18-9-1987
Y fueron las elecciones y confirmaron lo que decía una inteligente solicitada. No había indecisos, había insatisfechos. Llegado el momento decidieron, votando contra los que no pueden pensar una política económica si no es atada al carro de la deuda con el capital financiero internacional, (1) y que llegadas las pascuas, defraudaron a un pueblo que ofrendaba huevos, haciendo aprobar la ley del gallinero. Rápidos, los líderes de los dos grandes partidos explican sus resultados sólo por el costo social de la política económica. Ese es el juego de ellos, lo lamentable es cuando algunos intelectuales malinterpretan encuestas motivacionales y echan abono a esas lecturas de los resultados.
Y justamente desde ese malentendido planteo la pregunta que deseo pivotee este artículo, ¿y de la izquierda?
Lo primero que rechazo es el simplismo de explicar su fracaso por la radiografía de la fragmentación, pues considero que invierte los factores. Prefiero preguntarme, ¿qu es a lo que la izquierda no responde que no hay electorado que la vote, ni línea que la unifique?
Y a partir de ahí, opino que el análisis debe ser diferenciado.
Uno: le corresponde a la izquierda atrasada, la que piensa con categorías que fueron aplicables teóricamente a la revolución industrial, y efectivamente a países agrarios con relaciones sociales predominantemente precapitalistas, y en los que el giro de la experiencia post-revolucionaria lleva atolladeros que empujan hoy, a una fracción de sus dirigentes, a promover tímidos intentos de democratización. Esa izquierda no tiene futuro en la Argentina, pero no porque se fragmenta, sino porque no piensa.
El otro: a la que fue sacudida por la década del 70, perdió las certidumbres de la del 60 y se aprestó a pensar todo de nuevo. O sea, a la nuestra.
Pienso que por lo menos en una parte importante se ha esfumado demasiado rápidamente la disposición a la perplejidad. Si en los 70, para muchos la ilusión se deposit" en el peronismo por su composición prevalentemente obrera y su tradición nacionalista y populista, hoy se la escucha hablar del mismo, como si lo supusieran reducido al lopez reguismo-montonerismo. Los sesudos artículos escritos sobre los errores de la izquierda en 1945, han pasado al imperio de MANLIBA y se ha recuperado el espíritu de la Unión Democrática. Como entonces, se idealiza al radicalismo y mientras escandaliza el gorilfascismo de Reviglio en Santa Fé, no producen el mismo efecto, las "convergencias" impulsadas por el Presidente, con partidos y figuras del "proceso" y de la "libertadora".
Otra parte volcó, sus expectativas a la "Unidad Socialista" y su divisa moral, olvidando que uno de sus integrantes, el Partido Socialista Democrático ofertó sus cuadros a cuanto golpe militar pudo.
Se me dirá, ¿y entonces qué? ¿te colocás al margen de la política?
No es esa mi postura. Ni siquiera critico a quienes consideran que estar en política exige colaborar de algún modo con alguno de los grandes partidos. Lo que sí considero merece reflexión, es ese eterno bascular de la izquierda del reduccionismo populista, al reduccionismo liberal y viceversa, en el que se pierde la que, a mi modo de ver, debe ser la posición desde la que los socialistas piensen su accionar político: la irrenunciabilidad a luchar por articular democracia y socialismo. Si esto es así, no nos podemos conformar con que "esta no es una sociedad donde los pobres son miserablemente pobres y los ricos abrumadoramente ricos". De la misma manera, es inaceptable que para socializar los medios de producción se imponga una dictadura.
Articular democracia y socialismo aparece como imposible. Pero ese es el modo como se prsenta siempre lo real, o sea, lo no significado. Por eso también, no deja de presentarse, demandando significación. En cada vuelta, algo quedar por fuera y volver a insistir. El "posibilismo" ignora justamente esto. Y se ilusiona con la posibilidad de pensar las sociedades, apelando sólo a la conciencia y a la racionalidad de sus individuos. Ignorando, casi cien años después de Freud, que los sujetos son movidos por la razón de los deseos inconscientes, y que si no se atiende a ello también, no se entienden vaivenes y paradojas del movimiento social.
La perplejidad en la izquierda es efecto de haber creído en los "60" que renunciando a la democracia obteníamos la "posibilidad" del socialismo. Y como efecto de los "70", que rebajando las aspiraciones socialistas obteníamos la "posibilidad" democrática zafando de la amenaza militar. La obstinada crueldad de la historia ha cuestionando ambos posibilismos y creo que, básicamente, la idea de modelos anticipativos. Nuevamente no hay modelos posibles. La historia de la humanidad no es mas que un eterno trabajo de sus actores sobre sí.
Este estado de perplejidad, da razón para la variedad de postulaciones entre los socialistas. Es por ello que no caben juicios condenatorios.
Pero sí, a esta altura, una comprobación. Por los lugares (diferentes) en que han fallado las principales utopías socialistas -la socilademócrata y la comunista- se meten y se hacen fuertes las utopías de la nueva derecha, aquí, y en el mundo. Es por esas brechas que se hacen fuertes en los electorados. Lo que responde a la lógica de que en política el vacío de zonas no se puede mantener mucho tiempo.
Pero para nosotros, intelectuales, socialistas, ser capaces de soportar el lugar vacío en la búsqueda de nuevas verdades es fundamental. En los "60" los fracasos socialdemócratas volcaron a muchos de ellos a las diversas variantes de comunismo. Hoy los fracasos de los comunistas vuelcan a muchos a la socialdemocracia o incluso al liberalismo de derecha, como a Vargas LLosa.
Prefiero como efecto de reconocer las fallas, no apresurarme en salir de la perpeljidad, sufrir mi ignorancia, como condición básica que estimula mi apetito de investigación y experimentación en el trabajo por encontrar nuevas verdades que reabran y abran rutas hacia el socialismo en democracia.
(1) Ver reportaje de Horacio Verbitsky a Alan García en "Página 12", 13 y 16-IX-87, en el que se presenta la práctica de otra alternativa posible en el manejo de la deuda externa.
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