jueves, 24 de abril de 2008

Clase Sin Número

clase del 27 de agosto

Dos cosas fuera de guión antes de empezar. Una en referencia a una conversación que tuve esta mañana se me ocurrió que hay algo que voy a plantear ahora, que tiene bastante relación con la clase que voy a dar. La otra cuestión es que después de terminada la clase, repasado el guión y pasado un rato, me volvió a la cabeza algo que ya les planteé en alguna otra clase, pero que empiezo a darme cuenta que si bien es en cierto modo un síntoma mío en el seminario me parece que es importante que logremos intercambiar ideas alrededor de esa cuestión.

La primera, está referida, digamos, tomando cuestiones de acá de la Argentina que ya he planteado en otros momentos, que estoy muy asombrado, en relación a algo que está pasando dentro del movimiento analítico, que no es que yo me entere por chimento o rumores, sino simplemente por leer algunas cosas. En Agenda, en Psicolibros y otras revistas. Es que están entrando a reaparecer en la argumentación de los psicoanalistas cosas que en otra época hubiéramos considerado y con razón, de mala praxis. Cosas inclusive escritas por colegas que merecen mucho respeto de mi parte, como gente que conozco y que son muy estudiosos.

Por ejemplo, aparece un artículo de supervisión de Psicolibros, que todavía está dando vueltas por allí, pero no conseguí ejemplares para traerlas acá y la pudieran leer. El colega centra el tema de la supervisión en la cuestión del poder. En buena medida casi todo el artículo gira alrededor del poder del supervisor. No es porque dentro de la práctica analítica no se jueguen a veces cuestiones de poder, eso tiene que ver con las singularidades de cada analista, pero tratar de pensar todo el tema de la supervisión psicoanalítica alrededor del eje del poder me parece que no tiene nada que ver con el análisis.

Otros temas hemos hablado, de qué modo hace una cierta reentrada el tema del amor como sostén de una nueva lógica colectiva o cosas por el estilo. Un colega que le tengo respeto, es un tipo muy estudioso, escribe sobre el tema de lo social y el psicoanálisis y cuando uno lo lee se da cuenta que está todo el tiempo diciendo desde lo que dijeron los sociólogos, los filósofos. Sin intentar aportar desde la propia experiencia de la práctica psicoanalítica. Estoy hablando de colegas que tienen entre veinticinco a treinta años de experiencia en la profesión y más, con lo cual quiero decir no de gente que está empezando. Entonces, me parece que esas cosas son indicios de que está en desarrollo una crisis en el psicoanálisis. Que es importante que primero la advirtamos, nos demos cuenta que está, y segundo, que cada uno de nosotros piense qué hace con eso.

Recién, antes de entrar la mayoría de ustedes acá, se armó una conversación con Ethel y Alejandro Del Carril, sobre un artículo que aparece en Clarín sobre un juicio de mala praxis. Me decía Ethel: tenés que escribir algo. No, escriban ustedes. Me parece que en ese sentido tenemos que salir de la posición de esperar que haya algún líder X, que sea el que siempre…. eso no nos sirve a ninguno, no lo tomen a mal.

Lo que les quiero decir, es que me parece que hay que observar y pasar al acto, porque si no después nos vamos a quejar melancólicamente como escucho, o escuchaba, dado que hace bastante tiempo que ya no los veo, a psicoanalistas norteamericanos. Se quejaban de que había desaparecido el psicoanálisis en EEUU, cosa que es cierto. Ahora está renaciendo alrededor de algunos grupos lacanianos. Se quejaban de la desaparición del psicoanálisis en EEUU y por supuesto le echaban la culpa a una serie de cuestiones cosas que por supuesto están presentes, en aquel entonces hablaban de la sociedad de consumo. O escuchar de colegas franceses y europeos, quejarse de la bajada del psicoanálisis de sus respectivos países. Por ejemplo, es un síntoma de muchos agrupamientos franceses, no de todos, el envejecimiento. Si van a las reuniones de esos lugares, se encuentran con gente de más de cincuenta. Acá en la Argentina también está pasando en una serie de instituciones. Hay que entrar a investigar qué pasa allí porque es complejo, el fenómeno no es sencillo.

Tuve la suerte de que los residentes del Borda me invitaran a una serie de tres charlas. Se me ocurrió decirles que en lugar de darles una charla con un tema X, hiciéramos al revés, yo iba y ellos me preguntaban. Así, entramos a hablar. Trabajamos de esa manera. Lo que pareció en el centro de la escena fue la preocupación de ellos sobre de qué iban a trabajar cuando terminaran la residencia. Que todos ellos están entusiasmados y les gusta el psicoanálisis, se están analizando, pero que estaban pensando qué hacer (una de ellas directamente ya lo estaba haciendo) para adquirir un currículo para que les permitiera entrar en las obras sociales y los “pre pagos”. Porque en este momento las pre pagas y las obras sociales en un 90% rechazan a los que presentan un currículo psicoanalítico, en cambio toman a los que presentan un currículo cognitivista o sistémico. Estos son problemas concretos. Charlamos alrededor de eso, conversamos, escuchamos las cosas de ellos, y les plantee las que se me ocurrían a mí.

Me parece que hay que tomar el problema en el nido, desde ahí ir trabajando justamente para que no se transforme en un problema donde después lamentemos. Se acuerdan ustedes lo de los Cataros. Ustedes saben los Cataros fuero una secta católica, un intento de renovación y que de ellos no quedaron ni papeles escritos. Tal es así que lo que se sabe de los cátaros es por tradición oral, no quedó tradición escrita no porque no hubiera sido inventada la escritura sino porque les quemaron los libros y a ellos junto con los libros. A nosotros no nos va a pasar esto porque no tenemos el peso de los cátaros y el problema nuestro en este momento no es con el Vaticano. Habría que ver Bush, pero no se va a preocupar de nosotros.

