Agosto de 1988.
Hoy, el Sida. No es conveniente frente al mismo la política del avestruz. Menos la de los conventos. El SIDA existe, es un grave peligro para la humanidad por diversidad de cuestiones a las que se refieren los artículos que sobre el tema se publican en este número. Pero hay medidas profilácticas que pueden prevenirlo preservando la actividad sexual, que como los humanos lo sabemos desde siempre y el psicoanálisis lo redescubrió, dándolo como una de las razones de su existencia, es fundamental para desplegar plenamente la vida hasta la muerte. De ahí el título de este número. QUE NO DESIDA EL SIDA.
Que no se haya descubierto aún vacuna ni remedio, no sólo genera la amenaza de la muerte biológica, sino el enigma, el misterio, la incertidumbre. Por ahora el SIDA es demasiado real y eso lleva a la típica reacción de la humanidad ante lo no significable. Aparecen juicios, tabúes, supersticiones. Por ello y por ellos, se recurre a chivos emisarios, grupos sociales a los que se margina.
Se subraya nuevamente en la erupción de esta nueva peste la constitución injusta del mundo. Si dicho muchas veces, no está de más repetirlo. La deshidratación infantil siega aún, más vidas que el SIDA. Sin embargo, se dedican muchos más fondos a tratar de resolver este problema que aquel. Lo que pasa es que éste, no respeta los hogares de los ricos y, en cambio, aquel no los implica.
A la vez el SIDA podría servirles de advertencia a los poderosos, si no fuera que su sordera y ceguera ante estas cuestiones insiste en ser incurable. La peste de los segregados y los marginados (zaireños, haitianos) ha vuelto desde ese real sobre su cultura tan cuidadosamente tejida y los amenaza en sus mismos centros, con llevarlos a un desgarrón inesperado. Leer, en el artículo de Pedro Fernández Mouján, las comparaciones que el Dr. Cahn establece con las pérdidas norteamericanas a consecuencia de la guerra de Vietnam y las que les produce el SIDA.
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