jueves, 15 de mayo de 2008

Adicciones

FAT 1986.



Parto de tomar a las adicciones como un síntoma, y las pienso como adicciones a las drogas, al alcohol, a las comidas, a los hábitos. Si es un síntoma, puede estar presente en la psicosis, en la neurosis o en las perversiones. Con esto indico que me niego a marcar a las adicciones como una estructura en sí. A veces, el destino de las neurosis de carácter puede relacionarse con la droga; (me acuerdo de una anécdota de esta facultad, en la Cátedra de Toxicología había un portero que murió de hemorragia gástrica; le hacen la autopsia y tenía treinta aspirinas en su estómago, se enteran recién ahí que era aspirinómano.

Creo que el trabajo con esta cuestión exige la particularización, sin embargo, reaparece hoy en la multiplicación como fenómeno social; creo que hay que pensarlo como un síntoma social, y aquí aparece una paradoja, cómo hacer con algo que es particular-social, y viceversa.
Planteo una premisa que puede parecer un detalle, pero creo que tiene cierta importancia: la premisa es desprendernos un poco de lo imaginario que produce la prensa en relación a las drogas, donde en cada momento hay una niña bonita (por ejemplo ahora es la cocaína sintética) y pensar la drogadicción como un fenómeno más abarcativo y que reconoce drogas particulares para culturas particulares.

Esto nos introduce en algunas cuestiones paradojales, que el auge de la drogadicción, por ejemplo el alcoholismo, adquiere una gran dimensión en los años '20 (los años locos), o en las sociedades de consumo (EE.UU., Europa) en las décadas del '70 y del '80, pero también adquiere una dimensión enorme en sociedades como la hindú o como la argentina, que padecen grandes deterioros económicos.

Por otra parte, no es un fenómeno moderno, como algunos suponen. Cualquiera que lea novelas de esa época sabe que el opio tiene una tradición milenaria muy fuerte en oriente, o el alcohol en Europa. O sea, que, igual que en toda la psicopatología es necesario encontrar los nudos estructurales que son particulares en cada caso, lo cual hace que en psicoanálisis huelguen las estadísticas. Nudos que adquieren importancia en cada historia particular que produce al sujeto en análisis. En este sentido es muy interesante haber escuchado a los anteriores panelistas pues creo que cada uno ha ido enfocando la cuestión desde diferentes ángulos.

Cuando hablo del auge de la drogadicción como síntoma social, lo digo a escala mundial y lo digo con una intención, pues lo que conocemos por la prensa occidental es el auge de la drogadicción en el oeste, pero se filtra a veces el auge del alcoholismo en los países del este. Digo esto porque creo que pensar socialmente
una cuestión como ésta no nos debe inducir a una fácil sociología; son estructuras económicas, políticas y sociales absolutamente diferentes las del este y las del oeste; sin embargo el auge de las drogas está en ambas sociedades, por lo tanto, no deslizarse simplificadamente a la causa social, no porque no esté, sino porque hay que pensar cómo está.

La cuestión del síntoma no abarca solamente al este y al oeste, sino también al norte y al sur, es decir, que est en las sociedades ricas y en las sociedades pobres. Tampoco atarse a la idea, sin dejarla de tener presente, del peso que tiene esto en la oferta, que luego genera demanda, de parte de las multinacionales negras, manipuladores del narcotráfico en el mundo occidental. Incluso en el mundo de los drogadictos, últimamente, corría la versión de que Reagan ordenó aquella operación en Bolivia no porque estuviera tan preocupado por erradicar la drogadicción del mundo, sino para crear mejores condiciones para su producción y comercialización de la cocaína sintética. Esto es una cosa que podría ser cierta.
En el este estas cuestiones no existen, por lo menos para su propio interior.

En el mundo de las drogas se pueden detectar dos tipos de personas que se acercan a la consulta: aquellas que se han criado en condiciones de miseria, abandonamiento, hacinamiento, que aparecen más en los hospitales, consumidores de drogas baratas (alcohol, pastillas, inhalantes, etc). Pero también están los otros, que vienen de barrios con alto poder adquisitivo, que viven en el confort, con holgura económica, y que en todo caso el abandonismo aparece muy encubierto. Es un abandonismo que merece ser particularmente explorado, no es tan evidente.