Quiero decir, hay que meterse en estas cuestiones a trabajarlas en las múltiples variables que se cruzan y no contestar desde lo que ya sabemos. Estuve leyendo un boletín de los cognitivos que andan por ahí y ellos entran a defenderse: Dicen que nosotros no curamos los síntomas que después de terminadas la cura después de un tiempo los síntomas vuelven. Nosotros tenemos estadísticas. Entonces muestran estadísticas de fobias curadas, de “trastornos obsesivos compulsivos curados… Por supuesto ellos plantean la discusión así, porque entra dentro de la epistemología de ellos. Podría demostrarles a ellos como aquellos síntomas que no volvieron seguramente se desplazaron, pero también que el eje no está ahí, sino que tienen el efecto de las psicoterapias, o sea volver al estado anterior, que es la definición médica de la terapia, volver al estado anterior y tirar por la borda un descubrimiento científico como el psicoanálisis que a aquellos que lo llevan fuertemente lo más lejos que pueden les produce un cambio radical en la vida digamos. No es ya que curan tal síntoma o tal otro, sino que se posicionan de otro modo frente a lo real de la vida. Pasa de ser curativo a ser también preventivo.

Traigo este punto porque me parece que tiene relación con algo que también estoy empezando a escuchar, que es la idea ecléctica y ecuménica del psicoanálisis. Tomemos un poquito del yo, otro poquito de los kleinianos, todos algo de razón tienen. En realidad, lo que quieren instalar es “todo por un peso”, para tener mayor clientela. Se puede entender desde el punto de vista de la lógica comercial, pero desde el punto de vista de la ética del psicoanálisis donde se sabe de qué instrumento se dispone y se lo deprecia para reciclarse solamente en relación a la ética del mercado, me parece que ya no. Además, porque esas flojedades también abren el campo a argumentaciones tales como: claro, lo que pasa que el psicoanálisis se cierra y desprecia a todas las otras disciplinas y entonces no toma en cuenta lo que dice la sociología, lo que dice la filosofía, lo que dice la historia. Me parece una tontería. Cada una tiene su campo. Para el campo de cada una y cada uno que la integra sabrán la epistemología que les corresponde, pero es obvio que recortan objetos diferentes. Lo cual no quiere decir que no puede haber relación entre los psicoanalistas y los sociólogos, los historiadores. Creo que si por algo me he distinguido es porque no me he rehusado a establecer ese tipo de relaciones. El asunto es cómo se establece. ¿Se establece como un bazar de “Todo x dos pesos”, compro un poquito de allá, un poquito de acá, y quedo bien con el regalo? O reconocemos cuál es el perfil propio, el objeto propio, y los límites y posibilidades propias de nuestra disciplina, y exigimos que cada uno de los otros reconozca también la suya. Entonces ahí en el intercambio puede ser que se pueda armar algo. Básicamente lo que se puede armar es trabajar en conjunto lo que no anda, bueno ahí conversaremos pero no la suma.

Puede venir alguno y decir, no porque el criterio de verdad del psicoanálisis no es validable porque no recurre a estadísticas. Justamente si hay algo que descubre el psicoanálisis es que la vida de los seres parlantes no está organizada por la verdad, sino más bien que en todo caso se parte de la mentira. Era una obsesión de Freud, sí. Todos lo sabemos, Freud era un obsesivo genial. Pero por su genialidad no dejaba de ser obsesivo. Efectivamente él tenía una obsesión con el tema de la verdad en psicoanálisis. Pero bueno, desde que se murió Freud ya han pasado casi 80 años, desde que se empezó el psicoanálisis un poco más de 100 años. A esta hora tratar de armar la discusión en el terreno de la verdad, no es solo recaer en el terreno de la neurosis obsesiva sino además creer que la filosofía logró hacer algo por el ser humano, en general no es mucho lo que logró la filosofía por el ser humano. Los que han hecho algo por el ser humano han sido los militares y los políticos, nos gusten o no, el resto es muy poco. Habrá que encomendarse a Dios para que le toque un buen militar o un buen político, pero punto. Los intelectuales lo único que hacemos es dar ideas, no es poco. Pero no hacemos melagomanía con eso.

Del otro lado justamente viene el cuestionamiento a la interpretación. Eso ya es más complejo, exige su trabajo. Pero en primer lugar, a nosotros nos exige justamente insistir y trabajar mucho en la no arbitrariedad de la interpretación psicoanalítica. Después podríamos demostrar a través de la propia praxis y los efectos en la propia praxis como es el interjuego entre interpretación y efecto en la subjetividad. Sobre eso les habló bastante Alejandro y un poco yo, en la clase anterior.

Quería entrar por esa cuestión, porque eso me vuelve a llevar a otra, que también es una particularidad del psicoanálisis, en realidad no nos engañemos es una particularidad de todas las que se suponen ciencias, pero en el psicoanálisis adquiere un rasgo singular además, muy propio. Que es que el instrumento es el propio psicoanalista. Este es todo un problema, toda una ventaja y todo un problema, las dos cosas al mismo tiempo. Es una ventaja, justamente porque en una en una serie de prácticas de la medicina el instrumento es la máquina, están ocurriendo más errores de praxis médicas en esta época que en la época de los buenos semiólogos. Se los digo como médico. A veces escucho cosas en el consultorio... Imagínense, hace más de treinta años que no ejerzo la medicina, porque a partir de ahí me metí en la psiquiatría y luego en el psicoanálisis. Antes sí ejercí la clínica médica por cuatro o cinco años. A veces escucho un paciente, que viene y me cuenta un relato y me armo el diagnóstico médico en la cabeza y me entero de que no, que lo están siguiendo por otro lado. Y le digo: mirá, perdona porque yo de la medicina me acuerdo muy poco, por qué no consultas con otro médico también, porque me parece...

