo voy a andar con esa basura, pero como el corazón de ella palpitaba fuertemente por ese hombre y ella no sabía por qué. Por eso todas las explicaciones y vueltas, ese no sabía encubre en parte lo real. Después vamos a ver que está en parte también está encubriendo muchas cosas del inconsciente de esta mujer. La pregunta lo que logra es poner a funcionar todo eso. Por eso se abre el espacio simbólico que entra a operar sobre lo real.

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