Algunos que estudian el desarrollo de la droga en el norte y en el oeste plantean la cuestión de que con el desarrollo tecnológico, y la consecuente disminución de horas de trabajo, ha aparecido el problema de la utilización del tiempo libre, ocio. Los analistas sabemos como llegan a nuestros consultorios aquellos que sufren de angustia en sus momentos de ocio, y como encubren, con una serie de actividades, esa angustia hasta que les resulta imposible. He escuchado, por ejemplo, de un psicólogo formado en la "psicología científica", materialista dialéctica, consultado por un caso de drogadicción, pedir que el familiar hiciera un escrito de cómo utilizaba el tiempo su chico, y se proponía como acción terapéutica organizarle el tiempo al chico de manera tal que no tuviera espacios libres.

Por otra parte, en las sociedades modernas, hay otro tipo de adicciones, como por ejemplo la teleadicción, los videos, etc.
Pero, en el sur el ocio no es pago ni es confortable; el trabajo deja exhausto y cuando hay ocio es desocupación. Entonces: no es la pobreza ni es la riqueza en sí; ¿cuál es la cuestión que está en juego socialmente? Podríamos preguntarnos, por ejemplo, si el psicoanálisis no es una droga en ciertos casos. Recuerdo una vez que hablando de los efectos psíquicos de la represión en nuestro país una periodista norteamericana me preguntaba ¿por qué se psicoanalizan tanto los argentinos y qué explicación tenía para eso? La verdad es que no supe darle ninguna explicación. Lo que me di cuenta tiempo después es que la respuesta tendría que haber sido esta pregunta: ¿por qué se drogan tanto los norteamericanos? Esto no es por una cuestión de rivalidad, sino porque creo que apunta a algo que va a ser el centro de mi trabajo.

Para ello quiero, primero, pasar por un caso particular y de allí intentar volver a la estructura.
Esto que sigue apareció en un artículo dedicado a la drogadicción firmado por una médica: "Recuerdo dos casos muy interesantes, uno era de una niña de 5 años que llegó con un síndrome de hipertensión endocraneana que resultó ser consecuencia de la inhalación de goma de carpintero. La madre era profesional y el padre, un niño bien que sufrió una crisis económica muy fuerte, llevando a la pareja a una situación dificilísima. Para tratar de mantener la relación al padre coloca un tallercito de restauración de muebles.
Todas las tardes la nena iba y se quedaba arrodillada en un rincón jugando con un tachito de goma. El padre se sentía muy contento porque la hija lo acompañaba.

El otro caso eran dos mellizas de 7 años, hijas de un matrimonio de maestros rurales de Salta, que habían vivido siempre aprendiendo con chicos muy grandes y eran una luz, tenían la sabiduría de la gente de campo. Los padres vinieron a la gran ciudad persiguiendo el gran negocio, y al poco tiempo habían perdido todo. La madre no atinó a otra cosa que a ponerse a trabajar como planchadora con una plancha a nafta. Las chicas descubrieron, casualmente, como pasa con los chicos generalmente, que oliendo trapitos empapados en nafta se sentían bien. Una de ellas describía los beneficios diciendo: "Cuando mamá empieza a gritar que vaya para allá, que venga para acá, o que haga tal cosa, a mí no me importa". Intervino una asistente social que ubicó a los padres como maestros, pudimos ayudar al grupo familiar a organizarse y el problema se solucionó.

La escala mundial, la escala planetaria de la drogadicción tiene que ver con algo que llamaría el desmoronamiento del Nombre del Padre. Estoy hablando de desmoronamiento del Nombre del Padre; no excluyo la cuestión de la forclusión del Nombre del Padre, pero allí estaríamos en el terreno de la psicosis, en una cuestión más particular. Yo me estoy refiriendo al fenómeno social.
En el caso particular de los inhalantes, transcripto más arriba, eran los representantes de la caída y a la vez del tope a la caída del Nombre del Padre. El desmoronamiento económico-social en relación a planes peternos pone en cuestión la palabra del padre; la propia ley es puesta en cuestión. En el primero, el padre goza de la compañía de la nena; los lugares y las generaciones son transgredidas; la estructura simbólica familiar lo es; la nena goza del objeto que salva al padre, a la vez que marca su fracaso como niño bien.