Me estoy acordando en este momento de un paciente que no le habían diagnosticado un hipotiroidismo y que encima le habían dado interpretaciones psicologistas sobre su adelgazamiento, temblor, diarrea. Lo venía escuchando desde mucho tiempo como psicoanalista, pero le dije: ¿Por qué no vas a consultar a un endocrinólogo? Los médicos han quedado como expulsados de la medicina por las máquinas, y ellos no se dan cuenta, eso es lo peor.

--Las máquinas… (inaudible)

Claro, en ese sentido es el mercado. Les digo esto porque… me quedé colgado…, lo que está pasando en la medicina a veces me saca. Porque son errores que un médico de cabecera de barrio no hubiera cometido en otras épocas, y ves que lo cometen, que va la vida de un paciente.

-- Creía que pasaba solo en el ……. (inaudible - risas)

No, no, lamentablemente te puedo asegurar que no. (Risas). Especialistas… Entonces, entraba por todo esto por qué, porque hoy voy a trabajar sobre lo que llamo: El pasaje al acto del analista para agujerear el real. Así estaba concebida inicialmente la clase. A medida que fui trabajando y al retrabajarlo, lo sigo retrabajando. Es un tema que fue debate dentro del lacanismo francés y argentino, en el 84, 85 y 86, se remozó un poco hace dos o tres años por el lado de la Freudiana de Buenos Aires acá, pero está apagado. Me parece que merece investigarse.

Lo que me di cuenta al terminar la clase, es algo que ya me di cuenta en el módulo anterior, pero ahora vuelve de otra manera. Que es, que lo que yo creía que iba a ser un seminario sobre un caso clínico dirigido por mí que creo que llegó hasta su final de análisis, en buena medida es un seminario sobre el psicoanalista como caso clínico también. Me parece que esto es importante. No me arrepiento de que haya tomado ese curso, al contrario, parece que es importante, justamente porque nosotros no somos observadores no participantes, no es cierto. La abstinencia analítica justamente exige un enorme grado de participación, sino es imposible abstenerse. Es un oxímoron decirlo así, pero es así. Uno porque participa se abstiene, no es que se abstiene de participar. Entonces uno entra en juego todo el tiempo como ser viviente, para definirlo de la forma más amplia posible. Después podemos ir ubicándolo en distintos momentos del análisis, a veces funciona como sujeto, a veces como objeto y otras veces funciona en relación a otras letras y lugares del discurso.

Tradicionalmente en lo que se trabaja como el discurso del analista, el analista hace semblant de objeto causa. Si hace semblant de objeto causa obviamente para hacer semblant alguna vestidura se va poniendo, sino es imposible hacer semblant. Me acuerdo que planteaba Eduardo Said en un seminario nuestro, hace tiempo, el propio silencio, como la mejor presentación de la ausencia. Es relativo en el sentido de que no es lo mismo que encontrarse perdido en la Quebrada de Humahuaca sin nadie que esté cerca que encontrarse con el silencio del analista, digamos, el grado de ausencia no es el mismo, puede haber otras.

Cuando empecé a trabajar este discurso que completo lo llamé: El discurso del científico, del inventor, del verdadero artista y del psicoanalista pasando al acto. Algunos me plantearon ¿cómo vas a poner un discurso donde del lado del analista está el sujeto? Del lado del analista siempre tiene que estar el objeto y el sujeto cae del lado del paciente. Esto es cierto cuando el analista lo que está haciendo de objeto causa, pero eso no es lo único que hace un analista en una sesión, inclusive para llegar a objeto causa, tuvo que haber varias otras cosas. Una de las cosas sería este discurso que planteo acá y que lo llamo: El pasaje al acto del analista.

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Les quiero leer no tanto porque sea demasiado pertinente a la clase de hoy o tal vez sí, o tal vez porque me gusta mucho, una cita que di como en una clase parecida a esta en otro seminario. Que es un poemita de Pablo Ananía de su libro Pensar sin pensar la poesía número XXXIV. La poesía dice así:

¿El arte? ¿El poema?
Consiste en crear una ventana,
súbitamente surgirá un paisaje.

Me parece una síntesis maravillosa, aplicable también a nuestro arte. En realidad esta cuestión de hacer de objeto causa tiene mucho que ver con eso, de saber crear una ventana. Ahora que me acuerdo, Alejandro traía el diálogo entre Mastroiani y Gassman donde ellos terminaban usando una metáfora parecida, la de la caja vacía.

A mi modo de ver el discurso del analista pone en acto dos movimientos claves. Ah..., la última cosa para que la sorpresa no sea demasiada, les preparo una sorpresa fuerte para el final de la clase, se las aviso, para que no piensen que estoy loco, en todo caso discútanme después.

El discurso del analista pone en acto dos movimientos claves: uno es el semblanteo de causa, es decir, hace apariencia en el lugar de agente – objeto que causa el deseo del sujeto que aparece en el lugar otro. Dos, la interpretación, tanto por hacerse cargo del S2 que apareció de algún modo en boca del analizante y que se presenta en el lugar de la verdad en el discurso del analista, como por hacer producir el S1 al analizante sobre la base de una sustracción. Sustracción que resultará en ese significante que va a decir algo en más y extraño al S2. Esto es lo interesante, porque cuando ustedes facilitan que se produzca una sustracción en el analizante, lo que producen es un plus, un significante nuevo, un significante en más.

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El psicoanálisis no identifica al sujeto al deseo del Otro, sino que le facilita hasta los límites que la estructura real, simbólica e imaginaria lo permite, cierto grado de libertad para que su deseo no sea un clon del deseo del Otro. Me paro un poco en esto. Porque creo que parte de la discusión que se está armando sobre la interpretación, en algunos lugares del movimiento psicoanalítico, tiene que ver con que no se ha aprehendido a fondo lo de Lacan. Vuelvo a algo que les dije varias veces, Lacan tuvo un recorrido, como cualquiera de nosotros que se ponga a trabajar y a tratar de transmitir algo. No es lo mismo lo que va a transmitir en los comienzos de su trabajo que lo que va a transmitir en los finales, porque en el medio está, justamente, todo el trabajo.

Lacan comenzó planteando que el deseo humano es el deseo del otro, Estadio del espejo, si quieren ir a buscarlo es casi literal. En ese sentido, parte de Hegel, en realidad ese es un planteo de Hegel. En el estadio del espejo, el otro lo escribe con minúscula, todavía no apareció ahí el concepto de Otro con mayúscula. Más adelante va a seguir hablando del deseo del Otro, lo pone con mayúscula, ahí lo va a complicar. Es lógico, casi les diría, que en el estadio del espejo lo ponga con minúscula, porque obviamente él esta captando el deseo como un reflejo del deseo de su semejante. Cuando él ya empieza a captar que el deseo es el deseo del Otro y lo pone con mayúscula, ya la cuestión se complicó. No es que el espejo desaparece, para nada, porque digamos la articulación del sujeto al Otro con mayúscula: al lugar de la Ley, la castración, el significante, no va a ser sino a través de la imagen de un semejante. Si el Otro se encarna en alguien, ese otro en realidad es un semejante. Sabemos que el Otro no es una encarnadura en un lugar, pero sí que eso es en general lo que el ser humano tiende a suponer. Alguien como Otro con mayúscula. Justamente uno de los logros, el logro más serio tal vez del psicoanálisis, del psicoanálisis más profundo cuando lo logra vía el análisis, no vía el convencimiento como lo podría estar haciendo yo ahora, es lograr vaciar de encarnadura el lugar del Otro. El lugar del Otro no va a desaparecer, porque el lugar del Otro es en definitiva la Cultura. Pero es distinto a que uno quede libre ante la Cultura, a que uno quede atrapado por fascinarse con algún otro al que le supone valor de Otro en relación a la cultura.

Pero no ocurre sólo eso, ocurre que en la medida de que el psicoanálisis va trabajando con la persona y va vaciando de sentidos al S1, como insistía fuertemente en explicar Alejandro en su clase, también va vaciando al ser parlante de su alienación al Otro, de su alienación al S2. Porque el S2, el significante binario, el significante del sentido, es el significante que emerge del inconsciente, en tanto emerge del lugar del Otro. Son significantes reprimidos pero que al sujeto llegaron desde Otro lugar. Justamente lo que va logrando en la medida de que lo logra, de que avanza, es ir puliendo eso. Es ir facilitando entonces que el significante que represente al sujeto quede abierto a muchas más modalidades de relación con los S2, y por lo tanto a una mayor grados de libertad en relación al S2. Ahí podríamos decir algo así cómo que el deseo humano es el deseo del Otro. Sí, pero con diferente grado de alienación del deseo de cada uno en el deseo del Otro. Por la inversa se ve muy claro en las organizaciones artificiales de masa, como la identificación masiva provoca el aplastamiento del deseo de cada sujeto, quedando alienados al deseo del líder.

Bueno. Lo que les voy a plantear hoy se diferencia de lo que está en el libro. En el libro este discurso no lo planteo estrictamente ligado a lo del título: El pasaje al acto del analista para agujerear lo real. Lo que voy a plantear hoy es que puede ser para agujerear lo real pero puede ser también para interpretar el significante. En la medida que he ido trabajando, pensándolo en relación a la práctica mía y lo que otros colegas que trabajan conmigo me han ido mostrando, lo que me he dado cuenta es algo que también se discutía en el 84, pero no se lograba darle una clara resolución. Lo cual hace que gente que en el 84 discutía en contra del acto para agujerear lo real, ahora planteen la intervención en acto para agujerear lo real pero poniéndola en disyunción con la interpretación, por ejemplo.

La cuestión me parece que no está, en si es para tal cosa o para tal otra, sino que el acto del analista a mi modo de ver reconoce dos movimientos. Uno, que es el clásicamente reconocido en el discurso del analista, colocarse en esa posición. Pero hay otro que yo diría que es prólogo, que lo hice sin darme cuenta, que me di cuenta ahora cuando me puse a trabajar en la clase. Hay otro movimiento que tiene que ver con ese párrafo extenso que les leí de Ulloa en la clase anterior. Que es cómo se prepara en el analista lo que luego se va a transformar en su intervención. En ese punto es el que yo creo que el analista queda en una posición similar a la del investigador, ahí no digo nada nuevo, Freud también decía eso, Lacan también. A la del inventor, a la del artista.

Qué es lo que nos ocurre en ese momento, qué es lo que nos ocurre en nuestra verdad. Nos ocurre que estamos inquietos, nos ocurre que hay algo que sentimos que se está por alumbrar. No sé por qué se me vino a la cabeza y no sé por qué, esto lo sabrán más las mujeres que están acá, no yo, se me ocurre algo parecido a los momentos previos al alumbramiento en la madre. Donde se sabe que algo está, se sabe que algo va a nacer, se sabe que ya está ahí, y está la curiosidad enorme por ver que va aparecer ahí. Creo que en el momento previo ya sea en la interpretación o a las intervenciones que no son del orden de la interpretación, que pueden ser construcciones o pueden ser entre comillas acciones del analista, al analista le pasa algo de ese orden. En ese momento el analista está en la posición de este discurso.

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Está inquieto en su ser de sujeto, pero al mismo tiempo desde el lugar del agente dispone de un saber para hacer trabajar a esa inquietud sobre el otro que queda en posición de objeto, por lo tanto, para hacerle producir al otro ese significante nuevo. Ustedes fíjense que en ese discurso el significante del amo no está del lado de la izquierda, por lo tanto no lo podemos pensar como discurso de amo. No hay ningún S1 en el lado izquierdo. Ustedes piensen que en los discursos amo, en el universitario, en el capitalista, el S1 siempre está en alguno de los lugares del lado izquierdo.

Me acuerdo que en ese seminario me quedé con el interrogante. Uno puede decir están los discursos amos, está el discurso de la histérica, está el discurso del analista. Fíjense que el discurso de la histérica por definición es lo no amo, es lo que demanda al amo. Cómo definimos a este discurso donde el analista desde su ser de sujeto barrado, operando a través de su saber va a producir este fenómeno. Para mi no es sencillo tampoco me propongo definirlo.

Entonces, funciona preparando la interpretación. Recuerden en ese sentido como Ulloa va mostrando diversos movimientos que van ocurriendo dentro del analista antes de que se dispare la interpretación. También funciona sosteniendo a la intervención del analista cuando por la boca del analista no están hablando los significantes del Otro y se producen largas situaciones de impasse, que en determinado momento exige la intervención del analista, porque sino, pueden ocurrir dos cosas, que se esterilice el análisis en esa impasse o que se interrumpa. El analista en esas situaciones, hace a veces una especie de pasaje al acto. Esto lo apunto, lo sigo apuntando, más como hipótesis. Porque está la discusión, me lo han dicho, ¿por qué lo llamás pasaje al acto en vez de acto? Lo hago provocativamente, porque me parece que así como en una época del psicoanálisis se había demonizado el acting out, y vino Lacan (y entre nosotros Grinberg) para des-demonizarlo, luego también se demonizó el pasaje el acto. Me parece que Lacan se propuso de desdemonolizarlo, cuando planteó que el suicidio cuando era exitoso era el único acto sin fracaso. No es la cita literal, pero es parecida.

Pero es importante, porque lo que define al acto, no es la cualidad moral del efecto, llamémosle así. Lo que define al acto es que el a posteriori encuentra al sujeto en otra posición, encuentra al sujeto que lo produjo en otra posición, por eso no es lo mismo una acción cualquiera que el acto. En este momento hay montones de chicos que erran de una acción delictiva en otra, sin cambiar de posición. El acto es de otro orden, se los voy a contar por una anécdota policial. Una vez viene un sub oficial de la policía, que hacía guardia en una casa donde yo vivía antes, y me pide disculpas porque había llegado tarde. Un buen tipo, la verdad, nada que decir en contra él. Me dice: Lo que pasó es que hubo un tiroteo y maté a un pibe, por eso llegué tarde. Le digo: Upa, la verdad que se ha de sentir mal, no? Dice: no, no, la verdad que ya estoy acostumbrado. Llevaba tres en su haber. Dice: la verdad, el primero fue el problema. Fue en un tiroteo, afanó un auto, el delincuente parapetado detrás de un auto y yo en otro. Hasta que cayó el muchacho. Cuando lo vi muerto me cagué y me “piché”, pero ahora ya no. Ahí tienen la diferencia con el pasaje al acto. El pasaje al acto fue el primero, y obviamente lo reposicionó, por eso los otros sólo fueron acciones.

En esas situaciones de impasse, el analista no debe ser un impávido jugador sólo sujeto al azar. Suele estar inquieto, molesto, porque hay algo que no anda. Está preocupado y hasta atemorizado, otras veces angustiado. Entonces, en el lugar de la verdad como les decía antes, está funcionando ese sujeto.

Si hay un argumento que quiero dar a favor de esta cuestión, de que se puede pensar este discurso, es que Lacan habla del deseo del analista. Si hay deseo hay sujeto. Es el sujeto el que queda en posición deseante. Es impensable un deseo que no tenga un efecto sujeto. El deseo como sabemos es causado por un resto, al que Lacan llamó objeto a. Resto de la operación entre el significante que representa al sujeto y el que lo significa desde otro lugar, lo que tiene como efecto que el sujeto que resulta es un puro corte, cortado por la tensióen entre los dos significantes y el objeto - resto. En esa situación de inquietud el analista dispone de ese saber y es lo que lo lleva a pasar al acto. Es también lo que hace que el núcleo, el nudo de la formación del analista, sea el propio análisis del analista. Para que precipite ese deseo no está de nacimiento en nadie, es obvio, son muy pocas las personas que uno pueda darse cuenta que por alguna razón de la vida han quedado en esa posición. El análisis del analista al ir vaciando justamente de sentido a su S1 va haciendo precipitar aquel deseo. Por eso también suelen ser los más viejos, mejores analistas que los más jóvenes, es razonable, no es por inteligencia sino por vejez. Como dice el refrán: “El zorro…”, no… “El diablo sabe diablo pero más sabe por viejo.”

--No era el zorro.

Bueno, mi ídolo de la niñez era el zorro. El saber hacer es inconsciente, no tiene que ver con la conciencia. Desde ese saber, hace para operar sobre lo que en el lugar del otro aparece como causa, esta vez para el deseo del analista. Se invierte la situación, el objeto surge en el lugar del otro.

Una última acotación. En este discurso es donde los psicoanalistas nos acercaríamos más a ser artistas. Una de las discusiones contra el psicoanálisis es que el psicoanálisis no es científico. A mí me causa gracia esa discusión. Los científicos en la década del 90 plantearon la caída de los grandes paradigmas de la ciencia, entonces es como paradigmático exigirle ahora al psicoanálisis que tuviera un paradigma inconmovible, es una tontera. Si ya los mismos científicos renunciaron a esa idea, la física cuántica los hizo renunciar a esa idea, por qué se la van a pedir a los psicoanalistas!

Voy a ir más rápido, porque me interesa ingresar más a la sorpresa.
Con Lucia Luciano la intervención que abrió el curso del análisis y aseguró la instalación de la transferencia, fue la que ante la angustia de ella por sentirse atraída por un hombre contrario a sus ideales políticos le disparó como pregunta: ¿por qué no? Fíjense que eso no es ni una interpretación. El único punto de interpretación que tuvo, fue facilitarle advertir una falla en la lógica en que se sostenía su angustia, la de hacer pasar por el tamiz de los ideales lo que se evidenciaba en el territorio de los sentimientos. Era una típica angustia ante la crítica del Superyo, la que tenía Lucía en ese momento. Ahora, de mi parte hubo un pasaje al acto, en tanto decidí hacerme responsable de una pregunta que ese ser parlante no estaba pudiendo formularse y cuyo resultado nos colocó a ambos en otra posición subjetiva en función de ese análisis.

Les relato la intervención con la que los quiero complicar y que no es del análisis de Lucía. Un colega que luego se analizó conmigo, lo había intentado antes con otro que se decía analista. Este le apoyaba desde su propio yo las formaciones reactivas del colega, aunque no sólo, pero particularmente en el terreno de las relaciones con las mujeres. Lo que lo mantenía atado a una típica disociación de la vida erótica. Obviamente dicha psicoterapia no producía otro resultado que el de reforzar los síntomas del paciente, nunca mejor utilizada esta nominación, porque aguantó a ese psicólogo durante casi nueve años. O sea que fue muy paciente. Hasta que un día cierto acting in, así llamaban los ingleses a los acting que se producían dentro de la propia sesión. Cierto acting in de dicho psicoterapeuta, no fue del analizante. Se le apareció borracho en la sesión.

--El terapeuta?

Sí, sí. Le hizo demasiado patente la imposibilidad de analizarse con él, lo que lo trajo luego a analizarse conmigo.
El desenvolvimiento de la cura lo llevó al tiempo a separarse y a conformar una pareja con la que desapareció la disociación de la vida erótica antes mencionada. Fueron sucediéndose también otra serie de cambios. Comenzó a entrar en crisis su identificación al falo como traccionante del reconocimiento y hasta del enamoramiento de los demás. Empezó a entrar en crisis. Dicha crisis se manifestaba particularmente por crisis agresivas cuando las obligaciones de paciencia y de servir al otro lo abrumaban. Durante ese período me había traído a supervisar en un par de oportunidades el caso de un obsesivo que funcionaba como la quintaesencia del sacrificio, la formación reactiva y la sumisión, particularmente a la esposa, con tal de mantener su identificación al falo. Luego durante un par de años no me habló más de ese paciente.

Un día vino conmovido, pero conmovido realmente, se movía en el diván, a contarme que ese paciente que hacía un tiempo había interrumpido el tratamiento había vuelto diciéndole que volvía porque el psicoanálisis era muy eficaz. Que finalmente se había separado de la esposa y que en función de eso quería continuar su análisis. Fíjense qué interesante. El paciente interrumpe por un período, se separa, y porque se separa vuelve. Mi analizante me contó que no sabía por qué, pero que esa situación lo había angustiado mucho y lo había impulsado a cortar o ponerle límites a una serie de relaciones en las que se sentía usado, inclusive con su actual pareja. Me cuenta entonces dos sueños y una serie de fantasías. Todo llevaba a cortar las relaciones que lo impulsaban a ser bueno o a poner límites a aquellas que desconocían por completo sus deseos. Y más aun, lo llevó a captar que en aquellas relaciones en las que se sentía devorado, además del goce de los otros por devorarlo, lo que había estado presente era su propio goce de darse a ser devorado. Hasta ahí la viñeta.

Me pareció interesante por esto: en este caso, el pasaje al acto del paciente intervino sobre el analista que evidentemente estaba en un impasse. Habían aflojado cierta cantidad de cosas pero se mantenían otras, eso estallaba en situaciones que luego traía al análisis pero no lograba salir de ahí. Me acuerdo que yo venía pensando hacía tiempo qué hacer para moverlo. Es un análisis muy particular, un colega que no vive acá en Buenos Aires, lo veía de vez en cuando, no era sencilla la situación para mí. No encontraba alguna manera que lo arrancara de ese impasse en que se encontraba. Lo interesante fue que quien lo arrancó de ese impasse fue el acto de su paciente.

Entonces, fue un producto de él mismo como analista el que volvió a conmoverlo profundamente en esa posición, llevándolo a dar nuevos pasos en el camino de abandonarla. Mientras yo no lograba pasar a este discurso:

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Es evidente que no logré encontrar el saber necesario en esas circunstancias difíciles por la modalidad que tenía que ser conducido el análisis. Pero el analizante del colega a través del saber y el acto con que se presentó para el reinicio de su análisis mostró la vestidura necesaria del a, para que el análisis de su analista se relance.

¿Por qué quise traerles esto? Porque lo que también estuve pensando bastante durante este seminario en la medida en que estaba conversando con ustedes y en la medida de rememorar el caso de Lucía Luciano, que nosotros tenemos que pensar al análisis como algo mucho más complejo y por eso mismo también mucho más sencillo. Esa idea habitual de que hay un analista, un analizante, una serie de asociaciones libres, algunas interpretaciones, un pago, una vuelta, y así sucesivamente es insuficiente. Nosotros también debemos captar, pescar, que intervienen en el análisis del analizante una serie de factores que muchas veces pueden ser externos al analista. Es muy importante que el analista tenga la posibilidad de captarlo e incorporar eso al análisis. O sea, ni entrar en competencia, ni en rivalidad, ni en desprecio, ni en una serie de reacciones que se puede producir cuando se pone en juego el narcisismo del analista. Me causaba mucha gracia de mí, que hacía tiempo que estaba tratando de sacarlo de esa situación y lo vino a sacar el paciente. Hay que poder reírse de uno también para poder analizar, porque sino en análisis se pueden encontrar topes que están en el mismo analista, aquello que planteaba Lacan de la resistencia del analista.

--Varias cosas… (partes de la intervención inaudible) en una posición que no avanza… En la medida en que vive, en este caso fue el mismo paciente, pero podrían ser otras circunstancias. Por otro lado te quería preguntar, sobre el pasaje al acto… poner a trabajar este acto.

Efectivamente es algo muy importante. En el psicoanálisis pre lacaniano no solo no se lo tomaba en cuenta, sino que se lo expulsaba. Tener en cuenta que está pasando en la vida real del paciente. Porque si uno advierte, que era digamos la molestia mía, la angustia mía en relación a este paciente, es que yo advertía que el análisis caminaba, que él asociaba, me traía un montón de sueños, interpretaba, efectivamente había dado una cantidad de pasos grandes, pero se había estancado. Advertía que se había estancado en ese punto no solo por el discurrir asociativo, sino por lo que él me relataba de su vida. Tampoco era que yo podía entrar en ese punto pedagógicamente, advirtiéndole. Si lo decimos desde el punto de vista de los tres registros se había reestabilizado el registro imaginario de él, alrededor de esa modalidad de vida, donde efectivamente había resuelto la situación con su ex mujer, hasta un punto. Porque ahora también ha avanzado mucho en resolverla mucho más a fondo esa situación, lo cual influencia en los hijos de él, por ejemplo. Sino también en otra serie de cuestiones en las que seguía funcionando como antes. Yo captaba el tema de fondo, me daba cuenta que la dificultad de este hombre era renunciar a esa función fálica que le producía tanto goce narcisistico, pero que al mismo tiempo lo limitaba absolutamente. Él era el bueno del pueblo, para decirlo de algún modo. Por eso se paga lo que se paga. Este problema que vos planteas es clave. Este problema lo planteó Ferenczi, y lamentablemente no fue tomado en cuenta. Tuvo que venir Lacan un montón de años después para retomarlo. Pero Ferenczi planteaba, que cuando el analista quería pensar como iba un análisis que él estaba conduciendo no tenía que fijarse solo en lo que ocurría en el consultorio sino también en lo que estaba ocurriendo afuera.

El segundo tema, creo que tenés razón, pero planteas ahí una dificultad que no me molesta, o por ahí la podríamos resolver tal vez forzando un poco, en el siguiente sentido.

S2 a
__________ __________
$ S1

Acá está la escisión, está el puro corte. Pero fíjate que cosa que yo no había pensado, aparece acá el S2, en ese sentido el lapsus puede aparecer en el lugar del agente y muchas veces aparece en el lugar del agente. Esto lo he conversado muchas veces con ustedes, yo tomo muy en cuenta cuando se me aparece un lapsus analizando. En general, les digo que el 90% de las veces son mucho mejor que la interpretación que mi yo hubiera pensado, y hay un 10% de las veces que me doy cuenta que tiene que ver con mambos míos. El inconsciente del analista suele ser bastante más inteligente que su conciencia. Puedo decir que es así.

-- Por ahí me falto precisión. No cualquier lapsus, algunos ….pero hay algunos. sino que involucra la situación del analista y del paciente en un punto. Esto que conmueve a las dos partes.

Sí, también es ubicable allá en el del analista el lapsus apareciendo en el lugar de la verdad. Los matemas en ese sentido tienen la ventaja que formalizan, nos dan algo con qué trabajar vaciado de sentido, pero también tienen la desventaja de que lo nuestro no es una matemática. Tienen sus límites. Pero nos dan una brújula para trabajar. Sí, en ese sentido nos podemos advertir que hay cosas en que pueden fallar, resultar insuficientes.

--Una experiencia, ocurrió algo, un paciente que estoy tratando. Que era un estudiante… análisis estancado porque lo… él insiste en buscar el sentido a la vida, ideales… había pasado… él tiene una característica. Abogado. Todo gira alrededor de lo vocacional y prácticamente en nada más. En parte un error de escucha, él me dijo: que había visto una película que le había gustado mucho. No sé por qué yo escuché que había visto una piba que le había gustado mucho. Claro, este, … en otro momento lo hubiera dejado pasar. Lo dije en voz alta: pero por qué será que habré escuchado esto? Entonces, será mi deseo, que encuentres una piba que te guste. Entonces empezó a hablar de sus relaciones con las mujeres, sus dificultades. Hoy me llama el hermano, me dice que quiere hablar conmigo, porque anoche él llegó a la casa muy angustiado, llorando

SR: El muchacho?

--Sí, el paciente. Le dije que primero iba a hablar con él para ver si él acepta, en todo caso, vemos. Algo pasó ahí. No sé si ponerme contento o cagarme en las patas.

Lo que es evidente es que hubo un acto ahí. Cuando vos decidiste hacerte cargo de tu equívoco audible y efectivamente se está jugando algo del orden del deseo del analista en relación al analizante. Lo digo a propósito así medio ambiguo, porque puede ser el deseo del analista o del deseo del analista en relación al analizante. Creo que todavía no podemos saber demasiado con lo que planteaste, pero me parece que la experiencia en sí es interesante. Digamos acá pueden ocurrir dos cosas, o era un neurótico muy armado y el imponerle la pregunta por el objeto femenino lo saco de vivir de película y lo sumió en angustia. O el peligro estaría en que fuera una pre psicosis o algo así y el planteo de un tema del objeto lo hubiera desestabilizado. Por ahora no sabemos, ni lo vamos a saber. Lo que sí podemos saber, que de cualquier manera de las dos maneras, lo que hubo ahí es algo del orden del acto, y justamente, lo que planteamos en la conversación. Sino, planteamos la cuestión del acto desde un punto de vista moral. Si lo planteamos desde un punto de vista moral, sería un acto desconcertante y lo desestabilizaste. Y si entra ahora alrededor del tema de las mujeres lo sería. No, en los dos casos es un acto. Fue del orden de un acto de lo que se busca en un análisis, en un acto no se sabe el resultado con anticipación.

--Puede ser que instalara una duda… no solo el tema de las mujeres. Que también podría haberlo desestabilizado si vos te frenabas y hubieras vuelto atrás en lo que dijiste, hubieras frenado…
Que parecieses castrado.

--Sí, si porque … Creo que empiezo a suponer, entero… probablemente. Sabes de qué me acordaba, de aquella famosa discusión en otra clase, de discurso de inicio de partida…

--Me quedé pensando, lo planteaba Laura. Este parece el espejo del otro. Si lo ponés al revés, queda justo el discurso de apertura, me llama la atención. La apertura y el pasaje al acto.

Con respecto al planteo de Ethel, me parece que es interesante, porque efectivamente plantea no que el analista se barra a sí mismo, sino que el inconsciente del analista lo barra y el analista es capaz de soportar su barradura. Y eso produce un efecto que todavía no sabemos a donde lleva, pero produce un efecto fuerte en el analizante.

Con respecto a lo segundo. Fijate si tomamos lo que vos decís, que yo estoy de acuerdo, ya podemos ir pensando como tres movimientos posibles dentro del trabajo del analista. Ustedes recuerdan lo de Freud, que decía que en relación al análisis solo se podría habla sobre el inicio de la partida, y el final de la partida como en el ajedrez. Tal vez sin darnos cuenta, porque no me lo propuse, lo único que me propuse y me propongo siempre es tratar de ir dándome cuenta de la práctica, tal vez estamos pudiendo pensar algunos otros pasos. Porque el discurso de inicio de la partida, que yo le terminé dando ese nombre lo hice parafraseándolo a Freud. Pero no es el discurso del analista que planteó Lacan. Fíjense que el discurso de inicio de la partida, está destinado fundamentalmente a lograr que se establezca la transferencia. El discurso del analista que planteó Lacan, está destinado a mantener en causa al deseo del analizante. Lo que estoy planteando hoy, mas bien está destinado a captar y poner en letras, el movimiento en el analista que lo va a llevar a ubicarse en el discurso del analista. Hay un movimiento interesante.

En el caso que les conté al final. Si lo matematizáramos el paciente estaba en el lugar del amo, el analista en el lugar del sujeto, ese movimiento que se produjo cuando él dejó de ir a un lugar que iba siempre porque era un buen tipo. La primera vez mintió, dijo que estaba engripado. Cuando en la siguiente no fue a ese lugar, la mujer insistió que fuera que todos lo estaban esperando, le dijo: Deciles que no voy ahora ni voy a ir más. Ese es el S1. La barradura del sujeto, que el analizante, no tiene la más mínima idea de lo que iba a producir, va a llevarle su saber al analista devenido en esa circunstancia, analizante de su paciente . Que se había separado de la mujer, que eso le había demostrado la eficacia del análisis, por lo que entonces volvía al análisis.

A mí me gustaría si nosotros que trabajamos juntos en los seminarios, si lográramos adquirir esa ductilidad, esa cosa que es muy difícil porque va en contra de la corriente de cómo vivimos los seres vivientes. Está bien que vivamos así, porque no hay otra forma de vivir que relacionados por vía de lo imaginario, pero que cuando estamos en nuestra práctica, eso es todo lo contrario, porque justamente la represión se sostiene en lo imaginario. Nosotros más bien a lo que apuntamos es a que el sujeto se encuentre con su deseo, y encuentre goces que lo acerquen más con su deseo. Por eso trato de meter todas estas cosas, que no son clásicas… Sé que salen de acá desconcertados, pero me parece mejor, y no que salgan con la idea de que hay una sola forma de analizar. Llegó la hora, nos vemos la próxima.

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