En el segundo, la niña goza un objeto similar, que marca más decisivamente el fracaso del padre, invalidando a la palabra de la madre como portadora de la ley del Nombre del Padre, (recordemos los gritos de la madre, por ejemplo). Aquí se filtra la violencia en torno al desmoronamiento del Nombre del Padre; se filtra por el lado de la madre y de las respuestas de las nenas. Creo que en este caso falla la ley. La labor de la asistente social, en este caso, restituye en esa malla simbólica la ley como instalada en la cultura, por la simple operación de conseguir reubicar, según su profesión, a los padres. Sabemos que no siempre es así.

Los inhalantes, entonces, ¿significantes, objetos imaginarios, objetos reales? Sólo en el discurso de esas nenas se puede determinar su función, que, sin embargo, creo que seguramente circula.
Aquí vuelvo a la actualidad y al síntoma social del auge de la drogadicción. Creo que estamos en un mundo bajo tres impactos por lo menos: un impacto de lo real, donde la vuelta contra el viejo universo simbólico de lo real, de la aceleración tecnotrónica, produce un impacto traumático, pero traumático al estilo de como lo plantea Freud. Creo que la humanidad actual no tiene una capacidad simbólica que vaya a la velocidad que está recibiendo por esta llamada revolución tecnotrónica. En la década del '75 al '85, por ejemplo, en los países centrales cambió la faz tecnológica de tal manera que cambió la estructura social de esos países (fábricas que ocupaban 2000 obreros actualmente ocupan 100, en Italia). Por esa tendencia, desaparecieron los sindicatos, que eran fortalezas; se quebró la tendencia a las grandes empresas, se tiende a las pequeñas empresas, pero no, vale aclararlo, a la desmultinacionalización del capital, que es otra cosa; y todo esto hay que poder simbolizarlo. Otra cuestión es la desocupación subsidiada; por ejemplo, en Francia, por necesidad de reconversión industrial, se liquidan fábricas pero los obreros reciben sueldos, o sea, que económicamente siguen subsistiendo, pero son hombres desocupados, que no trabajan.

Las otras dos cuestiones tienen que ver con el ideal. Se ha producido en la década del '70 en adelante una caída abrupta de las utopías políticas; es un momento en que ninguna de las utopías políticas, en el mundo, que brillaban hasta la mitad del presenta siglo tienen credibilidad, ni la social-demócrata, ni la comunista, ni la liberal, ni la fascista.
Otra cuestión es el debilitamiento del discurso religioso y la función del más allá.
Por lo tanto, hay una multiplicación de la crisis simbólica en el mundo, y en ese sentido creo que la droga no es sólo el goce, sino es intento, también, de restituir una red simbólica. Quienes trabajamos con drogadictos sabemos que no solamente es ir fumar o inyectarse sino que se forma toda una subcultura discursiva en relación a este ritual que está intentando surgir y zurcir estos agujeros en la red.

Quiero comentar algo que me ha sucedido: me encuentro analizando a alguien que podría tener poder en determinadas cuestiones, que dice que está decidido a iniciar una gran campaña contra la drogadicción. Cuando finaliza la sesión le digo: "Pero además, eso de la campaña contra la drogadicción, ¿qué es?; yo si tuviera poder iniciaría una campaña contra los narcotraficantes; una campaña contra la drogadicción apunta al sujeto enfermo". Duda un instante y luego me responde que los narcotraficantes son peligrosos. Entonces la cuestión comienza a cambiar y aparecen una serie de equívocos de cómo se manejan una serie de cuestiones en la sociedad. Creo que tenemos que pensar si no tiene que ver con cómo está operando sobre nosotros mismos el fenómeno de la drogadicción, y un ejemplo son estas "Jornadas sobre Drogadicción".
Creo que hay algo en el mundo que está operando y que merece nuestra...

No hay comentarios: